No había luz eléctrica, pero la luna era grande aquella noche y se veía perfectamente en el interior de aquella cochambrosa cabaña, no hizo falta que Señor Oso encendiera el candil.
—Necesito ir al servicio —dijo Alicia.
—Vas demasiado al baño, ¿No te parece? —gruñó Señor Oso.