Hace un rato, @/alpoma (no lo etiqueto para que no le salten notificaciones random) ha compartido esta noticia sobre la posibilidad de crear embriones para el cultivo de órganos.
¿Es bueno? ¿Malo?
Veamos cómo lo abordó la ciencia ficción.
¡Hilo! 🧵
technologyreview.com/2022/08/04/105…
En «The World of Ā (1948)», E. A. van Vogt plantea el tema de la transferencia de la identidad a un cuerpo nuevo cada ver que morimos.
Para disfrutar de esta magnífica tecnología que alarga la vida, tendrás que hacer méritos en la utopía de Jack Vance «To Live Forever» (1956) porque, como es obvio, no hay sitio para tanto inmortal en la Tierra.
Lois McMaster Bujold plantea un escenario más turbio en «Danza de espejos» (1994), de su saga Vorkosingan, donde el cerebro de clones adolescentes se reemplaza por los de sus respectivos progenitores al llegar a determinada edad.
En «Clones: crónicas de un futuro imperfecto» (1997), de Michael Marshall Smith, llegan los humanos como proveedores de órganos de recambio.
Un nóvum muy similar al de Bujold lo plantea Nancy Farmer en «El estigma del alacrán» (2002).
No nos olvidemos de «Nunca me abandones» (2005), de Kazuo Ishiguro, adaptada, además, al cine.
Os voy a hacer el megaspoiler: al menos en literatura, estas cosas NO SUELEN SALIR BIEN.
Y esta ha sido mi #NerdTalk improvisada de hoy.
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