Thread by @larotesmeyer

Historias de domingo.
Dos enfermeras corren a atender a una ambulancia que llega con urgencia.
Mientras, un matrimonio se mira en una esquina de la sala llena.
Ella le quita la corbata y la chaqueta, él sostiene un bolso de lentejuelas, pequeños detalles que te hacen pensar,

que hace pocas horas, estaban en un lugar muy distinto, celebrando la alegría de la vida, y ahora, el rictus de dolor de él, le hace cruzar el umbral de otro lugar muy diferente.

Una chica se acurruca en dos sillones, y apoya la cabeza en el regazo de su madre, que le acaricia el pelo con ternura, mientras le sube un poquito más la sábana, para paliar los tiritones del alma, con esa tela que ha cubierto muchas historias.

El señor que está a mi lado, me cuenta que ha venido a ver a su hija, “que se me casó hace 15 días y acaba de volver del viaje de novios, y tenía muchas ganas de verla, la mujer se ha quedado en Fuengirola, ¿sabe usted?, que tenemos un apartamento y nos vamos a la playa,

y mira, al venir a Córdoba, me ha dado la cara una piedra bien gorda y aquí me tiene usted, vaya chapú que he liao”.
En una camilla, un hombre duerme profundo, “conocido de la casa”, dice un hombre, que cuando pilla la “papa”, se viene a dormirla a urgencias.

Una abuela se incorpora y grita que no la muevan, aunque la camilla está quieta, su hijo la tranquiliza, con la paciencia que seguramente, muchos años atrás, ella calmó con sus brazos, a ese niño ya hombre, que ahora la mira con infinita ternura.

En contraposición, una persona mantiene una conversación a gritos, que escucha toda la sala, en la que llama egoísta a alguien al otro lado del teléfono, por no querer venir a atender a su madre.
Y en esa voz hay rabia, amargura y silencios que lo dicen todo sin palabras.

La nota de humor, entre tanto dolor, la ponen la novia cadáver y Chuky, que acaban de llegar, y se convierten en el centro de atención de esa sala de espera.
Nos recuerdan que hay fiesta, alegría y vida, fuera de estas paredes, de este mundo de carreras y trajes verdes.

Mi madre dormita a ratos, no me suelta la mano, y yo la miro y se me escapa toda la fuerza que creo tener, al verla tan frágil.
La vida es esa delgada línea entre dos mundos, el que habita dentro de un hospital, y el de fuera.
La muerte se da la mano con ella.

Se escuchan llantos de tristeza en un pasillo, y a la vez, en el edificio de atrás, la vida se abre paso en el ala de maternidad.
El tiempo parece que pasa más lento.
Las vidas de muchas personas, se encuentran y desencuentran en estos pocos metros, en los que no importa

tu condición social, religión ni lengua, porque aquí todos esperan su turno, para que ese dolor y esa angustia, encuentren alivio y calma.
Podría contaros muchas historias más, 6 horas en urgencias dan para mucho.
Pero me quedo con la cara cansada de la neuróloga,

que a las 2 de la madrugada, sonreía con sus ojos bajo la mascarilla, tranquilizando a mi madre que se agobiaba al saber que la ingresaban.
Urgencias no solo del cuerpo, sino también, del alma.