En 1991, la banda irlandesa U2 había talado un árbol. No uno cualquiera: el árbol de Joshua.
Y al año siguiente emprendieron la gira más espectacular e imposible que jamás habían hecho.
Una gira que les atraparía en su propia ironía.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, U2 y ZooTV.
La frase de talar el árbol no es mía.
La frase es del propio Bono.
Porque lo que hizo U2 con el Achtung Baby fue dinamitar la concepción de un sonido que habían tardado años en construir y había cristalizado en el Joshua Tree.
Y lo hicieron de la mano de su artífice.
De Eno.
A finales de los 80, U2 estaban cansados.
Tras la dupla del disco y documental llamado "Rattle and Hum" y el "Lovetown Tour" decidieron tomar un tiempo y replantearse quienes eran.
Y acabaron en unos estudios míticos: los Hansa, de Berlín.
Era 1990. En Berlín.
Pasaban cosas.
Básicamente, la reunificación alemana, escenificada en la caída del muro.
Era un momento histórico. Como cantaron Scorpions, soplaban vientos de cambio.
Y la banda irlandesa se dejó arrastrar por aquella sensación para hacer un disco que les cambiaría a ellos.
"Achtung Baby".
De la mano de Brian Eno, Daniel Lanois y Steve Lillywhite, el grupo se alejó de la emotividad de sus últimos trabajos, en un proceso que tuvo su punto traumático.
Para empezar, Mullen y Clayton, no entendían a donde querían ir Bono y un The Edge extasiado con la electrónica.
El primer single del disco, aquella balada mágica llamada "One", ayudó a cerrar una brecha que parecía insalvable.
Y siguiendo las sesiones en Dublín, canciones como "Ultraviolet" o "Zoostation", alumbraron a unos U2 vanguardistas y diferentes.
La grabación de este disco merece ser contada por sí misma, así que me la guardo para otra temporada. 😉
Como muchas grandes obras fue traumática y pasó de todo: desde un robo de los masters a la sensación, a falta de un mes para acabar, de que aquello era un desastre total.
Pero al final, en 1991, U2 sacó a la luz la segunda obra maestra de su carrera.
Uno de esos discos por el que no parecen pasar los años.
Pero ahora había que defenderlo en directo. Y no podía ser un directo como los anteriores.
En las giras anteriores, el show de U2 había sido más tradicional.
Una banda tocando. Sí, una buena banda tocando y dando un gran espectáculo donde destacaba la creciente capacidad histriónica de Bono, pero no dejaba de ser un concierto más.
Esta vez tenía que ser diferente.
En "The Joshua Tree", la banda había estado obsesionada con la idea de búsqueda, como os conté en este hilo.
Esa búsqueda espiritual, presente en muchas canciones, también llevó a Bono a implicarse en la defensa de muchas causas sociales y políticas.
En el mensaje que la banda iba conformando flotaba esta crítica a un mundo en confrontación constante.
Así mientras que en temas como "With or withouth you", Bono quería encontrarse a sí mismo, en "Bullet the blue sky" denunciaban el belicismo occidental.
Aquel deseo de criticar a un mundo deshumanizado, violento y ultra-capitalista cristalizó en una visión irónica que tuvo mucho que ver con el videoclip que hicieron para "The Fly".
Allí estaba el personaje. Faltaba el medio.
Y el medio era la televisión.
La televisión como instrumento de control de la sociedad y opio del pueblo. Como válvula de escape de unas vidas entregadas a la rutina.
De repente lo tuvieron claro.
No podían ser conciertos normales.
Debían hacer un programa de televisión en vivo.
Y así nació ZooTv.
Animado por esta idea, Brian Eno concibió un espectáculo destinado a saturar al público.
El escenario se construía a base de pantallas, monitores de video y proyectores con plataformas a varios niveles.
Incluso usaban viejos Trabant, el coche de la RDA, colgados como focos.
Tan solo la logística necesaria para trasladar todo este material hizo plantearse a la compañía de los irlandeses que qué locura era esta.
¿Más de 50 camiones de material para cada bolo? ¿Cerca de un millón de vatios?
¿No podéis hacer conciertos normales?
La respuesta fue no.
La idea era apabullar y no sólo con la música, sino también con su puesta en escena.
El público no venía solo a un concierto: venía a un show televisivo desarrollado durante este mismo.
Así que también había cámaras y falsos reporteros interactuando con banda y público.
Todo esto hacía del espectáculo algo que iba más allá de lo musical y entraba en el terreno de lo teatral.
Y un teatro necesita actores.
Y Bono, que ya venía de ser cada vez más dramático sobre las tablas, se transformó a sí mismo en un personaje.
Bueno, en uno no.
En tres.
El directo se abría con una sucesión de imágenes del siglo XX, desde Lenin a anuncios de los 50, mensajes crípticos o fragmentos de El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl.
Y al final, en un contraluz azul, Bono aparecía entre golpes de guitarra.
Pero el Bono que aparecía no era el cantante que la gente podía recordar de aquel Live Aid donde devoró el escenario.
Era él, sí, con el carisma que le caracterizaba, pero también era más.
Vestido de cuero negro y con gafas de sol, ahora era la parodia de una estrella de rock.
Pero como he dicho, Bono se transmutaba en otros personajes, como "The Mirror Ball Man", una parodia de los telepredicadores.
Mientras, el repertorio avanzaba, con perfomances como una bailarina de la danza del vientre en "Misterious Ways".
El predicador y su sustituto en la segunda parte de la gira, un diablillo que, haciendo el juego de palabras con el diablo de Fausto, se llamó Mr. McPhisto, dieron algunos de los mejores momentos del show.
Como cuando llamaban en directo a la Casablanca pidiendo hablar con Bush.
La intención era sacarle los colores a una administración belicista enzarzada en la primera guerra de Irak.
Bush (padre) reconoció que supo lo de las llamadas-que nunca le pasaban- pero que no entendió el propósito de aquella provocación.
El propósito era justo ese.
Provocar.
Mr. McPhisto y su provocación solían anteceder a "Lemon", canción del disco siguiente, "Zooropa", que, junto a otras como "Numb" o "Faraway, so close", fue incorporada al setlist a medida que la gira continuaba.
Porque fue una gira larga.
Muy larga.
En sus cinco etapas, de febrero del 92 a diciembre del 93, fueron más de 150 conciertos.
Eso suponía un despliegue logístico sin precedentes para un espectáculo innovador en muchas cosas.
Por ejemplo, en incorporar un segundo escenario para una parte acústica a mitad del show.
O interactuando con el público, al colocar unos video-confesionarios a la entrada cuyas imágenes proyectaban en el show.
Y se adelantaron al streaming retransmitiendo en vivo mediante un satélite, lo que les permitió participar en el Freddie Mercury Tribute desde California.
El concierto, tras aquel derroche de imagen, mensajes y sonidos, terminaba en un anticlímax con la preciosa "Love is blindness", que a veces se transmutaba en "Can't help falling in love" en sus últimos compases.
Como dejando respirar tras la tormenta.
La gira ZooTv cambió muchas cosas relacionadas con la música en directo.
Aunque no fueron los primeros, el rock no volvió a concebirse sin esos shows gigantescos llenos de despliegues tecnológicos masivos.
Pero también cambió muchas cosas para U2.
Y quizás no todas para bien.
La audacia musical de "Achtung Baby", siguió desplegándose en su continuación, "Zooropa", que iba a ser solo un EP de soporte a la ampliación de la gira y que creció hasta ser el más experimental de los discos de la banda.
Y después, perdieron el rumbo.
"Pop", en 1997, es un despropósito donde, jugando a hacer música de baile, los irlandeses parecen tomarse a broma a sí mismos.
Oye, que igual era eso.
La cosa es que el disco considerado como el más flojo de su carrera no funcionó y desde entonces U2 no ha vuelto a arriesgarse.
Todos los discos posteriores están hechos desde una zona de confort donde todo te provoca un pequeño dejavu.
"It's a beatiful day" parece una versión de "Gloria". "Vertigo" te recuerda a "I will follow".
Aún hay pequeños chispazos de genio, como este.
Pero en general, los fans de U2 seguimos esperando, con cada disco, la nueva gran obra maestra que nunca llega.
O quizás tampoco hay que pedirles ya eso. En la década que va del "Joshua" al "Zooropa", U2 estaban en estado de gracia.
Y a veces esas cosas solo pasan una vez.
Quizás lo más incómodo es darse cuenta de que el grupo terminó irónicamente atrapado en la parodia que quisieron representar durante el ZooTV.
En la imagen trasnochada de grandilocuentes dinosaurios del rock.
De criticar Las Vegas a ser residentes allí.
Incluso el propio Bono, en su afán de denuncia social, se ha convertido en una caricatura de sí mismo.
A lo mejor por eso la imitación que hizo de él el gran Joaquín Reyes nos saca una sonrisa. Algo agridulce, pero una sonrisa. 😅
Pero al César lo que es del César: aquellos dos discos y la gira ZooTV que medió entre ellos son historia de la música.
Y si te ha gustado este hilo donde te lo he contado, te pediría que lo compartieras.
También escribo en otros sitios, no siempre de música: a veces de libros, propios o ajenos.
Y también hago La Historieta Musical en esas-otras-redes tan parecidas a esta. Por si algún día esta revienta.
Hay bandas que han tenido carreras que han durado décadas.
Hay artistas que han sido pioneros nunca reconocidos.
Hay grupos que han sabido adaptarse y evolucionar, sin tenerle miedo a lo nuevo.
Y hay dos hermanos que han hecho todo eso.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, Sparks.
De hermanos que han tenido grupos hay muchos ejemplos.
Desde los hermanos Young, del que ya solo queda Angus, que enarbolaron la bandera del hard rock hace ya más de cinco décadas en Australia a los mal avenidos Gallagher, que siempre andan a la gresca desde que rompieron Oasis.
Hermanos fueron los creadores de Van Halen. O The Carpenters, un dúo del que siempre recuerdo el desdichado final de Karen.
La voz de Soledad y el talento de Juan Luis Giménez nos dieron a Presuntos Implicados. Y los Urquijo en Los Secretos, hasta el triste final de Enrique.
En el hilo de Gary Moore he dejado fuera algo que muchos me habéis comentado: era tarde y el hilo ya era largo. Y hay cosas que merecen contarse sin prisas.
Y una de ellas es esta.
En una pildorilla especial de domingo de #LaHistorietaMusical, la historia de la Greeny.
La Greeny es una guitarra, claro.
Pero no una cualquiera.
Esta guitarra ha pasado por dos prodigiosos pares de manos de la historia del blues antes de su actual dueño, que no hace blues pero es el guitarrista es una de las bandas de heavy (o thrash) más conocidas del mundo.
Los instrumentos musicales son herramientas muy especiales.
Porque no dejan de ser eso, herramientas más o menos sofisticadas que sirven a un propósito.
Pero para muchos músicos, su instrumento es mucho más que un trozo de madera, metal o el material que sea.
A veces ser reconocido como el mejor en un estilo puede ser una carga.
Puedes cansarte. Y querer hacer otra cosa.
Y te dirán que vas a equivocarte. Que vas a estropear tu carrera.
Ese es el momento de hacer lo que de verdad quieres.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, Gary Moore.
A finales de los años 80 Gary Moore escuchó mucha de la música que había hecho a lo largo de los últimos años y pensó: "menuda basura".
Lo que es flipante porque no hablamos de cualquier guitarrista del montón.
Cualquiera firmaría una mínima parte de su carrera hasta entonces.
Gary Moore perteneció a esa tradición de guitarristas amantes del blues rock que floreció a este lado del Atlántico.
Una tradición en la que tuvo algo que ver la llegada del skiffle en los 50 y que a la larga propició en EEUU lo que se llamó la invasión británica, ya en los 60.
Ahora que se acerca el 20 de abril, voy a deciros una cosa sobre Celtas Cortos: a mí no me hacían mucha gracia hasta que, hace pocos años, les vi en directo en un pueblo de Málaga.
Menudo conciertazo disfruté. Sobre todo el final, con un Cifu desatado. 👏👏
📷 Rubén Becerra.
Y es que a los grupos se les conoce en el directo. Ahí es donde puede disfrutarse de su energía y conexión real.
Por cierto, que el mismo día 20 de abril, tan asociado ya a los Celtas, actúan en Vistalegre, llevando de teloneros a este grupo llamado Da Igual.
Da Igual hacen un punk melódico en el más puro estilo californiano de los Sum41 o Blink 182 y tienen una nutrida base de seguidores.
Y aunque su estilo sea más pop de lo que suele gustarme, seguro que en directo le meten más caña.
Hace más de 70 años la perdida de una niña provocó uno de los más sorprendentes descubrimientos de la historia de la música.
Tanto, que las consecuencias de aquel suceso aún laten en el alma de muchas músicas.
Hoy, en #LaHistorietaMusical, la historia de Elizabeth Cotten.
Preparaos para una de las historias más fascinantes que conozco.
Una historia que me ha quitado el sueño pensando en cómo contarla.
Porque es una historia que, como un árbol, a medida que ahondas en ella, crece y se ramifica en muchas historias.
Y no sé ni por dónde empezar.
Podría empezar por aquel cantautor que tanto influyó a muchos que vinieron después. O por aquella niña perdida. O por sus padres y la tarea a la que se dedicaban.
Pero mejor vayamos al inicio: a finales del siglo XIX.