Aunque en su obra literaria hay sin duda títulos muy importantes, me atrevería a decir que la gran herencia que nos ha dejado Dragó —a través de YouTube— es su obra audiovisual. En el siguiente video-hilo repaso algunos de sus programas televisivos más fascinantes e iluminadores.
Hipnótica partida de ping pong dialéctico entre Dragó —que representa la fe— y el diplomático Puente Ojea —que defiende el ateísmo—, mientras Jesús Quintero ejerce de árbitro. A día de hoy, los tres habrán descubierto ya lo que hay más allá de la muerte.
En 1989, Dragó dedicó todo un episodio de su programa 'La Noche' a las apariciones marianas, en el que cabe destacar la presencia de la marióloga y socialité Pitita Ridruejo, del editor y escritor Isidro J. Palacios o del matemático Jesús Fortea.
Alucinógena entrevista coral al químico-místico Albert Hofmann —entre otras cosas, descubridor del LSD—, orquestada por Dragó e interpretada por psiconautas del calibre de Antonio Escohotado, Luis Racionero, Fernando Savater, Mario Satz y André Malby.
Dragó ejerció de editor en el Especial Clausura de 'La Tabla Redonda', programa de Francisco de Oleza en el que intervinieron tres frailes y tres monjas de clausura que, por una vez, salieron de sus respectivos monasterios para confesarse ante las cámaras
Otro programa de 'La tabla redonda' editado por Dragó... y dedicado al Zen. Fernando no interviene, pero sí lo hacen personajes tan relevantes como el maestro zen español Dokusho Villalba, el músico John Cage o la teóloga y maestra zen Ana María Schlüter.
Este programa sobre 'El Kaliyuga' iba a ser un programa de Dragó más, pero se transmutó en una leyenda catódica gracias a la inolvidable 'performance' de un Fernando Arrabal en avanzado estado de gracia y embriaguez. La noche de los milenaristas vivientes.
Un Dragó en plena madurez espiritual, y ataviado con una insólita —para él— cazadora de cuero, dedicó un programa a las 'Experiencias Cercanas a la Muerte', presentando tres casos clínicos reales e invitando al filósofo Salvador Pániker o al yogui Suami.
Dragó consagró dos programas —enlazo el primero, busquen el segundo— a entrevistar al sacerdote, teólogo, filósofo, hinduista y escritor Raimon Panikkar: un tótem del diálogo interreligioso e intercultural cuyos gestos y palabras destilan luz y sabiduría.
'Oriente y Occidente' —y su choque espiritual— fue el tema de uno de los más guenonianos programas de 'La Tabla Redonda'. Dirige Oleza, asesora Dragó e intervienen Bede Griffiths, Francisco Lopez-Seivane, Raimon Panikkar, Sibila Pironti y el propio Dragó.
'El sol de medianoche' fue un efímero espacio presentado por Sibila Pironti, enigmática y esotérica esposa de Oleza. En su mejor episodio, abordaba 'El Viaje Iniciático' acompañada por Dragó y parte de su círculo, incluidos Escohotado, Palacios y Malby.
Bajo el título de 'El camino del guerrero', Oleza dedicó un programa a las artes marciales, donde amén de los omnipresentes Dragó y Palacios, intervinieron, entre otros, el orientalista Carmelo Ríos o Jose Fraguas, director de la revista 'Cinturón Negro'.
'¿Tristes trópicos?', tituló con cierta sorna Dragó su enésima entrevista a su amigo Escohotado. La incluyo porque sirve de prólogo a '60 semanas en el trópico', quizá el libro de don Antonio que más disfruté, aún sin comulgar ni con la mitad de sus tesis.
2003: Dragó era la única persona que se atrevía a dedicarle no uno, sino varios programas a José Antonio Primo de Rivera, cuya sola mención era —es— tabú. Este es mi favorito: explora luces y sombras y cuenta con la presencia de Fernando Márquez 'El Zurdo'
Dragó no sólo se ocupaba de la 'cultura oficial': se metía en todos los charcos, incluso en el fango underground —yo mismo fui invitado a programas suyos cuando hacía fanzines—. Este sobre la virulenta revista de crítica 'La fiera literaria' es la prueba:
Por último, otra muestra de la versatilidad de Dragó como entrevistador y divulgador cultural: el famoso programa donde el genial y demencial poeta Leopoldo María Panero —que presentaba el libro 'Mi cerebro es una rosa'— pide permiso para «ir a mear».
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Descubro, gracias a un artículo del sacerdote dominico José Antonio Martínez Puche, la existencia de 'Nueve modos de orar de Santo Domingo', opúsculo anónimo que revela una técnica de oración que, como la oriental, implica cuerpo y alma. Una técnica que bien merece un hilo.
No me detendré en hacer semblanza alguna de Domingo de Guzmán (1170-1221), puesto que no necesita presentación: un santo especialmente relevante que fundó la Orden de Predicadores, que no hablaba más que de Dios o con Dios y que, entre otros milagros, resucitó a tres muertos.
Es, eso sí, imposible trazar una semblanza del autor del opúsculo, pues se desconoce su identidad, o situarlo en el tiempo y el espacio, aunque existen estudiosos que remontan su composición a los últimos años del siglo XII, posiblemente en Bolonia.
LAS 7 REGLAS DE VIDA DE PARACELSO (1493 - 1541), alquimista, médico y astrólogo, pionero en el uso de fármacos y en tener presente la conexión del Orden Cósmico con el cuerpo humano, consideraba el amor como el más alto grado de la medicina. [Breve hilo formado por 7 preceptos]
1. CUIDA TU SALUD. Para Paracelso, esto implica respirar aire puro, al aire libre, llenando bien el vientre y espirando —lo que viene a ser la respiración de 'zazen'—, beber dos litros diarios a pequeños sorbos, comer frutas, masticar bien, evitar toxinas y bañarse a diario.
2. CUIDA TU ESTADO DE ÁNIMO. Según Paracelso, uno debe desterrar absolutamente de su estado anímico —por más motivos que existan— toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza. Evitar, además, el trato con personas maldicientes, vanidosas o ruines.
Entre René Guénon y el cristianismo hay una relación que puede parecer paradójica: él no se inició en esta tradición, pero sí la estudió en profundidad; es más, llegó incluso a considerar que «todo lo que puede haber de valioso en el mundo moderno le ha llegado del cristianismo».
Son también múltiples y dispares las reacciones de cristianos ante Guénon: unos lo condenan por masón, orientalista o musulmán, pero otros lo leen con interés. Además está su notable influencia sobre autores como Simone Weil, Aldous Huxley, Aleksandr Duguin o Michel Houellebecq.
Pocos distinguen la dualidad de Guénon: por un lado fue un estudioso de la Tradición Unánime —y por consiguiente de todas las religiones— y por otro lado tuvo su propia búsqueda, su propio camino espiritual, que por avatares del destino lo llevó fuera de la tradición católica.
«Desaparecidas las ciencias tradicionales de la Edad Media, no iban a existir más que la ciencia y la filosofía profanas, es decir, la limitación del conocimiento a su nivel más bajo, el estudio analítico y empírico de hechos que no se relacionan con ningún principio».
R. Guénon
«La dispersión en una multitud indefinida de detalles insignificantes, la acumulación de hipótesis sin fundamento, que se destruyen incesantemente unas a otras, y de visiones fragmentarias que no pueden conducir a nada...»
René Guénon
«El filósofo modeno desea ser original a cualquier precio, aunque la verdad deba ser sacrificada a la originalidad; más vale, para la fama de un filósofo, inventar un error nuevo que repetir una verdad que haya sido ya expresada por otros».
René Guénon
Cuando se producen crímenes que se habrían evitado gracias a la pena de muerte, siempre me acuerdo de la sabia postura de Santo Tomás al respecto:
«Si un hombre es peligroso para la sociedad, laudable y saludablemente se le quita la vida para la conservación del bien común».
La pena capital, eso sí, no podría ser ejecutada por miembros de la Iglesia, sino como forma de defensa propia del propio cuerpo social. Asimismo, Santo Tomás defendía la autodefensa personal, es decir, que el católico matara para salvar la propia vida.
La Iglesia siempre ha tenido una postura ambigua pero cada vez más reacia a la pena de muerte, hasta que Bergoglio, siempre ansioso por agradar al 'mundo', le dio carpetazo definitivo con palabras melifluas, en las antípodas de las sangrientas metáforas de Santo Tomás.
Una jueza cosmopaleta ha desempolvado la frase «Galicia profunda» y a mí no me parece ofensiva sino todo lo contrario, pues me aburre la feísta Galicia urbanita y añoro la Galicia de antaño —oscura, mágica, medieval— que ya casi sólo pervive en las fotos de Ruth Matilda Anderson.
En la foto anterior, una mujer y sus cerdos en la feria de Betanzos, en 1926.
En esta foto, unos niños descalzos en Muros, A Coruña, el municipio de la polémica sentencia donde, en la actualidad —un siglo después— hay muchos menos niños pero, eso sí, perfectamente calzados.
También en Muros, en 1920, la genial Ruth Matilda Anderson inmortalizó a estas dos ancianas de luto cuando regresaban de la iglesia, cada una con su rosario entre las manos. La Galicia profunda, santa, católica, de credos incombustibles y milagros cotidianos.