Thread by @EAdamovsky

Un día como hoy en 1976 comenzaba la última dictadura militar en Argentina. Contaba con el apoyo del sector financiero y empresarial casi sin fisuras, de sectores políticos, de los EEUU y el FMI, de la Iglesia y de los principales medios de comunicación.

#EfeméridesIncómodas

También recibió el apoyo pasivo de parte de la población, harta del escenario cotidiano de violencia política y crisis económica, que creyó que los militares traerían el ansiado regreso al orden.

El nombre que eligieron para el nuevo régimen –Proceso de Reorganización Nacional– fue indicativo de sus verdaderas intenciones. Aunque irrumpieron con la excusa de la lucha contra la guerrilla (que ya estaba desarticulada), buscaban un profundo cambio en el modelo de país.

La estrategia del Proceso fue doble. Por un lado, desataron una represión sin precedentes: un plan sistemático de secuestro, tortura y “desaparición” de miles de personas. Toda la operación se llevó a cabo en las sombras, ocultándola al público.

Para ello se establecieron centros clandestinos de detención en todo el país. Cientos de niños secuestrados junto a sus padres o nacidos en cautiverio fueron apropiados por sus captores, entregados a allegados o abandonados en instituciones, privados de su identidad.

Las víctimas se repartieron principalmente en las regiones en las que las luchas sociales fueron más intensas. Un 17,9% eran empleados y un 30,2% eran obreros; la enorme mayoría, jóvenes entre 16 y 30 años.

30% fueron mujeres, parte de las cuales además padecieron violaciones durante el cautiverio, un modo de afirmar el poder militar por vía de la restauración brutal de la autoridad masculina. Los prisioneros que eran judíos u homosexuales recibieron tratos particularmente sádicos.

Entre las víctimas hubo delegados sindicales de base (en 1976 el foro empresario IDEA recomendó delatarlos y existen fuertes indicios de que algunas empresas, como Mercedes Benz o Ingenio Ledesma, colaboraron con las autoridades entregando “listas negras”).

También fueron víctimas militantes políticos (armados o no), representantes estudiantiles y docentes, monjas y sacerdotes comprometidos con los más humildes, abogados de presos políticos, periodistas y académicos independientes, artistas contestatarios.

El objetivo del plan represivo fue acabar con los mejores referentes sociales y paralizar al resto de la población mediante el terror, de modo de quebrar cualquier resistencia y “despolitizar” la vida nacional.

Mientras los militares despejaban así el camino, economistas fuertemente ligados a los intereses de los sectores exportadores y financieros tomaron las riendas de la economía para replicar las medidas neoliberales que los "Chicago Boys" de Pinochet venían ensayando en Chile

El principal Ministro de Economía fue "Joe" Martínez de Hoz, antes presidente del Consejo Empresario Argentino, con quien los golpistas venían trabajando en secreto desde 1975. Encarnaba la continuidad de la vinculación entre la clase dominante argentina y la violencia de Estado

Pertenecía a la familia del estanciero del mismo nombre que fundó la Sociedad Rural en 1866 y recibió luego una enorme porción de la tierra incorporada tras la Campaña del Desierto. Los elencos que lo acompañaron y sucedieron tuvieron la impronta del llamado "establishment"

un grupo de economistas liberales vinculados a empresas y a los EEEUU que se repetía en la función pública. Ricardo Zinn, uno de sus asesores, ocupó cargos con Frondizi, Levingston y Lanusse y había diseñado el “Rodrigazo” (más adelante sería asesor de Menem y mentor de Macri)

Adolfo Diz, doctorado en economía en Chicago bajo la guía de Milton Friedman –uno de los mayores referentes mundiales del neoliberalismo– fue designado al frente del Banco Central; antes había sido Director Ejecutivo del FMI y funcionario de Onganía.

Domingo Cavallo también estuvo al frente del Banco Central con los militares. Luego sería Ministro de Economía de Menem y de De la Rúa, siempre con la misma orientación neoliberal.

De hecho, el discurso con el que llegaron esta vez los golpistas no era autoritario, sino más bien liberal: lo que venían a hacer, en palabras de Videla, era acabar con “el populismo” y la corrupción y crear así las condiciones para “una auténtica democracia republicana”