Alex Richter-Boix Profile picture
Biólogo, doctorado en Ecología Evolutiva | Divulgando Ciencia | Autor de EL PRIMATE QUE CAMBIÓ EL MUNDO | Ecología | Genética | Evolución 🍂

May 7, 2021, 30 tweets

El 23 de mayo de 1493 supuso el inicio de la historia del caballo en América. Fue el día en que los Reyes Católicos redactaron un escrito solicitando el envío a las nuevas tierras de 20 caballos y 5 yeguas.

Los animales llegaron a la Española, en las Antillas, con el segundo viaje de Cristobal Colón, y desde ahí nuevos caballos fueron saltando al resto de islas a medida que los conquistadores se hacían con ellas.

En los próximos siglos los caballos fueron utilizados por los conquistadores europeos a lo largo de todo el continente, permitiendo el regreso de unos animales al mismo.

Por muy familiar que nos resulte la estampa de caballos salvajes corriendo por las praderas americanas, o el cine nos muestre a apaches y sioux cazando sobre estos animales, los caballos no son nativos del continente.

Las especies de caballos (Equus) en América se extinguieron a finales de la última glaciación, siendo parte de la megafauna que desapareció con el cambio climático de entonces y la aparición de los humanos en los ecosistemas.

Hasta la llegada de los caballos llevados, primero por los españoles y más tarde por otros estados europeos, los ecosistemas estuvieron libres de este tipo de animales.

Los famosos mustangs, deben su nombre a una palabra de origen castellano “mustango” que a su vez proviene de “mesteño”, que se usaba en el siglo XIII para denominar a los animales sin dueño conocido.

En inglés, mustang también hace referencia a los caballos ferales, animales domesticados que en algún momento se han liberado o escapado y llevan una vida “salvaje”. Hoy sus manadas viven naturalizadas en América.

Se adaptaron tan bien a sus nuevos ambientes que a principios del siglo XX llegaron a haber más de dos millones de mustangs galopando por las praderas. Y ahí empezaron sus problemas.

Su alto número se volvió en un problema para los ganaderos, pues compartían directamente con las reses por el pasto en muchas regiones. Problema que se solucionó como los humanos suelen solucionar estos problemas: echar mano del fusil.

La caza de mustangs fue tan exitosa que en pocas décadas habían reducido sus números a unos cuantos miles, llevando al gobierno estadounidense a declarar al mustang especie protegida en 1971.

Algo insólito, recordemos que el caballo no es una especie nativa sino una especie introducida e incluso podría perfectamente interpretarse como especie invasora, pero como siempre hay especies con y sin categoría.

El caso es que los mustangs, que por cierto tienen su origen principalmente en caballos ibéricos y árabes con algo de caballos centroeuropeos, no han dejado de ser causa de polémica en los últimos años.

No están solo en eso, les acompañan los burros ferales, también introducidos por los europeos. Hoy se estima que en oeste norteamericano caballos y burros suman unos 95.000 individuos.

Un número que para muchos ganaderos, granjeros y algunos ecólogos, es excesivo, pues sus manadas alteran el hábitat, pisoteando la vegetación nativa, erosionando lechos de ramblas y competir con los herbívoros nativos.

Para minimizar su impacto ambiental, y sobre todo económico sobre los ganaderos, se han planteado medidas para reducir sus poblaciones, desde capturarlos y darlos en adopción, a esterilizarlos o cazarlos a la vieja usanza.

Esta claro que unas especies introducidas pueden causar efectos negativos sobre los ecosistemas, pero, aunque no se estudie tanto, también pueden tener efectos positivos.

Eso pensó Erick Lundgren, de la Universidad de Aarhus en Dinamarca, cuando hace unos años vio a unos burros salvajes cavando unos pozos de casi dos metros de profundidad con sus pezuñas para extraer agua en Estados Unidos.

La imagen le hizo pensar en la misma acción que realizan los elefantes en África, abriendo agujeros en el suelo de donde emana agua y que acaban sirviendo de abrevaderos a muchos animales de la sabana.

¿Tendrían el mismo efecto los pozos cavados por burros y caballos? ¿Sería su esfuerzo aprovechado por otras especies?

Para dar respuesta a sus preguntas, Erick pasó tres años en el desierto de Sonora en Arizona haciendo un seguimiento de los pozos que cavaban estos animales.

En este tiempo observó que la humedad de los pozos atrajo a 59 especies de vertebrados, 57 de las cuales fueron observadas bebiendo del agua que habían hecho emanar los equinos.

Algunos pozos incluso supusieron un impulso a los sauces y álamos que germinaron junto al suelo húmedo. La actividad parecía aportar vida al desierto.

Comparando el número de especies de vertebrados entre regiones con y sin pozos de burros y caballos, observaron que en las zonas con pozos el número promedio de especies era un 64% más alto.

Para los investigadores del estudio su trabajo demuestra que caballos y burros son unos “ingenieros del ecosistema”, animales que alteran el ambiente y cuyas acciones resultan beneficiosas a otras especies, en este caso excavando pozos y haciendo el agua asequible a otros.

Sin embargo, ¿compensas estos beneficios los efectos negativos que tienen de erosión y competencia con otros animales? No se sabe. De momento no hay respuesta a ello.

El estudio proporciona una nueva visión al problema de los mustangs y burros asilvestrados en Estados Unidos, habrá que ver si influye en las políticas respecto a ellos.

¿Será visto el caballo como una especie invasora beneficiosa? De entrada goza de más seguidores y defensores que ratas, ratones y otras muchas especies introducidas. Lo dicho, especies invasoras de primera y de segunda.

Bueno, aquí lo dejo, muchas gracias por la lectura. Muchas gracias a @Ipathia_ por pensar en mí cuando vio el artículo y me avisó.

Dejo aquí el enlace al estudio
science.sciencemag.org/content/372/65…

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