¿Sabéis que hubo un rey que invitó a sus amantes a su coronación? En el post de hoy, 9 de diciembre, de nuestro particular Calendario de Adviento #caminoalacoronacion, vamos a hablar de "The King's loose box", la "caja ligera" de la coronación de Eduardo VII en 1902.
Eduardo VII fue el hijo varón primogénito de la reina Victoria y, antes del presente rey Carlos III, era el príncipe de Gales que más años estuvo esperando su momento para ascender al trono. Tenía 59 años cuando murió su madre y había sido su heredero desde su nacimiento.
Si alguien sigue pensando que la vida en la Inglaterra victoriana era todo pudor y comedimiento, le recomiendo que lea estudios sobre la vida de Eduardo VII. Su forma de ver la vida, especialmente en el ámbito personal, era muy diferente a la de sus padres.
Bien conocido en la época por su gusto por el lujo, las fiestas, y sus constantes amantes, Eduardo VII fue uno de esos personajes de la alta sociedad que desafiaba constantemente las normas sociales, sin ningún problema demasiado grave, basándose en dos parámetros:
En primer lugar era, al fin y al cabo, un hombre de un altísimo nivel social como heredero del reino, rico y con influencia política. Eso hacía que la opinión pública le tolerase desmanes que hubieran dañado enormemente la posición social de otra persona, y condenado
al ostracismo a una mujer, incluso aunque tuviera una posición similar a la suya. Eso no significaba que no fuese objeto de críticas, porque sí que lo fue, y además fue el primer miembro de la Familia Real británica que fue llamado a declarar en un juicio legal (no como imputado,
pero sí como parte implicado). Fue en el juicio de divorcio de Harriet y Charles Mordaunt, en el que ella fue acusada de mantener relaciones extramatrimoniales con diversos hombres, entre los que se encontraba el entonces príncipe de Gales.
Él también estaba casado, con la princesa Alejandra de Dinamarca, y se conocían bien sus aventuras. Pero ella acabó siendo tenida por loca, y encerrada por su familia en un psiquiátrico durante el resto de su vida, para evitar la "mancha" que suponía que un comportamiento así
saliera a la luz, mientras que la mayoría de sus amantes, y en particular el príncipe de Gales, no sufrieron ningún contratiempo duradero y, por supuesto, ni su vida, ni suposición, se vieron comprometidas.
(Si queréis saber la historia completa del triste juicio a Harriet Mordaunt y el contexto en el que se produjo su condena, hablamos de ella en detalle en este hilo:
.
El segundo parámetro que se consideraba era el de mantener las esferas separadas. Pese a que las amantes de Eduardo VII eran más o menos públicamente conocidas, eso no significaba que se presentara con ellas en los actos oficiales, o abiertamente en público.
El nivel de "decoro público", de estatus, y de complacencia social debía mantenerse en todo momento. Eduardo VII y las elites de la época eran perfectamente conscientes de ese juego, que se practicaba a menudo en el ámbito social y político de la Inglaterra del siglo XIX.
Por eso fue doblemente escandaloso cuando Eduardo VII decidió incluir en su coronación un apartado al que se invitaría a aquellas mujeres con las que había tenido (o aún tenía) una relación extramatrimonial, y con las que se llevaba relativamente bien.
La coronación de Eduardo VII estuvo llena de contratiempos desde su planificación. Por ejemplo, la coronación se había planeado para el 26 de junio de 1902, pero tuvo que ser postpuesta al 9 de agosto de ese mismo año de forma repentina.
La razón es que el rey se había puesto muy enfermo, hasta tal punto que requirió una cirugía que estuvo a punto de acabar con su vida. Pero hasta el último momento el rey quiso que la ceremonia se llevase a cabo, jurando y perjurando que aguantaría como diese lugar.
Pero finalmente no pudo ser. Pero este retraso cuando ya estaba todo hecho y encargado (tres días antes de la operación todavía estaba todo en marcha y el monarca estaba realizando actos oficiales) costó una gran cantidad de dinero en muchos ámbitos.
Esto hizo que muchas personas que habían invertido dinero a nivel particular demandaran una compensación, lo que hizo que se inaugurara una suerte de "nueva" categoría judicial, los llamados "Coronation cases", para lidiar con todas aquellas demandas de contratos "no cumplidos"
porque no hubo coronación. De hecho, sentaron un precedente importante en el ámbito legislativo relativo a los incumplimientos por frustración del fin del contrato. ¡Curiosidades de la vida!
Otra de las consecuencias de este hecho es que los numerosos dignatarios extranjeros que habían viajado a Inglaterra para su coronación, incluyendo diversos reyes y príncipes, volvieran a sus territorios antes de la misma. Si bien las coronaciones en sí mismas no son eventos
donde la presencia de mandatarios extranjeros fuera especialmente relevante, al ser una ceremonia para mostrar la legitimidad real "a los de dentro", por decirlo de alguna manera, Eduardo VII sí era un monarca que consideraba muy importante la pompa, el boato y la "promoción"
de este tipo de eventos como forma de transmitir una importante imagen de poder y relevancia política a nivel internacional. De hecho, su coronación fue planeada de forma que tuviera una mayor conexión pública con el pueblo que en momentos anteriores.
También lo consideraba importante después de que, durante las últimas décadas de su reinado, la reina Victoria no participase en muchas ceremonias asociadas a la monarquía, optando por mantener un perfil bajo alejado del ámbito público, lo que, en opinión de muchos, perjudicó la
imagen de la monarquía como un "servicio público" que debía dejarse ver para mantenerse relevante de cara a la población general.
Pero, con el retraso, los potentados extranjeros a los que Eduardo VII había invitado volvieron a sus territorios, y no viajaron de nuevo, en su inmensa mayoría, para la nueva fecha. Tuvieron que ser representados por sus embajadores, lo que no agradó en absoluto al rey.
En todo caso, los invitados estaban muy medidos y mucha gente se daba de codazos para ser lo suficientemente importante como para ser invitada. Por lo tanto, que hubiera un espacio reservado para las "amigas" del rey, enseguida llamó la atención.
Estas "amigas" del rey realmente no tenían estatus, posición, título o cargo que justificase que estuviesen allí, por lo que no había ningún protocolo a seguir con ellas, ni podían estar entre los invitados "por derecho propio" a la coronación. No había lugar para ellas.
Los monarcas, eso es cierto, tienen cierto número de "invitados" personales que pueden justificar su presencia en la ceremonia por los lazos personales por el monarca. Este número suele ser extremadamente pequeño, pero posible. Y ante la falta de un lugar protocolario para ellos,
uno de los lugares donde se les solía colocar era en las cercanías de la grada donde se encontraba la familia real. Si veis esta foto de la coronación de Jorge VI, vemos a su familia (sus hijos, su madre, etc.) situados en un lugar especial apartados del resto de la abadía.
Y aquí puede verse en el caso de la coronación de Jorge VI y la reina Isabel Bowes-Lyon.
Según parece, la peculiar "box" (caja o grada) dedicada a las amantes del rey se situaría cerca del lugar ocupado por sus hermanas, es decir, en las cercanías de los lugares ocupados por la Familia Real.
Y, ¿quién sabemos que estaban? El número de amantes conocidas de Eduardo VII es extenso, y entre las personas que estuvieron en este lugar encontramos nombres muy interesantes. Veamos algunos:
1.-Jeanette "Jeanie" Jerome: Quizá el nombre por sí solo no os diga mucho, pero si menciono que es la madre de Wiston Churchill, entonces quizá sí que sepáis ubicarla con mayor facilidad. Aquí la madre de Winston era una mujer enormemente interesante.
De origen estadounidense, hija de un millonario, se educó en Europa y muy pronto destacó por sus habilidades sociales y sus impresionantes contactos políticos. De hecho, su actuación entre bambalinas, en la mejor tradición del poder informal (que era enorme, pero era el que
podían ejercer de las mujeres, alejadas por ley de la posibilidad de ocupar cargos por derecho propio) se consideró capital para el avance político de su marido, primero, y de su hijo Winston después. Se casó dos veces más después de la muerte de su marido, y entre sus
más destacados amantes se rumorea que estuvieron, además del entonces príncipe de Gales, el rey de Serbia, el príncipe Kinsky, y el hijo de Otto von Bismarck, Herbert, aunque nunca fueron totalmente públicas.
La relación con el príncipe de Gales se considera que fue más o menos breve, pero tanto Eduardo VII como la reina Alejandra, su esposa, mantuvieron una buena relación con ella, apreciándola como una de las más importantes miembros de la sociedad británica de la época.
2.-Sarah Bernhardt: Si hay alguien de esta lista que no necesita presentación, esta es la gran actriz Sarah Bernhardt. Actriz mítica donde las haya, realizó muchísimas actuaciones en Londres a las que el príncipe de Gales y, después, rey, Eduardo VII, acudió.
De hecho, se considera que Eduardo VII tuvo una relación de mucha confianza con ella. Nunca se ha podido confirmar, más allá de toda duda razonable, que fueran amantes, aunque se sabe que pasaban muchas horas juntos (y alguna que otra noche) a solas y de una forma considerada
enormemente impropia para la época. Pero era la cercanía de ambos la que la separó de muchas otras amantes del monarca, en caso de que lo fuera. De hecho, incluso tenemos noticias de bromas que gastó el monarca a la actriz, entre las que se encontraba el sustituir al actor que
debía hacer de su amante muerto, sobre el que ella tenía que llorar, de improviso en el escenario en medio de una representación. En todo caso, ella también estuvo presente en esta peculiar "caja".
3.-Emma Hartmann, una riquísima miembro de la sociedad británica. Casada con James Hartmann, además de amante del rey, también mantuvo una amistad personal con él durante muchos años, hasta el punto de que su residencia se consideraba uno de los lugares más importantes
para hacer contactos políticos y sociales, dado que el entonces príncipe de Gales, y luego rey, así como personas de su máxima confianza, pasaban a menudo por allí. Una vez ascendió al trono, Eduardo VII también le otorgó la posibilidad de residir perpetuamente en White Lodge,
una residencia real en Richmond. Para que entendáis lo lujosa e importante que era, con anterioridad habían residido allí familiares de la princesa Mary de Teck, la nuera del rey, y fue allí donde nació el que sería el rey Eduardo VIII. El rey también le hizo importantes regalos,
entre ellos un valiosísimo collar de aguamarinas, del que The Court Jeweller habla en este post: thecourtjeweller.com/2017/page/238. La preeminencia social y la confianza que el monarca continuamente mostró a Emma quedó demostrada una vez más cuando esta fue invitada a su coronación.
4.-Mary "Minnie" Stevens, conocida como Lady Arthur Paget: De nuevo, una rica heredera. De nuevo, una importante y famosa miembro de la alta sociedad. Mary Stevens era una rica heredera americana, hija del magnate hotelero Paran Stevens.
Conocida por sus extravagancias y por su lujosísimo estilo de vida, pero también por su gusto por la literatura y por su importante trabajo caritativo, Minnie Evans se negó durante mucho tiempo a casarse, pese a tener una gran cantidad de propuestas.
La temprana muerte de su padre le dio libertad en este sentido, aunque terminó casándose con el general Sir Arthur Henry Fitzroy Paget, lo que le permitió entroncar con la nobleza británica, y vincularse a la corte. Su relación amorosa con Eduardo VII no se ha
confirmado nunca del todo, y nunca gozó de la misma influencia a su alrededor que las mujeres anteriormente mencionadas, pero también fue favorecida por el rey, y recibió una invitación para estar presente en ese palco.
5.-Dama Margaret Greville, esposa de Ronald Greville, un destacado miembro del partido tory. De nuevo, nos encontramos a la hija de un millonario, pero que nació fuera del matrimonio, pues su padre la tuvo con una cocinera a su servicio. Ellos fueron amantes durante largo tiempo,
y cuando la madre de Margaret, Helen, enviudó, cuando su hija ya era adulta, se casaron. Esto legalizó la situación de Margaret, que pasó a ser considerada hija totalmente legítima a ojos de la ley.
Ella enviudó siendo relativamente joven, y también se convirtió en una influyente miembro de la sociedad británica. Muy cercana a la corte, especialmente a la que acabaría siendo la reina Mary de Teck, nuera de Eduardo VII, fue conocida por su pasión por el coleccionismo.
Al no tener hijos, dejó una buena parte de sus bienes al Estado, pero una gran parte de su dinero y de su espléndida colección de joyas fueron a parar a las manos de diferentes miembros de la familia real. De hecho, algunas piezas muy conocidas lucidas por mujeres de la
Familia real británica proceden de su colección. Entre ellas destaca, por ejemplo, la conocida como tiara Greville, lucida, entre otras, por la reina madre y la reina Camilla.
O la Tiara Greville Kokoshnik de Esmeraldas, que fue la elegida por la princesa Eugenia para el día de su boda.
Por lo tanto, esta dama era una persona muy cercana a la Familia Real, con la que permaneció en contacto durante toda su vida. Bastante más joven que Eduardo VIII (pero tampoco es que fuera eso un impedimento para el rey), no tenemos constancia de que su relación llegase a ser de
naturaleza física, pero sí era lo suficientemente cercana a la familia para tener un lugar entre las invitadas como amigas personales del rey.
6.-Lady Sarah Wilson: Aquí tenemos a otro personaje maravilloso, y también a otra miembro de la altísima sociedad británica. De hecho, era una Spencer-Churchill, hija del duque de Malborough y tía de Winston Churchill (y cuñada, por tanto, de otra de las mujeres presentes en esta
grada). Esta noble, que tuvo desde su nacimiento influencia y dinero suficiente para tener una vida regalada, eligió en su lugar convertirse en una conocida reportera de guerra.
Se casó con el capitán de origen australiano Gordon Chesney Wilson. Acompañó a su marido en sus diferentes viajes, y se hizo célebre por sus testimonios respecto a la Segunda Guerra de los Boers, especialmente sobre el asedio de la ciudad de Mafeking, que vivió en primera persona
Se convirtió en reportera oficial del periódico Daily Mail, que publicaba sus testimonios e historias de la guerra. Fue condecorada por sus actos en la guerra, y volvió posteriormente a África, siendo también conocida por su labor filantrópica durante la I Guerra Mundial.
Sí que estamos razonablemente seguros (aunque con Eduardo VII nunca se sabe), que como en el caso de otras de las mujeres aquí mencionadas, Sarah no fue invitada como antigua amante, sino como amiga personal, siendo conocida la admiración que el rey profesaba a Lady Sarah.
7.-De la última persona de la que vamos a hablar (aunque había más gente en esa grada, como la dama de desafortunado nombre en castellano, Lady Feo Stuart) es la señora Alice Keppel, la que era la "amante titular" de Eduardo VII en aquel momento.
La relación de Alice Keppel con el rey sí que fue bastante larga y profundamente personal. Estuvieron juntos más de 10 años, hasta la muerte del monarca, y convivió con él durante importantes temporadas. Esta sí era una relación conocida por la corte y la familia real,
y lo más cercano que tenemos, ya en el siglo XX, a alguien que tiene una posición de amante oficial más o menos reconocida por las elites, aunque ocultada al gran público. Alice era hija de un baronet, de la media nobleza británica, y se casó con el almirante George Keppel, hijo
del barón de Albermale. Pronto se convirtió en una de las más importantes miembros de la sociedad británica, siendo sus tertulias y fiestas de las más solicitadas del momento. Alice tenía apenas 29 años cuando entró en contacto con Eduardo, ya hacia 1898, cuando el todavía
príncipe de Gales pasaba ya de los 55 años.
Keppel muy pronto pasó a formar parte del círculo de Eduardo VII, y se convirtió en su amante. Los biográficos del rey la consideran su gran amor de vejez, ya más como una compañera y una persona que le distraía, que como una relación puramente sexual.
De hecho, la propia reina Alejandra apreciaba a Alice y consideraba que ayudaba a su marido a superar los "problemas de carácter" que le aquejaron en sus últimos años. Se sabía que Alice era tan influyente junto al monarca que su posición social y económica, así como la de su
familia, mejoró mucho durante estos años, consiguiendo puestos, honores y riquezas a los que nunca hubieran tenido acceso sin la posición de Alice junto al rey.
Ella estuvo incluso con el rey en su lecho de muerte, junto con la reina Alejandra. Sin embargo, tras el fallecimiento del monarca, la influencia de Alice disminuyó mucho y se alejó de la corte, aunque siguió teniendo gran peso en la sociedad londinense previa al estallido de las
Guerras Mundiales. Como curiosidad, Alice Keppel es antepasada directa de la reina Camilla, y es muy contada la anécdota de que la hoy reina, cuando conoció a su marido, lo primero que le dijo es que sus respectivos antepasados habían sido amantes.
Como véis, no todas las mujeres que estaban en esta peculiar grada fueron amantes del rey, pero varias sí, y todas compartían el hecho de que eran amigas personales del monarca. Sin embargo, la conocida actitud del monarca, el hecho de que fueran en general consideradas mujeres
"poco usuales" y sus interactuaciones con el nuevo rey, que rara vez observaban las normas de la época, pusieron a todas bajo la sombra de la sospecha y el escarnio público (aunque a algunas más que otras). El hecho de que les fuera granjeada una entrada a la coronación, en un
sitio tan distinguido, solo sirvió para avivar la llama de la sospecha. Podemos ver el nivel de crítica que se les hizo a través de dos detalles: el primero, que la lista de los invitados a la coronación suele ser pública, así como el lugar que ocupaban.
Sin embargo, la presencia de esta grada, y de sus ocupantes se omitió de la mayoría de las publicaciones para "evitar el escándalo". Y, por otro, muchas recopilaciones decían que la posición que ocupaba esa grada en particular estaba concebida para que esas mujeres tan poco
"sacras" fueran capaces de ver el momento de la unción del rey que, como hemos visto, está considerado como el momento más solemne y sacrosanto de la coronación. Esto es algo que todavía se repite en muchos libros de Historia.
Para finalizar, como hemos visto también, estas amigas y amantes son miembros de la altísima sociedad británica, ricas herederas y nobles que muchas veces eran también miembros de la corte y/o estaban casadas con políticos y militares.
Por lo tanto, no solo se trataba de que fueran sus amantes. En esta grada no veremos a ninguna de aquellas mujeres de menor consideración social que despertaron la atención del monarca, ni sus conocidas amigas de los burdeles de París que visitaba una vez al año, ni
tampoco las inquilinas de la Ciudad Eterna con las que compartió tantísimas horas, hasta el punto de que le diseñaron una silla especial para poder disfrutar de sus relaciones con ellas con más comodidad y creatividad.
No; esas mujeres no tenían espacio aquí. Su presencia no podía ser ni concebida. Al fin y al cabo, no era solo cuestión de ser amantes del rey, sino también de la influencia, riqueza y posición tenías en el complejo entramado de la alta sociedad de la Inglaterra del siglo XIX.

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