Tengo que advertirte antes de que sigas leyendo: esta no es una historia amable.
En la música hay momentos emocionantes, muertes dolorosas, vidas trágicas. Y luego está la historia de Badfinger. Pero creo que hay que contarla.
Si sigues leyendo, que no se diga que no te avisé.
También quiero aclarar otra cosa: en el primer tuit no ha sido del todo correcto reducir todo esto a la "mala suerte".
Es cierto que el grupo la tuvo, pero también hay un malo en esta historia. Y en las historias de la música, suele ser el manager.
Y este fue de los peores.
Pero empecemos por el principio. Empecemos con unos chavales de Gales, con Pete Ham a la cabeza, que se miraban en el espejo de los Beatles.
Y que tocaban muy bien, sobre todo tras la entrada a la batería de Mike Gibbins. Y con la llegada de Tommy Evans, la banda se consolida.
Evans y Ham conformaron un dúo compositivo y musical con una pinta excelente.
Con una mezcla entre canciones enérgicas pero llenas de sensibilidad, acabarían siendo muy influyentes -años después- para todo eso que se llamó power-pop.
Por aquel entonces se llamaban The Iveys.
Y todo parecía ir por buen camino, sobre todo tras fichar por Apple Records.
Como admiradores de los Fab Four, que Apple les hubiera fichado era una pasada.
Con él sacaron un disco que tenía buenas canciones, como la que le daba título: Maybe Tomorrow.
Paul McCartney vio claro que esos chavales de apenas veinte años que compartían piso podían ser algo especial y les ofreció algo para conseguirlo: una canción, 'Come and get it', que les haría muy populares.
Pero no como The Iveys.
Sino como Badfinger.
El nombre salió del título provisional de una canción de los de Liverpool.
Su primer disco no tuvo un éxito espectacular pero les afianzó y tras algún reajuste, con la salida del bajista y la entrada de Joey Molland -a la guitarra, Evans pasó al bajo-, la banda estaba completa.
Eran unos musicos tan buenos que Lennon o Harrison contaron con ellos para grabar.
Por ejemplo, en el mismísimo 'My sweet Lord'.
Su segundo disco llegó al poco, 'No dice' (1970) con joyas como este 'No matter what'.
Las cosas parecían ir de maravilla y el grupo se decide entonces a atacar el mercado americano y emprender gira al otro lado del Atlantico. Y gestionándolo todo conocen al que sería, desde entonces, su nuevo manager.
Stan Polley.
Lo puedes imaginar: el malo de esta historia.
Polley era un tipo turbio que con buenas palabras y grandes promesas les convenció para tomar varias decisiones controvertidas.
Como crear una compañía, Badfinger Enterprise, para gestionar sus giras por EEUU y sus ganancias.
Para que ÉL las gestionara, mejor dicho.
Pero ellos eran jóvenes, muy confiados y estaban viviendo su sueño.
Polley les daba de vez en cuando algún anticipo -para un coche, por ejemplo- y pensaban que todo era maravilloso.
Si hasta alquilaron un castillo para grabar. ¿Que podía pasar malo?
Withouth You. Eso pasó.
Sí, hablo de esa canción que seguro que conoces por la almibarada versión de Mariah Carey.
Si eres más mayor, igual te suena por Harry Nilsson. Es uno de los temas más versionados de la historia.
Pero yo te dejo la original. La buena. La de Badfinger.
Y es que el tema era de Ham y Evans, y aunque su versión, incluida en 'No dice', no trascendió mucho, cuando la cogió Nilsson se volvió un surtidor de dólares.
Millones de copias vendidas. Pero el grupo seguía viviendo de forma precaria.
¿Donde estaba todo ese dinero?
Evans tenía la mosca detrás de la oreja pero Ham les convenció para seguir confiando en Polley, incluso cuando este les separó de los Beatles y les hizo fichar por Warner en una maniobra que desencadenó una tormenta legal.
Empezaron a pasar cosas muy raras. Muy feas.
Por ejemplo, su último disco con Apple ('Ass') coincidió en tiendas con el primero con Warner ('Badfinger'), lo que hizo que ninguno de los dos funcionara.
La situación económica del grupo empeoró y Ham, que se había casado, quiso dejarlo.
Pero Warner dijo que ni de broma.
Le habían dado a Polley un generoso anticipo -del que Badfinger no vio nada- y les obligaron a grabar un nuevo disco.
Pese a todos los problemas, hicieron un disco a la altura de 'No dice': 'Wish you were here'.
Y entonces todo se fue al garete.
Warner decidió demandar a Polley -les timaría a ellos también- y el resultado es que el disco recién editado es retirado de las tiendas.
Evans coge un avión a EEUU para ver que pasa.
Y descubre que no hay dinero. Ni manager. Polley se había fugado.
Derrotado, vuelve a casa.
La noche del 22 de abril del 74 Tom Evans y Peter Ham estuvieron hablando del asunto por la noche.
La desesperación de Peter era total: tenía un hijo, esperaba otro y no podía ni pagar la hipoteca.
No podía ni contratar un abogado para demandar a Polley.
Estaba destrozado.
A la mañana siguiente, su mujer y su hijo encontraron su cadáver.
Pete Ham, ese genio que tanto podía haber aportado a la música había decidido acabar con su vida ahorcándose en su propia casa.
En la nota de suicidio decía, claramente, "Stan Polley es un cabrón desalmado.”
El palo para la banda fue enorme.
Estaban destrozados. No puedo ni imaginarlo.
Y las cosas no fueron a mejor. Tom Evans terminó viviendo en EEUU montando moquetas.
Mientras, 'Withouth you' seguía sonando en todas partes.
Eran reticentes a intentar resucitar Badfinger sin Pete pero había muchas presiones.
Hay gente que ve en el morbo, posibilidades. Y les apretaron mucho. Les ofrecieron una gira que sería un éxito en EEUU. La promesa de quitarse la dolorosa espina del fracaso.
Grabaron un par de discos pero la cosa no funcionó. Evans y Molland discutieron y durante un tiempo, hubo dos Badfinger girando hasta que un juez determinó que Tom no podía usar el nombre.
No pudo cumplir sus compromisos y la productora estadounidense de su gira le demandó.
Eso ocurrió en el peor momento: cuando tras muchas peleas legales, empezaba a recibir algo de dinero de derechos de autor.
Dinero que le embargaron.
De repente, siete años después, se veía como su amigo Pete. Empezó a hablar de él a menudo, a obsesionarse.
A pensar demasiado.
Y el 19 de noviembre de 1983 Thomas Evans Jr., siguiendo los pasos de su antiguo amigo, tomó la misma decisión y se ahorcó en su jardín.
Así termina la historia del grupo que pudo tenerlo todo.
Os avisé que esta no era una historia agradable.
Pero también os dije esta mañana que era una historia necesaria.
A veces las historias de la música son trágicas pero ésta tiene varias cosas de las que podemos aprender.
Por ejemplo, a valorar el trabajo de un compositor. Del que sueña una canción y la hace realidad.
Pete y Tom eran unos compositores excelentes a los que la industria se los comió.
Esa es la segunda lección que podemos aprender de esta historia.
A veces, en la música hay demasiados intermediarios. Y ojo, muchos managers y productores son excelentes. Pero otros no.
Es algo que podemos estar viendo últimamente con, por ejemplo el exagerado precio de los gastos de gestión de algunos conciertos, o lo que vivido Taylor Swift con sus primeras canciones.
La música es un arte, pero también es un negocio. Y a veces, en manos de desalmados.
Las redes sociales, con todas sus cosas, nos ha permitido una cercanía a nuestros artistas que antes no teníamos.
Y muchos músicos saben usar eso para ofrecer sus discos y sus giras a un precio más lógico.
Aprovechemos eso. Apoyemosles. Lo necesitan como nosotros su música.
La tercera lección que podemos sacar de todo esto es mucho más genérica, pero quizás la más importante.
Cuidemos la salud mental. No hablo de que si estás mal busques ayuda -que sí- o si ves a alguien mal le ayudes -que también-.
Estoy poniendo el foco en las instituciones.
La depresión y el suicidio se están convirtiendo en una epidemia y no se puede poner la responsabilidad solo en nosotros mismos. Eso es culpabilizar a las víctimas y a su entorno.
Es necesario que la salud mental forme parte de la agenda de los gobiernos.
Nos va la vida.
Espero que os haya gustado este hilo pese a su crudeza. Es una historia triste pero a veces de ellas podemos aprender mucho.
Si lo veis necesario, podéis compartirlo y darle al corazoncito.
En 1973 un genio de la guitarra improvisó un tema casi de relleno.
No sabía que estaba destinada a ser su mayor éxito y el que le daría el reconocimiento internacional.
Algo que solo supo ver un loco visionario.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, Entre dos aguas de Paco de Lucía.
Tengo que explicar primero que hay personajes a los que me cuesta hacerles un hilo.
Su grandeza, su trayectoria o su influencia hacen difícil resumir toda una carrera.
Por eso a veces me centro solo en un hito de su historia, como he hecho con Freddie o Bowie a veces.
Y pretender resumir la vida de uno de los grandes genios de la guitarra -considerado por muchos el mejor guitarrista de flamenco y por otros simplemente el mejor- en treinta tuits es un absurdo.
Así que me voy a centrar en un momento determinado de su vida.
Es muy jodido tener una carrera sólida y que esté a la sombra de una de las figuras más icónicas de tu generación.
Sobre todo si es alguien a quien amas.
Pero lo más jodido es que, cuando le pierdes, medio mundo te eche la culpa.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, Courtney Love.
Hablar de Courtney Love es hablar de un icono de los 90.
Los escándalos personales, sus choques con los medios de comunicación, su trabajo con Hole, sus incursiones en el cine y hasta su estudiadamente desaliñado aspecto forman un personaje total.
Y luego está lo otro.
Porque seamos sinceros: para muchos, Courtney Love es alguien a quien se le concibe por su mas conocida relación personal.
Como si fuera el personaje secundario de una biografía ajena, surgida de la nada en 1991.
Pero lo cierto es que por aquel entonces ya llevaba mucho camino.
Saber que te vas es algo duro. Pero en esas circunstancias muchos artistas optaron por despedirse de sus fans de la única forma que sabían hacerlo.
Creando música.
Es como hizo David Bowie con Blackstar.
Porque lo sencillo para Bowie cuando supo que tenía cáncer y que le quedaba poco tiempo de vida era haber hecho lo que hacen muchos otros cuando se acerca su final.
Hacer un disco de duetos o un refrito que sonara a un grandes éxitos.
Pero claro, es que hablamos de Bowie.
Por eso, Blackstar no es un disco cómodo.
Surca los caminos del jazz más experimental, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta que trabajó con los músicos de María Schneider, pero también es electrónico.