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Jan 25, 2024 31 tweets 10 min read Read on X
El 5 de diciembre de 1952, una niebla densa y oscura se levantó sobre Londres. Demasiado oscura. Demasiado densa.

Cuando se fue 5 días después, había matado a 4.000 personas PERO SALVARÍA DECENAS DE MILES DE VIDAS.

En #LaBrasaTorrijos, el Gran Smog que cambió Inglaterra.
🧵⤵️ Imagen aérea de Londres en un día de fuerte niebla. DP.
(Se recomienda la lectura del hilo de hoy acompañada de la siguiente banda sonora).
open.spotify.com/intl-es/track/…
Cuando el señor Wilson Patrick Daley quiso coger el bus desde su casa en Waterloo para ir a su trabajo en la City, se encontró con la parada llena de londinenses indignados: la BBC acababa de anunciar que los autobuses dejaban de circular hoy por culpa de la niebla. Un hombre de mediana edad con gafas de pasta y una expresión serena. Getty.
Es cierto que había una niebla espesa pero nada que asustase a la gente de Londres. Otro día de "sopa de guisantes".

Seguramente se la llevaría la lluvia por la tarde. Tres autobuses londinenses de dos pisos parados en la estación término bajo una niebla espesísima. Hay varias personas mirándolos. Getty.
Pero no hubo lluvia.

Daley llegó a la City en un metro abarrotado porque era el único transporte público que permanecía abierto.
Cuando salió del trabajo a las 18:00h, la niebla convertía a la ciudad en un escenario fantasmagórico. Un policía londinense con una mascarilla metálica rodeado de niebla. Al fondo se entrevén coches entre la niebla. Getty.
Los escaparates brillaban con un fulgor entumecido, aunque estuviesen a unos metros de distancia, los coches circulaban a la velocidad de un peatón, las farolas de bombillas incandescentes no podían traspasar la niebla y ni siquiera se veía el poste donde estaban colocadas. Trafalgar Square durante el Gran Smog del 52. Apenas se distinguen las estatuas, unas palomas y los letreros luminosos del fondo. Getty.
Wilson Daley tosió. Tosió una vez.

Otra.

Otra vez.

Al llegar a su casa, casi no podía controlar la tos. Esa niebla no era normal.
Encendió la radio. Las noticias solo hablaban de la capa negra que cubría la ciudad.

Anegaba las calles y las plazas y hasta se colaba en los interiores de las casas. Oxford Street en la tarde del 7 de diciembre de 1952. Entre nosotros: no se ve una mierda. Getty.
Los cines, los teatros y los conciertos suspendieron sus espectáculos porque desde la platea no se veía la pantalla ni el escenario. La liga de fútbol y la de cricket pararon los partidos porque los jugadores no veían a más de un metro de distancia.

Daley seguía tosiendo. El portero del Arsenal en un partido de 1954. No ve tres en un burro porque hay una niebla del carajo. Getty.
A medianoche, la tos se hizo insoportable y llamó a una ambulancia, pero las ambulancias también habían paralizado el servicio.

Despertó a su esposa, Jane, y la hizo conducir a poco más de 15 km/h hasta el hospital de Santo Tomás.

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Tres fotos del Gran Smog de Londres. 1. Un coche parado en Trafalgar. 2. Un policía alumbra CON UNA ANTORCHA impidiendo el paso de los coches. 3. Una mujer usando un fular como mascarilla. .  Todas son fantasmagóricas y todas son de Getty.
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Las urgencias estaban abarrotadas de niños y de personas mayores tosiendo. Los esputos se acumulaban en el suelo en manchas de una masa viscosa y negruzca.
Tras más dedos horas de espera, a Wilson Daley le hicieron una placa de tórax que arrojo el mismo resultado que prácticamente todas las que habían hecho ese día: neumonía bilateral por inhalación de partículas de monóxido de carbono y dióxido de azufre. Placa de tórax con una neumonía bilateral.
¿Qué había pasado?

¿Qué era esa niebla que cubrió Londres a principios de diciembre del 52?

Para entenderlo, hablemos de la gente que dice que "antes se vivía mejor".
Quizá haya gente que antes vivía mejor pero, ¿sabéis lo que no era mejor antes? Las ciudades.

Cuando yo pienso en cómo eran las ciudades en los 80, recuerdo sobre todo una cosa: el olor.
Las ciudades de los 80 olían mal. Las alcantarillas no filtraban tan bien como las de ahora, la basura no se recogía tan bien como se hace ahora y, sobre todo, los coches y las fábricas no soltaban el humo casi invisible que sueltan ahora. La Gran Vía madrileña en 1981 en un fotograma de la película "El Crack", de José Luis Garci.
Y una ciudad en plena reconstrucción de posguerra como el Londres de los 50 estaba llena de contaminación. Sobre todo de contaminación por el monóxido de carbono y el dióxido de azufre de la quema de carbón.
Porque, en el Londres de los 50, las plantas eléctricas eran de carbón, las calefacciones eran de carbón y las cocinas y los hornos eran de carbón. Image
En realidad, la calidad del aire de Londres siempre había sido bastante mala, pero se confiaba a un clima benigno para despejarla. Es decir, como en Londres llueve mucho y hay viento, las nubes de contaminación se despejan con rapidez.
Pero esos días no hubo lluvias ni viento. De hecho, lo que sucedió entre el 5 y el 9 de diciembre de 1952 fue, sencillamente, la tormenta perfecta.
Un periodo de temperaturas anormalmente bajas hizo que los londinenses quemasen más carbón del habitual, unido a la sustitución de los tranvías eléctricos por autobuses diésel, convirtieron al cielo de Londres en un puré de partículas contaminantes. Las chimeneas de una fábrica en el East End sobresaliendo de entre la niebla. Getty.
Solo fue necesario un anticiclón para que ese puré se volviese irrespirable. Que es justo lo que se situó sobre la ciudad del 5 al 9 de diciembre.

Por eso, lo que hubo allí no fue fog (niebla) sino smog: smoke+fog (niebla+humo).

Y por eso se le llamó el Gran Smog de Londres. Un remolcador en el Támesis con la Tower Bridge al fondo. Todo cubierto por el smog. Getty.
Las autoridades sanitarias calcularon que el Gran Smog había matado a unas 4.000 personas y había dejado secuelas a más de 100.000.

Entonces, ¿por qué dije en el primer tuit que el smog salvaría decenas de miles de vidas?

Aquí viene el plot twist.
Esta tabla representa los suicidios en Inglaterra y Gales desde 1956 hasta 1975.

Como se ve, las cifras son más o menos consistentes hasta 1963, pero entonces se aprecia una bajada MUY ACUSADA.

¿Por qué y qué tiene esto que ver con el Gran Smog? Image
El Gran Smog supuso una conmoción general en UK y colocó a los británicos frente a la importancia de la calidad del aire. Hasta tal punto que propició la promulgación del Clean Air Act de 1956, que obligaba a la descarbonización de los hogares y las plantas eléctricas. Image
La moratoria duraba hasta 1963, a partir de la cual se produjo la paulatina sustitución del carbón por otros combustibles menos contaminantes.

Solo esta decisión ya salvaría la vida de muchísimas personas por la mejora del aire, pero es una cifra incuantificable.
En cambio, los suicidios sí son cuantificables.

¿Qué ocurrió? Pues que los hornos y las cocinas de carbón se sustituyeron por gas y electricidad. Y eso supuso que en las viviendas desaparecieran de facto las fuentes de monóxido de carbono. Un horno eléctrico de los años 60. DP.
El suicidio es un fenómeno muy complejo pero, en general, hay dos tipos de suicidas: los meditados y los impulsivos.

Para los meditados es muy difícil evitar el suicidio. En cambio, los suicidios impulsivos se reducen significativamente anulando el medio de suicidio.
¿Y cuál era uno de los medios de suicidio más empleado en los hogares del Reino Unido?

Lo habéis adivinado: la intoxicación por monóxido de carbono procedente de cocinas y hornos de carbón. Una cocina de carbón americana en los años 40. Detroit. Shorpy.
Hay muchos estudios que relacionan el anómalo descenso en los suicidios con la promulgación del Clean Air Act del 56.

Y, aunque no se pueden saber las cifras con total seguridad, con que haya evitado 500 suicidios cada año hasta hoy, ya hablaríamos de 35.000 vidas salvadas.
Porque las ciudades no son solo los edificios y las calles y las plazas y los parques. Las ciudades también son el aire que respiramos.

Y ese aire puede cambiar drásticamente nuestra vida, o lo que hacemos con ella. Atardecer tras Westminster y el Big Ben. wallpaperbetter CC BY-NC.
Si os ha molado el hilo de hoy, no olvidéis hacer RT al primer tuit (aquí abajo 👇)

Y si os gustan de verdad mis historias, os va a encantar La Tormenta De Cristal, mi primera novela.

La tenéis en todas las librerías!

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Dec 1
Lo de que las estaciones del metro de Estocolmo son preciosas es algo digno de comprobarse in situ.

Pero también esconden una historia. Una historia de amor por los servicios públicos, por las infraestructuras públicas, por la gente que las construye y por la gente que las usa cada día:

La historia empieza, como empiezan casi todas las historias buenas de ciudades nórdicas, en la roca. Ni en el hormigón ni en el hormigón revestido de hormigón —que es la tentación internacional—, sino en la roca viva, la roca madre, el granito glacial que hace de Estocolmo una ciudad con vértebras de hielo fósil.

Cuando a mediados del siglo XX decidieron construir su red de metro, optaron por la solución más directa, casi geológica: excavar, dinamitar, abrir la montaña e insertar trenes. Y en algún momento de esa operación de ingeniería a mano armada surgió una pregunta casi infantil, tan evidente y, a la vez, tan peculiar que era muy raro que alguien se la preguntase: ¿y si dejamos la roca vista?

La respuesta tiene que ver con estética, sí, pero también con política y con época. Tras la Segunda Guerra Mundial, Suecia —como buena parte del norte de Europa— estaba articulando un nuevo pacto social: bienestar público, accesibilidad, democracia cotidiana.

Uno de los engranajes de ese pacto era la convicción tranquila, pero tenaz, de que el arte no debía ser un lujo sino un derecho. Así que, si el metro iba a convertirse en el gran espacio público donde cientos de miles de personas bajarían cada día, ¿por qué no convertirlo también en un lugar donde el arte descendiese con ellas? Un soporte para democratizar la belleza, para hacer país desde el subsuelo.

Esa respuesta convirtió al metro de Estocolmo en la frase con la que lo definen: la galería de arte más larga del mundo. Algo que va más allá del eslogan turístico; es una decisión conceptual. Si vas a perforar la ciudad, abraza sus entrañas. Si vas a mover a tanta gente bajo la tierra, ofréceles algo más que azulejos blancos y tubos fluorescentes.

Haz país. Haz estética. Haz política blanda —que es la mejor política—.Image
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La línea azul es el ejemplo más evidente. Basta bajar desde T-Centralen para entenderlo: la bóveda, pintada de azul profundo, conserva la piel rugosa de la roca. Tiene algo de caverna prehistórica, pero intervenida con brochazos gigantes. Parece la obra de un pintor expresionista que hubiera vivido aquí encerrado con un cubo de acrílico y demasiadas horas de invierno.

Además, en esa bóveda aparecen siluetas de obreros: un homenaje directo a los trabajadores que construyeron la red hace 75 años y que la mantienen cada día.

Tres cuartos de siglo de ciudad subterránea.
Sigue uno bajando por la línea y llegas a Solna Centrum, la estación más fotografiada de Suecia (y probablemente una de las más fotografiadas del mundo). Un túnel rojo, intensamente rojo, un rojo que no te abraza sino que te engulle.

Parece una bajada al infierno, sí, pero es un infierno con una intención: el mural, pintado en 1975, denuncia la deforestación sueca. El rojo del cielo frente al verde de los bosques como un aviso urgente en un país que hoy presume de sostenibilidad, pero que lleva décadas pensando en estas cosas.

Estando allí me pregunté si hoy ese mural se lee de otra manera. Si ya no habla solo de árboles sino del planeta entero.
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Nov 27
Estoy en Estocolmo, moviendo las manos porque hace tres grados bajo cero, y esto que tengo detrás es el ayuntamiento, el Stadshuset.

Visto así, con su ladrillo rojo, su torre alta y esta logia abierta al agua, parece un edificio medieval, casi un híbrido entre castillo nórdico y palacio veneciano. Podría colar como gótico italiano, o como algo que te encontrarías entrando en la plaza de San Marcos por la puerta equivocada.

Pero la gracia es precisamente que no es medieval en absoluto.
Es un edificio del siglo XX: se construye entre 1911 y 1923, lo diseña el arquitecto Ragnar Östberg y es uno de los grandes ejemplos del Romanticismo Nacional sueco, una arquitectura que mezcla referencias históricas con una idea muy moderna de lo que debe ser un edificio público.

Por eso está aquí, pegado al agua. Si esto fuera de verdad un ayuntamiento medieval, lo lógico es que estuviese bien adentro del casco antiguo, protegido por murallas, alejado de cualquier ataque por mar. Pero, en los años veinte, Suecia ya no está pensando en cañones y asedios: está pensando en democracia, administración y ciudad abierta.

El Stadshuset se coloca en la punta de Kungsholmen, justo donde el lago Mälaren se abre hacia el archipiélago que conecta con el Báltico. Es un gesto urbano clarísimo: el poder municipal se asoma al agua porque el agua es lo que organiza Estocolmo.
El patio donde estoy tiene ese aire muy veneciano: arcos de medio punto abajo y esa sensación de plaza porticada que se abre directamente al embarcadero. Te giras y podrías estar esperando que aparezca una góndola, pero lo que llega son ferris y hielo.

La torre, además, está claramente emparentada con el campanile de San Marcos, solo que coronada por las Tres Coronas doradas de Suecia, para que no haya dudas de quién firma el skyline.

Y luego está la obsesión material. El ayuntamiento está construido con unos ocho millones de ladrillos rojos, de los cuales cerca de un millón se hicieron a mano, precisamente para conseguir esta textura vibrante, nada uniforme, que ves en fachada: el típico ladrillo de monasterio nórdico, colocado alternando testas y tizones para que el muro nunca sea del todo plano ni del todo predecible.

Ragnar Östberg era bastante maniático con la textura: quería que el edificio, visto de cerca, tuviera una piel casi viva, con pequeñas variaciones en cada pieza.
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Nov 26
Estoy en Stortorget, la plaza central de Gamla Stan, el casco medieval de Estocolmo.
Hoy hay mercadillo navideño, con luces y turistas, pero bajo toda esta postal hubo, hace siglos, bastante menos encanto.

En esta plaza tuvo lugar la Boda Roja original:

Como sabréis por las novelas de George R. R. Martin y la serie Juego de Tronos, la Boda Roja es uno de los episodios más traumáticos de la historia. Martin lo escribió inspirándose en varios hechos históricos, uno de ellos fue el "Baño de Sangre de Estocolmo" de 1520.

Ese año, el rey Cristián II de Dinamarca conquistó Suecia y, para celebrarlo, organizó una gran coronación en el casco antiguo de Estocolmo. Tres días de fiesta, banquetes, vino caliente, diplomacia y buen rollo oficial. Hasta que, al tercer día, Cristián ordenó cerrar todas las puertas de la ciudad vieja.

Entonces empezó la matanza.
Entre ochenta y noventa personas —nobles, clérigos y ciudadanos influyentes de Estocolmo— fueron ejecutadas. Muchos fueron decapitados y sus cabezas expuestas en picas aquí mismo, en la plaza, durante semanas.

En este lugar tan bonito, tan instagrameable, con chocolates calientes y guirnaldas, a principios del siglo XVI se montó una escabechina monumental.

(Sí, ya sé que en el video digo 1580, es que me bailan las fechas más que Gene Kelly en El Pirata)Image
Hoy, Stortorget tiene otra cara.

Además del mercado de Navidad, uno de los edificios que dan a la plaza alberga la Academia Sueca, la institución que concede cada año el Premio Nobel de Literatura: el lugar soñado de Murakami, para entendernos.

Y, claro, aquí se levantan también las famosas Casa Roja y Casa Verde, dos fachadas del siglo XVII que, además de fotogénicas, son bastante tramposas.

La casa verde, por ejemplo: esas líneas blancas alrededor de las ventanas parecen molduras de piedra, pero en realidad son pintura. Querían simular nobleza, apariencia de sillería cara, pero no había presupuesto, así que resolvieron el asunto con pigmento.

En el fondo eran casas normales, con bodega abajo y almacén arriba. De hecho, la famosa ventana redonda superior no es un capricho barroco, es simplemente una forma eficaz de iluminar ese almacén.Image
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Nov 21
El Sexto Panteón del cementerio bonaerense de la Chacarita es, sencillamente, uno de los lugares más bellos y más estremecedores del mundo.
Un espacio casi desconocido que esconde un viaje de luz, emoción y la historia de una mujer.

Os la cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
A mediados del siglo XX, cuando Buenos Aires miraba a la modernidad como una hacia el futuro, una arquitecta recibió un encargo que, para cualquiera de su generación, ya habría sido enorme, pero que para una mujer en los años 50 era casi un desafío a la gravedad social. Image
Se llamaba Ítala Fulvia Villa y entraba en las reuniones de las oficinas municipales —llenas de ingenieros varones— con un cuaderno, algunos planos y esa paciencia feroz que sólo pueden tener las personas que saben que su talento será discutido antes incluso de ser visto. Image
Read 31 tweets
Nov 12
El edificio Kavanagh, en Buenos Aires, fue el primer rascacielos de Sudamérica.

Parece neoyorquino, pero tiene algo que los rascacielos de Nueva York no tienen: una leyenda. Porque el Kavanagh se construyó por un despecho amoroso.

Esta es la historia:
🧵⤵️
A principios de los años treinta, Corina Kavanagh, una rica heredera, compró una parcela frente al Parque de San Martín, junto a Puerto Madero, y mandó construir un rascacielos. Image
Inaugurado en 1936 con proyecto de Sánchez, Lagos y de la Torre, el Kavanagh, con su estilo Art Decó, recuerda ciertamente a los rascacielos de Nueva York, como el Chrysler o el Empire State.

Aunque este “solo” llega a 120 metros y 31 plantas. Image
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Oct 24
En Viena hay seis torres nazis de hormigón: colosales, indestructibles. Fueron fortalezas antiaéreas, pero hoy son acuarios o miradores.

Porque la ciudad ha entendido lo que hacer con su pasado: transformar la máquina de guerra en memoria.

Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
Si paseáis por Augarten, uno de los preciosoS parques al norte de Viena, enseguida os vais a encontrar, aunque no queráis, con una estructura que desafía la lógica: es la Flakturm G.

La Torre Flak G.
43 metros de diámetro, 55 de altura. Muros de hormigón de DOS METROS Y MEDIO DE ESPESOR Y UN TECHO DE TRES METROS Y MEDIO.

Una máquina de matar. Un símbolo nazi que aún sigue en pie. Image
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