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Feb 20, 2022, 40 tweets

Hola niños, hoy os traigo una historia verdaderamente pelopúntica. Hay señoras que (quizás) matan, cultos extraños, crímenes terribles y, sobre todo, hay una tremenda sensación de que alguien se salió con la suya. Os presento a Clementine Barnabet y la Iglesia del Sacrificio.

West Crowley, Louisiana, 26 de enero de 1911. Tras una llamada de unos vecinos, la policía se presenta en casa de los Byers, una familia afroamericana bastante conocida en el barrio. Cuando derriban la puerta se encuentran con una escena de auténtica película de terror.

El matrimonio Byers y su hijo han sido brutalmente asesinados a hachazos. Saben que ha sido así porque el hacha ensangrentada está junto a la cama, al lado de un cubo lleno de sangre de las víctimas. El periódico dirá que es “el crimen más brutal de la historia de este rotativo”.

Los Byers serán las primeras víctimas de esta historia. No serán ni mucho menos las únicas.

Casi un més después, el 24 de febrero, otra familia afroamericana, los Andrus, son asesinados de la misma forma en Lafayette, a 40 kilómetros de West Crowley. La policía empieza a sospechar que puede tratarse de crímenes racistas, pero no tienen forma de demostrarlo.

Y mientras la policía se rasca la cabeza y no hace gran cosa por encontrar al asesino, se produce un tercer crimen que, además, ha cruzado las líneas estatales: a más de 600 kilómetros de la zona, en San Antonio, Texas, la familia Casaway es masacrada con el mismo procedimiento.

Los rumores se suceden, y pronto la policía descarta la teoría del crimen racista. ¿El motivo? Han encontrado un posible sospechoso: Raymond Barnabet, un aparcero también afroamericano de Lafayette, conocido por su carácter violento y por maltratar a su familia.

Raymond es detenido en julio acusado del asesinato de los Andrus, pero su juicio no tendrá lugar hasta octubre. Hasta tres miembros de la familia Barnabet serán llamados a declarar, y sus testimonios serán muy pero que muy peculiares.

Dina Porter y Zepherin Barnabet, la mujer y el hijo de Raymond, se contradicen entre ellos constantemente sobre… bueno, sobre todo: dónde estaba Raymond, dónde estaban ellos, a qué hora llegaron unos y otro, cómo iban vestidos. No dan ni una, oye.

Pero la testigo estrella resulta ser la hija adolescente de Raymond, Clementine Barnabet. La muchacha, tímida y recatada, testifica que esa noche su padre llegó cubierto de sangre, presumiendo de que había matado a una familia entera, y que le ordenó que le lavase la ropa.

Aunque tanto Dina como una vecina negaron la versión de Clementine, el tribunal la creyó y condenó a muerte a Raymond en base al testimonio de su hija. Y bien podría parecer que todo termina aquí, PERO NO.

Mientras Raymond espera la sentencia y sus abogados intentan apelar, en noviembre de 1911 la familia Randall, también de Lafayette, es masacrada según el procedimiento habitual.

¿Sabéis quién vive a una manzana de casa de los Randall? Clementine, que trabaja como criada en casa de un tal señor Guidry. ¿Y qué han encontrado en la casa del señor Guidry? Bueno, lo mismo sería más fácil decir qué NO encontraron, porque aquello era un sindiós.

La cerca de la casa tenía manchas de sangre, igual que la puerta de entrada. En la habitación de Clementine encontraron ropa cubierta de sangre y de lo que parecían ser trozos de cerebro, que un análisis posterior dictaminó que se correspondían… con los de la familia Andrus.

Clementine fue detenida ipso facto junto a un par de muchachos que estaban con ella la noche del asesinato de los Randall. Algunas fuentes dicen que Clementine se empezó a reír como una maníaca cuando la detuvieron, que desde luego es algo que un psicópata haría.

Y aquí es donde la cosa empieza a ponerse (aún más) rara, porque otro de los detenidos es el reverendo King Harrison, un pastor pentecostal que había formado una pequeña congregación conocida como la Iglesia del Sacrificio.

La Iglesia del Sacrificio no dejaba de ser una de las docenas de congregaciones pentecostales de la zona, sin mayores estridencias ni mucho menos instrucciones de ir matando gente por ahí, por mucho que el nombre pueda hacer pensar lo contrario.

El tema es que los Barnabet se montaron su propia película en base a los sermones del reverendo Harrison y pasó un poco como cuando Charlie Manson interpretó el ‘Helter Skelter’ a su manera, que las cosas acabaron muy jodidas y con gente muerta.

No pasó mucho tiempo hasta que quedó claro que, si bien los Barnabet estaban implicados en el tema, tenía que haber más gente en toda esta historia: entre enero y abril de 1912, con Clementine y su padre entre rejas, hubo cinco ataques que acabaron con VEINTICUATRO personas.

En algunos ataques se encontraron mensajes garabateados en las paredes con salmos de la Biblia y firmados por “The Human Five”. Las hieDIGO los periódicos se frotaron las patitas, y pronto empezaron a publicar noticias sobre vudú y otras hierbas que no eran racistas PARA NADA.

Finalmente, el 1 de abril de 1912 Clementine confesó ser la autora material de 17 asesinatos, incluyendo los de los Andrus, y que era la cabecilla de un grupo religioso formado por cinco personas que incluía a su hermano Zepherin (pero no a su padre): los Human Five.

Vamos, que lo de acusar al padre había sido 50% cargarle el muerto a otro y 50% venganza personal. Que a ver, yo entiendo que Raymond era una mierda de ser humano, PERO YO QUÉ SÉ.

Mientras se seguía preparando el caso contra Clementine hubo al menos un intento de asesinato contra otra familia de San Antonio. La propia Clementine dijo en su confesión que morirían 13 personas más y que nada los podría detener.

Los abogados de Clementine intentaron presentar un alegato de locura religiosa. La cosa es que no sirvió de mucho precisamente porque Clementine demostró estar como unas maracas DE VERDAD.

Entre otras cosas, se reafirmó en su confesión y quiso que constara en los documentos del juicio (mal), dijo que sí los había matado ella pero que no era culpable de asesinato porque era necesario (muy mal) y que si la ejecutaban, un ángel en un carro de fuego vendría a salvarla.

El 25 de octubre de 1912, Clementine Barnabet fue condenada a cadena perpetua por el asesinato de una sola persona, la señora Azema Randall. No he podido encontrar los motivos por los que solo le adjudicaron un asesinato pero imagino que la falta de pruebas tuvo algo que ver.

Por si os lo estábais preguntando, ni Zepherin ni Raymond fueron condenados. De hecho, no fueron ni juzgados. Clementine fue considerada la única responsable de los crímenes a pesar de que varios de ellos se habían cometido con ella ya entre rejas.

Clementine fue enviada a la Penitenciaría Estatal de Louisiana (conocida como “Angola” os podéis imaginar por qué), de donde se escapó brevemente en julio de 1913. No volvería a dar noticias hasta diez años más tarde, y no porque se muriese ni nada parecido.

En agosto de 1923, Clementine Barnabet fue puesta en libertad después de que los cirujanos de la prisión le practicasen una operación “que la restableció a una situación normal”. Se sabe que no fue una lobotomía, que era algo desconocido en los USA en ese momento.

De hecho, no se sabe qué narices le hicieron, porque los documentos de la época no lo mencionan. Sinceramente prefiero no imaginarme lo que le hicieron.

Y… hasta ahí. La historia de Clementine Barnabet termina así de abruptamente. A su salida de la prisión se la tragó la tierra sin que haya un solo documento oficial que mencione su nombre. La asesina de la Iglesia del Sacrificio había desaparecido para siempre.

¿Para siempre…?

Los escritores Alan G. Gauthreaux y D.G. Hippensteel mencionan en su libro ‘Dark Bayou: Infamos Louisiana Homicides’ un posible final para la historia de Clementine, tan sensacionalista y poco creíble como peliculero y escalofriante. Vamos a verlo porque tiene su gracia.

Según ellos, en un lugar indefinido de internet (empezamos bien) apareció una usuaria que se hacía llamar “voodoogal11” (en fin). Esta persona mencionaba haber acudido al 103º cumpleaños de su bisabuela en 1985, y que esta le explicó la historia de Clementine.

Voodoogal11 (sí, yo también me estoy riendo) se tomó la historia un poco a rechifla y todo quedó ahí hasta que la bisabuela murió unos meses más tarde. Fue entonces cuando nuestra hamija vio una foto de su bisabuela cuando era joven y OH SORPRESA.

La mujer de la foto era la misma de la única foto conocida de Clementine Barnabet (sí, la del principio del hilo).

Tontadas de internet aparte, hoy día son más los interrogantes que las evidencias en el caso de Clementine Barnabet. Que no andaba muy bien de lo suyo está claro, pero los expertos dudan que fuera la líder de una mini-secta de asesinos o que se cargase a 17 personas ella sola.

Y así dejamos a Clementine, perdiéndose entre los bayous del Mississippi con su hacha en la mano, buscando nuevas víctimas que sacrificar mientras ríe y ríe y ríe…

Espero que os haya gustado. Otro día, si os portáis bien, os cuento la historia de cuando cuatro mostrencos quisieron robar una cosilla muy especial de la Abadía de Westminster y escogieron el día de Navidad para dar el golpe.

P.D.: Si os ha gustado os agradeceré la difusión y los RTs con colacao calentico (o nesquick, si os gusta más) y esmeraldas traídas personalmente por mi amigo Richard de Pudlicott.

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