Hoy, día 1 de mayo, celebramos también el primer aniversario de Kursant. Aprovechando la fecha, nos presentamos abiertamente como destacamento comunista y publicamos nuestro Programa para contribuir a la construcción del Partido.
A lo largo de este año de trayectoria hemos vertido en nuestro órgano de expresión y en nuestra cuenta análisis y conclusiones con el objetivo de contribuir al surgimiento de una línea revolucionaria.
Esto nos ha permitido compartir posturas y perspectivas con camaradas de todo el territorio, incluso de otros sitios del mundo. Sus críticas y comentarios nos han servido enormemente para avanzar, así como esperamos que nuestras aportaciones hayan sido igualmente útiles.
Sin embargo, la pregunta que quizás no hemos sabido contestar es la de quiénes somos y, más importante aún, a qué aspiramos. La única respuesta posible a un interrogante tan decisivo es la presentación de un Programa como el que hoy compartimos.
En él arrancamos de una premisa coyuntural fundamental: el Partido Comunista no existe. Por lo tanto, no hallamos en una etapa prepartidaria en la que su construcción es el objetivo de todos los revolucionarios.
Para alcanzar este hito estratégico, ineludible en el camino hacia el restablecimiento del horizonte de la revolución, la actividad de los comunistas debe centrarse en dos apuestas tácticas: Proletarizar y Debatir.
Convertido en patrimonio tergiversado de académicos y pequeñoburgueses, el restablecimiento del socialismo científico como autoconciencia revolucionaria del proletariado pasa por su retorno a los centros de trabajo. Es decir, por su «proletarización».
Por lo tanto, es tarea de los comunistas volver a desplegarse en ellos para entrar en contacto y elevar a las capas más avanzadas. Solo con la participación del proletariado en esta labor, sin claudicar ante su conciencia espontánea, los comunistas podremos recuperar la senda.
Sin embargo, este proceso solo puede prosperar si, en paralelo, los comunistas nos desprendemos de las adhesiones folklóricas y del «espíritu de siglas» y volvemos a supeditar los debates a las exigencias estratégicas que imponga el avance hacia nuestro objetivo.
Los debates, sostenidos desde esta perspectiva, deben permitir superar los sesgos y limitaciones localistas para dirigirnos hacia mayores niveles de integración organizativa. Por el camino, contribuirán también a desenmascarar a la quintacolumna contrarrevolucionaria.
Las conclusiones son sencillas. Ambas vías son apenas el anverso y el reverso de un solo proceso que debe conducirnos a la construcción, de nuevo, del arma históricamente probada del proletariado revolucionario: el Partido Comunista.
No somos inocentes. Las propuestas presentadas son expeditivas y generarán reacciones encontradas, cuando no un rotundo silencio. Pero empezar a discutir con propiedad reclama poner un Programa sobre la mesa y dejar de confrontar en base a abstracciones y recados encubiertos.
En definitiva, atender más a lo que se hace y menos a lo que se dice o a lo que se pretende estar haciendo. Y en cuanto a lo audaz o temerario de este Programa, lo es de forma directamente proporcional a la tarea histórica que tenemos por delante.
No quisiéramos terminar sin un apunte decisivo. No pretendemos que este Programa sea nuestro, al contrario. Si lo hemos formulado en unos términos parcialmente abstractos es para que todo comunista honesto se lo pueda apropiar y/o discutir.
Las tareas son claras y el objetivo ineludible. Esperamos que nuestros futuros camaradas, allí donde estén, lo lean con interés, lo discutan y eventualmente nos sirva para encontrarnos. En lo que refiere al resto, esperamos que nuestro trabajo hable por nosotros.
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Camaradas, mañana es Primero de Mayo. Este año, el Día del Trabajador se celebrará en unas circunstancias históricas peores que el anterior. Nos tememos que esta será la tendencia general hasta que el trabajo se imponga sobre el capital.
No lo decimos para alimentar el derrotismo, sino precisamente porque la realidad es tozuda y se empecina en recordarnos que la inacción no es una opción. Recordad, camaradas, que la frontera de la Revolución está en todas partes.
Allí donde hay oprimidos, hay opresores. Allí donde hay trabajadores, hay parásitos. Allí donde hay injusticia brotan los justos.
Ayer hicimos la «arriesgadísima» predicción de que hoy esto se llenaría de análisis de pacotilla y de brindis al sol. Y señalábamos que lo importante es extraer lecciones relacionadas con nuestras tareas actuales. Las primeras abundan, las segundas brillan por su ausencia.
Ayer las distintas radios y el propio presidente del gobierno se encargaron de, subreptíciamente, dar alas a los abonados a la conspiranoia. Desde el uso enfático del adjetivo «extraño» a los desvaríos posteriores sobre la llamada de Zelensky, sobraban motivos para especular.
Si a esto añadimos las llamadas a expertos en seguridad, el cóctel estaba servido. Numerosas loas al «kit de supervivencia» y sermones sobre la importancia de subir la inversión en defensa para aumentar la resiliencia de las infraestructuras aderezaron la noche.
Arrojaremos algunos datos para ilustrar la forma en la que CCOO y UGT se lucran gracias a los despidos y las sanciones masivas de trabajadores -no, no lo estáis leyendo mal-.
Antes de ir a las cifras, explicaremos la mecánica, que es bastante simple. Cuando un trabajador afectado por un ERE o un despido recibe su compensación, parte de ésta -por lo general entre el 10 y el 15% del total- va destinada al sindicato por la «ayuda» prestada.
Y estas dos organizaciones -aunque hay más- se limitan a acatar las decisiones de la patronal. Aunque de palabra protesten y se muestren indignadas, vendiendo como una victoria la reducción del número de despidos o de EREs,
Es difícil comprender el revuelo que ha levantado este tweet porque simplemente tiene razón. Lo único con lo que no estamos de acuerdo es con que esto implique necesariamente «un sacrificio» o con que decirlo suponga replicar el modelo del heroísmo individualista burgués
No es que la militancia no implique sacrificios, al menos de primeras. La incomprensión por parte de los entornos, dejar atrás a gente o el trabajo incansable en los ratos «libres», sumados ala represión, las palizas, la cárcel y eventualmente la muerte, son sacrificios.
Camaradas, aprovechando el día quisiéramos recomendar 10 obras literarias imprescindibles del realismo soviético.
Las enumeraremos sin ningún orden particular, y utilizaremos las portadas de las versiones y editoriales de las que las hemos leído. Seremos breves, así que os invitamos a escribirnos si tuvierais cualquier duda. Del mismo modo, esperamos vuestras sugerencias.
«La derrota», de Fadéyev (1927). La novela narra la odisea de un regimiento de caballería del Ejército Rojo en el Lejano Este durante la Guerra Civil, pero trata sobre el modo en que los comunistas lidian con la derrota.
Aprovechando los debates cíclicos sobre la Semana Santa, y estando de acuerdo con que reducir al absurdo la festividad no es muy buena idea, queremos recordar que «la cuestión religiosa» no es una especie de tema separado del resto que merezca una solución concreta.
La misma Semana Santa, por ejemplo, tal y como existe a día de hoy, descansa sobre el osario de una revolución fallida. En la Andalucía y las Castillas de principios del siglo pasado los campesinos pobres acabaron siendo furibundamente anticlericales precisamente porque
entendían -correctamente- que la Iglesia era un pilar esencial del poder de los terratenientes, a su vez respaldado por la Guardia Civil, cuerpo paramilitar creado ad hoc para acabar con las revueltas agrarias que operaba casi como un ejército de ocupación.