En los últimos años han aparecido en los medios, en revistas y webs, muchas fotografías de esculturas de escala arquitectónica que han hecho las delicias de quienes nos gusta el caramelo visual.
Se levantan en el territorio de la antigua Yugoslavia, normalmente en parajes más o menos apartados de las ciudades.
Y sí, molan un huevo.
Y molan un huevo porque no parecen referenciarse a nada. No beben del realismo socialista que se impuso en el bloque soviético durante la Guerra Fría pero, por mucho que a veces las encuadren dentro del brutalismo, tampoco se parecen a los edificios brutalistas de Occidente.
Son unos artefactos únicos.
Porque, aunque desde Occidente solemos pensar que todo el bloque soviético era algo uniforme, lo cierto es que había muchas diferencias entre los países que lo conformaban. Probablemente el más *diferente* era la antigua Yugoslavia.
En la época de Tito, la arquitectura yugoslava corrió por caminos libérrimos, que a veces ni siquiera se intentaban a este lado del Telón de Acero.
Buenos ejemplos son la Biblioteca Nacional de Kosovo, en Pristina; o el hospital Dubrava, en Zagreb.
Por eso, en realidad era perfectamente lógico que cuando se comisionaron una serie de esculturas de escala arquitectónica a algunos de los arquitectos más pujantes del país, esas esculturas también fuesen libérrimas.
Y, por eso, desde Occidente flipamos con esas esculturas.
Con los spomenik.
Pero spomenik significa "monumento" y, no son solo un objeto para el disfrute.
En realidad, si se parecen a algo. Se parecen al Guernica.
Porque, en reseñas un poco vacías, se ha dicho que los spomenik conmemoran las victorias de Yugoslavia y de los partisanos sobre los nazis durante la 2ª Guerra Mundial.
Y al decir eso, parece que lo único que importa es lo molonas que son.
Y sí, los spomenik a veces rememoran victorias.
Como Ilirska Bistrica, en Eslovenia, que rememora la liberación de ese territorio por parte del 4º Ejército Yugoslavo...
...o Tjentište, en Bosnia, que recuerda la victoria de los partisanos en la TERRIBLE batalla de Batalla del Sutjeska, que duró más de un mes de 1943.
Pero los spomenik también conmemoran derrotas y masacres.
Como Niš, en Serbia, levantado en el lugar donde 10.000 serbios, judíos y gitanos fueron ejecutados por los nazis en 1942.
O el monumento de Kozara, también en Bosnia, que recuerda a los más de 70.000 partisanos y civiles que, allí, cayeron en combate o fueron deportados a campos de concentración en la primavera del 42.
Es más, algunos de esos monumentos también nos recuerdan los convulsa que ha sido siempre la historia en ese lugar de Europa.
Porque, por ejemplo, el spomenik de Petrova Gora, en Croacia, sirve de memorial a todos los civiles serbios que fueron masacrados por las terroríficas milicias Ustacha durante la 2ª Guerra Mundial.
O la flor de hormigón de Jasenovac, que recuerda a los CIENTOS DE MILES DE MUERTOS, asesinados por los Ustacha en el campo de exterminio de Jasenovac.
Y esa herida, la de los Ustacha, es una herida que nunca se cerró, por muchos spomenik que construyesen.
Esa herida (junto a muchas otras) volvió a abrirse en la Guerra de Yugoslavia de los 90.
Por eso, cuando volváis a ver alguna foto de los chulísimos spomenik yugoslavos, creo que los suyo sería tener en cuenta que no son solo "naves espaciales".
Son el símbolo, bulboso y abstracto, de todas las vidas que se perdieron allí.
Si os ha gustado el hilo de hoy, no olvidéis hacer RT al primer tuit, y también podéis dejarme un FAV o un follow o comprad mi novela, a ver si me hacen un monumento a mí.
Todas las imágenes del hilo de hoy están acreditadas en la descripción de la primera fotografía de cada tuit.
Todas se han usado bajo su correspondiente licencia o permiso expreso.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.
(Fin del HILO 🗿🇷🇸🇭🇷🇧🇦🇸🇮🇽🇰)
CODAS.
1. si queréis saber más sobre los spomenik, además de muchísimas fotos más y la historia de cada monumento, la mejor página que hay, de lejos, es esta: spomenikdatabase.org
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En 2018, un operario miró a lo alto del rascacielos en el que estaba trabajando en Nueva York. Algo iba MUY mal: el edificio se estaba inclinando.
A día de hoy, la torre está abandonada y nadie sabe bien qué va a pasar con ella.
Os cuento su historia en #LaBrasaTorrijos
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Desde hace cien años, Nueva York es la ciudad de los rascacielos. Aunque naciesen en Chicago, aunque los más altos estén en Dubai o los más densos se levanten en Shanghái, Manhattan sigue siendo el centro de la religión de los edificios en altura.
Desde los grandes dioses urbanos, como el Chrysler o el Empire State, pasando las torres con la historia más increíble, como el Citicorp Center (guiño), hasta llegar a los finísimos ultrarrascacielos que han vuelto a florecer como agujas hacia Dios.
Bajo el hielo ártico se esconde el espacio más importante de la Tierra. Un almacén indestructible con semillas de (casi) todas las especies comestibles, para que la civilización pueda renacer si llega el Apocalipsis.
En #LaBrasaTorrijos, la Bóveda del Fin del Mundo.
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El 23 de octubre de 2020, la marca de galletas Oreo lanzó una muy peculiar campaña en la que anunciaba la existencia de un búnker en el Ártico donde había guardado la receta original, además de leche en polvo y varias galletas envasadas en mylar.
La campaña se llamaba "Oreo. For All Humankind" y apelaba a una cierta conciencia del apocalipsis de los consumidores a los que iba dirigido. De alguna manera, el búnker estaba preparado para resistir radiaciones, terremotos o el impacto de asteroides.
Ya que lo habéis preguntado: ¿por qué afirmo al principio que los nazis cruzaron a España buscando el Santo Grial si luego digo que la historia es exagerada?
Pues porque, de hecho, los nazis SÍ cruzaron a España en busca del Grial. El propio Himmler lo hizo.
En 1940, Heinrich y Himmler y otros gerifaltes del Reich visitaron España.
Los motivos de la visita era, ya sabéis, estrechar lazos con el régimen de Franco, pero Himmler también buscaba otra cosa: la Copa de Cristo.
Á Himmler nunca le convencieron los griales de León o Valencia, así que en Toledo investigó por libros y códices templarios buscando pistas. Y, de hecho, subió a la abadía de Montserrat creyendo que la auténtica copa estaba allí.
La ermita de San Adrián de Sasabe estuvo mil años enterrada. Cuando la destaparon, allí apareció un misterioso símbolo. Un símbolo por el que los nazis cruzaron a España.
El símbolo del objeto más valioso de la Cristiandad.
Veníos al Pirineo Aragonés con #LaBrasaTorrijos.
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@aragonturismo Cuando el ayuntamiento de Borau, al norte de Huesca, pidió a la Dirección General de Montes que les ayudase a desenterrar su vieja iglesia, no sabían que iban a destapar una leyenda.
@aragonturismo Al llegar junto al río Lubierre, los operarios se encontraron con una pequeñísima ermita que apenas sobresalía un par de metros del suelo, un edificio al que, aparentemente, se entraba por la ventana.
Era el verano de 1957 y, por suerte, el terreno estaba seco.
En un esquina de Roma hay una iglesia muy pequeña que solo se ve en escorzo, que parece de piedra pero está construida con Tiempo.
Y la construyó un perdedor que no la vio terminada.
En #LaBrasaTorrijos, San Carlo alle Quattro Fontane y la matemática de Dios.
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El 30 de julio de 1667, Francesco Borromini quemó todos sus dibujos y escritos. Tres días después, se arrojó contra su propia espada.
Fue el final.
Borromini, nacido Francesco Castelli, procedía de una familia no especialmente acomodada del cantón de Ticino. Su padre, aunque interesado en las artes, solo era un cantero más o menos humilde.
Por eso, quiso enseguida que el niño Francesco fuese más que él.
Esta es la historia de un edificio-trampa. Un lugar sin ventanas cuyo interior te hipnotiza hasta que no sabes cómo salir.
Un edificio cuyo arquitecto se arrepintió de haber creado.
Y todos hemos estado allí.
En #LaBrasaTorrijos, los centros comerciales y el Efecto Gruen.
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¿Sabéis eso de que entras a un centro comercial con la idea de comprar una cosa, pero dos horas después, no sabes ni lo que ha pasado pero llevas cinco bolsas distintas y ni te acuerdas de lo que habías venido a comprar ni dónde dejaste el coche?
Pues eso se llama Efecto Gruen.
En 1938, un arquitecto judío-austriaco llamado Viktor Grünbaum emigró de una Austria recién anexionada a la Alemania nazi porque, bueno, era judío.