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La respuesta no es simple, pero empieza en lo material. Los jóvenes de hoy son los primeros en vivir peor que sus padres. No tienen casa, no tienen estabilidad, no tienen futuro. En Europa, el alquiler devora el 80% del salario medio de un joven. En América Latina, la informalidad laboral supera el 60%.
Lo que en los años noventa parecía improbable —un alineamiento creciente de Rusia con China e India— hoy constituye uno de los principales factores de transformación del sistema internacional. El error occidental fue creer que podía arrinconar indefinidamente a Moscú sin consecuencias.
Inspirada en hechos reales —el asesinato del estudiante Ivanov por un grupo nihilista liderado por Serguéi Necháiev—, el libro fue leído en su tiempo como una advertencia. Las ideas radicales, cuando se encarnan en individuos vacíos, pueden arrastrar a una sociedad entera hacia el abismo. Más de un siglo y medio después, la vigencia de la obra resulta inquietante.
Cuando Deng Xiaoping impulsó la política de reforma y apertura en 1978, difícilmente podría imaginar que el experimento de unas pocas ciudades costeras terminaría alterando no solo la historia de China, sino también la del capitalismo global.
La reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska puede ser interpretada como mucho más que un simple encuentro bilateral. En la práctica, significó la reaparición del presidente ruso en el escenario internacional, con el aval explícito de la Casa Blanca. Que el líder acusado de crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional haya descendido de su avión en Anchorage sobre una alfombra roja desplegada por soldados estadounidenses, para luego compartir con Trump la limusina presidencial, es un hecho cargado de simbolismo. Representa, al mismo tiempo, la normalización de Putin tras años de relativo aislamiento y la consolidación de Trump como mediador inevitable de cualquier resolución futura de la guerra en Ucrania.
En las aulas y en los pasillos de la universidad se repiten una y otra vez, casi como un mantra. Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú es la institución más prestigiosa en esa area en todo Rusia, y es donde se forjan los diplomáticos de la élite rusa, y de los países de la ex orbita soviética. Muchos africanos y asiáticos, también. De hecho, gente como Ilham Aliyev, presidente de Azerbaijan desde 2003, o Serguei Lavrov, canciller de la Federación Rusa, se egresaron de MGIMO.
En 2006, la BBC estrenó Life on Mars, una serie que, bajo la apariencia de un policial con tintes de ciencia ficción, es en realidad una meditación sobre la memoria, la nostalgia y el tiempo histórico. Su premisa es la siguiente: Sam Tyler, un detective de Manchester en 2006, sufre un accidente y despierta en 1973. A partir de allí, la trama se bifurca: ¿viajó realmente en el tiempo? ¿Está en coma? ¿O todo ocurre dentro de su cabeza?
A los 33 años, tomó el poder en Burkina Faso con una bicicleta, una guitarra y una idea clara: que África debía dejar de arrodillarse ante sus verdugos. En cuatro años abolió privilegios, nacionalizó tierras, vacunó a millones de niños, prohibió la mutilación genital femenina y se negó a pagar la deuda externa: "Si pagamos, morimos. Si no pagamos, quizá vivamos."
Aleksandr Solzhenitsyn no solo narró el mal: lo vivió, lo pensó, lo denunció. Pasó de oficial del Ejército Rojo a prisionero del Gulag, de héroe literario del deshielo soviético a exiliado sin patria, de crítico implacable del totalitarismo comunista a voz incómoda también para Occidente. En tiempos donde la memoria se licúa y la verdad se vuelve transaccional, su figura se vuelve tanto más insoportable como imprescindible.
Argentina ha mantenido históricamente una política exterior basada en la autonomía relativa, la no alineación permanente y el multilateralismo, buscando equilibrar relaciones entre potencias sin subordinarse a ninguna. Ingresar a la OTAN implicaría, de hecho o simbólicamente, un alineamiento directo con la agenda de seguridad liderada por Estados Unidos, lo que choca con esa tradición.
Cofundador de PayPal, primer inversor de Facebook y actual CEO de Palantir, Thiel representa un perfil nuevo y perturbador de empresario: el tecnolibertario que no solo acumula capital, sino que busca rediseñar las estructuras mismas del poder político y social.
Epstein no era un outsider. Fue un actor central del entramado financiero y social norteamericano. Dueño de una fortuna de origen difuso, cultivó relaciones con expresidentes como Bill Clinton y Donald Trump, miembros de la realeza británica como el príncipe Andrés, científicos de renombre e incluso intelectuales progresistas.
En la política estadounidense de la era Trump, pocas cosas son más peligrosas que enojar a la base. Esa masa heterogénea, radicalizada y profundamente desconfiada del poder institucional que ayudó al magnate a conquistar la Casa Blanca —dos veces—, comienza hoy a mostrar señales de fractura interna. Y el detonante no ha sido un tema económico ni un escándalo de política exterior. No. Fue, una vez más, Jeffrey Epstein.
En un país con la memoria histórica aún atravesada por los traumas del franquismo, la irrupción y consolidación de Vox en el escenario político español ha significado mucho más que la simple emergencia de un nuevo actor de derecha. Se trata de la articulación moderna, en clave electoral e institucional, de un viejo discurso: el de la exclusión como forma de orden, el de la homogeneidad nacional como antídoto frente a los males del presente, el del miedo como política de Estado.
La pax americana, si alguna vez existió realmente fuera del relato, comenzó a resquebrajarse seriamente durante el primer gobierno de Donald Trump. El viraje hacia una política exterior aislacionista, la ruptura con aliados tradicionales y el desprecio por el multilateralismo fueron síntomas de una potencia que ya no puede —ni quiere— cargar con el peso del liderazgo global.
Las estadísticas del momento hablaban por sí solas: hacia 1910, el país tenía uno de los PBI per cápita más altos del mundo, una tasa de alfabetización en ascenso y una población urbana en crecimiento constante. Para muchos viajeros europeos, Buenos Aires no era solo “la París de Sudamérica”, sino el símbolo de una nación moderna, pujante y abierta al mundo. Sin embargo, esa promesa nunca se concretó en una verdadera transformación estructural que permitiera consolidar a la Argentina como una potencia económica. ¿Qué falló?
En la historia política de Estados Unidos, pocos artistas han encarnado tan profundamente las contradicciones, las esperanzas y las derrotas del país como Springsteen. Más allá del rock, más allá de las multitudes, el Boss ha construido una obra que es, ante todo, un espejo crítico del sueño americano. Su música no es propaganda ni eslogan: es crónica, testimonio y, sobre todo, política desde el relato humano.
El triunfo de Zohran Mamdani en la primaria demócrata para la alcaldía de Nueva York no es apenas un hito electoral: es una señal inequívoca del desplazamiento tectónico que está viviendo el progresismo estadounidense. No solo se impuso a un peso pesado del establishment como Andrew Cuomo, sino que lo hizo con una agenda radical –en el mejor sentido de la palabra–, cargada de propuestas concretas para atacar el verdadero elefante en la sala: la insostenible crisis del costo de vida en la capital financiera del mundo.
La operación, bautizada con cinismo cinematográfico como Midnight Hammer, representa algo más que un acto militar: es una declaración geopolítica que clausura definitivamente el orden internacional heredado de la posguerra fría y abre las puertas a una era de caos administrado por superpotencias sin frenos ni contrapesos.
En 1951, Irán eligió democráticamente a un primer ministro que encarnaba muchos de los principios del liberalismo político occidental: respeto a la soberanía popular, promoción de instituciones republicanas, división de poderes, libertades civiles y, sobre todo, control nacional sobre los recursos estratégicos.
Aunque en sus orígenes existió cooperación entre ambos países, el devenir histórico los ha transformado en enemigos acérrimos, protagonistas indirectos y directos de conflictos regionales, y símbolos de un choque ideológico, religioso y estratégico más amplio en Medio Oriente.