José Antonio Crespo Profile picture
Analísta político. Doctor en Historia. Por la social- democracia, izquierda democratica.
Dec 31, 2023 4 tweets 9 min read
Andrea Rizzi

La mayor potencia del mundo (Estados Unidos); el país más poblado (la India); el más extenso (Rusia); el mayor bloque comercial (la Unión Europea); el mayor país musulmán (Indonesia); el mayor país de lengua española (México); el territorio (Taiwán) que encarna el mayor riesgo de confrontación entre las dos superpotencias de este siglo (China y EE UU). En todos ellos se votará en 2024, un año con una alineación de estrellas electorales extraordinaria. Alrededor de 70 países, con un total de más de 3.700 millones de habitantes —casi la mitad de los 8.100 del mundo—, tienen previsto celebrar elecciones presidenciales o legislativas. El veredicto de las urnas tendrá profundas consecuencias. Sobre la vida de esas personas y, más allá, sobre un mundo que atraviesa una época turbulenta e inestable, con guerras brutales como las de Gaza y Ucrania, con el viejo orden dominado por Occidente que va muriendo sin que se afiance uno nuevo.

En el plano geopolítico, este ciclo electoral puede tener un gran impacto. Es suficiente considerar qué supondría un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, una tercera victoria consecutiva en Taiwán de candidatos que Pekín considera hostiles o un fuerte auge de la ultraderecha en la Unión Europea para darse cuenta del calado de lo que está en juego. Las tres son perspectivas perfectamente plausibles que, de materializarse, representarían un auténtico choque eléctrico que se propagaría en todo el sistema nervioso global. Pero, además de las citadas, hay muchas otras convocatorias relevantes. Desde las legislativas de Pakistán —potencia nuclear poco estable— a las de Irán, desde las presidenciales de Venezuela a las de Ucrania —el mandato de Volodímir Zelenski expira en marzo de 2024, pero a la vista de la situación de guerra no está claro cuándo se celebrarán—.

En un segundo plano, la coyuntura de grandes elecciones en 2024 será un importante terreno de prueba para la democracia en el mundo. Los principales estudios internacionales coinciden en señalar un deterioro a escala global de la calidad democrática, con numerosos retrocesos extremos —como los golpes de Estado en varios países africanos— o moderados, con debilitamientos que hacen deslizar a muchas sociedades de un entorno democrático saludable a uno frágil, en el que las garantías se ablandan y el terreno de competición se inclina a favor de quien detiene el poder. Habrá pruebas relevantes en ese sentido. Dejando aparte las puras farsas electorales como la de Rusia, será fundamental ver qué ocurrirá en Estados Unidos, donde Trump intentó subvertir su derrota en 2020, o en la India, donde opositores y observadores internacionales denuncian preocupantes retrocesos.

Estados Unidos: la incógnita de Trump. Las elecciones presidenciales para el próximo noviembre tienen un potencial disruptivo inmenso. La posibilidad de que Trump sea el candidato de los republicanos y vuelva a la Casa Blanca es consistente. La formación conservadora no supo pasar página después de la derrota de 2020 y de la bochornosa reacción del magnate, y hoy no se vislumbran aspirantes con fuerza suficiente como para confiar en que puedan cortarle el paso. A su vez, en el bando demócrata, Joe Biden parece decidido a buscar una reelección. Aunque muchos expertos consideran positivo su balance, según las encuestas no ejerce un gran atractivo sobre los votantes, quizá por los signos de su avanzada edad, o por el daño causado al poder adquisitivo por la alta inflación registrada durante su mandato.

Un regreso de Trump a la Casa Blanca representaría una sacudida con riesgos, un paso de aislacionismo estadounidense en un momento en el que potencias rivales cuestionan, de forma más o menos subversiva, el orden mundial que Washington plasmó. Con acierto y errores, Biden ha supuesto una poderosa fuerza para reavivar el entramado de alianzas de EE UU y el nexo entre democracias. Ha impulsado un decidido apoyo a Ucrania, ha prometido defender a Taiwán ante un ataque chino de forma más explícita que ningún presidente y ha reasegurado a sus aliados europeos y asiáticos el compromiso de Estados Unidos.

Trump encarnaría una ruptura con ese escenario. Su doctrina de “América primero” supone limitar esfuerzos y gastos en horizontes lejanos; es dudoso su compromiso con Taiwán en caso de que sufra un ataque, en apoyar a Ucrania o en mantener garantías para Europa. Serían probables nuevas guerras comerciales —no es de descartar que también con la UE—, una retirada de compromisos contra el cambio climático —mientras Biden dio pasos adelante— y de varias formas de multilateralismo e instituciones internacionales. No resulta tranquilizador pensar en qué conclusiones extraerían China, Rusia o Irán de una presidencia estadounidense menos dispuesta a asumir los costes y sacrificios de una proyección internacional. En el pasado, esta ha tenido grandes fallos, pero conviene medir qué hubiese ocurrido sin ella desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, en Europa occidental o en el Indopacífico.

Taiwán: en el ojo de Pekín. Aunque no sea el segundo territorio más importante de la lista con elecciones en 2024 en términos económicos o demográficos, lo es por su relevancia geopolítica. La isla dispone de un sistema político complejo y lleno de matices en lo que concierne a la relación con Pekín. Pero hay una disyuntiva bastante clara. Una victoria del Kuomintang, contrario a gestos rupturistas y partidario de buscar mejores relaciones con Pekín, probablemente destensaría la situación. Queda por ver qué consecuencias tendría en el medio y largo plazo una política con visos de apostar menos por un fortalecimiento de las capacidades defensivas. En cambio, una nueva victoria —sería la tercera consecutiva— del Partido Democrático Progresista (PDP), portador de una identidad taiwanesa más reivindicativa, partidario de profundizar la relación con EE UU y fortalecer la defensa, sería leída en Pekín como una prueba de que la ciudadanía de la isla se aleja de las posiciones contemporizadoras del Kuomintang. Nadie sabe cómo se introduciría este elemento en el cálculo estratégico del Partico Comunista Chino.

Xi Jinping ha señalado de forma clara que considera la reunificación como una parte esencial de su proyecto político. Por otra parte, ha dado órdenes para que sus Fuerzas Armadas alcancen en 2027 un nuevo nivel de capacidad operativa. No cabe duda de que Pekín preferiría evitar un conflicto con efectos potencialmente muy dañinos. Incluso si lograra militarmente la reunificación con relativa facilidad, serían probables graves consecuencias económicas que complicarían su camino hacia la prosperidad, elemento fundamental del pacto tácito del Partido Comunista Chino: renuncia a libertades a cambio de progreso económico. Pero, si el objetivo de la reunificación con Taiwán se aleja, ¿estará dispuesto Xi a renunciar a ello? ¿Sería una presidencia de Trump y otra del PDP la ventana de oportunidad mejor para Pekín?

Unión Europea: avances y retrocesos. Otras elecciones de gran calado y con consecuencias globales son las convocadas para elegir, en junio, el Parlamento Europeo. El resultado configurará el nuevo hemiciclo, las posibles mayorías legislativas y también influirá en la composición de la nueva cúpula de mando de la UE. El dato central es comprobar hasta dónde llegará la ola ultraderechista. La media de sondeos recopilada por el diario Politico señala un auge de las dos agrupaciones ultra y un retroceso de las familias europeístas tradicionales: populares, socialdemócratas, liberales y verdes. Aun así, estas retendrán una cómoda mayoría. El quid de la cuestión es ver a qué distancia de conformar una mayoría alternativa se quedaría una eventual coalición entre populares y agrupaciones de ultraderecha. A principios de diciembre, en la proyección de escaños de Politico, esa distancia era de tan solo una veintena.
Feb 23, 2022 5 tweets 2 min read
Dresser y AMlO

Qué curioso. AMLO acusó a Denise Dresser de informante de Estados Unidos, pues su nombre aparece en los Wikileaks sobre una visita a la embajada en 2006.
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Denis la publicó y me tomé la molestia de leerla. Critica muy duro a Fox por sus compromisos democráticos no cumplidos. Dice que si ganara Calderón no habría un cambio sustantivo, y critica fuertemente al PRI viéndole un futuro oscuro. ¿No eran esos los adversarios de AMLO?
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Sep 17, 2021 5 tweets 1 min read
LOS CRÍMENES DE HIDALGO

Hidalgo organizó un exterminio sistemático de peninsulares, algunos de los cuales eran engañados bajo promesa de protección, y a otros se les hacían nulos los salvoconductos que se les expedían para propiciar su rendición en el campo de batalla.
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Dice Mora: 2/5
Sep 7, 2021 4 tweets 1 min read
Dinámica de la radicalización política: (Hilo 1/4). 2/4
Sep 7, 2021 4 tweets 1 min read
EL ENEMIGO DE LA INDEPENDENCIA Y EL PROPICIADOR DE LA INDEPENDENCIA.

El canónigo Matías de Montegudo, ante los intentos de independencia fraguados con el Virrey Iturrigaray en 1808, junto con los miembros del Ayuntamiento Francismo Primo de Verdad y otros. . Eso ocurrió el 16 de septiembre. Fue también quien excomulgó Hidalgo y Morelos. Un enemigo declarado de la Independencia.
Pero en 1820, ante un golpe de España que reivindicaba la Constitución liberal de Cádiz.
Dec 3, 2020 4 tweets 1 min read
Hilo.
Amlo frente Alfonso Romo.

Romo fue un fuerte opositor de Amlo, pero hacia 2012 se convenció del proyecto obradorista lo cual extrañó al tabasqueño, pues como él dice "pertenecía a los que inducidos y ofuscados por la propaganda creían que yo era un peligro para México". Tras leer los libros de López Obrador Romo comentó que su visión correspondía a la del siglo XVII. Ante el viraje del empresario, Amlo escribió: "Me pregunté por qué este hombre qué tiene una buena posición económica nos entendía, cambiaba de opinión y se disponía a ayudarnos".
Jul 16, 2019 11 tweets 2 min read
Si López Obrador considera que Carlos Urzúa en realidad era un neoliberal – quizá encubierto deliberadamente, como lo sugieren algunas de sus plumas - , la pregunta sería, ¿cómo es que no lo detectó antes, conociéndolo desde hace veinte años? Urzúa no era conocido como un neoliberal a partir de sus posiciones económicas, sino como de izquierda moderada, más bien social-demócrata.
Pero evidentemente ser social-demócrata tampoco empata con el proyecto de Amlo, más de corte nacional-estatista al estilo del viejo PRI.