Es importante analizar las propias palabras que utilizan el Tribunal Supremo para rechazar la denuncia contra Ayuso por la muerte de miles de ancianos en residencias.
Los jueces descartan que cometiera delitos de homicidio imprudente, omisión del deber de socorro o prevaricación:
“No disponemos de datos precisos para concluir en qué medida los criterios de derivación hospitalaria fueron acertados y rigurosos médicamente en función de la situación epidemiológica y hospitalaria de cada momento”
Coño por eso deberían de investigar, y es la esencia de cualquier instrucción, sobre todo teniendo los protocolos de derivación.
El Tribunal Supremo ha rechazado la acción penal y, con el apoyo de la Fiscalía, ha inadmitido la denuncia, explicando que está planteada en “unos términos tan genéricos e indeterminados” que no puede prosperar.
Según ellos los protocolos de derivación son "genéricos e indeterminados".
la prueba que no les da la gana investigarlo está en sus propias palabras.
La denuncia no aporta “datos precisos” de cómo los protocolos de derivación incidieron en el número de muertes, reprocha el Supremo. “No se precisa qué concretos fallecimientos pueden atribuirse a qué concretas medidas”, dicen.
En esos momentos, para el Supremo, la situación era “extrema” y en todas las regiones se registraron “unos elevados índices de mortalidad en personas de edad avanzada”.
Por no saber, ni siquiera se sabe en qué grado se cumplieron esos protocolos.
Ayuso es intocable.
El mero hecho de discriminar a los enfermos en función de si disfrutaban o no de póliza privada de atención médica ya aporta datos suficientes para al menos abrir una investigación.
Qué fácil es encontrar excusas cuando no interesa investigar.
En un país decente:
Ayuso no sólo firmó los protocolos, sino que los defendió pública y notoriamente, diciendo que impidió la asistencia hospitalaria a los ancianos enfermos porque "de todas formas se iban a morir".
¿Para los señores magistrados esas declaraciones no son prueba de la responsabilidad de la ilustre frutera?
¿Esos protocolos no son constitutivos del delito de omisión del deber de socorro?
¿Por qué permitió que sí fueran atendidos quienes tenían un seguro privado?
¿Cuántos de estos últimos superaron la enfermedad?
¿No demuestra la supervivencia de muchos de ellos que, al menos algunos de los desatendidos por Ayuso se hubieran salvado?
No es cuestión de comparar con otras CCAA (que también), sino de comparar las diferencias en el destino de quienes fueron atendidos y quienes, dentro de la misma área de gestión, fueron abandonados a su suerte.
Incluso entre los muertos de ambos grupos ¿cree el Tribunal Supremo y el Fiscal cómplice que murieron con el mismo sufrimiento y dignidad quienes fueron asistidos en hospitales (¿Cuántos del grupo Quirón?) que quienes se asfixiaron en medio de horribles sufrimientos en unas residencias que no disponían de medios para aliviar su espantosa agonía?
Los razonamientos del T. Supremo rozan la oligofrenia jurídico-mecanicista, o la burla descarada del sentimiento de los familiares de los fallecidos por desatención.
Es difícil encontrar un caso en el que sea más evidente la relación causa-efecto entre los protocolos de Ayuso y la muerte de, al menos, algunos de los desatendidos.
Excepto para el Tribunal Supremo.
A los familiares: No os desesperéis. Seguid intentándolo.
Asociaos. Haceos con buenos penalistas.
Tarde o temprano, ganaréis, porque un disparate de tal calibre no puede perdurar eternamente.
Me ha costado un poco montarlo todo, pero ha valido la pena. Es un documento potente; lo mejor es que cada cual lo vea y saque sus propias conclusiones.
Trump acaba de celebrar una reunión de gabinete en la Casa Blanca. Uno por uno, los principales miembros del gobierno tomaron la palabra para hacer anuncios relevantes, dirigiéndose no solo al pueblo estadounidense, sino al mundo entero.
Solo diré que esta puesta en escena y sus discursos no hace más que reafirmar mi convicción: estamos ante una secta de fanáticos inconscientes. Y eso los convierte en extremadamente peligrosos.
Trump: Los precios al consumidor están cayendo, los costos de la energía bajan y el país gana $ 2B diariamente con las tarifas. Estamos arreglando acuerdos comerciales que debieron haberse abordado hace décadas. Estados Unidos finalmente exige respeto.
Secretario de Defensa, Pete Hegseth: Acuerdos firmados para asegurar el Canal de Panamá con presencia militar de EE.UU. Las tropas regresan a sus antiguas bases para contrarrestar la influencia china que creció bajo administraciones anteriores.
Se que lo de Afganistán es un follón difícil de comprender.
Como es posible que en 1972 se pudiera tomar esa fotografía de "mujeres paseando por Kabul" ?
Y ahora Afganistán sea un estado fallido dominado por la irracionalidad talibán.
La mejor forma de entenderlo es ir al principio de la historia, quienes y porque decidieron que era una buena idea apoyar a unos pastores de cabras que estaban arraigados en las zonas rurales de la provincia de Kandahar, en el corazón de la etnia pashtún al sur del país?
Como siempre hay pocos nombres que deciden y condicionan millones de vidas, el personaje se llama Zbigniew Brzezinski, asesor de Carter.
Es una pena que no haya el premio Nobel de HP.
Lo confirma el ex director de la CIA, Robert Gates, en sus Memorias : los servicios secretos estadounidenses comenzaron a ayudar a los muyahidines afganos 6 meses antes de la intervención soviética.
Se entiende muy bien con la entrevista de un periódico francés en 1998 al propio Zbigniew Brzezinski.
En aquella época usted era el consejero del presidente Carter para los asuntos de seguridad.
¿Desempeñó entonces usted un papel clave en este asunto? ¿Lo confirma usted?
Zbigniew Brzezinski: Sí, según la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los muyahidines comenzó durante el año 1980, cuando el ejército soviético ya había invadido Afganistán, el 24 de diciembre de 1979.
Pero la realidad que se mantuvo en secreto es diferente. Fue el 3 de julio de 1979 cuando el presidente Carter firmó la primera directiva sobre la asistencia clandestina para los opositores al régimen prosoviético de Kabul. Y ese día yo escribí una nota al presidente donde le explicaba que en mi opinión esa ayuda provocaría una intervención militar de los soviéticos.
A pesar de ese riesgo usted era partidario de aquella «covert action» (operación clandestina). ¿Quizás usted hasta deseaba esa entrada en guerra de los soviéticos y quería provocarla?
Zbigniew Brzezinski: No es exactamente así. Nosotros no empujamos los soviéticos a intervenir pero incrementamos conscientemente la probabilidad de que lo hicieran.
Cuando los soviéticos justificaron su intervención diciendo que su objetivo era luchar contra una injerencia secreta de Estados Unidos nadie les creyó. Pero había un fondo de verdad. ¿No siente usted algo de arrepentimiento hoy en día?
Zbigniew Brzezinski: ¿Arrepentirme de qué?
Aquella operación secreta era una excelente idea. Su efecto fue que atrajo los rusos a caer en la trampa afgana ¿y usted quiere que me arrepienta de eso?
El día que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera, yo le escribí al presidente Carter [diciéndole] sustancialmente: «Ahora tenemos la oportunidad de darle a la URSS su guerra de Vietnam.»
De hecho, Moscú tuvo que librar durante casi 10 años una guerra insoportable para el régimen, un conflicto que provocó la desmoralización y finalmente el estallido del imperio soviético.
Tampoco se arrepiente usted de haber favorecido el integrismo islamista, de haber aportado armas y consejo a futuros terroristas?
Zbigniew Brzezinski: ¿Qué es lo más importante para la historia mundial? ¿Los talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos locos islamistas o la liberación de Europa central y el fin de la guerra fría?
¿Algunos locos? Si se está diciendo constantemente que el fundamentalismo islámico representa hoy una amenaza mundial.
Zbigniew Brzezinski: Boberías. Según nos dicen, Occidente debería tener una política global ante el islamismo. Eso es estúpido. El islamismo global no existe. Veamos el islam de manera racional y no demagógica o emocional. Es la primera religión del mundo, con 1 500 millones de creyentes. Pero, ¿qué tienen en común la Arabia Saudita fundamentalista, el Marruecos moderado, el Pakistán militarista, el Egipto prooccidental y el Asia secularizada? Nada que no sea lo mismo que une a los países cristianos.