Fuimos a la tlapalería a comprar una cuerda. Cuando le pregunté a mi papá para qué la quería, respondió que el portero se la había pedido. Mientras él compraba la cuerda, yo lo esperaba recargada sobre un encino. Sus raíces eran tan grandes que habían destruido la banqueta. (1/3) Semanas después regresamos a la tlapalería a comprar pintura escarlata para el portero. Entonces noté que el tronco del encino había sido marcado con una gran “X” blanca. Compramos dos botes de pintura y los guardamos en la cajuela del coche junto a la cuerda. (2/3)