Un año más en que sigue prevaleciendo el axioma incontestable de que SÓLO NOS SALVA UNA INTERVENCIÓN MILITAR EXTRANJERA. Un año más, también, en que sólo seguimos contando (aunque no queramos entenderlo) con un solo medio persuasivo EFICAZ para provocarla: #ElManifiesto.
¿El qué?
Señores, una intervención no cae del cielo, hay que crearla persuadiendo, ofreciendo algo a cambio. Es un servicio enorme, no un favor, y tiene un precio que debe ser atractivo para su prestatario, de lo contrario no la obtendremos, y nuestro país seguirá secuestrado (por eones).
El Manifiesto es lo más persuasivo que tenemos porque impide que entre en escena, para espantar la intervención, EL PÉRFIDO PROTAGONISMO, nuestro peor lastre, la tara más nefasta que nos persigue desde la «independencia», la tara perfecta para ahuyentar, no esta, sino cualquier
intervención extranjera. Porque todo país interventor espera tener el control sobre la política del país intervenido, y no tener que lidiar con la ambición de políticos aspirantes locales echándose cuchillo (por el poder).
Por eso, en el Manifiesto —que encontrarán más abajo—
los venezolanos informamos al mundo de manera expresa nuestra peculiar circunstancia de DOBLE SECUESTRO (por el régimen y la «oposición»), y proponemos que el país interventor tome en sus manos las riendas POLÍTICAS del país para su refundación. Así los oportunistas no podrán
adueñarse de la transición, que estará compuesta, en la forma de un Gobierno de Transición, por personas designadas por la Autoridad Provisional Extranjera (APE) —organismo que rige en todas las intervenciones militares internacionales—. Las personas serán escogidas por la APE a
partir de información recabada por los servicios de inteligencia del país interventor, esto es, serán venezolanos que ésta estime aptos para representarnos sin protagonismo, dispuestos a recibir lineamientos e instrucciones, y que tendrán tres tareas:
1) la creación de un comité para el desmantelamiento del PSUV; 2) la organización de una Asamblea Constituyente para la creación de una nueva Constitución (o la ratificación de la Constitución vigente o de una anterior);
y 3) la organización de elecciones libres.
Dicho Gobierno de Transición durará lo que tenga que durar, pero habrá que pensar que tendrá que durar de dos a tres años. Las fuerzas militares extranjeras seguirán presentes durante el Gobierno de Transición e irán disminuyendo gradualmente después de las elecciones libres,
pero seguirán presentes todo lo que sea necesario. En Panamá duraron exactamente una década.
No hallaremos mejor forma de persuasión para ningún país aliado que una propuesta en la que de entrada le informemos estar de acuerdo con dejarle el control político durante la
reconstrucción. Porque de todas maneras es sólo bajo tal condición o expectativa que cualquier intervención ocurre. NO EXISTE intervención militar extranjera que no sea también intervención política. Todas cuentan con ese complemento directo esencial para los intereses del país
liberador, complemento sin el cual toda intervención militar puede resultar peligrosamente inútil por incompleta (especialmente en Venezuela, donde los políticos han demostrado no tener tanta voluntad de derrocar al régimen como ambición por convertirse en piezas de su
jugoso cartel, o bien aprovechar de su existencia para pompear fondos de los organismos internacionales en pro de la democracia que apoyan también jugosamente a las «oposiciones» en países con «dictaduras»). Por cierto, por eso también hablan de «dictadura» y no de tiranía: se
ciñen milimétricamente al vocabulario paradigmático, no vayan a perder ni una pulla.
Vale señalar también que si bien el Manifiesto está dirigido a la comunidad internacional, en realidad está tácitamente dirigido a EEUU, único país capaz de actuar unilateralmente. Y sí,
metámonos esto en la cabeza: la intervención, de llegar a darse, sólo se dará unilateralmente, esto es, al margen de la ONU, porque esta organización está integrada por países con derecho a veto que siempre vetarán toda propuesta de una coalición interventora. En cuanto a la OEA,
esta es incluso parte del problema, por cuanto el continente no podía estar actualmente más enrojecido…
Y es, justamente, gracias a que por esas vías institucionales no es posible que se dé una intervención que los «políticos» venezolanos sólo recurren a ellas. De hecho
no quieren una. Nada pondría más en peligro sus capitales políticos que una intervención extranjera: no quedarían automáticamente como voceros ni representantes del país, sino de sus partidos, y en ese momento el poder lo detenta por defecto una autoridad extranjera, indispuesta
y reacia a trabajar con rivalidades y protagonismos locales. Va de sí que necesita más bien de gente neutra, no atada a clientelismos, que esté desvinculada del hábitat político y cuyo perfil represente todo lo contrario de un liderazgo carismático. La tarea no es hacerse seguir
por las masas ni obtener aprobación, es ejecutar medidas técnicas administrativas de rigor, pragmáticas.
Frente a las críticas que predeciblemente se generarán contra la propuesta del Manifiesto por una intervención que no sólo es militar, sino también política, y de un
Gobierno de Transición escogido por la APE (que serán invariablemente críticas emanadas de un supuesto sentir nacionalista), hay que señalar que en nuestro caso los intereses del país interventor, EEUU, y del país intervenido, Venezuela, NO ESTÁN EN CONTRADICCIÓN: Ambos países se
benefician de una intervención en la que por una parte se elimina una tiranía narco terrorista (en la región para EEUU y en su propio territorio para Venezuela), y por otra se asegura una política económica común para el desarrollo bilateral. Venezuela, con sus recursos (nada
despreciables para EEUU), saldría de la ruina mediante un contrato petrolero como el de Medina y podría retomar la vía del desarrollo, para encontrarse a mediano plazo con un pie en el primer mundo. Estaría para EEUU entre sus intereses que así fuera, pues nada mejor que un
fiable y duradero aliado en la región, del cual carece; uno con tales potenciales como los de Venezuela, que no es Cuba en ese respecto. Pero para eso habría que contar con otra Venezuela, imposible de haber sin una profunda limpieza. ¿Que la deuda sería enorme? Si queremos
podemos dejar a Maduro, al G2, a la MUD-FA, al G4, al ELN y a todas las especies del mismo charco que en Venezuela copulan, si eso es más nacionalista y patrio.
Por cierto, un aliado para EEUU como Venezuela también puede resultar a largo plazo en un fomento y defensa de la
hispanidad en Norteamérica, donde la población hispánica no es precisamente escasa. Las alianzas tienen a menudo dobles sentidos y provechos.
Si tras una intervención dejásemos que nuestra clase política se amparase del país, pasaríamos inevitablemente de un país ya en ruinas
y arrasado a uno del infra-mundo, irrecuperable. Dicha clase profesa la inclusión del chavismo y se apresta a arrastrarnos nuevamente a otras elecciones nauseabundas en 2023. Con su impúdica presencia jamás alcanzaremos libertad ni desarrollo.
Algunos también dirán que no es
justo dejar a los políticos venezolanos por fuera, a la gente con experiencia, con «años de lucha»; pero ya veremos que estos reclamos irán viniendo principalmente de amigos personales de dichos políticos a quienes justamente los años de «experiencia» y de «lucha» se les fueron,
cuando no robando, en dejar pasar oportunidades para acciones drásticas a la altura de las circunstancias; en seguir actuando como en democracia, repintando y retocando las fachadas de sus partidos; en desaprovechar su poder de convocatoria, su popularidad, sus contactos dentro y
fuera de Venezuela; en parasitar protestas y desviarlas; en tomarse panorámicas con multitudes a las que luego enviaba a sus casas.
El Manifiesto los excluye, sí, porque ha previsto que eso no vuelva a pasar. ¿Pero qué es el Manifiesto?
¿Pero qué es EL MANIFIESTO?
Ok, momento de explicarlo: #ElManifiesto es un documento que sería subido a una plataforma internacional estándar de peticiones en línea para ser firmado por todos los venezolanos, incluso de manera anónima (no más temor por represalias), con
objeto de llamar la atención internacional, siendo este Manifiesto el único medio al alcance para nosotros de materializar nuestro DESCONOCIMIENTO del régimen y de nuestra clase política, juntos, simultáneamente, en bloque. Es la denuncia de nuestro doble secuestro, hecha por
nosotros mismos. Ya que realmente nunca tuvimos portavoces.
Demás está decir que detrás de esta iniciativa colectiva no existe ni debe existir autor ni partido político alguno, ni rostros conocidos, ni supuestos líderes, sólo el ciudadano mismo, pero multiplicado a la
enésima potencia: por millones. Eso sí, la iniciativa de firmar un Manifiesto debe ser estratégica: el evento debe tener impacto. Por ello debe ser puesto a disposición, para su firma, únicamente cuando sea del conocimiento público y cuente ya con un masivo respaldo ciudadano, de
modo que al subirlo sea todo un acontecimiento nacional, exitoso y contundente en el que se obtengan rápidamente millones de firmas. «Impacto» quiere decir que no puede ser algo que se suba a una plataforma para esperar que pasen meses, ni siquiera semanas, sólo dos o tres días
como máximo.
Este impacto sería reflejado internacionalmente por los medios tradicionales, más allá de las redes, y podría ser reforzado con movilizaciones de calle, en las que los políticos no serían aceptados.
Una operación ciudadana genuina, espontánea, sin conducción,
sin liderazgos, sin organización. Legítimamente originaria y fundacional. Que sólo depende de que logremos dar a conocer la iniciativa, que pongamos a circular el Manifiesto.
Pero OJO, si por acaso aparecen otros Manifiestos simultáneamente, no nos dejemos confundir. Por
entonces, cuando esté circulando el Manifiesto y comenzando a darse a conocer, otros seguramente estarán circulando, pero impulsados por grupos que se proponen ellos mismos para formar un gobierno paralelo y un ejército de liberación. Éstos serán la nueva plataforma del
protagonismo y, por ende, del fracaso. Plenos de infantilismo, creen que con un ejército exprés se estarán enfrentando sólo a las fuerzas de Padrino y no también a una coalición rusa, china, iraní, cubana, guerrillera y terrorista. Pero estos Manifiestos serán fácilmente
identificables, porque tendrán a la vista autor y Copyright estampados.
Nuestro Manifiesto no le pertenece a nadie, no tiene partido, asociación, organización, autor ni absolutamente nada que lo subordine a grupos ni particulares. Ni mucho menos los propone. Es de todos y por
ello mismo depende de todos darlo a conocer, difundirlo, promoverlo, que es la única forma de que funcione. Sin ser conocido, no servirá de nada subirlo. Lo estaríamos quemando y perdiendo tal vez con ello la única, irrepetible oportunidad que tenemos. Toca empezar todos pues por
allí: un RT diario de cada quien hasta hacer bola de nieve y avalancha.
Esto, atención, nunca se ha ensayado en el mundo, ningún país ha recurrido —por falta de ningún otro recurso— a una petición en línea solicitando una intervención militar y política como la mencionada. No
es garantía de nada, ¿por qué no intentarla?
Una expresión popular de esta magnitud puede, justamente por inédita, pintoresca y casi ridícula, tener consecuencias inesperadamente favorables; puede tocar la fibra de los intereses de la única potencia con capacidad de
responder a la propuesta. De hecho, el Manifiesto, como acto popular espontáneo sin precedentes, desautoriza a todas las instituciones del país: el pueblo (the people), al masivamente desconocerlas, tanto a las secuestradas por el régimen como a las secuestradas por la clase
política, las supera legalmente. En este sentido el hecho sí es vinculante. En todo caso se habrá abierto el debate sobre la cuestión. La comunidad internacional no puede desconocer este desconocimiento público y notorio, respaldado por un documento tan explícito. Y en medio del
debate, puede ser asumido unilateralmente como vinculante por la potencia que nos interesa.
Tras el Manifiesto no hay para dicha potencia más instituciones nacionales (porque de hecho no las hay), ni representantes, portavoces, intermediarios con quienes comunicar: para ello
sólo hay (por fin) al menos algo, un documento y su contenido, que son, ellos mismos, los representantes, la postura, la realidad, la voz global del país. Una voz que reemplaza a aquel artículo 187-#11 que a falta de representantes reales nunca se activó. La intervención
encontrará pues en el Manifiesto mismo la luz verde para realizarse. El país interventor entrará en el nuestro con nuestra venia y se regirá por las prerrogativas estipuladas en el Manifiesto. Luego, creará a su propio interlocutor (el Gobierno de Transición) como está también
contemplado en el Manifiesto, y lo demás será historia.
No tenemos, repito, ninguna otra opción sino PROVOCAR una intervención, y el Manifiesto es la manera.
Parece ingenua (pero no tiene un pelo de tonta), como empezarán a decir quienes padecen un síndrome de fracaso inducido, o algún interés obscuro, calculado, escondido, pero que es, por el contrario, un libro abierto.
X. P.
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Durante el gobierno de Bolívar, la plaza mayor de Caracas (la plaza Bolívar) era un matadero de españoles americanos, peninsulares, canarios y disidentes. Cuenta José Domingo Díaz que entre el 10 y el 16 de febrero se mató a todos los encarcelados (1.000) públicamente en el
castillo San Carlos de La Guaira. Otros en el camino de Macuto, la plaza Mayor de Caracas y varios sitios dispuestos como matadero general; también a los 33 prisioneros que estaban hospitalizados, lo cual se hizo frente a la puerta del hospital. El total de víctimas asciende a
2.400, de las cuales 900 eran criollos realistas. Es la cifra que aparece «en carta de un tal Ricaurte, oficial al servicio de Bolívar, encontrada entre los papeles cogidos a Urdaneta en Barquisimeto para dirigirla a su padre».
¿Pero qué es EL MANIFIESTO?
Ok, #ElManifiesto es un documento que sería subido a una plataforma internacional estándar de peticiones en línea para ser firmado por todos los venezolanos, incluso de manera anónima (no más temor por represalias),
con objeto de llamar la atención internacional, siendo este Manifiesto el único medio al alcance para nosotros de materializar nuestro DESCONOCIMIENTO del régimen y de nuestra clase política, juntos, simultáneamente, en bloque. Es la denuncia de nuestro doble secuestro, hecha por
nosotros mismos. Ya que realmente nunca tuvimos portavoces.
Demás está decir que detrás de esta iniciativa colectiva no existe ni debe existir autor ni partido político alguno, ni rostros conocidos, ni supuestos líderes, sólo el ciudadano mismo, pero multiplicado a la
Ateos, agnósticos, cientificistas y afines tomarse la molestia de entender directamente de su fuente la dimensión de este increíble pensador.
Conferencia impartida por el cardenal Joseph Ratzinger el 1 de abril de 2005 en Subiaco, en el
monasterio de Santa Escolástica, al recibir el premio «San Benito por la promoción de la vida y de la familia en Europa»:
Vivimos en un momento de grandes peligros y de grandes oportunidades para el hombre y para el mundo; un momento que es también de gran responsabilidad para
todos nosotros. Durante el siglo pasado las posibilidades del hombre y su dominio sobre la materia aumentaron de manera verdaderamente impensable. Sin embargo, su poder de disponer del mundo ha permitido que su capacidad de destrucción alcanzase dimensiones que, a veces, nos
A ver si con este ejemplo se entiende: Guaidó aún es apoyado por algunos venezolanos de a pie que recobraron la esperanza en 2019 cuando asumió la presidencia interina. Si bien su representatividad tenía misiones que cumplir y no cumplió, también tenía el rol de levantar la moral
de los ciudadanos de un país secuestrado en tiranía. ¿Por qué entonces, al cabo de cuatro años en el cargo y de ninguna misión cumplida, algunos continúan apoyándolo? Porque no sólo de pan vive el ser humano: necesita de representatividad, contar con alguien así no haya cumplido;
es más, así haya traicionado y robado, y muchos hayan perdido la vida. Quiere decir, que sólo por esta representatividad algunos lo seguirán y harán oídos sordos al fracaso y a la traición de su mandato, no querrán siquiera enterarse y se limitarán a escuchar únicamente aquello
Durante unas Navidades como las de hoy, pero hace exactamente 200 años, la ciudad de San Juan de Pasto, en Colombia, fue arrasada junto con su población, que era mestiza y realista, por órdenes de Simón Bolívar. Es el abominable hecho conocido como la «NAVIDAD NEGRA».
Sucre fue su encargado para realizar este genocidio, una de las mayores atrocidades de la «independencia» que la historiografía bolivarista se ha encargado de borrar. Como era su costumbre, Bolívar daba órdenes y se mantenía a salvo en la retaguardia, enviando a subalternos a la
acción. Pero en este caso, habiendo sido informado del éxito de la operación, no siguió molestándose en aparentar prisa, tomó todo su tiempo y llegó a Pasto una semana después, relajado, el 2 de enero. No hay registro de ninguna indignación por su parte ante el genocidio
¿Quisimos auto determinarnos o más bien quisieron auto determinarnos? ¿Quisimos un cambio o unos pocos nos impusieron cambiarnos? ¿Eran unos santos aquellos jóvenes mantuanos, ricos hacendados y amos de esclavos? ¿No practicaban ya el contrabando, la evasión de impuestos,
el abuso de poder —siendo muchos de ellos funcionarios, o simplemente Señores privilegiados—?
¿Pero si santos no eran, por qué entonces hablaban como santos? ¿No era precisamente en este detallazo que las clases populares veían las costuras de la mascarada, los pliegues de la
inmunda farsa, el fin de todas sus garantías y derechos con el cuento de la «independencia»?
No se equivocaron, ahí nos tenemos a doscientos años. Hela aquí, nuestra decentísima y próspera provincia, irreconocible tras dos siglos de «auto determinación», «independencia»,