Sobre este asunto indica Joseph Pérez:
"El tema de la usura que tanta resonancia tendrá en la crisis del siglo XIV no parece tener antes de esta época una importancia relevante.
Es en el siglo XIII cuando empezó a entrar en España la prohibición de cobrar interés por deudas entre cristianos; idéntica prohibición regía entre judíos, pero no entre personas de diferente religión. Algunos judíos aprovecharon aquellas disposiciones,
con lo cual además permitían el desarrollo de las actividades económicas que la escasez de dinero dificultaba; el tipo de interés había sido fijado por Las Siete Partidas de Alfonso X a tres por cuatro: se presta tres, se devuelve cuatro, lo que equivale a 33,33%,
tasa que queda inalterada hasta finales de la Edad Media; en Aragón, las Cortes de Gerona (1241) lo fijaron mucho más bajo: 20%. Muchas veces se trataba tan solo de compraventa de mercancías corrientes (paños, etc.) a crédito.
En 1264, un judío de Tudela daba a los ricos el siguiente consejo: 'Elige ser labrador o comerciante, pero si puedes dar tu dinero a interés, aprovecha la ocasión, no la dejes pasar'.
De todas formas es excesivo e injusto atribuir a todos los judíos de la península lo que sólo era propio de una pequeña minoría de ellos. Lo mismo cabe decir de los grandes negocios a nivel peninsular e internacional y de los asuntos financieros.
El arrendamiento de los impuestos estaba en manos de unos cuantos judíos ricos. Pero la masa cristiana tendía a asimilar a todos los judíos con esta pequeña minoría ".
Esto último es importante: los prestamistas, grandes comerciantes y colaboradores de la Corona, eran una minoría
La inmensa mayoría tenían oficios similares a los cristianos:
"La especialización en determinados oficios de indudable significación social sólo fue propia de una pequeña minoría que, por su riqueza, prestigio e influencia,
llamó poderosamente la atención de la masa de los cristianos. Pero la existencia de tal minoría no debe ocultar el hecho de que la mayor parte de los judíos de la península vivían en condiciones mucho más modestas, semejantes en muchos casos a las de sus vecinos cristianos. (...)
hasta el siglo XIII al menos, los judíos eran esencialmente agricultores y ganaderos; como tales vivían en el campo y en las aldeas".
¿Qué pasó en el siglo XIII? Las leyes de 1282 y 1293 prohíben a los judíos poseer heredades y se les obliga a vender las que tienen en un año.
La sociedad cristiana procura apartarlos de las actividades agrícolas y ganaderas. Más tarde se tratará, infructuosamente, de impedir que se dediquen a la artesanía o al pequeño comercio, en relación con los cristianos:
"El objetivo era evita todo contacto, por lo cual se procuraba que los cristianos no dependiesen de los judíos y viceversa".
Joseph Pérez se pregunta si detrás de esto también se puede encontrar el deseo de evitar la competencia judía,
lo cual nos hablaría de la existencia de una artesanía cristiana altamente desarrollada, en contra de las tesis de Américo Castro sobre la incapacidad de la casta cristiana para ese tipo de actividades, y la necesidad de buscar moros y judíos para realizarlas.
Por último concluye: "En Alemania había ocurrido algo semejante: las expoliaciones, vejaciones y persecuciones habían empujado a los judíos hacia el oficio de prestamistas.
Baer opina que también en España, a partir del siglo XIII, factores similares debieron de influir para reducir la personalidad económica de los judíos al tipo sociológico del judío alemán".
Joseph Pérez.
Historia de una tragedia.
La expulsión de los judíos de España.
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«En cuanto al comercio entre España y América durante el siglo XVI y la primera mitad del XVII, se considera que fue el europeo de más entidad transoceánica, tanto por el volumen de las mercancías transportadas como por su valor,
algo que España logró por disponer de una posición aventajada en la política, la técnica y la geografía, colocándose por delante de cualquier otro país, además de saber aprovechar la oportunidad para crear y mantener un imperio, pues las diversas cualidades necesarias
para un poder colonial estaban combinadas excepcionalmente en España, que poseía los medios y los objetivos, lo que hizo de la colonización española algo excepcional por sus fines, por sus métodos y procedimientos y por el volumen que alcanzó.
«Los soldados que han de servir en las galeras de los reinos de Nápoles y Sicilia está así mismo ordenado que sirvan y residan en las dichas galeras y sean soldados de ellas particularmente sin que hayan de tomar presidios ni conducirse de nuevo para las
jornadas que se hicieren, entendiendo que así conviene para que la dicha gente sea práctica y usada de mar, y del efecto y servicio necesario, guardándose en lo que toca al gobierno y regimiento de esta gente, así en el servicio de las galeras como en la invernada
lo que está proveido y ordenado cerca de esto, de que habéis de tener gran cuidado y del entretenimiento y sostenimiento de esa gente, pues veis lo que importa para el servicio y buenos efectos que se han de hacer en las galeras.
«La Real, la galera de don Juan de Austria –que en realidad se llamaba Argos (...)-, había sido construida en 1568 en las atarazanas reales de Barcelona. Ese año, al tiempo que don Juan recibía el nombramiento de capitán general del Mar,
el rey había ordenado que se iniciaran los trabajos de la nave capitana de su flota. Tras realizarse su casco en la Ciudad Condal -60 metros de eslora y 6 de manga- se envío a Sevilla para ser decorada. Allí, los artistas sevillanos realizaron su aparato figurativo
siguiendo un programa iconográfico diseñado por el humanista, poeta y dramaturgo Juan de Mal Lara, que recurrió básicamente a los más de 200 emblemas personales publicados en 1531 por Andrea Alciato en "Emblemata". Cumplida su comisión, escribió además
«Se han destacado a menudo las cinco ventajas de que supuestamente disfrutaban los españoles: armas de fuego, acero, caballos, perros de guerra y destrezas tácticas necesarias para sacar el máximo rendimiento de los medios disponibles.
Pero tales ventajas se desvanecieron durante la conquista, pues los indígenas no conquistados adquirieron la misma tecnología; por ejemplo, los araucanos utilizaban picas y caballos. Además, la supuesta ventaja táctica del arsenal español solía estar lejos de las posibilidades
reales de aplicación en América. Cabe suponer que la limitada aplicabilidad de las armas de fuego y los caballos requería mejorar las técnicas de uso. Con todo, parece claro que las armas de fuego, los caballos y los mastines fueron un factor menor de la conquista.
Carta de Juan Garrido al rey (1538) para pedir reconocimiento:
«Yo, Juan Garrido, de color negro, vecino de esta ciudad [México], comparezco ante Vuestra Misericordia y declaro que estoy en necesidad de dar prueba a perpetuidad del rey,
un informe de cómo serví a Vuestra Majestad en la conquista y pacificación de esta Nueva España, desde que entró en ella el Marqués del Valle [Cortés] y en su compañía estuve presente en todas las invasiones y conquistas y pacificaciones que se hicieron,
siempre con dicho Marqués, todo lo cual hice a mis expensas sin que me dieran salario ni repartimiento de indios ni ninguna otra cosa.
Como soy casado y vecino de esta ciudad, donde siempre he vivido, y también iba con el Marqués del Valle
Cuando en diciembre de 1654 se reunieron en el puerto de Portsmouth 38 navíos, 10 barcos de guerra y 18 de transporte, bien equipados con artillería, y 7000 soldados y caballería; nadie se extrañó, pues estaban acostumbrados a este tipo de despliegues por la guerra con Holanda.
El almirante al mando era Penn, vencedor del almirante holandés, Tromp en Scheveningen. Pero solamente tres personas sabían el destino de la flota: el propio Penn, y los generales Venables y Jackson.
A esas alturas el parlamento inglés ya se había depurado dejando únicamente
a los incondicionales de Cromwell. En 1654 se formó una comisión secreta presidida por John Disbrowe, cuñado de Cromwell, con el fin de diseñar la Western Dessign, esto es, un plan para arrebatar las posesiones americanas de España, comenzando por el Caribe.