El 23 de mayo de 1493 supuso el inicio de la historia del caballo en América. Fue el día en que los Reyes Católicos redactaron un escrito solicitando el envío a las nuevas tierras de 20 caballos y 5 yeguas.
Los animales llegaron a la Española, en las Antillas, con el segundo viaje de Cristobal Colón, y desde ahí nuevos caballos fueron saltando al resto de islas a medida que los conquistadores se hacían con ellas.
En los próximos siglos los caballos fueron utilizados por los conquistadores europeos a lo largo de todo el continente, permitiendo el regreso de unos animales al mismo.
Por muy familiar que nos resulte la estampa de caballos salvajes corriendo por las praderas americanas, o el cine nos muestre a apaches y sioux cazando sobre estos animales, los caballos no son nativos del continente.
Las especies de caballos (Equus) en América se extinguieron a finales de la última glaciación, siendo parte de la megafauna que desapareció con el cambio climático de entonces y la aparición de los humanos en los ecosistemas.
Hasta la llegada de los caballos llevados, primero por los españoles y más tarde por otros estados europeos, los ecosistemas estuvieron libres de este tipo de animales.
Los famosos mustangs, deben su nombre a una palabra de origen castellano “mustango” que a su vez proviene de “mesteño”, que se usaba en el siglo XIII para denominar a los animales sin dueño conocido.
En inglés, mustang también hace referencia a los caballos ferales, animales domesticados que en algún momento se han liberado o escapado y llevan una vida “salvaje”. Hoy sus manadas viven naturalizadas en América.
Se adaptaron tan bien a sus nuevos ambientes que a principios del siglo XX llegaron a haber más de dos millones de mustangs galopando por las praderas. Y ahí empezaron sus problemas.
Su alto número se volvió en un problema para los ganaderos, pues compartían directamente con las reses por el pasto en muchas regiones. Problema que se solucionó como los humanos suelen solucionar estos problemas: echar mano del fusil.
La caza de mustangs fue tan exitosa que en pocas décadas habían reducido sus números a unos cuantos miles, llevando al gobierno estadounidense a declarar al mustang especie protegida en 1971.
Algo insólito, recordemos que el caballo no es una especie nativa sino una especie introducida e incluso podría perfectamente interpretarse como especie invasora, pero como siempre hay especies con y sin categoría.
El caso es que los mustangs, que por cierto tienen su origen principalmente en caballos ibéricos y árabes con algo de caballos centroeuropeos, no han dejado de ser causa de polémica en los últimos años.
No están solo en eso, les acompañan los burros ferales, también introducidos por los europeos. Hoy se estima que en oeste norteamericano caballos y burros suman unos 95.000 individuos.
Un número que para muchos ganaderos, granjeros y algunos ecólogos, es excesivo, pues sus manadas alteran el hábitat, pisoteando la vegetación nativa, erosionando lechos de ramblas y competir con los herbívoros nativos.
Para minimizar su impacto ambiental, y sobre todo económico sobre los ganaderos, se han planteado medidas para reducir sus poblaciones, desde capturarlos y darlos en adopción, a esterilizarlos o cazarlos a la vieja usanza.
Esta claro que unas especies introducidas pueden causar efectos negativos sobre los ecosistemas, pero, aunque no se estudie tanto, también pueden tener efectos positivos.
Eso pensó Erick Lundgren, de la Universidad de Aarhus en Dinamarca, cuando hace unos años vio a unos burros salvajes cavando unos pozos de casi dos metros de profundidad con sus pezuñas para extraer agua en Estados Unidos.
La imagen le hizo pensar en la misma acción que realizan los elefantes en África, abriendo agujeros en el suelo de donde emana agua y que acaban sirviendo de abrevaderos a muchos animales de la sabana.
¿Tendrían el mismo efecto los pozos cavados por burros y caballos? ¿Sería su esfuerzo aprovechado por otras especies?
Para dar respuesta a sus preguntas, Erick pasó tres años en el desierto de Sonora en Arizona haciendo un seguimiento de los pozos que cavaban estos animales.
En este tiempo observó que la humedad de los pozos atrajo a 59 especies de vertebrados, 57 de las cuales fueron observadas bebiendo del agua que habían hecho emanar los equinos.
Algunos pozos incluso supusieron un impulso a los sauces y álamos que germinaron junto al suelo húmedo. La actividad parecía aportar vida al desierto.
Comparando el número de especies de vertebrados entre regiones con y sin pozos de burros y caballos, observaron que en las zonas con pozos el número promedio de especies era un 64% más alto.
Para los investigadores del estudio su trabajo demuestra que caballos y burros son unos “ingenieros del ecosistema”, animales que alteran el ambiente y cuyas acciones resultan beneficiosas a otras especies, en este caso excavando pozos y haciendo el agua asequible a otros.
Sin embargo, ¿compensas estos beneficios los efectos negativos que tienen de erosión y competencia con otros animales? No se sabe. De momento no hay respuesta a ello.
El estudio proporciona una nueva visión al problema de los mustangs y burros asilvestrados en Estados Unidos, habrá que ver si influye en las políticas respecto a ellos.
¿Será visto el caballo como una especie invasora beneficiosa? De entrada goza de más seguidores y defensores que ratas, ratones y otras muchas especies introducidas. Lo dicho, especies invasoras de primera y de segunda.
Bueno, aquí lo dejo, muchas gracias por la lectura. Muchas gracias a @Ipathia_ por pensar en mí cuando vio el artículo y me avisó.
La actual pérdida de biodiversidad podría ser peor de lo que hasta ahora se creía, o eso sugiere un nuevo análisis sobre las tendencias poblacionales de más de 71.000 especies de animales. Los resultados no son optimistas...
De hecho, indican que el declive de muchas especies no queda bien reflejado en la lista de la UICN. La categoría con el estado de conservación de las especies asignado por la UICN estaría indicando la situación de riesgo actual de las especies pero no su tendencia.
Y la tendencia es un aspecto importante, al final un proceso de extinción no es más que un fenómeno demográfico, es el resultado de un declive poblacional sostenido en el tiempo hasta llegar a un punto en el cual cambiar la tendencia no es posible y se extingue el organismo.
Las gaviotas escogen su comida en base a lo que ven comer a las personas. Un experimento demuestra que estas aves son excelentes aprendices sociales con un alto nivel de cognición. El experimento es realmente sencillo:
Supone exponer a las gaviotas dos bolsas de patatas: una de color rojo y otra verde. A 5 metros de distancia de las bolsas se sitúa una persona que a veces actúa como simple observador, y en otras como patatas de una bolsa roja o de una bolsa verde.
A partir de este diseño tan sencillo se ha visto que el 48 % de las gaviotas se acercaban a las bolsas de patatas cuando el experimentador estaba comiendo, pero solo un 19 % cuando no comía y solo observaba.
Las ballenas boreales o de Groenlandia, los mamíferos más longevos del mundo, raras veces se ven afectadas por el cáncer. Los animales más grandes tienen más células y por tanto deberían tener más probabilidades de desarrollar cáncer pero no es el caso.
Este fenómeno se conoce como la paradoja de Peto. De hecho, se ha observado que muchos animales masivos tienen tasas muy bajas de cáncer, entre ellos la ballena boreal: un animal que puede pasar de los 80.000 kilos y vivir más de 200 años.
Se ha planteado que los animales de gran tamaño tienen más mecanismos celulares de reparación de ADN, dando así la vuelta a las probabilidades de padecer un cáncer. Un nuevo estudio ha descrito el mecanismo en las ballenas boreales.
Durante mucho tiempo se ha creído que los vínculos afectivos de los topillos de las praderas (Microtus ochrogaster) se debían a la oxitocina, la popularmente conocida como "hormona del amor". Se atribuía a esta hormona su monogamia y lazos afectivos. Pero estábamos equivocados.
Estos ratoncillos campestres han sido muy estudiados en las últimas décadas por su inusual compromiso con la familia. Son de los pocos mamíferos socialmente monógamos que crían cachorros juntos y se aparean exclusivamente con sus parejas. Algo casi inusual entre los mamíferos.
Son tan sociales, que si a una pareja se le colocan las crías de otra pareja, los aceptan, adoptan y crían como si fuesen sus propios cachorros. Esto, también es inaudito para un roedor. Vamos, que son unos animales de lo más sociales y empáticos.
Nuevos análisis sugieren que los neandertales cazaban elefantes en Europa hace 125.000 años, lo que sugiere que o vivían en grandes grupos o hacían uso de técnicas para preservar la carne.
El trabajo se ha realizado analizando las marcas halladas en los huesos de hasta 70 elefantes y las piedras talladas de un yacimiento alemán de unos 125.000 años.
Las marcas de muchos de los esqueletos parecen indicar que los animales fueron despiezados y que se obtuvo meticulosamente toda la carne y grasa adherida a los huesos, incluso la de los pies.
El arte paleolítico siempre ha cautivado nuestra imaginación: tanto por sus impresionantes representaciones figurativas como por sus enigmáticos símbolos; a ello se suma un nuevo estudio que sugiere que puede haber ahí un sistema de protoescritura, sería el más antiguo conocido.
Existen más de 400 cuevas europeas con arte rupestre en sus paredes, algunas de ellas de unos 42.000 años, donde predominan sobre todo las formas animales: caballos, bisontes, ciervos, renos y otra fauna de la época.
Muchas veces estas representaciones gráficas van acompañadas, bien alrededor o dentro mismo de las figuras, de símbolos abstractos como rayas, puntos, cruces o asteriscos, cuyo significado lleva debatiéndose mucho tiempo.