Thread by @NachoCarretero

Israel no es Israel. La israelí es una sociedad compleja. Contiene ciudadanos contrarios a la ocupación de territorios, sobre todo entre la izquierda laica abundante en ciudades como Tel Aviv o Haifa, que defiende la solución de dos Estados y piden el fin del bloqueo a Gaza.

Israel contiene también nacionalistas y ultraderechistas favorables a la expansión del territorio israelí y la expulsión de palestinos. Contiene extremistas como la Hilltop Youth que atacan aldeas palestinas y se enfrentan a la policía israelí.

Contiene no pocos ciudadanos árabes palestinos con nacionalidad israelí y representación política y parlamentaria. Contiene también ciudadanos ultraortodoxos, cuya única ley es la de Dios y que viven ajenos o casi ajenos a la realidad social civil del país.

Contiene colonos, ciudadanos israelíes que habitan en asentamientos en Cisjordania. E incluso dentro de los colonos hay abanico de sensibilidades. Los hay moderados, que entienden el malestar palestino y que dedican sus días a trabajar e intentar vivir en paz.

Los hay fanáticos, nostálgicos de grupo terroristas judíos de los años 40, cuyo único deseo es exterminar árabes. Por encima de todo ello, Israel es una democracia y un Estado de Derecho, con todas sus virtudes y con todos sus defectos, que no son pocos y que, sobre todo...

...son defectos distintos según gobierne la izquierda o la derecha. De nuevo: Israel no es (como ningún otro país) un tótem. Un hecho: desde hace años, la sociedad israelí se ha ido radicalizando y cada vez es más abundante la ideología nacionalista y más numerosos los ortodoxos.

Palestina también es un abanico. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) nació en 1964 como un movimiento nacionalista, que perseguía la creación de un Estado Palestino. Su argumentario es comprensible y conocido: reclaman un Estado para un pueblo que carece de él.

Emergió a medida que los países árabes del entorno como Egipto, Jordania o Siria (y tras varios conflictos perdidos contra Israel) fueron abandonando la causa palestina a su suerte. Tanto en la OLP como en sus brazos armados había palestinos musulmanes y cristianos.

Pero con los años la causa palestina se ha ido diversificando. Y, aunque su complejidad no se puede explicar de forma breve, en esencia hoy sus actores principales son Fatah, Hamás y la Yihad Palestina.

Fatah es un partido que gobierna la antes llamada Autoridad Nacional Palestina y es un interlocutor válido para Israel. Fatah domina Cisjordania (uno de los dos territorios en los que están divididos los Territorios Palestinos) y su causa es, sobre todo, nacionalista.

Piden un Estado Palestino con las fronteras pactadas en los acuerdos de 1967 y aceptan la vecindad con el Estado de Israel. Su principal brazo armado son las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa.

Hamás es un partido salafista islamista que controla la Franja de Ganza. Su causa, además de palestina, es religiosa y está financiada y, en gran medida tutelada, por Irán. Aceptan (al menos en teoría) las fronteras del 67 aunque nunca han reconocido al Estado de Israel.

Su brazo armado es el que ha lanzado la ofensiva contra Israel y no dudan en ejecutar y secuestrar civiles. Gaza lleva bloqueada por Israel (y Egipto) desde 2007. La Yihad Islámica Palestina es un grupo yihadista. Por encima de Palestina está el califato.

Estas tres facciones no solo difieren en su manera de entender y afrontar el conflicto, sino que existe una feroz rivalidad entre ellas que, antes de la tregua de 2017, les hizo entrar en conflicto armado.

Además de ellos, 1,5 millones (aprox.) de palestinos viven en Israel con nacionalidad israelí.
Es posible, a partir de esta complejidad, asumir que un entendimiento entre un israelí laico contrario a la ocupación y un palestino de Fatah es posible. Al menos viable.

Parece mucho más complejo que un nacionalista conservador se siente a hablar con un miliciano de Hamás. La clave -una de ellas- es que el equilibrio, desde hace años, está en manos de la segunda dicotomía. Lejos quedan acuerdos como los de Oslo, donde se rozó la paz.

Dos series (de ficción) recomendables para -intentar- entender la complejidad de las sociedades israelí y palestina: Fauda (Netflix) y Our Boys (HBO).
Dos libros magníficos: Las tribus de Israel, de Ana Carbajosa y Un Estado y medio, de Jordi Pérez Colomé.