El 25 de diciembre de 1977, a los 88 años, murió Charlie Chaplin en Corsier-sur-Vevey (Suiza) siendo enterrado en el cementerio de la localidad. La verdad es que nunca le gustó la Navidad.
El 1 de marzo de 1978 alguien robó el cadáver, ya que su tumba amaneció profanada y sin el ataúd. Poco después los profanadores se pusieron en contacto con Oona Chaplin, cuarta y última esposa de Charlot, para pedirle 600.000 dólares por el cadáver.
Oona se negó. Y volvió a negarse cuando los secuestradores rebajaron el rescate a 600.000 francos suizos, pocos días después. Y se negaría de nuevo cuando volvió a ser rebajado a 500.000 francos.
Oona dio permiso a la policía suiza para que "pincharan" su teléfono con el fin de localizar a los secuestradores, con un gran despliegue policial controlaron hasta 200 teléfonos públicos de la zona.
Con una última llamada realizada en mayo de ese año, lograron detener a Roman Wardas, quién pronto delató a su cómplice Gantscho Ganev y les condujo hasta el lugar donde tenían escondido el cadáver en un campo de maíz.
Gabriel Cettou, jefe de la policía de Ginebra, le dijo a la prensa que los dos hombres serían acusados de intento de extorsión y perturbación de la paz de los muertos. Solo Wardas llegó a cumplir condena, por considerarse que fue él quien planificó el secuestro.
Wardas era un mecánico de 24 años que se había quedado sin empleó, y tras leer una noticia en un periódico italiano sobre un caso del secuestro de un cadáver, decidió hacer lo propio con el cadáver de Chaplin. Para ello pidió ayuda a su amigo Gantscho Ganev, un búlgaro de 38 años
El plan inicial no consistía en llevárselo: "Iba a esconderlo más profundo en el mismo agujero originalmente, pero estaba lloviendo y la tierra se volvió demasiado pesada".
Wardas fue sentenciado a cuatro años y medio de trabajos forzados, mientras que su cómplice, Ganev, recibió una sentencia suspendida de 18 meses.
Charlie Chaplin fue vuelto a enterrar en el cementerio original, pero esta vez bajo una protección de hormigón de 1,8 metros.
Esta historia fue llevada al cine en 2014 con la película "El precio de la fama" del director Xabier Beauvois.
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Su nombre oficial es Calle del Arco del Triunfo, y es uno de los 10 accesos de la Plaza Mayor de Madrid. Concretamente el que lo comunica con la Calle Mayor a la altura del número 33. Es quizá el menos transitado de todos ellos.
¿De dónde viene su nombre?
Del incendio que se produjo en la Plaza Mayor en 1672. Según parece el callejón actuó como chimenea, y lenguas de fuego se abrieron paso hacia la calle Mayor a través del callejón, como si fueran las puertas del mismísimo infierno.
Algo de maldad debió quedar impregnada en dicho callejón, ya que en el número 2 de esta calleja vivió Martín Merino y Gómez, conocido como "el apóstata", que intentaría apuñalar a Isabel II,cuando iba de camino a la Basílica de Atocha. Sería ejecutado a garrote vil en 1852.
“La aurora se presentó en forma de gigantesco abanico, abierto hacia el cielo y de rayos ligeramente convergentes sobre el Polo magnético de la Tierra. El intenso fulgor rosáceo, atravesado por multitudes de bandas de luz más blancas y brillantes,
Patria, 26 de enero de 1938.
cual si procediesen de potentes reflectores enfocados hacia el cénit, se elevaba hasta unos 30 grados sobre el horizonte, con una anchura asimilar, casi doble a las dos bandas; cambiaba con frecuencia de posición, difuminándose unas, mientras se formaban otras a su lado.
Aunque el color predominante fue el rosáceo, hubo también sus matices verdes y blancos”.
Nota del Profesor Rodés,
Director del Observatorio del Ebro, publicada el 27 de enero de 1938 en la La Vanguardia; en referencia a la aurora boreal vista en Cataluña la noche del 25 de enero
El 3 de junio de 1904 el encargado de la almadraba de la Playa Santa María mandó a las 11 de la mañana a alguno de sus empleados que enterraran algunos despojos de atún en la playa de la Victoria.
Y para allí se fueron a cavar una zanja, cuando de repente, uno de ellos conocido como "Malos Pelos", encontró algunas monedas de plata enterradas. Pronto se corrió la voz del hallazgo, y aquella playa se llenó de gente con sus palas para cavar y encontrar sus duros de plata.
Dicen que "aquel primer día hubo quien encontró hasta doscientos "duros" y los de menos suerte sacaron sus buenos quince o veinte".
Al día siguiente centenares de personas acudieron a cavar, especulando por donde debían estar los dineros. Familias enteras cavaban por turnos.
Al artista Jago se le encargó en 2009 un retrato de Benedicto XVI (Habemus Papam). Contrariamente al estilo que le caracteriza, muy realista y lleno de detalles, el artista realizó un retrato muy esquemático y con los ojos vacíos.
Tras la renuncia papal Jago volvió a retomar la obra. La despojó de la ropa y de la cruz, dejándole completamente desnudo y con el anillo papal como único símbolo de su autoridad. Le añadió muchos detalles y le puso ojos.
Jago afirmó entonces que la inspiración para el primer retrato fue la representación de Adolfo Wildt de Pío XI.
Sobre la transformación de la escultura original en "Habemus Hominem" indicó que buscaba expresar que "el representante de Dios ha vuelto a ser un hombre común".
"Los nombres de los testigos no se deben publicar, ni comunicarse al acusado, siempre que resulte algún riesgo a los acusadores, y casi siempre hay este riesgo,
porque si no es temible el acusado por sus riquezas, su nobleza o su parentela lo es por su propia perversidad o la de sus cómplices, gente las más veces arrojada, que nada tiene que perder, y se venga cuando puede de los testigos,
como me lo ha acreditado varias veces la experiencia. (...) A veces hay menos que temer cuando el reo o sus amigos son sujetos nobles o ricos; por ejemplo un comerciante acreditado no se aventura de ligero a vengarse.