Los aranceles de Trump indican cómo va a ser todo su mandato:
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-Trump declaró la emergencia nacional para aprobar estos aranceles de gran calado, saltando, una vez más, por encima de la autoridad del Congreso. Y es que el Congreso se ha convertido en un órgano consultivo, impotente.
Trump gobernará en estado de emergencia permanente.
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-Los aranceles de Trump son una ideología refractaria a la realidad.
Una cosa es aplicarlos a determinados productos o sectores, como hicieron otros presidentes, y otra poner un arancel universal a países tan distintos como Lesoto, Argentina y Francia.
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...El déficit comercial no refleja, necesariamente, una injusticia. No tiene sentido. A veces se importa X de un país y nada más. O se exporta Y. Depende de cada caso. No tiene por qué haber siempre cuentas igualadas.
-Trump lo ve todo en términos de suma cero.
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Además, Trump dice que los aranceles son buenos para corregir estos desequilibrios, llenar las arcas y reindustrializar el país. Ok. Pero luego resulta que los ha colocado para luego quitarlos. Son para negociar. Ok, ¿entonces es que no son útiles?
-No hay coherencia.
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Todo esto indica que Trump vive en un ambiente de “baja información”: desconectado de muchos datos y rodeado de acólitos que le dicen lo que quiere oír y que se embarcan con él en estas arriesgadas aventuras.
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Comparad esta situación con la del primer mandato. Hace 8 años, Trump tenía asesores como Gary Cohn: gente que sabía de economía y que le paraba los pies. Véase la crónica de uno de estos casos, contada en “Fury” por Bob Woodward:
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Hoy ya no. Hoy tenemos un Trump puro y unilateralista, que no tiene ni los contrapesos del Congreso, que ha sido domesticado, ni contrapesos profesionales dentro de su gabinete.
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Al mismo tiempo, está destruyendo el verdadero valor económico de EEUU: el turismo, la educación, la ciencia. Se ha cargado los subsidios al desarrollo científico, está extorsionando a las universidades y provocando una caída de viajes (turismo, talento) a EEUU:
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También se está yendo la pasta, tal y como indican los últimos movimientos de la Bolsa, los mercados de bonos y el dólar. Ante la creciente ausencia de consistencia y seguridad jurídica, el interés inversor en EEUU está desvaneciéndose.
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Se dice que Trump es bueno haciendo diagnósticos: mucha gente en EEUU ha sido castigada por la globalización y por la desigualdad galopante, y hay una China que contener.
Otra cosa son las recetas para afrontar estos problemas.
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Observar a Trump a través del prisma tradicional es un error.
Trump no es un presidente normal. Un Reagan, un Clinton, un Carter.
Él juega en otra liga, en otro deporte.
Esto lo saben, por ejemplo, expertos en China:
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El sinólogo Orville Schell, director de la Asia Society de Nueva York, dice que Trump tiene mucho en común con Mao Zedong: ambos son “agentes de insurrección” que cultivan el caos continuo como forma de gobierno.
La "revolución permanente" vs el "show permanente".
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“Puede que Trump carezca de las habilidades como escritor y como teórico de Mao”, escribe Schell, “pero posee el mismo instinto animal para confundir a los oponentes y mantener la autoridad siendo impredecible hasta un punto de locura”.
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La iniciativa DOGE, de Elon Musk, ¿es legal? ¿Qué busca exactamente?
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Contexto:
Reformar el Gobierno federal, hacerlo más eficaz, transparente y moderno, es un proyecto que goza de las simpatías demócratas y republicanas. En los últimos 100 años, ha habido 15 iniciativas en este línea: de Theodore Roosevelt a Barack Obama.
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Ahora mismo los demócratas, azuzados en parte por el periodista Ezra Klein, debaten precisamente sobre eso: cómo hacer que el Gobierno funcione mejor para todos y recupere la confianza de los ciudadanos.
Hay problemas reales que solucionar.
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¿Es Donald Trump un populista o un (proto)fascista?
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No es una broma. Aunque haya pocas palabras más manidas que “fascista”, ya casi desprovista de significado en nuestras vociferantes sociedades, el gremio de historiadores del fascismo lleva una década planteándose esta misma pregunta.
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Uno de sus decanos, Robert Paxton, prefería dejar el término de lado: decía que sí, que Trump tenía elementos del fascismo, como la temática del declive nacional, el uso de chivos expiatorios y la teatralidad mussoliniana. Pero recomendaba evitar "la etiqueta más tóxica”.
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Hasta el pasado 20 de enero, era común escuchar este comentario: bueno, Trump ya ha sido presidente. Y no nos fue tan mal, ¿cierto?
Quienes decían esto no estaban prestando atención:
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El Trump 1.0 (2017-2021) no tenía experiencia: no sabía cómo aplicar sus desdibujados planes. Y estaba rodeado por numerosos contrapesos: el Partido Republicano no estaba tan “trumpizado”, el Supremo andaba más equilibrado, la prensa era más fuerte...
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Y, al carecer de una cantera de aliados políticos, Trump tuvo que rodearse de republicanos tradicionales de toda la vida: los apodados “adultos en la habitación”, que le sugerían políticas conservadoras moderadas y le paraban los pies cuando lo creían necesario.
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Es posible que EEUU, realmente, quiera anexionarse Canadá:
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Donald Trump ha amenazado abierta y repetidamente con ello. Ha dicho que con “un trazo de bolígrafo” podría hacer que Canadá dejara de ser “viable como país”, siempre llama “gobernador Trudeau” a su primer ministro saliente y ejerce continuas presiones entre bastidores.
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Según The New York Times, en las conversaciones privadas con Canadá la Administración Trump ha expresado su deseo de redibujar la frontera: alega que los tratados firmados (11 en total, hace más de un siglo) son legalmente endebles y tienen que ser revisados.
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La humillación pública de Zelenski en el Despacho Oval ha sido probablemente premeditada.
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Si Trump hubiera querido tener una reunión pacífica y normal con Zelenski frente a las cámaras, simplemente no hubiera tenido a JD Vance presente.
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De la variedad de voces que hay en el Gobierno de EEUU, la de Vance es la más aislacionista y crítica con la ayuda a Ucrania. Ha llegado a decir que Ucrania no le importa y hace 2 semanas tuvo en Múnich un encuentro no muy amistoso con Zelenski. ¿Por qué tenerlo en la sala?
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