Imagina que vas caminando por el bosque, buscando setas, y te encuentras con dos cazas soviéticos abandonados.
¿Tú qué harías?
Swam Maass y Peter Rampazzo, lo tuvieron claro, lo llevarían a su jardín.
Maass y Rampazzo vivian en Berlín en 1990 y eso era mucho decir.
El muro acababa de caer y sucedió algo que nadie se imaginaba (guiño, guiño, codazo)...
La ciudad quedó vacía.
O más bien, la mitad de la ciudad se quedó vacía.
Los trabajadores y familias del este se mudaron a ciudades ricas del oeste de Alemania, buscando mejores trabajos, mejores condiciones y una vida "económicamente mejor".
Berlín era una ciudad pobre... y aún no era sexi.
Esto provocó una anomalía en la historia. Algo que no había sucedido nunca y creo que no se volverá a repetir.
(Ojo a la foto, miradla bien que es el mejor resumen posible de Berlín en los años 90)
La ciudad quedó libre para la gente a la que no le interesaba el dinero.
Jóvenes con su vida en una mochila, artistas incomprendidos, DJs que aún no sabían que lo eran y demás clientela, se adueñaron de Berlín este.
Y el centro de aquel mundo estaba en la Oranienburger Straße.
En una casa destruida, donde nadie debía vivir.
Y se llamaba Tacheles.
La Tacheles era uno de esos edificios antiguos por los que pasa la historia de una ciudad.
Se construyó en 1908 como punto comercial de la comunidad judía.
En 1920 fue el centro de AEG.
En 30 fueron oficinas de las SS.
Y en la guerra, una prisión.
Casi nada.
Con la llegada de los soviéticos a la ciudad, el edificio se convirtió en un centro de muchos negocios, entre ellos un cine en la planta baja.
Pero el tiempo pasa para todos, así que a finales de los ochenta comenzaron la demolición del edificio.
Pero claro, cuanto tu país se disuelve, pues lo mismo se puede retrasar un poco la demolición.
En abril de 1990 estaba prevista la demolición total.
Pero el 13 de febrero pasó algo...
Un grupo de artistas ocupó el edificio y reclamó al Ayuntamiento de Berlín que emitieran un nuevo informe sobre su derribo.
Y los arquitectos que fueron a visitarlo dijeron: pues tienen razón estos chicos, este edificio está fenomenal.
Y mientras se decidía a quién pertenecía ese edificio, aquellos artistas inauguraron la Kunthaus Tacheles (La casa de arte Tacheles) y con ella, inauguraron también los años 90 en Berlín.
Un lugar donde no solo se podía crear arte, también se podía mostrar en sus habituales exposiciones.
Sala de conciertos.
Cine.
Restaurante.
Graffitis.
Teatro.
Y cualquier cosa que se te pueda imaginar sucedía en la Tacheles.
Pero tenían una joya de la corona.
El jardín.
Un descampado gigante detrás del edificio. Un espacio perfecto para hacer cualquier locura.
Y la locura sucedió.
Un grupo artístico de Londres llegó a la Tacheles aquel año 90 y decidieron que aquel lugar sería su nuevo cartel general
Aquel grupo se llama Mutoid Waste Company.
Y hacían cosas como estas.
Con una estética de Mad Max, reutilizaban chatarra para crear sus características criaturas.
El jardín se llenó de aquellos artefactos de metal y pasó a ser toda una seña de identidad de la Tacheles.
Por eso, cuando Maass y Rampazzo encontraron los dos Migs 21, sabían a quién acudir.
Como si de lo más normal de mundo se tratase, la Mutoid Waste Company ataó los dos cazas a unos camiones y los pasearon por todo Berlín.
Hay cosas que solo se pueden hacer en una época.
Plantaron el primer Mig en la salida al jardín, como si la Tacheles fuera un aerodromo y el avión estuviera a punto de salir a volar.
Lo llamaron Silver Bird of Peace
(Aunque mucha gente opina que, en realidad, es un pene)
Y el otro... después de tenerlo en la Tacheles, lo llevaron a un No man's land (un territorio que no pertenecía aún ni al oeste ni al este) frente al Reichstag.
Estoy seguro de que tenía algún simbolismo, pero yo... no lo veo.
Pero eso no era suficiente, querían más.
Así que decidieron organizar un espectáculo centrado en el Mig 21.
The Lost Tribe of Mig.
Aquello fue unos de esos momentos que marca una generación.
Un lugar, un tiempo y una esencia que solo ocurre durante un momento.
Supongo que ahora muchos os preguntaréis si los cazas siguen allí... Y aquí viene la parte triste de la historia.
No están ni los cazas, ni la Tacheles.
En 2012 echó el cierre.
Durante años, el gobierno "permitió" aquella escena de artistas, pero advirtiendo que tenía fecha da caducidad.
Durante años la Tacheles se convirtió en una pelea de resistencia por mantenerse.
Hasta que un día, dejaron de luchar...
Después de mil y una batallas, la organización que llevaba todos los restaurantes, bares y demás decidieron coger el dinero que les daban y marcharse a otro sitio.
(Si quieres saber qué es ahora, pulsa mostrar comentarios, que el hilo no se acaba 👇👇👇👇)
Después de mil y una batallas, la organización que llevaba todos los restaurantes, bares y demás decidieron coger el dinero que les daban (1 millón de Euros) y marcharse a otro sitio.
(Si quieres saber qué es ahora el edificio, pulsa mostrar comentarios, esto sigue 👇👇👇👇)
Y aquel patio lleno de chatarra se está convirtiendo en un edificio diseñado por el famoso estudio de arquitectura Herzog & de Meuron.
Donde antes hubo punks, ahora hay dinero.
Pero así es esta ciudad, nunca puede estarse quieta.
Y si te lamentas por lo que ya no está, te perderás lo que está por venir.
Si te ha gustado el hilo y te interesa Berlín estoy seguro de que te gustará mi novela "Las chicas del muro".
Una novela sobre una foto misteriosa y dos chicas que se despiden frente al muro de Berlín.
Y ya, si te gustan mucho, mucho cómo escribo... Esta tarde presento la novela en Madrid, junto a un buen amigo con el que tengo ganas de hablar de Berlín, del muro y de su nueva novela: @Pedro_Torrijos.
Ah, se me olvidaba.
Os dejo por aquí el primer tuit del hilo por si me hacéis el favor y los retuiteáis para que lo lea más gente:
Acabo de descubrir que el libro más prohibido de la historia es...
¡Un cuento infantil sobre una familia de pingüinos!
Con Tango son tres
Un libro infantil que ha sido prohibido en bibliotecas y países por hablar de algo tan normal como la homosexualidad.
Hilo 👇👇👇
Una mañana de domingo, el dramaturgo y escritor Peter Parnell, leyó una noticia en el New York Times que le resultó curiosa:
Dos pingüinos machos del Zoo de Nueva York se apareaban en la época de celo.
Peter se lo comentó a su pareja, Justin Richardson, un psiquiatra especializado en desarrollo sexual infantil, y pensaron que esa era una forma muy sencilla de explicar la homosexualidad a los niños.
Quizás una de las personas que más envidio en el mundo de los libros es Sebastian Finsterwalder.
No es un escritor, ni un editor, ni siquiera un librero, es un... es detective de libros.
Es un rastreador de libros robados, pero no unos cualquiera. Libros robados por los nazis.
Mientras escribo estas palabras, estoy sentado frente a mi pequeña librería. Observo mis libros y una idea me revolotea en la cabeza:
La mayoría de estos libros me sobrevivirán.
Con frecuencia se piensa que los libros son objetos frágiles, hechos de papel y tinta... pero son resistentes. Mucho más de lo que creemos.
Por eso, la vida de un libro es larga y es difícil contar su historia.
En el corazón de Berlin hay un edificio que no pasa desapercibido. Resume, entre sus cuatro paredes, la historia de la ciudad en los últimos 100 años:
Guerra.
Hambre.
Techno.
Y diseño.
Hoy en #berlinespobreperosexi: DER BUNKER.
La arquitectura en Berlín es casi una religión. En la ciudad puedes encontrar obras de Mies, Le Corbusier, Chipperfield... pero ninguno me ha impresionado tanto como la primera vez que pasé por delante de "El Búnker".
En Berlín no es tan extraño encontrarse aún búnkeres de la IIGM. Cuando vivía allí, por ejemplo, al final de mi calle había uno.
Lo más divertido de ese búnker es que es indestructible, hubo intentos de dinamitarlo y nada... Así que hay viviendas sobre él.
En Estados Unidos hay cientos de personas viviendo en un centro comercial.
Viven en pisos, encima de las tiendas
Y la culpa de todo la tiene Tiburón, la película.
Os cuento esta historia de urbanismo, cultura y aires acondicionados en este hilo.
Hace unos días leí un artículo (interesantísimo) de Jorge Dioni López (el Jorge bueno) sobre el urbanismo y la importancia de los espacios donde compartimos cultura.
Y acababa haciéndose una pregunta metafórica
¿Se puede vivir en un centro comercial?
Como soy muy tonto, me lo tomé al pie de la letra y busqué si alguien ya vivía en uno. Me imaginaba una historia como La Terminal, en la que un individuo tiene que vivir por razones absurdas en un espacio así.
Pero no.
La gente vive allí porque los centros comerciales quieren.