Con 17 años, Clare Teresa Crockett dejó a un lado un futuro prometedor, como actriz, para entregarse al completo al Señor.
Su alegría condujo a muchos jóvenes a descubrir que la verdadera felicidad se encuentra únicamente en Dios.
Este lunes cumpliría 40 años.
Su historia👇🏻
Nació el 14 de noviembre de 1982 en Derry, al norte de Irlanda. Creció en un ambiente de conflicto armado entre protestantes y católicos.
Desde muy joven quería ser actriz, soñaba con ser conocida internacionalmente.
Con 15 años fue contratada para presentar un programa en la cadena británica Cannel 4. Con 17, Clare llamó la atención de Nickelodeon.
A una edad muy joven empezó a salir de fiesta, a beber y a fumar.
“El tema del alcohol llegó a ser un problema para mí, y me era inviable vivir sin mi paquete de cigarrillos”.
Un día una amiga suya le invitó a ir gratis a España.
“España…¿gratis? Sol, playa, fiesta… ¡Claro que voy!”
Clare relacionó la invitación a España con Ibiza, que era lo poco que le sonaba de este país.
Pero no. El viaje era a Priego, un pueblo de Cuenca. Tuvo que renunciar a la playa y a la fiesta para ir a un encuentro en Semana Santa organizado por el #HogarDeLaMadre.
“No me hizo ni pizca de gracia, pero tenía que ir porque mi nombre estaba en el billete de avión”.
Durante la semana había charlas de formación, oración, misa… Clare solo iba a las actividades que si no lo hacía, su ausencia se notaría.
Cuando le preguntaron por el significado de la Eucaristía, dio una calada a su cigarrillo y preguntó: “¿Qué es la Eucaristía?”
Llegó el Viernes Santo. Hubo un momento en el que todos los que estaban en la iglesia se pusieron en fila para buscar una cruz.
Era la primera vez que veía algo así. Se puso de rodillas y la besó.
Aquel gesto “tuvo un impacto muy fuerte dentro de mí”.
Clare explicó lo que sintió:
“Tuve la certeza de que, por mí, el Señor estaba en la Cruz, me acompañó un vivo dolor. Al regresar a mi banco, yo ya tenía una huella dentro que no tenía antes. Yo tenía que hacer algo por Él, que había dado su vida por mí”.
Al finalizar el acto, una hermana la encontró llorando y diciendo: “Él murió por mí. ¡Él me ama! ¿Por qué nadie me había dicho esto antes?”
Un sacerdote que estaba en el encuentro, le invitó a ir con los jóvenes del Hogar a la Jornada Mundial de la Juventud en Roma, en el año 2000.
“Yo acepté aunque no sabía muy bien ni quien era Juan Pablo II ni qué era una JMJ”.
En la #JMJ volvió a notar que Dios le hablaba. Esta vez se asustó. Él le dijo: “Quiero que vivas como ellas”. “Ellas” (relataba Clare) eran las hermanas, y “vivir como ellas” significaba ser monja.
Al llegar a casa, poco cambió en su vida. Sentía una verdadera sensación de vacío: La fiestas y el alcohol no le hacían feliz.
Una noche en una fiesta, volvió a oír la voz de Dios: ¿Por qué me sigues haciendo daño?
Pero, cuando fue a Inglaterra para rodar una película, realmente sintió lo que describió como la “cavidad” de su alma. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su felicidad y libertad sólo podría encontrarse en Dios.
A los 18 años decidió ser monja. El 11 de agosto de 2001 entró como candidata de las Siervas del Hogar de la Madre.
Su manager la llamaba para insistirle que volviera. Le decía que estaba perdiendo su vida y que estaba seguro que podría llegar muy lejos en el mundo del cine.
El 16 de julio de 2003 entró al noviciado. Tomó el hábito.
“Nunca pensé en ser monja. Miles de otras cosas sí, pero monja... ¡jamás!”
Existen unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, que se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Cristo.
Estos documentos cuentan que el Apóstol Santiago, "llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro.
Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales hablaba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso".
En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando "oyó voces de ángeles que cantaban Ave María, Gratia Plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol".
La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio". Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar.
El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia.
El 15 de julio de 2023, falleció fray Pablo María de la Cruz Alonso Hidalgo, de 21 años.
Un mes antes, profesó sus votos carmelitas. Lo hizo con una dispensa especial, «in articulo mortis».
Fray Pablo María escribió al Papa Francisco poco ante de morir:
"Soy fray Pablo María de la Cruz Alonso Hidalgo, carmelita. Tengo 21 años. El pasado 25 de junio de 2023 recibí la gracia de ser admitido a la profesión religiosa, “in articulo mortis”, haciendo voto de pobreza, obediencia y castidad en la Orden del Carmen, en el Convento de S. Andrés de Salamanca, lugar donde vivió S. Juan de la Cruz.
A estas alturas sólo me sale dar gracias a Dios por este regalo inmerecido y tan grande que me ha hecho nuestra Madre la Iglesia a través de la Orden del Carmen. El proyecto de vida no podía ser más fascinante.
Llevo 6 años combatiendo contra el sarcoma de Ewing. Soy consciente que todo tiene una razón dentro del plan de Dios. En medio de altibajos, días mejores y peores, y con mucha purificación por medio de la enfermedad, hoy contemplo mi vida y puedo confesar que he sido y soy feliz.
He descubierto que el centro de mi vida no es la enfermedad, sino Cristo. Como les he dicho a mis amigos, a mi familia, a mis hermanos carmelitas: “Por el sufrimiento en la enfermedad me encontré con Dios, y por la muerte en la enfermedad me iré con Él. Y, por ello, le doy gracias”.
Me encuentro actualmente en la unidad de paliativos del Hospital Universitario de Salamanca y presiento que el Padre, en su infinita misericordia, me llamará muy pronto a estar con Él. Los médicos, en esta recta final, me han dado una gran noticia: que podré regresar al convento, y, allí, entregar mi vida a Jesús, muriendo en El Carmen de Abajo, donde tantas gracias he recibido a los pies de la Virgen del Carmen.
El misterio de la cruz ha presidido mi vida, pero puedo gritar con fuerza, con san Tito Brandsma, al que me encomendé hace unos meses: “La cruz es mi alegría, no mi pena”. No obstante, no he estado sólo en este período de enfermedad, Jesús Eucaristía me ha acompañado todos los días, siendo Él el mejor paliativo y la mejor medicina a mis dolores. Ya lo he dejado dicho para que lo anuncien en mi funeral, que “el que quiera hablar conmigo lo tiene muy fácil, que se acerque a la Eucaristía, allí me tienen siempre en línea. ¡Si sentimos el mismo fuego en el amor a Jesús Eucaristía, tú y yo, hermano, somos UNO!”.
Deseaba participar en la JMJ de Lisboa con Vd. y con tantos jóvenes de todo el mundo que van a desplazarse allí esos días. Sé por experiencia que el fuego interno que puede tener un joven enamorado de Jesús no lo puede apagar nadie. Pido al Señor que en Lisboa arda ese fuego del Amor de Dios. ¡Como me gustaría que los jóvenes conocieran a Jesús, mi Amado! ¡Me ha dado tanto! ¡Me ha consolado tanto. ¡Me ha hecho tan feliz! Físicamente, estoy sin fuerzas, pero la comunión de los santos me permitirá participar de otra manera más profunda y no menos cercana con Vd. De hecho, no sé si, cuando reciba esta carta, le podré acompañar desde la oración, o, si Dios en su infinitiva misericordia, me habré llamado ya. En ese caso, espero que me permita entonces echarle una mano –¡y mucho mejor!– desde el Cielo, haciendo lío y fiesta, como Vd. bien dice. Le he pedido al Señor con insistencia ser pequeño y pobre, y, así, estar cerca de los más pequeños, especialmente de los más enfermos y de sus familias. La cruz me ha dado un olfato especial para ver qué les sucede y la valentía para acercarme a tocar sus heridas.
También quiero que a las familias de los enfermos les llegue mi ofrecimiento. Por lo tanto, uno la debilidad de mi frágil vida así como mis intenciones a las suyas, aprovechando la JMJ. Pido al Señor, en primer lugar, por la conversión de los jóvenes, para que se encuentren con el amor de Dios a través de la Eucaristía. En segundo lugar, ofrezco mi vida por la Iglesia, nuestra Madre, y pido el auxilio de la Virgen María para que todos los movimientos, itinerarios, grupos eclesiales, Congregaciones y Órdenes religiosas sean uno, de forma que la división no afee su rostro y brille en medio de nuestro mundo, y en la misma Iglesia, la belleza de Cristo".
Hilo ⬇️
"Y lo tercero, me uno a la pasión del Señor para que la ofrenda de mi pobre vida, si el Señor así lo considera, nos ayude a desterrar el miedo a la muerte.
¡El Cielo existe! En el Carmelo, el Jardín de Dios, antesala del Cielo, crece María, el Girasol de Dios, a la que me gusta llamarla e imaginármela como la Virgen del Primavera. A Ella le pido que transforme los desiertos del dolor en jardines de consolación, y en sus manos deposito la evangelización de los jóvenes.
Encomiendo al Señor en mi oración a la Orden del Carmen, a la Diócesis de Salamanca y a toda la Iglesia. Que Jesús y María le acompañen en su ancianidad y en el anuncio del Evangelio.
Rezo por Vd. Rece por mí.
Fray Pablo María de la Cruz, carmelita".
El 21 de junio de 2023, el joven salmantino Pablo Alonso Hidalgo, de 21 años, entró a formar parte de la comunidad de Carmelitas como novicio, con el nombre religioso de Pablo María de la Cruz.
Lo hizo en el hospital clínico de Salamanca, en la habitación 615, donde estaba ingresado por una enfermedad grave.
El Papa León XIV ha reconocido como mártires a 123 católicos de la diócesis de Jaén asesinados durante la Guerra Civil española.
109 sacerdotes, una religiosa y 14 laicos que fueron ejecutados por su fe entre 1936 y 1938.
No son datos del pasado, son almas, son testimonios de personas que fueron brutalmente martirizadas hasta la muerte. Nosotros queremos que se conozcan sus historias ⬇️
La religiosa que próximamente será beatificada es la madre Isabel María Aranda Sánchez, abadesa del convento de las clarisas de Martos.
Al estallar la Guerra Civil en 1936, en Martos había tres conventos de monjas: el de las trinitarias, cuya abadesa era Francisca Espejo (beatificada en 2007), el convento del Instituto Calasancio, cuya abadesa era Victoria Valverde, (beatificada en 2013) y el convento de las clarisas, cuya abadesa era la madre Isabel María Aranda Sánchez.
Las tres abadesas fueron compañeras de martirio.
Isabel hizo su primera profesión temporal en el convento de las clarisas de Martos, con 16 años, el 4 de octubre de 1905.
Poco después contrajo una grave enfermedad intestinal que le impedía retener alimentos. Su salud se agravó hasta tal punto que el médico, tras reconocerla en una de sus visitas a finales de 1914, les dijo a las superioras: “La enferma se encuentra peor de lo que ustedes creen, además de la úlcera de estómago, se morirá tuberculosa. Pueden administrarle los Sacramentos, porque puede presentarse algún colapso, y no respondo”. Sin embargo, se curó repentinamente, lo que las monjas adjudicaron a la intercesión milagrosa de la Madre Teresa de Jesús Romero Balmaseda, que estaba entonces en proceso de canonización.
En la noche del 12 al 13 de enero de 1937, las tres abadesas fueron conducidas al martirio. Antes de asesinarlas sus verdugos intentaron violarlas sin conseguirlo. En cuanto a la madre Isabel María Aranda Sánchez, así es como relata sus últimos momentos la biografía de su proceso de beatificación:
“Como aquellos hombres embriagados por la pasión, no pudieron conseguir su depravado propósito, ni en lo más mínimo, avergonzados y humillados ante una pobre e indefensa mujer, se irritaron de tal forma que le cortaron toda la ropa, dejándola casi desnuda. La ataron a la cola de una bestia y, así, la arrastraron. Le rompieron una pierna y la maltrataron tan brutalmente con las culatas de sus escopetas y de los fusiles, que creyeron que ya la habían matado. Pero no, no murió. Tenía que dar mayor testimonio de su fidelidad al Señor, y, en un esfuerzo incomprensible humanamente, según su estado, arrastrándose como pudo logró asirse a la verja del cementerio. Aquellos hombres, que más bien parecían demonios, viendo que no podían vencer aquella voluntad férrea y que cada vez su víctima parecía tener nuevas energías, decidieron acabar con ella; pero antes quisieron dar su última batalla. Repitieron sus burlas y castigo, obligándola a blasfemar, a lo que nuestra Madre respondía con jaculatorias y actos de amor de Dios, a la Santísima Virgen, y perdonando en todo momento a sus verdugos. Le escupían en la boca, le obligaron a que comiera estiércol ‘porque tenía hambre’, decían. Burlados por última vez y viendo que no podían desprenderse de su brazo de la verja allí mismo le dieron varios tiros a quemarropa, muriendo en el acto. Es de notar que el brazo y la mano con que se había asido a la verja del cementerio no se lo pudieron desprender, lo que les dio ocasión para cortarle el brazo”.
Obdulia Puchol Merino solo tenía 36 años cuando derramó su sangre en defensa de su fe el 8 de diciembre de 1936, en el cementerio Monte Lope Álvarez de Martos.
Había nacido en Martos el 4 de mayo de 1900 y con 24 años contrajo matrimonio con José Martínez Baeza, pero muy pronto quedó viuda y sin descendencia.
Sin dependencias familiares, se entregó por completo a colaborar en su parroquia. Ella se encargó del cuidado de los ornamentos sagrados y de la limpieza del templo.
Creó una residencia para transeúntes pobres, a los que además de alojamiento y comida, se les facilitaba asistencia sanitaria si la precisaban. Su residencia contó con la colaboración de las Conferencias de San Vicente de Paúl, que precisamente habían sido fundadas por su padre, que era el médico forense de Martos.
Toda esta actividad apostólica de Obdulia y su afiliación a Acción Española, fueron motivos más que suficientes para condenarla a muerte.
El 7 de agosto de 1936 Obdulia fue detenida por unos sicarios. Mientras la llevaban a la cárcel le propinaron una soberana paliza por el camino.
Permaneció presa hasta el 7 de diciembre de 1936, recibiendo malos tratos. Y ese día el Frente Popular de Martos, presidido por el socialista Tachuelas, ordenó que la asesinaran. Esto es lo que sucedió:
Llegaron al cementerio de Monte Lope Álvarez. Ante las tapias, los asesinos de izquierdas fusilaron a sus víctimas de derechas, menos a Obdulia. Obdulia, hincada de rodillas y recogida en oración, quiso aguardar así la descarga fatal. Finalmente, en esa posición y mientras rezaba, fue degollada con una navaja.
Ignacio María Doñoro (Bilbao, 1964) es un sacerdote español. Capellán militar en Guipúzcoa en los años más sangrientos de ETA.
Su vida cambió cuando se hizo pasar como traficante para salvar la vida de Manuel. Fue en El Salvador, cuando supo que el joven de 14 años iba a ser vendido por 21 euros a traficantes de órganos.
⬇️ Conoce su historia ⬇️
En 1996, después de siete años como párroco en la diócesis de Cuenca, ingresa en el Servicio de Asistencia Religiosa de las Fuerzas Armadas como capellán, con consideración de capitán.
Sirve en cuarteles militares y comisarías del Cuerpo Nacional de Policía de Guipúzcoa. Un año después, comienza a participar en misiones especiales de ayuda humanitaria internacional con el Ejército Español, que le llevarán primero a Bosnia, en 1997, y después a Kosovo en dos ocasiones, en 2000 y 2008.
En julio de 2001 es destinado a la Comandancia de la Guardia Civil de Inchaurrondo como capellán, con consideración de comandante.
El beato Juan Duarte Martín fue un diácono de la Yunquera (Málaga).
Al estallar la Guerra Civil Española, con 24 años, militantes del Frente Popular lo martirizaron de las formas más horribles posible, como la castración con navaja hasta matarlo abriéndolo en canal con un machete.
¿Su delito? Se negaba a blasfemar y a renunciar a su fe.
⬇️ No le olvidemos ⬇️
Ingresó en el Seminario en el curso 1925-1926, a la edad de trece años.
Desde muy pequeño ya mostró su cercanía y su inclinación hacia la Iglesia.
Se sentía tan firme en su vocación que cuando, ante los insuficientes medios económicos de la familia, el padre le planteó cómo podrían pagar sus estudios, él sin vacilar respondió: «No se preocupe, el Señor le va a ayudar».
Durante los años de Seminario, Juan era, como decía el Padre Soto, «un seminarista ejemplar».
Inteligente y estudioso, fue aprobando siempre con las máximas calificaciones.
Reconociendo su capacidad, en los últimos cursos se le encomendó la tarea de prefecto de los seminaristas menores, educador de ellos.
Era alegre y sencillo, de lo cual tuvieron constancia los niños del catecismo de la parroquia de la Victoria y los de Yunquera.
De él y de otros dos seminaristas, José Merino y Miguel Díaz, también de Yunquera, se decía que en sus vacaciones traían la alegría al pueblo.
Era muy notable su profunda vocación apostólica. Contaba a este respecto su hermana que Merino le dijo un día: «Cuando sea sacerdote, quiere irse a las misiones».
Un beato español en la cruz pectoral del Papa León XIV durante su primera aparición pública.
La cruz contenía reliquias sagradas de San Agustín, Santa Mónica, Santo Tomás de Villanueva y el Beato español Anselmo Polanco.
Breve hilo con la historia del beato ⬇️
Anselmo nace el 16 de abril de 1881 en el municipio palentino de Buenavista de Valdavia.
Cursados los primeros estudios en la escuela del pueblo, ingresa en el Real Colegio Seminario Agustino de Valladolid, donde recibe el hábito agustiniano el 1 de agosto de 1896, de manos de su tío, el P. Sabas Fontecha.
Después de una temporada en Alemania formándose en cuestiones relacionadas con la educación, regresa a España para dedicarse a la dirección espiritual y a la enseñanza de Teología.
En este tiempo ejerce durante unos años de Prior Provincial de la Provincia Agustiniana de Filipinas .
Como Prior Provincial visita las misiones agustinas de Filipinas, China, EE.UU, Colombia y Perú. Y es en China donde queda muy sorprendido cuando, en la misión de Lichow, oye por primera vez cantar a los chinos el Cantemos al Amor de los Amores en lengua castellana.