Como toda ideología nacionalista el españolismo se sustenta sobre mitologías opuestas a toda comprensión científica de la historia. Su finalidad es reforzar el poder estatal burgués, y en el caso español, alimentar nuevamente las aspiraciones imperialistas sobre América.
Cuando el españolismo se llena la boca acerca de la construcción de ciudades, hospitales, universidades y demás en América obvia interesadamente que se trataba de una estructura orientada a la explotación económica del continente, explotación que caía sobre los indios y esclavos.
toda esa estructura estaba al servicio de la explotación de millones de humanos a los cuales se les había destruido su modo de vida propio e impuesto otro por la fuerza. Sea en las minas de Potosí, la Mita en Perú o la explotación agraria de las encomiendas y plantaciones +
millones de indígenas y esclavos murieron bajo el dominio español en América. El indio nunca fue un igual, sino un vasallo considerado inferior, un “menor de edad” espiritual en el mejor de los casos al cual había que tutelar, tutela que se daba por supuesto bajo el sometimiento.
Precisamente todas las leyes que supuestamente defendían a los indígenas de las que tanto se enorgullecen los españolistas ratifican esa condición de inferioridad: una jurisdicción propia acorde a su naturaleza inferior, la República de los españoles frente a la de los indios.
Allí donde los españoles no exterminaron en su totalidad a los nativos (como en las Antillas) se produjeron las llamadas reducciones de indios, es decir, desplazamientos forzados de las comunidades indígenas para que viviesen aislados de los centros urbanos de la élite española.
Podemos mencionar otros ejemplos: la participación imprescindible de España y Portugal en el comercio negrero y sus enfrentamientos con Inglaterra para su control, el pacto colonial que hacía de América productora exclusiva de materias primas para la península o la propia +
resistencia indígena que se manifestó de manera pasiva (suicidios antes que vivir bajo control español) o activa (rebelión en Venezuela, guerra de los chichimecas o la gran rebelión de Tupac Amaru II) muestra que efectivamente el poder español fue un poder opresivo y colonial.
Enfrentar el relato españolista es necesario porque sobre las mitologías chovinistas del imperialismo del pasado se fundamenta la ideología imperialista del presente.
Ceder un milímetro es dar alas a la España negra, la de la opresión nacional e imperial, la del fascismo.
Como ya señaló José Díaz en 1938, la unidad del pueblo español con los pueblos iberoamericanos es la unidad de pueblos libres que luchan contra la opresión y el fascismo.
Nuestra unidad está en la lucha por la Revolución Proletaria Mundial, la conquista del socialismo.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Cuando se habla de hegemonía hay que tener en cuenta el momento estratégico en el que nos encontramos. La carencia de un Partido Comunista reconstituido imposibilita la hegemonía política en las amplias masas del proletariado y en otros estratos de clase que puedan hegemonizarse.
En el período prepartidista la hegemonía se realiza en otro plano: la lucha de la ideología socialista contra la ideología burguesa en las filas comunistas, la lucha de la teoría revolucionaria contra el revisionismo en el proceso de reconstitución del Partido Comunista.
En esta etapa la hegemonía sólo puede entenderse como recuperación de la línea revolucionaria comunista y derrota del revisionismo en el seno de los destacamentos comunistas. Constitución como verdadera vanguardia.
El balance de las experiencias y figuras revolucionarias del pasado no es un hecho arbitrario, sino una etapa estratégica ineludible para la reconstitución del comunismo como teoría revolucionaria y cosmovisión del proletariado.
El balance no es una mera labor historiográfica en el sentido burgués, es el autoconocimiento histórico del proletariado, de su lucha por la emancipación. Y en ese autoconocimiento el proletariado reconoce en la experiencia revolucionaria previa puntos de partida ineludibles.
Es un proceso de superación dialéctica en donde el momento de derrota actual es vencido por un relanzamiento de la revolución proletaria que incorpora todas las conquistas de las experiencias precedentes, sus lecciones más valiosas y la crítica de sus errores y limitaciones.
Este posicionamiento peca de algunas imprecisiones que nos parecen importantes señalar de cara a esclarecer la postura comunista acerca de la autodeterminación.
En primer lugar: la autodeterminación es realizada por las naciones oprimidas, no por clases aisladas.
Los comunistas defendemos el derecho a la autodeterminación como solución democrática a la opresión nacional. Esta es una defensa negativa, la posibilidad (o no) de que una nación se separe de otra y forme su marco estatal propio.
La política proletaria es aquella que, al mismo tiempo que defiende la autodeterminación, busca organizar de manera independiente al proletariado más allá del marco nacional, sin privilegiar al nacionalismo de pequeña nación ni al chovinismo de la nación opresora.
La gran conquista histórica de la noción del Partido de Nuevo Tipo leninista radica en la dialéctica vanguardia-masas y su movimiento dentro de la estrategia y táctica revolucionaria. El Partido Comunista como órgano superior de combate del proletariado.
Antes de la confirmación del Partido de Nuevo Tipo las organizaciones se dividían en dos tipos: los partidos conspirativos de corte blanquistas, donde una minoría revolucionaria actuaba con total independencia de las masas. Está es la primera forma de partido revolucionario.
El fracaso de este modelo de partido durante el siglo XIX y la larga lucha por la legalización del socialismo en los países occidentales dio lugar al segundo tipo de organización: los partidos socialdemócratas de masas, partidos que utilizaban la legalidad para acumular poder +
El surgimiento de sindicatos de inquilinos por todo el territorio estatal es necesario y urgente, pero hay ciertos presupuestos que limitan su marco de actuación y lo atan nuevamente al reformismo.
Es obvio que un sindicato de inquilinos se centre en la crítica al rentismo y a la especulación inmobiliaria, pero es necesario señalar que el problema de la vivienda es una forma particular en la que se manifiesta la explotación capitalista que sufre la clase obrera.
Saltar sobre este hecho lejos de aupar mayorías contra el rentismo, refuerza a éste al desligarlo de la base material de la que surge —el capitalismo— y del conjunto de problemas que sufre la clase obrera. Es el discurso interclasista que nada aclara y entorpece todo.
Los liberales afirman que el comunismo condena a la gente a una vida gris de servidumbre al Estado, pero esta es precisamente la situación del proletariado bajo el capitalismo: una vida de explotación en un trabajo que te desrrealiza como humano por un salario mísero.
La explotación capitalista se cimenta en la reducción del obrero a mera fuerza de trabajo a la que explotar sin límites, de persona pasa a ser un autómata pasivo ligado al trabajo por un salario, ajeno a toda la riqueza que su esfuerzo crea día tras día.
La explotación capitalista es inseparable de la conversión del obrero en un ser sin autonomía, totalmente coartado en el puesto de trabajo por el disciplinamiento que impone la producción y la jerarquía. El obrero es un instrumento más que se reemplaza cuando deja de ser útil.