Porque, aunque es cierto que las mujeres no tenían el título "oficial" de embajadoras, ellas eran enormemente importantes en el ámbito diplomático. No solo a través de alianzas matrimoniales, que también, sino de su propia actividad política, actual o potencial.
Hasta el punto de que hubo hombres que fueron nombrados embajadores no por ellos mismos, sino porque un monarca quería a su esposa en la corte a la que a este se iba a destinar. Algo que se dice específicamente en diferentes instancias.
Es el caso, por ejemplo, de Johanna Theresia de Harrach, de soltera Lamberg. Una de las nobles más importantes del Sacro Imperio Romano Germánico durante el gobierno de Leopoldo I, su padre había sido embajador en Madrid durante el reinado de Felipe IV y de joven Johanna Theresia
había sido dama de la reina Mariana de Austria, forjando una amistad que se mantendría, a través de la correspondencia, hasta la muerte de la soberana en 1696.
Tras la muerte de Felipe IV en 1665, Mariana se convirtió en regente de su hijo Carlos II y en la mujer más poderosa de la Europa de la época. Su corte estaba compuesta, también, mayormente de mujeres y los embajadores, enviados y nobles
no dudaron en recurrir a las mujeres de su entorno para acercarse a la reina regente e introducirse en ámbitos semiformales en la que los hombres tenían, en ese momento, más complicado acceder.
Así, Leopoldo I tenía en Johanna Theresia una gran aliada. ¿Quién mejor que una cercana amiga de su hermana la regente para ayudarle a defender sus intereses en la corte hispana? Así, Johanna Theresia fue capital para que su marido, Fernando Bonaventura de Harrach
fuese elegido como embajador en la corte hispana en su segunda embajada, en 1673-1674. Él ya había sido enviado en Madrid en 1665, y lo sería de nuevo en 1695-1697, pero en este caso, Leopoldo quería a Johanna Theresia en Madrid.
De hecho, ella no viajaría con su marido a Madrid ni en 1665 ni en 1695-1697, cuando se quedó administrando los territorios (e intereses con el emperador) de su familia en Austria. En esta embajada de 1673-1677, no solo viajó la pareja, sino que sus hijos también fueron con ellos
Lo que era vital para Leopoldo es que Johanna Theresia pudiese vincularse políticamente a la regente e introducirse en su entorno más cercano. Eso no quería decir que Fernando Bonaventura de Harrach no fuese considerado valioso; al contrario, se acabó convirtiendo en una de las
personas más importantes de la corte de Viena, muy cercano al emperador y una suerte de "consejero" en asuntos españoles". Pero, en este caso particular, la importante era ella.
Si queréis saber más de Johanna Theresia y su importancia diplomática, os recomiendo que leáis a una magnífica especialista en esta figura, como es Laura Oliván Santaliestra. En especial, su artículo publicado en la revista académica "Espacio, Tiempo y Forma", titulado
"IDAS Y VUELTAS DE UN MATRIMONIO DE EMBAJADORES: MEMORIA, IDENTIDAD Y GÉNERO EN LOS RELATOS DE VIAJE DE FERNANDO BONAVENTURA Y JOHANNA THERESIA HARRACH (1673-1677)", que podéis leer libremente aquí: revistas.uned.es/index.php/ETFI…
De hecho, al antecesor de Fernando Bonaventura le pasó algo por el estilo. No tanto que necesitaran que su esposa fuese a Madrid, sino que necesitaba tener una para que realizara labores políticas en el entorno de la reina y de la importantísima nobleza femenina de la época.
Él estaba viudo cuando fue elegido como embajador y no especialmente deseoso de contraer matrimonio. Pero el entorno del emperador fue claro y meridiano: si quería el puesto, tenía que casarse. Y si era con alguien que tuviera conexiones hispanas, mejor.
Pero soltero no iba a ir a Madrid como embajador ni de coña, porque solo iba a poderse completar su misión en parte.
Finalmente, se tuvo que casar un tanto obligado con María Sofía de Dietrichstein, que tenía importantísimas conexiones tanto con la alta nobleza austriaca como con la española. De hecho, los Dietrichstein se contaban entre una de las familias nobiliarias más importantes que
articularon buena parte de la comunicación entre ambas ramas de los Habsburgo en los siglos XVI y XVII. Por lo tanto, era magnífica para el rol que se le iba a otorgar a Pötting. Si queréis saber más sobre los Dietrichstein, os recomiendo los trabajos de Vanessa de Cruz Medina.
Estas asociaciones esposo-esposa, considerando que ambos trabajaban en diferentes esferas para obtener un común fin dinástico, político o diplomático, era un modelo bien establecido en la Edad Moderna. Teniendo en cuenta que las mujeres gozaban de un enorme poder informal, de una
importantísima influencia política y de puestos de poder en el contexto cortesano, era muy necesario que los diplomáticos enviados contaran con esposas, hijas, sobrinas, hermanas, etc. que realizaran una labor "espejo" a la que hacían ellos en el ámbito masculino, pero con las
mujeres poderosas de la corte de destino. Hasta tal punto se consideraba esto importante que Heidi Wunder hablaba del término "Arbeitspaar" (pareja de trabajo), indicando que aunque ellos fueran los que llevaban el título oficial de embajadores o enviados, la labor realizada por
las mujeres tenía la misma, o similar importancia, y eran labores complementarias en ambientes y con personas diferentes.
Incluso funcionaba al contrario. Durante las últimas décadas del siglo XVII, el emperador Leopoldo I pedía a la corte madrileña que enviase a Viena embajadores que no estuviesen casados. En años anteriores, habían tenido problemas de precedencia y acceso con las "embajadoras"
que pretendían (y a veces consiguieron) tener una posición más preeminente que las camareras mayores de las emperatrices, en atención a puesto que representaban. Llegaron a ser tan poderosas en esa corte que el emperador pidió que no llegasen a su corte embajadores casados.
Así pues, las mujeres tuvieron una gran influencia diplomática en la Edad Moderna. El nombramiento oficial no era suyo, pero eso no las hacía menos "embajatrices".
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Este mes de marzo se han cumplido 400 años de la llegada a Madrid del príncipe de Gales Carlos, acompañado por el duque de Buckingham. ¿Queréis conocer la historia del heredero inglés que atravesó Europa de incógnito para tener que volverse a casa compuesto y sin novia?
Para entender cómo llegó el príncipe Carlos a liarse la manta a la cabeza y a iniciar el camino hacia Madrid a principios de 1623 tenemos que empezar nuestra historia casi veinte años antes, en las negociaciones de paz del llamado Tratado de Londres de 1604.
En 1604, el que ya era rey de Escocia acababa de suceder en el trono inglés tras la muerte sin descendientes de la reina Isabel I, con el nombre de Jacobo I. En la Monarquía de España gobernaba desde 1598 el rey Felipe III, hijo y sucesor de Felipe II.
La dinastía Habsburgo poseían muchos tesoros. Pero había dos objetos que consideraban infinitamente más valiosos que el oro, la plata y las piedras preciosas. Dos que fueron considerados tan importantes que son conocidos como las "reliquias inalienables de la Casa de Austria". 🧵
Esos dos tesoros se relacionan con el mundo de la mitología y el misterio, en esa fina línea que en la Edad Moderna distinguía a veces lo pagano de lo sagrado, y el pensamiento mágico del religioso.
Esos dos objetos eran el gran "Ainkhürn", un enorme cuerno de unicornio, y el "Achatschale", un enorme bol de ágata rodeado de misterio y datado en el siglo IV d. C. Conozcamos estos objetos un poquito más.
Este es un hilo que llevaba largo tiempo queriendo escribir. Durante el funeral de Isabel II, de todas las tradiciones funerarias reales de las que hablamos, dejé una para el final. Mi preferida, aunque ya no se practique. La de las efigies funerales. ¿Queréis conocerla?
A partir del siglo XIII, y hasta bien entrada la Edad Moderna, existía entre la Familia Real inglesa, y muchas veces, también de la altísima nobleza del territorio, la costumbre de crear una suerte de muñeco a tamaño real de un difunto, vestido con sus mejores ropas y joyas.
Esta efigie se exhibía junto al ataúd del difunto y también aparecía durante el funeral, acompañándole en las procesiones solemnes, ya fuera encima del ataúd, ya en un carro abierto para que todo el mundo pudiera ver tanto esa última imagen como los lujos que la acompañaban.
En el #fluzodiscursos de hoy, al final del programa, se ha hablado de Braveheart y @RaquelMartos comentaba que no estaba segura de si la táctica de "enseñar culos" alguna vez se usó en batalla. Pues bueno, yo tengo ciertos datos y la verdad es que sí. ¡Hablemos de culetes!
Lo cierto es que la cuestión de distraer al enemigo utilizando los medios que sean necesarios no es algo nuevo. Y la verdad es que es un método que se sigue usando, en campos de batalla muy diferentes.
¿O acaso no recordáis aquel partido de fútbol en el que un aficionado enseñó la cara oculta de la luna a un delantero para que fallara un penalti? Y si no recuerdo mal, le funcionó la estratagema, pues el delantero perdió la concentración ante tan dantesca imagen.
Hablemos hoy de la llamada primogenitura absoluta y el primer caso, el de la princesa Victoria de Suecia, a tenor de las declaraciones del rey Carlos XVI de Suecia. Veremos por qué no lleva ninguna razón y sus (machistas) razones subyacentes.
El estudio de las sucesiones reales a lo largo de la Historia es absolutamente fascinante y, al contrario de lo que se puede pensar, rara vez estaba grabada en piedra (o, al menos, no de una manera que no se pudiera alterar).
Las sucesiones dinásticas reales, en prácticamente todos los territorios, se han ido adaptado a diferentes evoluciones, contextos, y realidades históricas.
¿Qué se lleva un papa a la tumba? Además de ir divinamente vestidos, a los papas también les acompañan en su enterramiento varios objetos, así como tres ataúdes diferentes. Veamos qué cosas han acompañado a Benedicto XVI a su lugar de sueño eterno en las Grutas Vaticanas.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que Benedicto XVI ha sido enterrado en tres ataúdes diferentes, hechos siempre de materiales determinados. El primero, el que hemos visto durante el funeral de esta mañana, está hecho de madera de ciprés.
¿Por qué de ciprés? Existen dos razones simbólicas principales. La primera de ellas es que se considera que es un tipo de ataúd muy simple y sencillo, ejemplificando que el difunto solo es un fallecido más y que todos sus bienes y poder han quedado atrás con su fallecimiento.