Algo hay que reconocerle a Sánchez y es que responde lo mismo, exactamente lo mismo, le entreviste quien le entreviste. Da igual Évole que Alsina. Es puro granito, el tío. Quiero decir, que los zascas del entrevistador dan para meme y tal, pero el objetivo final no es ese.
El objetivo es que el entrevistado se sienta acorralado, salga de su zona de confort y responda a tus preguntas. Pero si eso no ocurre, por más que tú recites todas sus mentiras, ¿qué has ganado? Sólo estás haciendo un editorial más, con el presidente de cuerpo presente.
Lo que no entiendo son las reticencias de Sánchez a ser entrevistado por periodistas no-sanchistas. Si yo tuviera ese cuajo, me daría igual que me entrevistara la mismísima Oriana Fallaci.
El presidente ha salido no sólo vivo, sino reforzado. Y no porque Alsina lo haya hecho mal (ha hecho todo lo que tenía que hacer y lo ha hecho muy bien), sino porque Sánchez no se ha movido ni un milímetro de su posición y encima ha salido de ahí con la vitola de fino encajador.
Ahora, Sánchez se ha quitado de encima el sambenito de “presidente que no responde a los medios críticos” y sus mentiras siguen en cambio en pie. Eso sí, ahora tendremos cuatro memes en Twitter de “uao, menudo zasca”. No, hijos, no. De zasca nada. Ha salido dos palmos más alto.
Y lo repito: no por demérito de Alsina, que ha hecho algo muy difícil. Es que Sánchez ha sido diseñado en fábrica para que sus palabras y sus hechos funcionen como sistemas independientes. Y contra eso no hay pregunta inteligente que valga.
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