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Procusto tenía una posada en el camino de Mégara a Atenas e invitaba a los viajeros a tumbarse en uno de los dos lechos que poseía.
Durante el reinado de la reina asiria Semíramis vivían en casas contiguas los hijos de dos familias enfrentadas, Píramo y Tisbe, dos amigos que se enamoraron con el tiempo y que les prohibieron su amor. (¿No os recuerda a Romeo y Julieta?).
Vemos unas mujeres en el suelo del mercado de una ciudad con ropa ligera, el cabello suelto, descalzas, adornos vegatales... que se están despertando o siguen dormidas.
Nací en 1537.
Sosteniendo un pincel de punta roja colgado de un instrumento y conectado al corazón, la figura aplica pigmento a un soporte. Sin embargo, esto es solo la mitad de la técnica; con un prisma en la otra mano, refracta la luz de una estrella lejana sobre un pájaro recién pintado.
Ella gritaba e imploraba la ayuda de su progenitor, pero ninguno de los mortales hombres oyó su voz, ni siquiera su padre, solo la hija de Perses, Hécate, la de brillante velo, la oyó desde su cueva, y el Sol soberano lo vio todo. 

Pero antes es necesario que os cuente un poquito de historia.
Soy la hija de Minos, rey de Creta, ayudé a Teseo a salir del laberinto tras matar a mi hermanastro el Minotauro.
Los griegos lo llamaban Eros, los romanos Cupido y era capaz de provocar un impulso físico poderoso y enloquecedor.
En la época en la que Asterio era rey de Creta, Zeus raptó a Europa en Fenicia y se la llevó a Creta montada en un toro manso blanco que era el mismísimo Zeus y uniéndose a ella engendró tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón.
No tuve ningún remordimiento en casarme con Teseo a pesar de haber abandonado a mi hermana, aunque también es verdad que al final salió ganando, y matar a mi hermanastro, el Minotauro.
Llegó a oídos de la diosa que todo el mundo se deleitaba con la belleza de mi arte y que hasta las ninfas de Tracia abandonaban sus aguas para verme utilizar el huso con gran destreza.
A los pocos días de la boda iba paseando por un prado acompañada de mis amigas las náyades cuando una serpiente me mordió en el talón y encontré la muerte.
Yo, Poseidón, vengo del salado abismo del mar y desde que Febo (Apolo) y yo edificamos las altas torres de Troya, he favorecido siempre a esta ciudad destruida ahora por el ejército argivo, quienes fabricaron un caballo preñado de armas contaminando Troya de una carga funesta.
La noticia se fue extendiendo a las ciudades vecinas, contaban que el rocío del cielo había producido otra Venus.
Apolonio de Rodas también me nombra en las 'Argonaúticas' y es normal porque sin mí Jasón nunca hubiese conseguido el ansiado Vellocino de oro.