Esto es un suelo.
Pero no es solo un suelo.
Es dolor, es sufrimiento... y es, a la vez, una obra de arte.
Cada paso duele, cada paso emociona.
Hoy, en #berlinespobreperosexi, caminamos por el suelo del exilio con Daniel Liebeskind.
Para llegar a disfrutar del Museo Judío de Berlín, lo primero que hay que hacer es perderse.
Es raro escuchar una petición así.
Pero no la hago yo, la hace el arquitecto del propio museo Daniel Liebeskind.
La entrada del museo no es lo que estamos acostumbrados a entender por "una entrada a las exposiciones", no es un vehículo para llegar a ningún sitio.
La entrada del Museo Judío es la historia del pueblo judío alemán hecha materia.
Por eso, la puerta de entrada no es un acceso.
Es un descenso.
Arriba quedan las exposiciones y la colección permanente, pero eso son explicaciones.
En el sótano del museo, en la entrada, están las emociones
Al bajar por las escaleras del museo, de repente, tienes una sensación extraña.
Es como si nos hubiésemos equivocado de lugar.
Como si aquello no fuera un museo (y lo es, vaya si lo es)
Nos encontramos con un pasillo largo, que no lleva a ningún sitio.
Comenzamos a andar y, sin entender por qué, comienza a costarnos, no es un camino fácil.
Cada paso pesa.
Como estamos perdidos, lo único que podemos hacer es tomar el primer pasillo, buscando un lugar, buscando una exposición, buscando... orientación.
Por suerte, al fondo de ese pasillo vemos por fin luz.
Luz solar.
Una luz que nos guía.
Una esperanza de encontrar algo al fin.
El camino hacia esa luz es aún más costoso, parece subir, pero no lo hace.
Los pies se resisten a avanzar.
La luz ya se ve cerca.
Al fondo hay un jardín. Hay columnas. Hay luz. Hay entendimiento.
Entonces llegamos a una gran cristalera y miramos fuera.
Y no.
La desorientación allí es peor.
Y cuando ya no podemos más, nos damos cuenta.
¿Cómo no lo hemos podido ver antes?
Porque lo estábamos sintiendo, pero no lo estábamos viendo.
Todo está inclinado.
El suelo está inclinado.
El museo está inclinado.
El jardín fuera está inclinado.
El mundo está inclinado.
¿Dónde está el suelo firme?
¿Dónde hay un lugar estable?
Liebeskind te lo está diciendo claro: no lo hay.
Entonces, giras tu cabeza a un lado y ves un gran cartel en la pared y lo entiende todo.
Lo entiendes absolutamente todo.
El nombre en el cartel es:
"Jardines del exilio"
Esto que acabo de hacer yo es un ejercicio de transportaros con palabras al Museo Judio de Berlín.
La idea de Liebeskind es transportar a sus visitantes al camino del exilio del pueblo judío, pero no con palabras...
Con materiales.
Para Liebeskind: "Un edificio debería contar una historia"
Os dejo unos segundos para que lo penséis bien.
"Un edificio debería contar una historia"
Liebeskind no planteo el museo como un edificio para contener cosas.
Lo proyectó como un lugar para experimentar sensaciones.
Por eso todas las líneas del sótano son oblicuas.
Los adoquines están torcidos.
El jardín está inclinado de tal forma que engañar a tus ojos desde dentro del museo.
Los pasillos buscan forzar la gravedad.
Buscan que tu cuerpo más.
Y todo esto para contar una historia.
Una historia dura.
Una historia desagradable.
Pero una historia que hay que contar.
Por eso este edificio no es funcional, no es un lugar donde colocar objetos de la exposición.
Es otra cosa.
Es una catarsis.
Es decir, es un edificio proyectado que busca lo mismo que cualquier obra de arte:
Sentir.
Y no son sensaciones gratas.
Pero el camino al exilio tampoco lo es.
Y no sé el resto de visitantes del museo, pero yo, como inmigrante que soy, lo sentí.
Lo reconocí y lo sentí.
La falta de apoyos.
La desorientación.
La sensación de caminar sin saber a donde.
La duda en cada paso de saber si es el camino correcto.
Así me sentí yo... pero estoy haciendo trampa.
Porque yo soy un inmigrante privilegiado.
Un inmigrante de clase A.
Un inmigrante, porque no decirlo, rico.
Un inmigrante por elección.
No me quiero ni imaginar cómo debió ser ese camino para los judíos que huyeron de Berlín en los años 30.
No me quiero ni imaginar cómo debe ser el camino del exilio para las miles de familias que huyen hoy de Ucrania.
Por suerte, el Museo Judío de Berlín tiene otro pasillo.
El eje de la continuidad.
El pasillo más largo y estrecho.
Un lugar que termina en una esperanza para salir del laberinto. Una esperanza en forma de...
Escaleras.
Una escalera de 90 escalones que ascienden hasta las exposiciones y la colección permanente.
Y sobre todo, ascienden a la luz.
Pero si queréis saber más sobre la luz en el museo que os paséis por este hilo Pedro Torrijos.
Por desgracia, aunque hemos salido del laberinto, las sensaciones continúan allí.
Muchos visitantes (yo) experimentan durante el resto del día una ligera desorientación y mareos.
Lo único que puedo recomendar en esos casos, es tomar la primera salida que veamos hacia el patio de cristal para poder descansar, tomar aire y reconocer el privilegio de haber nacido donde hemos nacido y en la época que hemos nacido.
Hasta aquí llega el #berlinespobreperosexi de hoy.
Sé que no ha sido una experiencia agradable, pero el arte debe hacernos entender lo agradable y lo que no.
Como siempre se agradecen retuits en el primer tuit del hilo, likes o experiencias en el Museo Judío.
Gracias.
Por si has leído este hilo y no has acabado mareado, puedes seguir leyendo mis hilos en este link:
linktr.ee/Yosoycorra
O darte una vuelta por Berlín con este mapa y mis hilos:
Fe de erratas:
Me informan de que el apellido del arquitecto es Libeskind y yo, que soy muy de querer a los niños, lo he escrito a la forma alemana: Liebeskind, que significa el niño amado o querido y es un apellido muy común... pero Libeskind es polaco y no alemán.
Perdónenme.
Por cierto número 1:
Desde hace un año el museo es gratuito.
Repito, GRATUITO.
¿Por qué?
Creo que no hace falta explicar por qué. Me hizo mucha ilusión ver la semana pasada el museo lleno (pero lleno) de clases de institutos.
Me parece una muy buena iniciativa.
Por cierto número 2:
Si tenéis hijos, como es mi caso, también podéis hacer una visita al museo judío, aunque a un espacio más agradable.
Frente al museo adulto, han creado un museo para niños el Anoha. No he estado, pero el arca de Noé tiene muy buena pinta:
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