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Hilandero de Twitter a tiempo parcial. Barroquismo radical, cultura pop y efemérides. 1/2 de @DiosLosRiza.

Dec 25, 2022, 16 tweets

5 meses atrás, Beyoncé editó un álbum con el que encumbró a la comunidad LGBTI+ racializada.

El próximo 21 de enero, la cantante facturará 20 millones de dólares por una actuación en Dubái: ciudad en la que pertenecer al colectivo LGBTI+ acarrea una pena de prisión.

Abro hilo.

Dubái pertenece a los Emiratos Árabes Unidos, un Estado que tipifica como delito la homosexualidad, con penas que abarcan desde la castración química hasta la ejecución.

El artículo 177 del Código Penal de Dubái, en concreto, pune la sodomía con una década de cárcel.

El acuerdo firmado por Beyoncé consiste en un espectáculo de una hora de duración, fechado para el 21 de enero del 2023.

Dicho recital tendrá lugar en el Hotel Atlantis The Palm, el segundo complejo más caro de Dubái, así como un cotizado reclamo turístico para sus visitantes.

El pasado 29 de julio, Beyoncé publicó ‘Renaissance’, su séptimo álbum, con el que homenajeó a su primo Jonny, una víctima mortal del VIH.

«Mi intención era crear un espacio seguro, un lugar exento de juicios».

Menos de medio año después, este espacio seguro ha sido dinamitado.

Escasas semanas más tarde, vio la luz la campaña de Beyoncé para Tiffany & Co: el epítome occidental del sector de joyería de lujo.

Su inserción publicitaria se intercaló con ‘Summer Renaissance’, la pista de cierre de ‘Renaissance’.

Tiffany & Co, como firma, ha pretendido modernizar su imagen de marca a través de posicionamientos contra el cambio climático e, incluso, anuncios con parejas homosexuales.

No obstante, su identidad continúa anclada a la exclusividad, la noción de lujo y connotaciones elitistas.

A través su campaña, Beyoncé ha liberalizado la cultura ballroom y ‘voguing’ en pos de exaltar su atractivo estético. Ha extrapolado un instrumento de expresión clandestina y marginal a un canal acaudalado, en el que su significación política se ha desintegrado en su totalidad.

Este aspecto permite vincular esta problemática a una insensibilización frente a las cuestiones de clase y LGTBI+.

Beyoncé ha instrumentalizado una proyección cultural disidente y la ha codificado en un dispositivo descarnadamente capitalista.

Ante la confirmación de su presencia en Dubái, la perversión del trasfondo político de ‘Renaissance’ evidencia que la campaña de Tiffany & Co no entrañó un anecdótico acuerdo comercial, sino un desentendimiento ante el compromiso social de una estrella.

Sin embargo, el propósito de este hilo no radica estrictamente en condenar las connotaciones políticas subyacentes a la figura de Beyoncé; sino en sugerir una lectura crítica frente a los referentes que la cultura popular tiende a enaltecer en la cotidianidad.

Sin ir más lejos, para la celebración de Año Nuevo, el Hotel Atlantis The Palm acogerá un espectáculo de Kylie Minogue: una diva para cuya trayectoria la comunidad LGBTI+ ha ejercido, más que de sostén, de chaleco salvavidas.

Un caso incluso más alarmante que el de Beyoncé.

Por nimio que pueda resultar, uno de los obstáculos que imposibilitan la politización del colectivo LGBTI+ y su toma de conciencia en tanto que sujetos políticos reside en la propensión a fetichizar todo referente mediático de feminidad, al margen de sus implicaciones.

Fenty Beauty, compañía fundada por Rihanna, ha sido receptora de acusaciones de explotación infantil en sus centros de producción de la India.

En el mes de enero del 2021, Lady Gaga interpretó el himno de Estados Unidos en la investidura presidencial de Joe Biden.

Dua Lipa llegó a emplear propaganda nazi con la finalidad de vindicar Kosovo como nación.

Madonna hizo alusión al Estado ilegítimo de Israel como un pueblo «encarcelado» en uno de los cortes más políticos de su álbum más reciente, ‘Madame X’.

Haber hecho acto de aparición en la ceremonia de apertura de la Copa Mundial de Catar del presente 2022 es deleznable.

Acceder a ofrecer un espectáculo en Israel es deplorable.

Cerrar acuerdos con complejos turísticos de Dubái es horripilante.

El disfrute la cultura popular y la lectura crítica de sus referentes son elementos conciliables.

Como sujetos disidentes, hemos de no perder las referencias de nuestras causas vitales ni enaltecer por doquier a figuras que las damnifiquen con propósitos lucrativos.

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