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Es 2016 y una marchante de arte francesa recorre la ciudad en compañía de un arquitecto. Cree que el hogar de su colección debe ser un palacio sevillano. La búsqueda resulta infructuosa hasta que un día, en la galería vidriada sobre el patio de naranjos, decreta:


Su clasificación de las poblaciones por «calidad» les lleva a destacar las grandes ciudades que consideran florecientes en aquel momento: 


Ya en la pintura rupestre se observa la diferencia entre dibujos que son meros perfiles de criaturas y otros que presentan una idea intuitiva de tridimensionalidad, desarrollando incluso una perspectiva biangular en la que se combinaban artificialmente distintos puntos de vista. 


En el sur de España se mantuvo esta arquitectura incluso tras pasar a manos cristianas, llamándose ajimeces a estas construcciones. Hoy están prácticamente desaparecidos, pero sí hay muchos de sus herederos espirituales, los cierros en hierro forjado y vidrio, ya del s. XIX. 

Un texto fundamental en este asunto es La perspectiva como forma simbólica (1927), de Erwin Panofsy.

Los intentos de convertir en paseo para las clases acomodadas la Alameda de Hércules, uno de los espacios tradicionalmente más populares de la ciudad, parecen repetirse una y otra vez en la historia. Quizá el momento clave que pudo decantar la balanza fue la década de 1850.


Hablar del barroco sevillano es hablar de los Figueroa. Las grandes obras del siglo que va de finales del XVII a finales del XVIII llevan su sello: San Luis, San Telmo, el Salvador, la Magdalena, la Caridad, San Jacinto, la Cartuja… La lista es interminable. 


Toda la ciudad por hacer. Al norte, el hospital de las Cinco Llagas sigue siendo el límite con las huertas. Al otro lado del río, solo Los Remedios Viejos y el eje de lo que será República Argentina 
Establecida en 1515, la «blanca de la carne» era la moneda de blanca o medio maravedí que el Ayuntamiento devolvía al final de cada año por cada libra de carne consumida por un miembro del estado noble, ya lo fuera de sangre, por ejecutoria o por privilegio.


En vertical, los azulejos se disponen como cintas o frisos en la parte inferior de las paredes de los aposentos. A esto se le llama ᴀʟɪᴢᴀʀ o ᴀʟɪᴄᴇʀ. 
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Recientemente el profesor Suárez Garmendia propuso que el proyecto podría haber sido obra de Silvestre Pérez, arquitecto de la plaza Nueva de Bilbao y presente en Sevilla en 1824. En cualquier caso, Cano fue el director de las obras. 


Empecemos a mediados del siglo XIX, con el final del absolutismo y los primeros gobiernos liberales en España. El alquiler, hasta entonces estrictamente fijado, también se «libera» y, por tanto, se dispara. Las propiedades de la Iglesia se ponen a la venta en masa. 

https://twitter.com/PaseosxSevilla/status/1595322191876427776Empezamos por el principio: ¿quién fue Ramón Bonifaz?


En el momento de la conquista castellana, el espacio de la actual plaza del Triunfo era mucho más amplio que en la actualidad, quedando cerrado en su lado oriental por un lienzo de muralla que corría desde la Giralda hasta el extremo del Alcázar junto a la plaza de la Alianza.
https://twitter.com/pmenaarqto/status/1502969239216574464El Rinconcillo. La taberna más antigua de Sevilla (1670), actualmente ocupa dos inmuebles: el de la esquina, que era un ultramarinos, y el bar propiamente dicho, que es el que nos interesa.



1. Casa para Aitor. Proyecto de @arqacontrapelo para una vivienda unifamiliar en la barriada Árbol Gordo, Sevilla. Reinterpretación de las claves espaciales de la casa patio tradicional sevillana incorporando algunos de los conceptos de uso de la vivienda japonesa. 


Lo es porque en el acuerdo suscrito entre los mercaderes hispalenses y el rey Felipe II —los terrenos para la Lonja pertenecían entonces al Alcázar— se estipuló que se sopesaran dos proyectos, uno local y otro del arquitecto de la corte, Juan de Herrera. 
Antes de las mejoras de navegabilidad, con la primera corta, la de la Merlina, practicada en 1795, subir el Guadalquivir desde Sanlúcar era un proceso tortuoso. A los sinuosos rodeos del trazado había que añadir las barras en las que se podía encallar o los cambios de marea. 
—Pedro I fue el primer rey de Castilla que se hizo a la mar con su flota; una crónica anónima le reconoce el mérito, «ca su corage era tal». Salió con la armada tres veces y en dos hubo una gran tormenta que dio con barcos a pique, por lo que subirse no era moco de pavo.
Según Nicolás Salas, la intención del Ministerio era fomentar el turismo en las principales ciudades españolas, aunque finalmente la serie de planos prevista se quedó solo en Sevilla y Toledo. Aquí, una Triana todavía a caballo entre lo rural y lo urbano.