La causa palestina, su realidad, así como la realidad de Israel, es muy distinta a la de hace solo diez años. Y ha ido mutando al compás de cómo ha ido mutando gran parte del tablero mundial. Si hace años la causa palestina era de forma casi uniforme una intención sobre todo nacionalista emancipadora (al principio de sino arabista y después con conciencia palestina), la causa está hoy tutelada por el islamismo.

Israel no es Israel. La israelí es una sociedad compleja. Contiene ciudadanos contrarios a la ocupación de territorios, sobre todo entre la izquierda laica abundante en ciudades como Tel Aviv o Haifa, que defiende la solución de dos Estados y piden el fin del bloqueo a Gaza. Israel contiene también nacionalistas y ultraderechistas favorables a la expansión del territorio israelí y la expulsión de palestinos. Contiene extremistas como la Hilltop Youth que atacan aldeas palestinas y se enfrentan a la policía israelí.

Ya que estoy en Haití, país conformado por descendientes de esclavos que montaron una revolución para liberarse y conseguir la independencia, me veo inspirado para hacer una breve selección de los tipos de racistas que padecemos en España: El racista evidente. Grita mono y “uh, uh, uh” y se caracteriza por cagarse encima si no se concentra. Son, por fortuna, minoritarios y se sabe perfectamente en qué estadios están, por más que el periodismo deportivo siga hablando de “los campos de España”.

Lo que ha hecho Macron y lo que está haciendo Francia es abrir un melón que tenía que haberse abierto hace mucho tiempo en Europa. Que debería marcar un antes y un después y del que todos deberíamos participar. Europa lleva décadas cediendo espacio (geográfico y argumental) al salafismo radical, al islamismo político, que no es sino una interpretación ideológica y belicista del Islam. Y esta ideología es incompatible con la democracia, la libertad y el Derecho. No cabe en Europa.

Cuando viajé a Sierra Leona para escribir sobre la crisis del ébola, me di cuenta de la ventaja que el virus cobraba gracias a la ignorancia y a la irresponsabilidad. Con una letalidad del 60% aprox., el ébola avanzaba por aldeas y barrios porque la gente no se lo creía. Seguían tocándose, compartiendo espacios y relaciones. El ébola se contagia si los fluidos corporales de dos personas (sudor, mucosa, sangre…) entran en contacto entre sí. En un país tropical, basta con que dos personas sudando se estrechen la mano.