1. El narrador no fiable, tipificado por Wayne C. Booth en 1961, es una de las figuras que más me interesan en la literatura.
2. Si bien se remonta al siglo dieciocho con “Tristram Shandy” de Laurence Sterne (1759), el narrador no fiable sienta sus reales en la ficción durante el siglo diecinueve.
3. A mi juicio, el primer gran ejemplo de narrador no fiable es la institutriz sin nombre de ”Otra vuelta de tuerca” (1898) de Henry James.
4. Diez años antes de “Otra vuelta de tuerca”, sin embargo, Henry James coqueteó con el narrador no fiable: “Los papeles de Aspern” (1888).
5. A partir de Henry James, el narrador no fiable fue cobrando una relevancia cada vez mayor en la literatura. El siglo veinte lo depuró.
6. El género policiaco echó mano del narrador no fiable para evolucionar. Un ejemplo extraordinario es “El asesinato de Roger Ackroyd” (1926) de Agatha Christie, cuya resolución es un golpe verdaderamente visionario.
7. ¿El rasgo primordial del narrador no fiable? Hablar en primera persona para ofrecer una visión oblicua, parcial, sesgada, de los sucesos. Y más: el narrador no fiable es un narrador idiosincrásico por naturaleza. De ahí lo problemática que resulta su participación literaria.
8. En “El guardián entre el centeno” (1951) y “Lolita” (1955), J. D. Salinger y Vladimir Nabokov ahondaron en la problematización del narrador no fiable. El escritor ruso lo elevó a un nivel aún más complejo en su obra maestra ”Pálido fuego” (1962).
9. La voz que da título a “Jakob von Gunten” (1909), una de las obras maestras de Robert Walser, es la de un narrador no fiable a la manera del Holden Caulfield de “El guardián entre el centeno” de J. D. Salinger.
10. Me parece imperdonable que en los recuentos de narradores no fiables se olviden dos novelas clave de Shirley Jackson y Christopher Priest: “Siempre hemos vivido en el castillo” (1962) y “La afirmación” (1981), respectivamente. Ambas continúan el legado de Henry James.
11. Otra novela de Christopher Priest que lidia con el narrador no fiable es “El glamour” (1984), un asombroso artefacto literario que plantea una reflexión sobre la manera en que se construye y deconstruye la ficción a partir de versiones encontradas de la misma historia.
12. El español Javier Marías, traductor de “Tristram Shandy” y devoto de Henry James, se volvió un avezado explorador del narrador no fiable. Es importante señalar que no todos los narradores en primera persona son por fuerza narradores no fiables.
13. No hay que olvidar dos clásicos contemporáneos del narrador no fiable: “Psicópata americano” (1991), de Bret Easton Ellis, y “El club de la pelea” (1996), de Chuck Palahniuk. El segundo es muy interesante porque no da nombre al narrador, convirtiéndolo en pura voz narrativa.
14. En mi propio caso, experimenté con el narrador no fiable en un par de capítulos-cuentos de mi novela “La penumbra inconveniente” (2001). Especialmente en “Frontera”, donde un súbdito de un reino innominado se vuelve vigilante de una torre en medio de un desierto buzzatiano.
y 15. Es obvio que no hay un narrador cien por ciento fiable, incluido el omnisciente. Toda historia se puede contar desde diversos puntos de vista (el efecto Rashōmon). Aquí se aclara más la figura del narrador no fiable con otros ejemplos magníficos: .bit.ly/3AJmQoM
CODA
Señala Ricardo Piglia: “El arte de narrar se funda en la lectura equivocada de los signos. Como las artes adivinatorias, la narración descubre un mundo olvidado en unas huellas [...] El arte de narrar es el arte de la percepción errada y de la distorsión.”
“Atonement” o el narrador no fiable. El rasgo que más me interesa en la novela de Ian McEwan (2001) y la película de Joe Wright (2007), ambas geniales.
Entre los escritores más recientes, el canadiense Iain Reid demuestra ser un experto en el manejo del narrador no fiable.
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El 29 de marzo de 1983, Italo Calvino impartió en Nueva York una conferencia en torno de “Las ciudades invisibles” en la que, entre otras cosas fantásticas, dijo lo siguiente: “Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares /
/ de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos.” Pocas sensibilidades urbanas tan refinadas como la del gran escritor italiano.
“Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de persecuciones, simulaciones, malentendidos, choques, opresiones, y el carrusel de las fantasías se pararía.” Genio puro el de Italo Calvino.
La noche del 14 de septiembre de 1966, meses antes de comenzar a escribir para el periódico “Jornal do Brasil” una serie de magníficas colaboraciones que se extendería hasta 1973, Clarice Lispector se quedó dormida en su departamento de Río de Janeiro.
Pero habría que clarificar: se quedó dormida al cabo de ingerir una dosis de los somníferos que venía consumiendo desde hacía unos años para conciliar el sueño que la rehuía como un caballo salvaje.
Y más aún: se quedó dormida luego de tomar somníferos y con un cigarro encendido en la mano derecha como para prefigurar el destino misterioso y fatal de su colega Ingeborg Bachmann en un departamento de Roma en octubre de 1973.
La última voluntad de Frédéric Chopin (1810-1849), el compositor que inició una revolución musical con sus magistrales piezas para piano, dio pie a una de las historias más extrañas aunque fascinantes de las que tengo noticia.
Víctima de tuberculosis crónica, Chopin murió cuando tenía apenas treinta y nueve años. Una imagen indeleble lo ubica en su lecho de muerte, escupiendo sangre mientras las damas de alcurnia de París lloran a su alrededor y algunos dibujantes lo retratan a toda prisa.
Uno de los mayores miedos de Chopin era el entierro prematuro, tema de un célebre cuento de Edgar Allan Poe. “La tierra es asfixiante”, dijo en su lecho de muerte a su hermana mayor Ludwika, a quien hizo jurar que su cadáver sería sometido a autopsia para garantizar la muerte.
1. Yo escribo a falta de una mano en mi mano, a falta de dos ojos frente a los míos, a falta de un cuerpo exterior a mí sobre el cual apoyarme —un minuto siquiera— y llorar.
2. Siento un deseo espantoso de devorar todos los libros. Pero al mismo tiempo, mi represión ética me advierte que más vale depositar mi hambre en uno solo.
3. No creo en la poesía. Ningún poema puede dar cuenta de la intensidad de los deseos. A lo sumo puede redactar, posteriormente, una crónica más o menos fascinante de lo que pasó. Pero un poema no es algo que sucede.
Este es el correo que el señor Leonardo Loscertales, nuevo dueño y socio único de @EditorialTurner / @Turner_Mx, me envió el 12 de junio de 2024 en respuesta a mis múltiples correos solicitando claridad con las regalías de mi libro “#UnPerroRabioso. Noticias desde la depresión”.
En el tercer párrafo del correo del señor Leonardo Loscertales, señalado con una línea negra, se me anuncia la destrucción de los ejemplares físicos de mi libro, la descatalogación del mismo y su salida de las plataformas de venta digital. He escrito en tres ocasiones. Silencio.
El señor Leonardo Loscertales habla del “descontento” de @EditorialTurner / @TurnerMx por las ventas “francamente bajas” de mi libro “#UnPerroRabioso. Noticias desde la depresión”. Durante un año este se mantuvo entre los primeros lugares de ventas en distintas áreas de Amazon.
[Advertencia: aquí no se habla de Homero ni de la Biblia ni de la segunda parte del “Quijote”.]
1. El narrador no fiable, tipificado por Wayne C. Booth en 1961, es una de las figuras que más me interesan en la literatura.
2. Si bien se remonta al siglo dieciocho con “Tristram Shandy” (1759) de Laurence Sterne, el narrador no fiable sienta sus reales en la ficción durante el siglo diecinueve. “Memorias póstumas de Blas Cubas” (1881) de Joaquim Maria Machado de Assis sigue el ejemplo de Sterne.
3. A mi juicio, el primer gran ejemplo de narrador no fiable es la institutriz sin nombre de ”Otra vuelta de tuerca” (1898) de Henry James.
4. Diez años antes de “Otra vuelta de tuerca”, sin embargo, Henry James coqueteó con el narrador no fiable: “Los papeles de Aspern” (1888).