Lo que sucedió en Grecia hace diez años debería servir de lección. En un determinado momento el gobierno griego no fue quién de afrontar por sí mismo ni su gasto en pensiones ni el mantenimiento de los servicios públicos mínimos. (1/6)
Los ciudadanos protestaron e incluso quemaron la plaza Sintagma de Atenas. Votaron en referéndum no cumplir las condiciones que la Troika les imponía. No valió de nada, pues los gritos per se no sólo no mejoran los ratings de crédito, más bien los empeoran. (2/6)
Por lo tanto, nadie quiere prestar, y el gobierno de izquierda radical de Syriza, tras echar a Varoufakis, tuvo que claudicar y aceptar los recortes brutales que les indicaron. (3/6)
Y además privatizar puertos y playas, para que digan luego que la izquierda no sabe aplicar el neoliberalismo si hace falta, y a conciencia, desde luego, bastante mejor que los gobiernos de derecha y la socialdemocracia que les precedieron. (4/6)
Los portugueses también se manifestaron masivamente con el popular lema «Que le jodan a la Troika» y creo que de poco les valieron sus movilizaciones. Los franceses mucho me temo que podrán protestar mucho, pero sólo por esto no van conseguir que su sistema sea sostenible. (5/6)
En el mejor de los casos sólo podrán retrasar las medidas, para que la reforma dentro de unos años tenga que ser aún más severa. El poder, sea político o social, no puede derrotar a la ley económica. (6/6) #PaleoLET
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Las protestas pudiesen tener alguna utilidad en algunos casos, como es el de revertir alguna injusticia, reclamar algún derecho o incluso echar abajo un gobierno tiránico, (1/5)
pero tienen poca utilidad cuando se trata de medidas económicas que impliquen incrementos de recursos del alcance de la reforma de las pensiones. Se podría revertir la medida concreta pero no soluciona el problema económico de las pensiones. (2/5)
Lo único que podría conseguirse es que sean otros y no los pensionistas los afectados, salvo que la protesta, por algún acto de magia, lograse incrementar la producción de bienes y servicios del país y, sobre esa nueva base fiscal, recaudar más. (3/5)
Históricamente hubo muchas fórmulas de atender a las necesidades de los pobres. La familia es la primera, la familia tradicional. Se entiende no solamente la familia nuclear actual, sino la familia extensa. Era una red de ayuda mutua. (1/5)
Después la comunidad local o la comunidad parroquial, que también tenía sus formas de asistencia a vecinos. Después están las religiones organizadas. Toda religión organizada tiene algún tipo de forma de asistencia social. (2/5)
Después la función del sindicato tradicional, una forma de mutualizar y ayudarse mutuamente los trabajadores (construían viviendas, tenían economatos, creaban pequeños seguros de salud, seguros en caso de desempleo, tenían incluso algún tipo de fondo para las viudas…). (3/5)
Cuando Diocleciano o Robespierre promulgaron, tiempo después de la devaluación de sus monedas, uno con adulteración con metal malo y otro con emisión de billetes de papel (que es lo que causa ayer y hoy la subida de los precios), decretos de control de precios, (1/5)
se les aplicó a todos los comerciantes, pues el concepto de la gran distribución aún no existía. Los controles de precios se aplicaban a minoristas y acaparadores, que eran de unas dimensiones muy reducidas, (2/5)
no siendo ni mucho menos las multinacionales que son hoy, ni siquiera cadenas de ámbito mediano. Los controles de precios del pasado acabaron, como todos, con desabastecimiento de las tiendas, bajadas de la calidad de los bienes (3/5)
El hecho es que los bancos de Silicon Valley y Credit Suisse, por buena o mala fortuna, fueron rápidamente rescatados por los organismos correspondientes de sus estados, (1/13)
dando igual, a estos efectos, si el rescate fue por medios directos, esto es, a través líneas de crédito de sus bancos centrales, nacionalización total o parcial, con bancos malos financiados públicamente que compren sus activos tóxicos, (2/13)
o fueron salvados de forma indirecta a través de compras o inyecciones de capital por otros bancos "privados" a requerimiento de sus gobiernos. (3/13)
Cualquiera que estudie las transiciones energéticas se dará cuenta primero de que éstas nunca fueron planificadas, sino que la nueva forma de energía se implanta paulatinamente porque tiene alguna característica que la hace mejor que la anterior. (1/14)
También se le hará evidente que ambas tecnologías siguen conviviendo y complementándose durante mucho tiempo; es más, es raro que la vieja llegue a desaparecer del todo. Simplemente, la industria y la logística van adaptándose a mayor o menor velocidad. (2/14)
Así aconteció con el carbón y el petróleo, por ejemplo. La movilidad y la industria fueron adoptando el nuevo combustible, que a su vez también evolucionó en varios derivados y encontrando nuevos usos para sus residuos en forma de plásticos o fertilizantes. (3/14)
La Unión Europea va lentamente adquiriendo los rasgos de un estado convencional. Como tal está adquiriendo las herramientas y forma de funcionar aprendidas de sus predecesores y no es de extrañar que pretenda hacer sus primeros ensayos de planificación económica, (1/7)
en este caso a nivel europeo, quebrando de paso uno de los elementos que dieron lugar al éxito económico europeo, que no es otra cosa que la competencia entre estados para innovar y ofrecer soluciones variadas a los distintos problemas, en este caso los energéticos. (2/7)
Un sistema de planificación en estos ámbitos impediría, o en cualquier caso dificultaría mucho, que una solución o alguna propuesta disruptiva encontrase encaje en el marco de las políticas energéticas. (3/7)