Pero no vamos a empezar en el 87. Para contar esta historia vamos a tener que viajar en el tiempo.
Porque esta historia comenzó hace más de un siglo y en tierras españolas. En Valencia, concretamente.
Y en las manos de un español llamado Salvador Ibañez.
Salvador Ibáñez fue un luthier valenciano muy reconocido por la fabricación de guitarras flamencas.
Empezó con un pequeño taller, pero a inicios del siglo XX "Salvador Ibáñez e hijos" ya hacía miles de instrumentos anuales que se vendían por todo el mundo.
Incluyendo Japón.
La querencia del país nipón por el flamenco viene de lejos, como veis. El distribuidor de las Ibáñez en Japón era la empresa Hoshino. Y ganaban un buen dinero.
Tanto que, cuando en 1929 quebró la empresa valenciana, se preguntaron que podían hacer.
Pues harían las guitarras.
Las siguientes décadas hicieron imitaciones de guitarras españolas bajo la marca Ibanez Salvador (la ñ se ve que no la tenían a mano), que se recortaría a Ibanez al poco.
No está muy claro si tenían permiso para usar el nombre, pero lo hicieron. 😅
Fue a finales de los 70 que la marca comenzó (POR FIN!) a hacer sus propios diseños, como la Iceman o la Roadstar. Pero competir con los clásicos era difícil y la marca no se consolidaba.
Hasta que entra en escena el otro protagonista de nuestra historia.
Steve Vai.
Steven Siro Vai comenzó a los 12 años a tocar influido por los grandes del rock de los 60. Antes de entrar en Berkley tomó clases con un maestro distinguido: Joe Satriani.
Con 20 años ya estaba de gira con otro genio: Frank Zappa.
Dos años más tarde ya sacó su primer disco.
Durante la década de los 80 los grandes grupos se rifaban a este joven que tocaba a una velocidad diabólica.
Sustituyó a Yngwie Malsteen en Alcatrazz, tocó con David Lee Roth tras su salida de Van Halen o con Whitesnake tras grabar con ellos el "Slip and tongue" (1989).
Discos como "Passion Warfare" (1990) o "Alien Love Secrets" (1995) o giras como la que hizo con Satriani y Eric Johnson han cimentado la leyenda de uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos, por su velocidad, técnica y talento.
Incluso se presto a emular el mito de Robert Johnson y el diablo en la película Crossroads, donde se enfrentaba en duelo al protagonista de Karate Kid en una escena que cierra una entretenida película que os recomiendo mucho.
La cosa es que a mediados de los 80 Steve, como he dicho, estaba tocando en Alcatrazz, un súper grupo liderado por Graham Bonnet, que había sido cantante de Rainbow.
Y mientras giraban por medio mundo (incluido Japón) empieza a darle vueltas a algo: necesita una guitarra.
No una guitarra cualquiera, sino una específica.
El mundo del rock estaba dominado por los modelos Strato y Lespaul, y sentía que no le permitían explorar al máximo su potencial.
¿Solo 22 trastes? ¿Y porqué los sonidos estaban tan limitados a la pastilla que usara esa marca?
Si no lo sabéis -para resumir mucho- gran parte del sonido de una guitarra eléctrica depende de las cuerdas de metal y las pastillas, que son esos imanes rectangulares bajo las cuerdas.
Hay de varios tipos: una marca suele usar uno y otra, otro.
¿Porqué no podían usarse todos?
Además de versatilidad, la otra cuestión era la comodidad tocando. La estética al servicio de la función, no al revés.
Por aquel entonces muchas marcas se rifaban promocionar a Vai. El pensó: "usaré una marca si me deja decirles como quiero mi instrumento".
La marca fue Ibanez.
En diciembre del 86, la marca le había mandado a Steve una guitarra con aspecto de serpiente.
Y aunque le gustó, pesaba mucho que Ibanez fuera conocida por sus problemas legales. Era una marca de segunda fila.
El presidente de Hoshimo, Mike Shimada, organizó un encuentro.
En esa reunión, Steve encontró a alguien que quería escuchar. Y eso le decidió.
¿Quieres un mástil más plano? Vale.
¿Todo tipo de pastillas en todas sus combinaciones? Vale.
¿Un puente flotante? ¿Porqué no?
¿Un asa en el cuerpo de la guitarra, Steve? ¿En serio?
Venga. Vale.
A lo largo de los siguientes meses, los directivos de Ibanez, luthieres como Mace Bailey en EEUU o Nick Sugimoto, el director de la fábrica de Hoshimo en Japón, trabajaron intensamente incorporando todas las ideas que tenía Steve de cómo tenía que ser su guitarra perfecta.
Cuando acabaron ese proceso de creación compartida, había nacido una guitarra única.
La JEM777.
Steve la probó en directo en una de las mayores ferias de fabricantes musicales del mundo: el NAMM de Chicago.
La presentación fue todo un éxito.
Al poco, Joe Satriani o Paul Gilbert empezaron a tener sus propios instrumentos de la marca asiática.
Y con el tiempo, una nueva ola de músicos jóvenes de bandas como Sistem of a Down, Slipknot, Korn o Fear Factory convirtieron a la marca en la referencia del metal de los 90.
La JEM ha tenido muchos modelos desde entonces, desde algunos más futuristas como la JEM20TH hasta uno que incorpora sangre del propio Vai en el barniz.
Y además tienen versiones más asequibles para los que empiezan, aunque no llevan el monkey grip (la famosa asa).
Aquella colaboración con Vai fue el empujón que la marca necesitaba para demostrar que sabían hacer buenos instrumentos sin necesidad de copiar nada.
Porque hicieron lo que tiene que hacer una buena empresa: escuchar al cliente.
Espero que os haya gustado esta historia con la que acaba la serie de hilos más cortitos de estas fiestas.
Si ha sido así le podéis dar al corazoncito y retuiteadla y ese será mi regalo de Reyes. 😉
Tengo que darle las gracias a @itospuf por haberme sugerido este tema el año pasado. Ha sido súper interesante y una historia de esas que me gusta contar.
Pero si queréis que os la cuenten sus protagonistas podéis verlo aquí.
Las fotos han salido de Wikipedia Commons, Valencia Plaza y Compás Albacete, de la página personal de Vai y de Ibanez. Cada una está acreditada con su licencia cuando corresponde.
Ah, y aviso que el hilo no está patrocinado por @ibanezofficial 😅😅 Pero era una historia que merecía la pena contarse.
Y oye si les gusta el hilo y me regalan algo, pues mejor. 🥲
Si queréis más historias mías ya sabéis que cada jueves publico un hilo, que en el perfil tenéis la newsletter para apuntaros y que en este índice tenéis ordenados todos los hilos.
Espero que hayais sido buenos y mañana tengáis un merecido regalo. Y si tenéis niños pequeños no desperdiciéis la oportunidad de regalarles algún instrumento musical.
Eso de lo mejor que podéis hacer. La mía no tiene dos años y ya le encanta mi guitalele.
Me despido con el consejo que siempre os doy: nunca dejes de escuchar música.
Es lo mejor que podéis hacer.
Hasta la semana que viene. 😉
Y ahora me pregunto... ¿Le gustará mi pequeño homenaje al mismísimo señor @stevevai? 😅
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En 1973 un genio de la guitarra improvisó un tema casi de relleno.
No sabía que estaba destinada a ser su mayor éxito y el que le daría el reconocimiento internacional.
Algo que solo supo ver un loco visionario.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, Entre dos aguas de Paco de Lucía.
Tengo que explicar primero que hay personajes a los que me cuesta hacerles un hilo.
Su grandeza, su trayectoria o su influencia hacen difícil resumir toda una carrera.
Por eso a veces me centro solo en un hito de su historia, como he hecho con Freddie o Bowie a veces.
Y pretender resumir la vida de uno de los grandes genios de la guitarra -considerado por muchos el mejor guitarrista de flamenco y por otros simplemente el mejor- en treinta tuits es un absurdo.
Así que me voy a centrar en un momento determinado de su vida.
Es muy jodido tener una carrera sólida y que esté a la sombra de una de las figuras más icónicas de tu generación.
Sobre todo si es alguien a quien amas.
Pero lo más jodido es que, cuando le pierdes, medio mundo te eche la culpa.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, Courtney Love.
Hablar de Courtney Love es hablar de un icono de los 90.
Los escándalos personales, sus choques con los medios de comunicación, su trabajo con Hole, sus incursiones en el cine y hasta su estudiadamente desaliñado aspecto forman un personaje total.
Y luego está lo otro.
Porque seamos sinceros: para muchos, Courtney Love es alguien a quien se le concibe por su mas conocida relación personal.
Como si fuera el personaje secundario de una biografía ajena, surgida de la nada en 1991.
Pero lo cierto es que por aquel entonces ya llevaba mucho camino.
Saber que te vas es algo duro. Pero en esas circunstancias muchos artistas optaron por despedirse de sus fans de la única forma que sabían hacerlo.
Creando música.
Es como hizo David Bowie con Blackstar.
Porque lo sencillo para Bowie cuando supo que tenía cáncer y que le quedaba poco tiempo de vida era haber hecho lo que hacen muchos otros cuando se acerca su final.
Hacer un disco de duetos o un refrito que sonara a un grandes éxitos.
Pero claro, es que hablamos de Bowie.
Por eso, Blackstar no es un disco cómodo.
Surca los caminos del jazz más experimental, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta que trabajó con los músicos de María Schneider, pero también es electrónico.