Perder a un ser querido es una experiencia traumática. A veces podemos creer que estamos preparados para ello, sobre todo si esa persona ha pasado una larga enfermedad o ya es muy mayor.
Pero dicen que para lo que nunca se está preparado es para perder a un hijo.
Yo, que tengo una peque de dos años y poco, no puedo imaginarlo siquiera. Me provoca terror pensarlo y evito, de forma supersticiosa, hacerlo.
Preparar este hilo ha sido complicado.
Si habéis vivido esa experiencia, lo siento mucho. De veras.
No pasa nada si dejais de leer.
Como he dicho, los artistas usan a veces la creación para superar el dolor de una perdida.
Cantarle a la persona que se ha ido, como una forma de despedirla y cerrar heridas.
Eric Clapton, por ejemplo, dedicó a su hijo la preciosa Tears in Heaven.
El 14 de julio de 2015, Arthur Cave, hijo del cantante Nick Cave falleció al caer por un acantilado tras haber consumido LSD, agonizando varias horas.
Sólo tenía quince años.
Sumido en el dolor, el australiano solo supo abrir su corazón para mostrarnoslo.
Y de qué manera.
Nick Cave nació en 1957 en una pequeña ciudad de Australia.
Su padre, profesor, y su madre, bibliotecaria, le transmitieron no solo el gusto por la literatura sino también por la música al llevarlo a la iglesia donde empezó a cantar en coros.
Salmos y letanías.
Oraciones.
Formaría sus primeras bandas a inicios de los 70 con influencias de Bowie o Lou Reed.
A finales de la década, con el grupo The Boys Next door se lanza a explorar el punk.
Rabia y desesperación expresadas a través de la música.
En tres años se hicieron un hueco en la escena.
Cada vez más conocidos y respetados, la banda se transformaría en The Birthday Party.
El concepto era crear arte musical y visual a través de la provocación y ruido, con directos que no dejaban indiferente.
Con este grupo, Nick abandona Australia y vivirá en Berlín y Londres.
La banda terminó en 1983, en gran parte por la vida de excesos y drogas que llevaban: los primeros coqueteos de Nick con la heroína ya fueron en la adolescencia.
Junto con Mick Harvey, que le acompañaba desde The Boys next door, Nick Cave funda The Bad Seeds.
Es 1984.
Nick reunió a músicos de todo el mundo, incluyendo a su pareja Anita Lane, para crear un conjunto que, desde su primer disco "From here to eternity' fue atemperando la influencia punk, volviendose más lirico y onírico.
Más teatral y literario, también.
Discos como The Firstborn Is Dead o Kicking Against the Pricks todavía tenían la garra y ruido de los primeros años pero poco a poco Nick, al ritmo que cambiaban los músicos de sus 'malas semillas', iba cambiando su forma de hacer música.
Y las influencias de su niñez afloraron.
A lo largo de los años el poso literario y el gusto por los salmos heredado de sus padres cobró cada vez mayor espacio en su estilo mientras que sus atormentadas relaciones personales lo hacía en sus letras.
El disco que marca el cambio es The Good Son.
The good son inauguró un camino que alcanzaría su culmen en Murder Ballads, donde destacarian sendos duetos con Kylie Minogue y PJ Harvey (ambas fueron pareja de Nick) y Boatman's Call, un discazo donde desnuda los motivos de su ruptura con esta última.
(O de porque PJ le dejó.)
Porque lo cierto es que este camino de cada vez mayor reconocimiento iba de la mano de una autodestrucción cada vez mayor.
Nick intentó desengancharse varias veces de las drogas: mientras su fama crecía más, él se hundía a la par.
De eso habla Boatman's.
Después de aquel disco, que tuvo un efecto terapéutico para él, Nick consigue limpiarse y empieza una relación con Susie Bick, fruto de la cual tienen gemelos: Arthur y Ear Cave, su tercer y cuarto hijo.
Los dos primeros, de otras relaciones anteriores, fueron Luke y Jethro.
Parecía que Nick al fin había conseguido la calma necesaria para disfrutar del merecido éxito. Y así fue.
Durante un tiempo, así fue.
En los siguientes años editaría discos tan tremendos como No More Shall we part (2001), con el que le conocí.
También mantendría un proyecto en paralelo a los Badseeds, Grinderman, donde recuperaba algo de la rabia de los primeros años.
Y sobre todo, se potenciaría el binomio compositivo que mantiene desde hace años con el genial músico y multi-instrumentista Warren Ellis.
En el año 2015 Ellis y Cave llevaban tiempo trabajando en lo que iba a ser el disco nuevo de la banda, cuando llegó la noticia sobre la muerte de Arthur.
Una muerte absurda, triste, y agónica.
Nick estaba destrozado.
Los demás no sabía que pasaría con el disco.
Entonces el cantante hizo lo que solo un gran artista puede hacer con sentimientos tan duros y difíciles.
Cogerlos entre las manos temblorosas y ofrecérselos al mundo.
Transformarlos en una elegía, en una súplica rota, en un canto de dolor y despedida.
Crear arte.
El disco en el que estaban trabajando, el árbol de los esqueletos, sería la catarsis de su dolor.
Canciones como Jesus Alone o sobre todo la desgarradora I need you nos ofrecen un atisbo al abismo de un alma rota.
Pero la cosa no quedaría ahí.
Durante el proceso de grabación del disco grabaron un documental con el director Andrew Dominic donde Nick Cave desmenuza su proceso de duelo ante la cámara.
Es duro y es hermoso.
Pero aún así no era suficiente. Faltaba algo más.
Tras mostrarnos su duelo, tras desnudar su dolor, quedaba una tercera cosa por hacer.
Despedirse.
Eso es Ghosteen.
Una de las despedidas más tristes y hermosas que un músico ha firmado.
Ghosteen, dividido en dos mitades, tan diferentes y tan iguales, son las palabras de un padre roto al niño que fue y las del fantasma adolescente a su padre.
La instrumentación, sutil, densa, mínima por momentos, acompaña letras que son como cuchillos.
El dolor de un ateo que no cree que haya otra vida para reunirse y aún así, viste su desesperación con el ropaje de los himnos religiosos.
"Somos luciérnagas que un niño atrapó en un tarro, (...), Yo estoy aquí y tú.. donde estés", canta en Fireflies.
O el lento crescendo del poema musicalizado que le da título, donde, como una letanía, Cave repite hasta la exaltación:
"A ghosteen dances in my hand
Slowly twirling, twirling, all around
Glowing circle in my hand
Dancing, dancing, dancing, all around"
Ghosteen es un disco triste, no puede negarse. Duro y difícil.
Pero también tiene luz: aquella que nace de la desesperación, pero que a la vez, sana y cura.
Es un disco que habla de la muerte, pero solo a través de ella podemos llegar, quizá, a otra vida.
Aunque sea artística.
Recientemente, Nick Cave ha pasado por una nueva desgracia, al morir su segundo hijo, Jethro, en circunstancias polémicas.
No estaban tan unidos, al parecer, pero aún así ha tenido que ser duro volver a revivir lo sucedido.
Como dije al principio, no puedo ponerme en la piel de quién haya pasado por algo parecido.
Solo obras así, de un artista tan complejo y humano como Cave, consiguen mostrarnos el interior del alma de quién la ha escrito.
Y quizás eso sea el arte.
Espero que os haya gustado este hilo sobre un artista al que admiro por su valentía y compromiso con su concepto de la música.
Si ha sido así podéis darle al corazoncito y retuitearlo.
Dr. Feelgood fue una banda mítica que precedió al punk y donde militó un tiempo el reciente fallecido Wilko Johnson.
En la actual formación Kevin Morris y Phil Mitchell, junto con Robert Kane, de los Animals, y el retornado Gordon Russell, vienen dispuestos a dar un bolazo.
Si os queréis poner al día, podéis veros este excelente documental sobre la historia de la banda que merece mucho la pena.
De teloneros vienen unos sevillanos, Los Fusibles, que prometen van a calentar el ambiente seguro.
Anoche viví una experiencia tan intensa que fui incapaz de ponerle palabras. Esta mañana, ya desayunado y habiendo mascado lo vivido, voy a intentar decir algo.
Aunque lo podría resumir en una frase: lo de ayer fue uno de los mejores conciertos que he visto en mi vida.
Antes de nada: sí, estaba muy arriba. Fui a comprar las entradas tarde y lo mejor que quedaba era butaca de tercer piso.
Ojalá hubiera estado abajo. Sin embargo, deciros que el sonido fue una pasada, incluso ahí arriba: es lo que tiene ir a un teatro como el @TeatroCervantes.
Steve Vai demostró lo que es en un show de dos horas: un genio. Un virtuoso.
Confieso que iba con cierta reticencia porque, pese a saber qué iba a ser un prodigio de técnica, pensaba que podía cansarme de tal profusión de notas.