El Tíbet es casi exclusivamente visto como un país budista envuelto en el misterio de los lamas de túnica ocre. Sin embargo, Tíbet también fue históricamente un país de brujos, chamanes y nigromantes. Y muchos de esos rasgos perduran aun hoy en la cultura tibetana.
El Bön, aquella religión de la esvástica, llena de conjuros y maleficios, sigue presente en la mente y los ritos tibetanos. Hasta tal punto que sus creencias y prácticas llegan a influir e incluso fusionarse con las del predominante budismo vajrayana de los lamas.
Aquel fue el País de las Nieves que visitó Alexandra David-Neel y que retrató en libros como "Magos y místicos del Tíbet". Un techo del mundo plagado de una mística imposible de explicar, pero que embrujó sin remedio a la exploradora europea.
También es el país de Milarepa, el gran yogui que antes de convertirse en maestro budista siguió los oscuros caminos del tantra. Milarepa llegó a ser un poderoso brujo de las montañas y a causar grandes males con sus poderes. Todo ello antes de redimirse y retornar a la luz.
El Tíbet del tantra y el dzogchen, de los estados alterados de consciencia, del uso de hierbas para cruzar al otro lado. El Tíbet del yoga de los sueños, de los funerales celestiales, de los muertos que salen de sus tumbas y danzan como oráculos hechos de karma y hueso.
Ese Tíbet es casi el reverso oscuro del que todo el mundo conoce; el del estereotipo budista, el del Dalai Lama, la invasión china y los templos en las montañas. Y ambos conviven en un mismo mundo mágico y espiritual plagado de dioses, demonios y fantasmas.
La Esvástica, el Buda y la estrella roja, como si fuesen tres realidades diferentes conviviendo en un mismo espacio. Aunque tal vez ninguna de ellas sea como nos imaginamos desde la comodidad de nuestros televisores y nuestras pantallas de ordenador.
Quizás algún día despierten los terribles demonios que hace siglos fueron encadenados al paisaje del País de las Nieves. Hasta entonces lo único que podemos hacer es continuar leyendo. Porque no todo está en los libros, pero sí la mayor parte de lo que alguna vez fue conocido.
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La alegoría del carro, el alma y la filosofía (griega e india).
La alegoría del carro ha sido una de las más utilizadas dentro de la filosofía, asociada generalmente a las ideas de Platón sobre el alma. Sin embargo, lejos de quedar reducida al pensamiento griego, este mito aparece también en la India. Veamos una comparación entre ambos.
Platón consideraba que el ser humano, más allá de ser un mero cuerpo físico, poesía una esencia inmortal. Esta era el alma y se trataba de su verdadera naturaleza pues, aunque el cuerpo moría, el alma retornaba una y otra vez a la vida en cuerpos diferentes.
El mito del Ángel Caído es uno de los que más interpretaciones ha recibido en la historia, siendo común encontrar que este es presentado muchas veces como una especie de Prometeo, de benefactor de la humanidad frente a Dios. Pero, ¿qué significa el mito en su sentido tradicional?
Al hablar de esto vamos a dejar de lado los aspectos teológicos y demonológicos sobre diferentes entidades como Satanás, Lucifer, el Ángel Caído y el Diablo, utilizando esos nombres como sinónimos. Para otras cuestiones demonológicas recomiendo este hilo:
En un sentido mítico, Lucifer es sin duda un rebelde. Sin embargo, ¿por qué se rebela exactamente? Según el mito original, el pecado de Lucifer fue el orgullo y fue este el que lo llevó a rebelarse. No se rebeló por la libertad, no se rebeló por ser un librepensador.
El espíritu tradicional ha considerado que la realidad tiene dos dimensiones: una física, visible y tangible; y otra metafísica, invisible e intangible. Y esas dos dimensiones, como dos caras de la misma moneda, conforman el mundo que habitamos.
La Naturaleza posee también un gran valor espiritual, tanto que desde tiempos remotos ha sido el espacio de los dioses y los espíritus. Cavernas, bosques y montañas han sido indómitos santuarios del misterio, aquellos lugares a los que acudimos para encontrarnos con lo sagrado.
La montaña ha sido, desde tiempos antiguos, un “axis mundi”. El eje del mundo que unía la raíces del Otro Lado con el reino de los dioses de lo alto. Chamanes, brujas y yoguis han acudido a la montaña en busca de esa dimensión invisible.
El Samsara es el ciclo continuo de vida, muerte y renacimiento presente en las doctrinas dhármicas. La realidad material a la que todos estamos atados por los efectos del karma (nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestras acciones y todas sus consecuencias).
Todo eso resulta alienante para el Ser auténtico del hombre, por lo que alcanzar la liberación de este ciclo es la meta a conquistar. Una existencia samsárica es una vida alienante, cargada de las ataduras que genera el apego y la ignorancia.
Señores del trueno, dioses de la tormenta. El rayo tiene un gran prestigio y simbolismo desde un punto de vista espiritual y mitológico. No es de extrañar pues que las deidades asociadas a este elemento tengan siempre una posición elevada dentro de sus propios panteones.
El rayo de Zeus o el trueno de Thor evidencian el uso como arma de este elemento. Significa poder y capacidad para derrotar a los enemigos. Esto es especialmente evidente cuando va asociado a armas como martillos o hachas.
Muchos pueblos han considerado al rayo como un poderoso símbolo espiritual. Dentro del budismo, el trueno (vajra) es uno de los atributos de Buda; el poder espiritual capaz de destruir las falsas ilusiones del mundo. Igual que también aparece en el hinduismo en manos de Indra.
El Camino de Santiago es hoy una de las peregrinaciones cristianas más famosas. Sin embargo, en sus raíces se esconden elementos paganos vinculados al mundo antiguo.
El fenómeno de las peregrinaciones fue muy importante durante la Edad Media, destacando especialmente dos lugares: Jerusalén y Santiago. Especialmente el Camino de Santiago fue de vital importancia, no sólo religiosa, sino como forma de difundir la cultura y el arte del momento.
Sin embargo, el origen de este recorrido espiritual no se encuentra en el cristianismo, del mismo modo que actualmente se sabe que el apóstol Santiago no está enterrado allí. Su raíz es mucho más interesante que la tumba de un santo.