Thread by @larotesmeyer

Allá por el año 79 andaba yo en 2º de EGB, y mi tutor de clase, que tenía una imaginación desbordante, decidió inventar un personaje "El bandido 6 dedos".
Cada día unos minutos antes de tocar el timbre, nos contaba un trocito de sus aventuras, y como tenía muy claro cuando iba

a tocar el timbre, dejaba la historia en lo más emocionante.
- "¡Pero Don Teodosio!" (sí, se llamaba así) "¿y ahora qué pasa?".
Y él, muy tranquilo decía:
- "No pasa nada, mañana si tenéis las tareas listas, nos queda un ratito para seguir".
Y así, día tras día.

Nos enganchaba con su narrativa, como esa Sherezade al Sultán en Las Mil y una Noches.
Y todos llevábamos las tareas, porque queríamos saber que aventura nueva le pasaría a Seis Dedos.
Casi 10 años después, ya estaba una servidora en 2º de BUP, y aquel año, en la lista de libros

de texto, no había libro de francés.
Decía mi madre que me lo pedirían el primer día, pero lo que ocurrió aquel primer día, es que entró en la clase María Jesús, un terremoto de mujer, con un calendario, un mapa y un santoral de Francia.
- "Ale, os vais poniendo por grupos que

vais a hacer un trabajo, un trabajo que va a durar todo el curso, porque a partir de ahora, dejáis de ser vosotros para ser otra persona, quiero que os busquéis un nombre francés, una identidad, que inventéis un pueblo y lo localicéis en el mapa de Francia, lo presentáis a

los compañeros, y el que más votado sea, ahí vais a vivir, y desde ese momento, ya no sois ni Pepe, ni Ana, ni Inma, ni Juan. Sois ese personaje que vais a hacer vuestro y con él vamos a trabajar".
Y así fue como me convertí en Larissa Levy, diseñadora de modas (cursi que es una)

y el que hoy es mi medio naranjo que estaba en mi clase, en Dimitri Popov, emigrante ruso en aquel pueblo (original, que era él).
Pasamos todo el año viviendo a través de ese personaje, sin dejar de hablar francés con todo lo que suponía expresarte de forma oral.

Y así pasamos todo el curso, con boda al final (teníamos hasta un cura), y con la experiencia más intensa que hemos vivido con ese idioma.
Lo que aprendimos, no lo olvidamos.
Esa mujer fue pionera.
Hablamos del año 87-88, y ella, jefa de estudios además,

se pasó por el arco del triunfo las críticas hacia "eso" que hacía en clase que no era dar francés.
Siempre han existido profesores que por encima de lo que digan los demás, se han lanzado a cambiar la escuela, y lo han conseguido.

Hablábamos el otro día en la mesa de #gamificación de la #EduJornada, que en mi etapa, el juego es algo que todo el mundo tiene asumido y normalizado.
En el temario de oposición del año 94 ya había un tema dedicado al juego, como herramienta de aprendizaje.

Y todos están de acuerdo en que los alumnos de infantil, aprenden jugando.
Pero esos mismos niños y niñas que el 23 de junio están conmigo aún en infantil de 5 años, dos meses y medio después, ya no pueden jugar, porque de repente, "son mayores".

Esos dos profesores que usaron la narrativa o el juego en mi propia infancia, lo hicieron cuando aún estaba vigente la LGE, más conocida como la ley Villar Palasi, porque ya eran conscientes de que la narrativa adaptada a los intereses de los alumnos, o la implicación al adoptar

rol e interpretar un personaje, conseguía mejores resultados o bien en un propósito (terminar tareas), o en objetivos de una asignatura.
Estudié a lo largo de la carrera las teorías sobre el juego de Freire, Montessori, Piaget, Steiner, Freinet o Vygotsky, que han inspirado

muchas de las líneas pedagógicas y metológicas que hoy llevamos en clase.
Pero no dejamos de verlos como una inspiración para infantil, que no se puede llevar a otro nivel.
Y el problema es que el juego en el aula, está malentendido por muchos y malinterpretado por otros.

Gamificar, o introducir la narrativa, no es fácil, lleva mucho trabajo detrás, un trabajo coherente, bien planteado, y acorde con las necesidades del alumnado.
No es simplemente hacer que todo gire en torno a un tema y a saco con él.
Requiere de una estructuración,

de una reflexión y de unos objetivos concretos.
Puede ser como decía nuestra querida @ProfaDeQuimica, algo que se haga un día a la semana, o durante una UDI, o a lo largo de todo el curso con la planificación que ello precisa.

Pero puede empezar por esa narrativa que cambiando simplemente textos, atraiga a los niños y niñas.
Puso Leticia un ejemplo, que me pareció muy sencillo y clarificador, no es lo mismo leer ese problema de "un tren sale de Madrid y otro de Barcelona...",

que poner por ejemplo "El Batmóvil sale de Gotham y el Jocker desde...", el planteamiento es el mismo, la resolución de un problema, pero la narrativa le da otra perspectiva totalmente diferente, acorde con los intereses del alumnado.

Mi hijo mayor trabaja con Classcraft en inglés, y os aseguro que es una de sus asignaturas favoritas, a él que es un niño de AACC, le supone una motivación extra al currículum habitual, que en su perfil de talento complejo, a veces le resulta aburrido.

Pero es que además, a los alumnos que tienen más dificultades de aprendizaje en ese idioma, también les resulta igual de motivador, "un extra" para generar atención y captar su interés por la materia mediante la dinámica del juego.
Todos se benefician.

Los compañeros de la mesa de gamificación aportaron mucho, pero mucho, sobre lo que supone introducir el juego en el aula, pero de forma coherente, ordenada y funcional.
Yo soy especialista de infantil, os puedo ayudar en ese nivel, pero es que aquí hay compañeros fantásticos,

con proyectos impresionantes, que siempre están dispuestos a ayudar.
Solo hay que seguir sus perfiles y aprender: @Profe_RamonRG, @elnidodepippi, @fernando_marti7, @AlbertoPTFP, @dondavidruiz, @NimoLearn, @Elfonsdelmar y los chicos de @sandboxeduca pueden daros más información

que yo, porque en una sola sesión, aprendí mucho de todos ellos, y de todos los demás miembros de la mesa.
Tenemos que que dejar de ver el juego como algo destructivo, cuando es una de las mayores construcciones para el cerebro.

Yo no soy nueva en la escuela, hace 28 años que estoy al frente de un aula.
No soy la misma que aquel 15 de septiembre de 1995, cuando me puse por primera vez al mando de un aula, menuda responsabilidad.
La sociedad cambia, el mundo cambia, nosotros cambiamos,

nuestros alumnos cambian y la escuela debe cambiar.
María Jesús, mi profesora de francés, lo tuvo claro, siempre han existido personas inspiradoras, que han creído en lo que hacen.
Yo no la he olvidado, a otros sí.
Vuestros alumnos/as tampoco lo harán.