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Las comunidades originarias celebran la fiesta a los muertos, que con la llegada de los españoles esta fiesta se fusionó con la fiesta de Todos Santos que los católicos celebran los dos primeros días de noviembre de cada año,
debido a que la iglesia católica bajo el liderazgo del Papa Gregorio III, instauró una fecha que logrará celebrar unánimemente a los mártires.
Desde entonces la tradición de festejar a las almas y ajayus (almas en aymara), de los muertos forma parte de los detalles culturales de la comunidad boliviana. 
La tradición boliviana dice que el 1 de noviembre al medio día, las almas de los difuntos bajan a la tierra para disfrutar de una mesa de Todos Santos o Mast’aku,
instalado por sus familias con varios elementos que son característicos de esta celebración y que recuerdan cómo era la vida del que partió.
El Día de Todos los Santos como se conoce en Bolivia, es una festividad llena de muchos significados espirituales. Es una fiesta familiar en la que se recuerdan a los seres queridos que partieron a una mejor vida.
En esta fecha, durante la tarde y noche, las familias reciben a familiares que rezan a sus difuntos. Si el difunto se fue recientemente, los familiares también reciben visitantes extraños, entre ellos: adultos mayores que rezan y grupos de niños que cantan alabanzas.
Al final de los rezos o cantos, tanto adultos como niños reciben masitas, empanadas, dulces o incluso algún plato de comida típico de Bolivia.
En el segundo día (2 de noviembre) la familia permite que personas ajenas puedan recoger los alimentos que pusieron en la mesa, algunos se trasladan a los cementerios, arman pequeñas mesas y reparten masitas a quienes hacen las rondas de rezos por los difuntos.
Uno de los elementos que forma parte del altar es la “tantawawa”. La tantawawa es un bizcocho de aproximadamente 50 cm “con forma humana y un colorido rostro que es modelado en estuco y que representa al fallecido”.
La escalera de pan es otro componente de la apxata que simboliza el ascenso de las almas al cielo.
Otros de los elementos que encontramos son masas con las formas del sol y la luna, principales deidades del mundo andino que iluminan el camino de las almas en su viaje; masas con formas de serpientes, sapos, lagartijas, etc. simbolizan el mal,
especialmente la serpiente son los seres que acompañan a las almas al inframundo en contraposición a los ángeles, también protegen a los difuntos pero en su camino al mundo de abajo. Las masitas con formas de ángeles, muñecos de cara negra, osos y zorros representan el bien.
Las llamas sirven para que las almas pueden cargar todas las ofrendas, el caballo es el medio de transporte par que el difunto pase por el rio Jordán, mientras que el cóndor vigila el cielo.
La canastas de dulces se coloca para que el alma trasporte las ofrendas y la caña de azúcar le sirve para apoyarse en su cansancio en el camino del retorno.
Las flores representa la vida y la naturaleza, embellecen y perfuman la mesa frente a la muerte y las guirnaldas y banderines son elementos decorativos que representan la unión en la familia y el nexo cercano con el ser que partió.
Respecto a los colores, el negro y morado representan el duelo, muerte y dolor y son utilizados para las almas adultas. El blanco la pureza del alma de los niños y el celeste y rosa define el nexo femenino o masculino del difunto.
También se pone la comida que fue de preferencia para el difunto y herramientas de trabajo que utilizó en vida. Nelson Tapia menciona que: “Es importante la puesta de la mesa para estas almas aunque ello signifique poner un vaso de agua y un ramo de flores.
De no hacer esto, existe un mito que dice que el alma consigue gramos de maíz y las va mordiendo cual si fuera un perro, esta es una mala señal para los parientes vivos del alma por no ofrecer las respectivas ofrendas”.
Otra de las actividades común en esas fechas es la tradicional visita al cementerio, donde la gente va para recibir las almas de sus muertos entre ofrendas, oraciones y música.
En el caso de que el difunto haya fallecido el mismo año, se le hace una mesa o altar. La gente reza y se contrata a alguien (yatiri, músico o rezador) para que eleve una plegaria o le dedique una canción al difunto.
En este contexto, en la ciudad de Buenos Aires, muchos miembros de la colectividad boliviana y descendientes indígenas no han podido cumplir con este ritual, debido a que el gobierno les prohíbe esta práctica debido a que es considerado como “anormal”
Sin embargo, se trata de una vieja tradición que es practicada en varios países del Abya Yala con sus cosmovisiones culturales.
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