Hoy se celebraban las fordicidia, unas festividades en las que se pedía la fertilidad de los campos a la diosa Tellus, la Tierra, y a Ceres, diosa de la agricultura y el grano.
En las fordicidia se sacrificaban treinta vacas preñadas, una por cada curia, en el Palatino. Se extraía entonces el feto y se quemaba en una hoguera.
En las fordicidia se sacrificaban treinta vacas preñadas, una por cada curia, en el Palatino. Se extraía entonces el feto y se quemaba en una hoguera.
La Virgen Vestal de más edad era la encargada de quemar los fetos en la hoguera sagrada dedicada a la diosa Tellus, la Tierra.
La ceniza que quedaba tras la hoguera, se llamaba suffimen y se utilizaba para purificar al pueblo de Roma durante la fiesta de parilia, la fiesta de la fundación de Roma -21 de abril-.
El suffimen se componía de cenizas del feto de las fordicidia, sangre de la fiesta del Caballo de Octubre y tallos de habas calcinados.
El rey Numa recibió en sueños una petición de los dioses: debía sacrificar dos vacas matando solo una res. La solución fue sacrificar una vaca preñada.
La leyenda de fordicidia cuenta que el rey Numa Pompilio pidió a los dioses que acabara una época de infertilidad de los campos. Su ofrenda surtió efecto. Desde entonces los romanos continuaron con la tradición año tras año.
#TuitEnLatín Fordicidia: Deae Telluri in Capitolio et in omnibus curiis, quorum numerus triginta erat, singula bos gravida immolabatur. Bos immolata, Forda vocabatur. Postea vituli nondum nati extrahebantur et comburebantur.
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Hoy en el año 69 tuvo lugar la batalla de Bedriacum (Cremona) en la que se enfrentaron las legiones de Otón, emperador legítimo, contra las de Vitelio.
La diosa Fortuna se decantó por Vitelio en la batalla de Bedriacum. Dos días después, Otón se suicidó clavándose una daga en el corazón.
Antes de suicidarse, Otón dijo «Es mejor morir uno por todos que todos por uno». Después, muchos de sus soldados se suicidaron para seguir a su líder.
El problema más grave de este cartel no es la actriz que interpreta a Cleopatra, es que lo hagan pasar por documental cuando es ficción.
Como ocurre entre los ensayos y las novelas, no es lo mismo un documental (en el que se presume rigor) que una serie (obra de ficción).
Aunque no es la primera vez que ocurre algo así. El concepto de documental en los últimos años ha sido arrastrado por el barro hasta despojarlo, con honrosas excepciones, de todo su sentido riguroso y divulgativo para quedar solo como entretenimiento ficcionado disfrazado.
Hay muchos a los que ya se les ve venir. Uno de los más recientes fiascos fue este otro. “El sangriento Imperio romano”.
Al final le quitaron lo de sangriento (ojalá fuera porque se dieron cuenta de que se habían pasado de la raya, pero algo me dice que ese no fue el motivo)
Hoy en el año 13, un año y cuatro meses antes de morir, Augusto entregó su testamento a la custodia de las vírgenes Vestales, que lo guardaron en el interior del templo de Vesta, donde ningún hombre podía entrar.
¿Quieres conocer su contenido?
El testamento de Augusto, redactado en parte de su puño y letra, contenía tres rollos que fueron leídos ante el Senado tras su muerte.
La primera parte del testamento contenía su legado. Repartió entre sus familiares unos 150 millones de sestercios.
Augusto legó a Tiberio, su heredero principal, la mitad más un sexto de todo su patrimonio. A Livia, su esposa, una tercera parte. También legó al Pueblo romano cuarenta millones de sestercios y repartió el resto de su herencia en pequeñas cantidades entre diversos amigos.
Abril era un mes muy especial para la familia (Gens) Julia, a la que pertenecían Julio César y Augusto, por su relación mítica con Venus, la madre del mítico Eneas, de quien derivaba la estirpe.
La Gens Julia descendía directamente de Venus a través de Eneas y su hijo Iulo Ascanio, pasando después por su descendiente Rea Silvia, madre de los gemelos Rómulo y Remo.
El linaje de la Gens Julia que se remontaba hasta Rómulo, Eneas y la propia Venus era una forma de afianzar su poder a través de su pasado.
César recordaba desde hacía días, sin querer prestar mucha atención, los augurios de aquel arúspice agorero. Los pensamientos se iban acumulando en su mente y comenzaban a pasarle factura mental y físicamente.
Cayo Casio Longino sabía que con Bruto de su parte, no habría nada que temer y así se lo comunicaba a los demás para infundir en ellos el valor que tanto necesitaban.
Era una señal de los dioses. Como su célebre antepasado, Bruto estaba destinado a derrocar al rey de Roma.