Mónica Calderón Profile picture
Historia del Arte. Prof. vestuario escénico y Moda. Caracterizadora de vestuario. Tejedora de historias y ladrona de asonancias. @monicanienor@mas.to

Jul 21, 2021, 30 tweets

¿Quién es esta gloria rubia que nos mira desde las paredes del Museo del Prado? Es el golpe de suerte y la desgracia, la abundancia y la miseria, la más deseada y la más maldecida.

¿Queréis ver la cara que tiene la Fortuna?
Pues dentro HILO!

No os fieis de la dulzura del gesto. Rubens pintó esta maravilla dentro del encargo de 63 pinturas mitológicas para la Torre de la Parada entre 1636 y 1638, y la adornó de todos los elementos que la hacían reconocible. Y temible.

Sobre un mar encrespado, la diosa Fortuna sujeta con ambas manos una pieza de tela semejante a la vela de un barco, azotada por el temporal. Es uno de los grandes símbolos con que se representa pues, voluble y caprichosa, se deja llevar por los vientos.

"Cuando con mano altanera cambia el
rumbo de los acontecimientos y avanza, semejante
en su marcha a las agitadas ondas del
Euripo, aplasta bajo sus pies a los reyes antes
temidos y levanta del polvo las frentes humilladas
de los que sucumbieron".
Larciani, Fortuna (1515), Uffici

Esto es lo que decía Boecio de ella en su De Consolatione Philosophiae, en el siglo VI, y así quiso Alciato que se representase en su Emblemata en el siglo XVI.

La diosa Fortuna es inconstante, caprichosa, no mira a quién beneficia ni perjudica y es veloz al pasar, por eso hay que sujetarla por el pelo. Entonces la llamamos ocasión.
¿Y quién grabó la mejor de todas? Por supuesto, Durero en su Némesis, por otro nombre La Gran Fortuna.

Salviati plasmó este acto de coger a la Ocasión por el pelo en la Sala de los Quinientos del Palazzo Vecchio florentino en una cita a la Antigüedad de tremenda belleza. También en la Biblioteca Marciana de Venecia, donde la Virtud desprecia a la Fortuna.

En la Edad Media suele representarse con una rueda, manejándola mientras los hombres caen y se elevan, o subida a ella como signo de inestabilidad.
Pocas representaciones como esta miniatura de Les Remedes de l’une et l’autre fortune, de Petrarca.

En ella vemos las dos caras de la suerte, la luminosa y la oscura, la que te asciende y te derroca. Vemos también que aparece con los ojos vendados, y es que la Fortuna no conoce a nadie.
Ciega la representó también Andrea Previtali en dos alegorías, hoy en la Academia veneciana.

No obstante, no sería hasta la tardoantigüedad que esta diosa se convirtiera en algo temible y a conjurar. En la Antigüedad clásica, tanto Fortuna como la Tyché griega, eran diosas protectoras de los hombres, símbolo de la abundancia, del poder fecundante y del destino.

De ahí que su gran signo parlante sea el cuerno de la abundancia o el modius o celemín, una unidad de medida del cereal. Eso sí, su carácter antojadizo no pasaba desapercibido ni siquiera para los romanos.
Maravillosa Tyche de Antioquía en los Museos Vaticanos.

¿Qué pasó entonces? Que llegó el dios de los cristianos y el azar y los designios divinos parecían incompatibles. Incluso los estoicos empezaban ya a hablar de Providencia Divina.
San Agustín decía:
"Por cierto, tal vez lo que vulgarmente se llama fortuna, ...

...esté regido por un orden secreto, y lo que nosotros llamamos casualidad en los acontecimientos, no es otra cosa que su causa y razón desconocidas" (Contra los Académicos).
Había que someter a esa diosa imprevisible y arbitraria a la voluntad divina.

Pero volvamos a nuestra joya. Durante el Renacimiento la sempiterna rueda será progresivamente sustituida por un elemento con una magia especial. Está bajo sus pies, y es la imagen misma de la inestabilidad: la esfera.

Y es que la esfera no sólo es símbolo de eternidad por no tener principio ni final, sino de desequilibrio, de ausencia de unos principios firmes, de estabilidad. A veces incluso se representa con el timón de un barco sostenido sobre esa precaria esfera.
Durero.

Volvemos a nuestras imágenes y la vemos en Durero, en Salviati, en Dosso Dossi, doble incluso en la Fortuna alada de Previtali.

Las representaciones de la Fortuna llegan a convertirse en toda una vanitas, como en esta pequeña tablita de de Ligozzi, datada entre 1580 y 1599, hoy en los Uffizi.

El Tiempo o la Muerte, ofrecen un reloj de arena y unas flores fugaces mientras la diosa nos avisa con una campana del correr del tiempo. Fugaz el poder, representado en el cetro y la corona, las monedas que caen, las mariposas, el saber...
Fugaces como ella y su pie alado.

Inestables como la esfera movible sobre la que se apoya.
Y frágil. Sobre todo frágil, como el maravilloso vaso de cristal que sostiene.
Y aquí vamos. El cristal... ¿Qué tiene el cristal que nos gusta tanto?

¿De qué está hecha la esfera sobre la que apoya el pie nuestra Fortuna de Rubens?
De cristal.
No siempre fue este material visto como algo frágil, al contrario. Se encomiaba su dureza y, sobre todo, su capacidad para dejar pasar la luz y refractarla.

Durante la Edad Media, y sobre todo en la literatura cortesana, el cristal se asoció a la doble experiencia sensorial y trascendental, a lo sensual e intelectual. Una paradoja.
También a la pureza pues podía preservar la luz eterna del Empíreo, el lugar remoto del trono de Dios.

En el Apocalipsis, ¿de qué parece estar hecha la Nueva Jerusalén?
"Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal".
Era hielo puro (Plinio el Viejo) y fuego pues podía quemar las hojas (patrística)

Para Gottfried, en su Tristán e Isolda, es el doble amor: el físico y carnal (debido a la experiencia sensorial del cristal) y el más puro y cristalino. No en vano, los protagonistas yacen en una cueva oscura sobre una cama de cristal.

Decía Gottfried "El amor debe ser de cristal, transparente y translúcido" (16983-84). No nos extrañe ver, entonces, sobre las manos de Venus esta pura, transparente y frágil esfera de cristal en la Alegoría conyugal de Tiziano.

La Fortuna es frágil, inconsistente, caprichosa. Va y viene a su antojo y no puedes exigirle que se quede pues, lo que te dio por su gusto, por su gusto te lo quitará.
Como decía Boecio: "si dejas tus velas a merced de los vientos, no avanzarás...

... a medida de tus deseos, sino conforme ellos llevaren".
Suerte y constancia, queridos.

Seguís ahí?
Pues allá va...

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