Esta es la caja de herramientas más segura del mundo. Si detecta que cualquier herramienta no vuelve a su sitio, paraliza un edificio del tamaño de una catedral.
Porque de esa catedral depende la seguridad de miles de personas.
@Iberia Ya lo he dicho alguna otra vez: hay algo fascinante en las arquitecturas que no se han construido para el ser humano.
Espacios cuya escala no tiene nada que ver con nosotros.
@Iberia Espacios sin ningún ornamento, sin nada que no sirva al puro propósito para el que se han construido.
@Iberia Como las catedrales.
Sí, porque, en realidad, en las catedrales apenas hay ornamentos. Todo se ideó y se construyó de la manera más eficaz para alcanzar su propósito: la trascendencia.
@Iberia Por eso, cuando alguien dice que ya no construimos catedrales, yo creo que el mundo está lleno de catedrales; solo hay que mirarlo con los ojos de la maravilla.
Y una de estas catedrales, una que nos pone en contacto con la trascendencia, es el Hangar 6 de Iberia Mantenimiento.
@Iberia Construida en los terrenos de La Muñoza, junto al aeropuerto de Barajas, el Hangar 6 batió dos récords en el momento de su inauguración en 1995.
Por un lado, era el espacio cubierto diáfano más grande del mundo, con casi 32.000 metros cuadrados SIN UN SOLO PILAR.
@Iberia Por el otro, con sus 4.000 toneladas, supuso el izado más pesado de una cubierta que se hacía DE UNA SOLA PIEZA.
Porque no es solo que no haya pilares en la parte central, es que uno de los lados largos tampoco tiene ni un solo soporte.
¿Por qué este atrevimiento estructural?
@Iberia Pues porque, como su nombre indica, el propósito del Hangar 6 es albergar aviones de pasajeros. Y los aviones de pasajeros no pueden maniobrar entre columnas como cuando nosotros aparcamos en un garaje.
Había que dejar TODA LA PUERTA DESPEJADA.
@Iberia Por eso, ese lado se sostiene por un arco de 250 metros de luz que, junto con el resto de la cubierta, se levantó todo de una vez en un proceso milimétrico que transcurrió durante 5 días enteros.
@Iberia Pero, en realidad, todas estas cifras y estos datos, y ni siquiera el exterior, pulcro y estrictamente funcional, nos prepara para lo que significa entrar en el Hangar 6.
Porque entrar en el Hangar 6 nos coloca en un lugar único. Un espacio que es una máquina.
@Iberia Una máquina colosal hecha para cuidar a otras máquinas colosales.
@Iberia Porque lo que se hace en el Hangar 6 es el mantenimiento pesado de aviones de pasajeros.
Para que entendáis la escala monumental, eso de arriba es una pasarela para personas. Lo de la derecha es la cola de un avión.
@Iberia Y sí, el edificio es una máquina. Está plagado de sistemas que no apelan al ornamento. Que son pura eficacia.
Soportes móviles que no tocan el suelo y que se mueven por puentes grúa. Torretas de agua a presión operadas por sensores que se autoorientan en el caso de incendio.
@Iberia Porque diez aviones son más de 2.000 viajeros. Pero es que en los años que lleva en activo, por el Hangar 6 han pasado más de 3.000 aviones. Haced las cuentas de los viajeros que dependen de este edificio.
@Iberia De hecho, cada 12 años los aviones paran allí para que se les realicé una revisión exhaustiva que implica DESMONTAR Y VOLVER A MONTAR TODO EL AVIÓN.
Todo el fuselaje, toda la estructura, la cabina, las bodegas y hasta los motores. Todo.
@Iberia Todas las superficies y todos los remaches y todos los tornillos y todas las tuercas se desmontan y se vuelven a apretar.
Por eso, como dije en el primer tuit, las cajas de herramientas del Hangar 6 son las más seguras del mundo.
@Iberia Cada vez que un técnico quiere sacar una llave o un destornillador o cualquier otra herramienta de allí, debe identificarse digitalmente o la caja no se abre.
Una vez abierta, los sensores de la caja detectan QUÉ herramienta no está y QUIÉN se la ha llevado.
@Iberia Y, al final del trabajo, si esos sensores no detectan que la herramienta ha vuelto a su sitio, hacen saltar las alarmas y paralizan el edificio para buscarla.
Como imagináis, no se puede correr el riesgo de que haya una herramienta suelta en un avión en vuelo.
@Iberia El Hangar 6 es una máquina monumental pero los engranajes que la mueven no son ni los puentes-grúa ni las torretas antiincendios ni las cajas de herramientas automatizadas.
Son las más de mil personas que trabajan allí.
Y esas personas son las que lo convierten en una catedral.
@Iberia Porque la trascendencia que buscaban las catedrales era, de algún modo, llegar al cielo.
Y nada nos pone más cerca del cielo que volar a 30.000 pies de altura.
@Iberia Desde que el ser humano toma conciencia de la tierra, ha perseguido el sueño de volar.
Y nos hemos acostumbrado a ello, pero volar, aunque es ciencia, sigue siendo un prodigio.
@Iberia Y ese prodigio, esa trascendencia, depende de muchas cosas. Algunas son visibles, como los aeropuertos, los aviones, los pilotos...
Pero hay otras que son igual de necesarias y que apenas tenemos en cuenta.
@Iberia Una de ellas es el Hangar 6.
Una obra cuya construcción fue un desafío estructural.
Una caja colosal, pulcra y sin ornamentos, donde se revisan cientos de aviones cada año.
Una máquina que cuida a otras máquinas.
@Iberia Pero, si lo miramos con los ojos de la maravilla, el Hangar 6 es algo más.
Es un lugar del que depende la seguridad de miles de viajeros. Que permite que crucemos el cielo.
Es la catedral escondida de ese prodigio que es volar.
Por cierto, si queréis ver el Hangar 6 por dentro, tenéis una oportunidad de oro el fin de semana del 28 y el 29 de septiembre, porque está abierto para visitas en el Open House Madrid.
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El hilo de hoy es una colaboración con @Iberia, a quienes quiero agradecer el cariño, la libertad y la absoluta confianza en el proyecto de #LaBrasaTorrijos.
@Iberia Por cierto, que también tengo cuenta en Instagram, donde podéis escuchar mi melodiosa voz y ver mi estupenda jeta 😁
Esto redondo que tengo detrás en el video no es una galería de arte ni una casa. Es, oficialmente, el país más pequeño del mundo. Se llama Kugelmugel, y está en medio del Prater de Viena. Su historia, aviso, parece una broma muy elaborada, pero es completamente real:
En los años setenta, en el otro extremo de Austria, un artista llamado Edwin Lipburger decidió construirse una casa esférica. Una bola de madera habitable, de unos veinticinco metros cuadrados, que iba a usar como estudio para sus cosas de artista (que, por lo visto, requerían mucha superficie curva).
Hasta que apareció la burocracia. Le dijeron que necesitaba licencias, permisos, sellos, tasas… y él, muy digno, contestó que no, que el arte no paga licencias. Que si Austria no lo entendía, se independizaba. Y se independizó.
Proclamó la República de Kugelmugel —que significa algo así como “la bola en la colina”—, y se declaró soberano. Diseñó una bandera (la austríaca, pero con los colores del revés), escudo propio, incluso sellos.
Austria, en un nada inesperado giro, no lo reconoció. Le cayeron diez meses de cárcel, aunque luego lo indultaron porque todo el asunto se había vuelto demasiado absurdo hasta para los austríacos.
Eso sí, Lipburger accedio al indulto (tócate las narices) con una condición: él cedía la bola, pero esta debía convertirse en galería de arte.
Y así, la Kugelmugel fue trasladada al Prater, con una última exigencia del artista: que su dirección oficial no fuera de Viena, sino de la Antifaschismusplatz, la Plaza del Antifascismo. El Ayuntamiento, probablemente ya un poco hasta las narices de todo, accedió.
Hoy sigue ahí, una esfera de madera rodeada de árboles y turistas, a pocos metros de la noria de "El Tercer Hombre".
Un país de un solo habitante que decidió que, si el mundo era cuadrado, lo más revolucionario era construirse una casa redonda.
En este video estoy en Viena, en la Michaelerplatz, y este edificio que tengo detrás es donde empezó todo. Aquí nació la arquitectura moderna.
Se terminó en 1909, hace más de un siglo, y es obra de Adolf Loos. Lo verdaderamente revolucionario no era su forma ni su función, sino su ausencia: fue el primer edificio del mundo sin decoración. Nada de molduras, guirnaldas, relieves o florituras. Solo piedra, proporción y ventanas.
Hoy se lo conoce como la Looshaus, la “Casa de Loos”, y tiene el más alto grado de protección patrimonial en Austria —y, siendo honestos, debería tenerlo en el planeta entero—. Pero en su momento fue detestado. Lo llamaron “un montón de estiércol”. El emperador Francisco José, que vivía justo enfrente, decía que era tan feo que prefería correr las cortinas para no tener que verlo desde el Hofburg.
Y algo de razón tenía si uno lo mira con ojos de su tiempo. En 1911, cuando se inauguró, las ventanas eran simples huecos rectangulares en una fachada completamente desnuda. Ni jardineras ni adornos. Nada. La ciudad de Viena obligó a Loos a añadir “algo”, lo que fuera, y él accedió con ironía: colocó unas jardineras con flores, que aún hoy sobreviven ahí arriba como una especie de concesión sarcástica al gusto burgués.
Abajo, en cambio, sí hay ornamento. La planta baja —entonces un banco, hoy una joyería— está revestida de mármol verde y tiene columnas dóricas. Loos lo hizo deliberadamente: quería marcar el contraste. La parte baja, ligada al espacio público, podía dialogar con la tradición; la superior, dedicada a la vida doméstica, debía ser limpia, racional, sin artificio.
De esa tensión —entre lo clásico y lo moderno, entre la plaza decorada y la vivienda desnuda— surgió uno de los textos fundacionales de la modernidad: “Ornamento y delito”, el ensayo en el que Loos proclama que el adorno es una forma de atraso moral. Desde aquí, desde este edificio que un emperador consideró insoportable, empezó el siglo XX arquitectónico.
En la costa chilena hay un lugar donde la gente no se cambia de casa. MUEVE LA CASA DE SITIO.
Y la mueve tirada por bueyes, por tractores y hasta por barcos.
Pero no es solo eso. Es la expresión del lazo de una comunidad.
En #LaBrasaTorrijos, la minga de Chiloé.
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En 1993, el cineasta colombiano Sergio Cabrera estrenó uno de los filmes más interesantes, más combativos y también más divertidos de la década: "La estrategia del caracol"
"La estrategia del caracol" es una dramedia que cuenta la historia de unos inquilinos que se rebelan contra su casero de una manera tan divertida como inverosimil: cambian de sitio el edificio donde viven y dejan apenas un trampantojo.
En 1981, un hombre escaló los 442 metros de la Torre Sears, el edificio más alto del mundo. No era un espectáculo circense: fue una advertencia que puso en duda a todos los rascacielos y obligó a Chicago a repensar su propia ciudad.
Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos.
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En 1970, Sears encargó al arquitecto Bruce Graham, de la firma SOM, la construcción de su cuartel general en Chicago.
No era un proyecto normal, era un edificio para la mayor empresa de grandes almacenes del mundo, con más de 350.000 trabajadores.
Un coloso empresarial.
Como ese coloso no se iba a conformar con un edificio "normal", Graham les propuso otro coloso. Una sede que representara el tamaño de su imperio.
Les propuso construir el rascacielos más alto del mundo.
El precio del alquiler es un problema muy grave. A veces, por culpa de caseros chungos.
Pues en Irlanda hubo un casero TAN CHUNGO que su apellido se convirtió en un verbo que significa "Negarse a comprar o participar en algo como forma de protesta".
Esto es #LaBrasaTorrijos ⤵️
En 1854, un joven inglés llamado Charles Cunningham se trasladó a la isla de Achill, al oeste de Irlanda. Hijo de familia pudiente, salía de una carrera militar fallida y llegaba a las verdes tierras de Éire dispuesto a ser un hombre rico y de provecho.
En esa época, Irlanda vivía una situación bastante peluda: acababa de salir de la Gran Hambruna del 45, que había diezmado a la población, bien llevándola a los camposantos, bien obligándola a emigrar.
Por tanto, las verdes tierras de cultivo eran un bien muy preciado.