El 2 de septiembre pero de 1845 fallecía Bernardino Rivadavia, durante su exilio en la ciudad de Cadíz, España, donde se encontraba desde 1829. Rivadavia fue el primer hombre en ejercer el cargo de presidente de la Nación, siéndolo desde febrero de 1826 a junio de 1827.
Bernardino Rivadavia nació el 20 de mayo de 1780 en Buenos Aires, en ese entonces parte del Virreinato del Río de la Plata, siendo hijo del empresario y abogado gallego Benito González de Rivadavia y de su prima María Josefa de Rivadavia y Rivadeneyra, también de origen gallego.
En las Invasiones Inglesas participó combatiendo en las fuerzas que repelieron el ataque británico, actuando como teniente del Tercio de Voluntarios de Galicia. En 1808, Santiago de Liniers lo nombró alférez real pero este nombramiento fue rechazado por el Cabildo, lo que fue uno de los detonantes de la Asonada de Álzaga, que fue un fallido intento de destituir al virrey Santiago de Liniers, que dejó como antecedente la supresión de las milicias españolas y el fortalecimiento de las criollas.
Participó del Primer Triunvirato, ejerciendo como ministro de Guerra, y de Gobierno y Hacienda entre septiembre de 1811 hasta el golpe de estado del 8 de octubre de 1812, que encabezaron los generales José de San Martín y Carlos María de Alvear. En 1814 viajó junto a Manuel Belgrano a Europa, enviados por el gobierno del Río de la Plata, en busca de un candidato de la monarquía a quien ofrecer el gobierno de estos países. Tras varios intentos, la misión fue un fracaso.
En 1821, el general Martin Rodriguez, gobernador de la provincia de Buenos Aires, lo convocó para participar en el gobierno de la provincia bajo los cargos de ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores. Rivadavia llevó adelante casi todas las decisiones políticas del gobierno de Rodríguez. Las políticas de gobierno que emprendió se las conoce con el nombre de reformas rivadavianas y la época fue definida por contemporáneos como “la feliz experiencia”.
En esos años, proclamó el librecambio favoreciendo la libertad de comercio, colocando las tasas aduaneras a un nivel muy bajo, con lo que favoreció el comercio exterior de la provincia. Rivadavia fue un gran impulsor de las ciencias y de la educación, en esos años se fundó la Universidad de Buenos Aires (1821), creó el Banco de la Provincia de Buenos Aires (1822), el Colegio de Ciencias Morales (1823), la Sociedad Literaria (1822), la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas (1822), el Museo de Ciencias Naturales (1823), el Archivo General de la Nación (1821), etc.
El Colegio de Ciencias Morales, fundado por impulso de Rivadavia, estaba dirigido por Miguel Belgrano, hermano de Manuel, y durante su corta vida formó a muchos hombres clave de la generación de 1837: Esteban Echeverría, Vicente F. López, Juan María Gutiérrez, Miguel Cané (padre), José Mármol, Félix Frías, Carlos Tejedor, Marco Avellaneda, Antonino Aberastain, Marcos Paz, Juan Bautista Alberdi, quienes inspiraron la Constitución Argentina de 1853 y promovieron la organización nacional. El futuro presidente Domingo Faustino Sarmiento se lamentó en su obra Recuerdos de provincia no haber conseguido una beca para entrar, no obstante haberla merecido.
Varios profesionales extranjeros fueron contratados para actuar en estas instituciones, como el naturalista francés Aimé Bonpland, el físico italiano Pedro Molino, el ingeniero ítalo-francés Carlos Enrique Pellegrini, el ingeniero británico James Beavens, entre otros.
Durante su gestión logró ampliar el derecho al voto a los hombres mayores de 20 años, organizar el Parlamento y los tribunales, y la libertad de prensa. Profundamente anti clerical, Rivadavia realizó varias reformas eclesiásticas (lo que le valió el rechazo y varias revueltas por parte de grupos religiosos, como la Revolución de los Apostólicos de 1823).
En su cruzada para restar el poder de la Iglesia Católica en la provincia de Buenos Aires, Rivadavia tuvo el vital apoyo de su hermano Santiago, un influyente comerciante y político porteño que ejerció como diputado en la Junta de Representantes por los partidos de Las Conchas y Morón. Santiago Rivadavia, considerado un hereje en su época, fue el principal impulsor de la reforma religiosa dispuesta por su hermano. Fue concretamente él quien definió el derecho del gobierno a disponer de los bienes de los religiosos.
Se llevó adelante un cierto progreso del urbanismo en la Ciudad de Buenos Aires: se mandó edificar respetando las ochavas, mejoró la iluminación de las calles, se impulso el alumbrado a gas y creó el Cementerio de la Recoleta.
Incluso el general José de San Martín, con el que Rivadavia mantenía una mala relación desde la revolución del 8 de octubre de 1812, destacaba la gestión de gobierno de Rivadavia en Buenos Aires, escribiendo en carta a Tomás Guido: “Usted sabe que Rivadavia no es amigo mío, a pesar de esto, sólo los pícaros consumados no serán capaces de estar satisfechos de su administración, la mejor que se haya conocido en América”.
En abril de 1824, el general Martin Rodriguez fue reemplazado en su cargo como gobernador de la provincia de Buenos Aires y asumió el general Gregorio de las Heras, por esa razón Rivadavia renunció y se fue al Reino Unido.
Durante su estadía en Gran Bretaña intenta insetar a Buenos Aires en el mercado europeo, buscando a capitalistas británicos dispuesto a invertir su capital en la provincia. El 1 de julio de ese año, Rivadavia gestionó un empréstito con la Baring Brothers por un millón de libras esterlinas.
El empréstito gestionado por Rivadavia ante la Baring Brothers era similar al que otros países latinoamericanos habían accedido en aquellos años. Países como Perú, mientras era gobernada por el general José de San Martín, Colombia, Chile, entre otros, se contaban entre los que habían adquerido esos prestamos con la banca Baring.
Los fondos del empréstito debían ser utilizados para la construcción del puerto de Buenos Aires, el establecimiento de pueblos habitados por colonos europeos en la frontera con los indios, y la fundación de tres ciudades sobre la costa entre Buenos Aires y el pueblo de Carmen de Patagones. Además debía dotarse de agua corriente a la Ciudad de Buenos Aires.
Hacia fines de 1825, la tensión con el Imperio de Brasil por la cuestión de la Banda Oriental dio oportunidad de plantear la necesidad de un gobierno nacional capaz de conducir el ya cercano conflicto internacional. En los últimos días de diciembre de 1825 se supo de la declaración de guerra por parte del Imperio del Brasil a las Provincias Unidas que dio comienzo a la Guerra del Brasil. Por tal motivo, el Congreso General propuso avanzar sobre el proyecto de crear un Poder Ejecutivo nacional.
El Congreso General fue una reunión de los diputados de las Provincias Unidas del Río de la Plata, convocada por hacia finales del gobierno provincial de Martín Rodríguez, por iniciativa de Bernardino Rivadavia, se enviaron misiones al interior de las provincias que habían formado parte del ex Virreinato del Río de la Plata con el objeto de invitar a las provincias a reunirse en el “cuerpo de nación” bajo el sistema representativo y republicano. Esta inició sus sesiones en diciembre de 1824 y tuvo por finalidad de restaurar la unidad nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el dictado de una Constitución Nacional luego de que las autoridades nacionales desaparecieran como consecuencia de la batalla de Cepeda y se iniciara la Anarquía del Año XX.
La Ley de Presidencia fue rápidamente discutida y aprobada el 6 de febrero de 1826, esta fue una de las primeras leyes aprobadas por el Congreso General. Ella creó un Poder Ejecutivo Nacional permanente, con el título de "Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata", que sería designado por el Congreso; duraría en sus funciones el tiempo que tardase en ser establecida la proyectada constitución nacional. Dos días más tarde, el 8 de febrero, fue elegido para el cargo de presidente de las Provincias Unidas, Bernardino Rivadavia, que de esta forma se convertía en la primera persona en ostentar el cargo de presidente de la Nación.
Rivadavia eligió como sus ministros a: Julián Segundo de Agüero en Gobierno; Carlos María de Alvear en Guerra y Marina; Francisco Fernández de la Cruz en Relaciones Exteriores; y Salvador María del Carril en Hacienda.
Al asumir Rivadavia como Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, este presentó al Congreso un proyecto de capitalización de Buenos Aires. A través de este la ciudad y gran parte de la campaña circundante se proclamaba capital del Estado; el resto de la provincia también se nacionalizaba, dejando para el futuro la organización de ese territorio. El territorio de la capital se separaba de la provincia y se nacionalizaban sus recursos, es decir que las ganancias del puerto y la aduana, entre otras cosas, pasarían a ser de la Nación, no de Buenos Aires.
La finalidad principal del proyecto de Ley de Capitalización era que el Estado Nacional contara directamente con los principales recursos económicos que en ese momento tenía el país. Ellos eran los impuestos aduaneros que se cobraban a las mercaderías que ingresaban y egresaban a través del principal puerto de Argentina, Buenos Aires. Esta Ley de Capitalización tenía como finalidad que el país contase con los dineros necesarios para hacer frente a la Guerra con el Brasil. La Ley de Capitalización generó la fuerte oposición de los federales porteños, como Manuel Dorrego.
Según la ley que se formuló, la Capital Federal quedaba conformada abarcando los actuales territorios de CABA, partes de las zonas oeste, norte y sur del GBA, y el actual Gran La Plata. El resto de la provincia de Buenos Aires quedaba dividida en dos nuevas provincias: la de Paraná, al norte, con capital en San Nicolás de los Arroyos, y la del Salado, al sur, con capital en Chascomús.
Rivadavia durante su presidencia también consiguió instar al Congreso General una Constitución, pese a las dificultades internas y externas, en especial la guerra con el Brasil había sido declarada a fines del anterior año. Si bien las provincias argentinas estaban de acuerdo respecto de organizar el país bajo una república representativa, existían serias divergencias respecto a la organización unitaria o federal del mismo.
La ley de consultas requirió la opinión de las provincias respecto de la forma de estado: seis se pronunciaron por el sistema federal: Entre Ríos, Santa Fe, Santiago del Estero, Córdoba, San Juan y Mendoza; cuatro por el unitario: Salta, Jujuy, Tucumán y La Rioja, y el resto dejó el tema a decisión del Congreso: Buenos Aires, Catamarca, Montevideo, Corrientes, San Luis y Tarija. Frente a esta disparidad de opiniones el Congreso adoptó el sistema unitario, apoyado por la mayoría de los diputados.
La Constitución sancionada en 1826 proclamaba el sistema representativo, republicano, consolidado en unidad de régimen. El gobierno nacional se organizaba en base al principio de división de poderes. La Constitución fue rechazada por todas las provincias: las misiones enviadas por el Congreso ante los gobiernos de provincia fracasaron.
Rivadavia fue uno de los primeros hombres en promover la inmigración de ciudadanos europeos en territorio de las Provincias Unidas, ya que los consideraba indispensables para el progreso nacional. En 1825, se estableció la primera colonia de inmigrantes en Monte Grande (provincia de Buenos Aires) y fue formada por colonos escoceses. De esta colonia de escoceses descenderían algunas figuras contemporaneas como la médica Cecilia Grierson, la nadadora Jeanette Campbell, la familia de futbolistas Brown, pioneras del fútbol argentino, el presidente uruguayo Duncan Stewart, etc. También se intento formar una colonia de alemanes en esos años.
Como garantía del emprésitito de la Baring Brothers, se sancionó el 18 de mayo de 1826 la ley de Enfiteusis. Esta ley fue impulsada por Rivadavia para promover la agricultura y la ganadería, que permitiría la generación de rentas para el estado, la disminución de la importancia de las rentas de la aduana, y el desarrollo de las actividades rurales. Por ella se permitía el establecimiento de productores rurales que pagarían un canon por la propiedad, pero manteniendo la propiedad de la tierra en manos del Estado. La ley prohibía a las enfiteutas adquirir nuevas tierras y buscaba también el establecimiento de nuevos pueblos.
En 1828, la Legislatura, dominada por enfiteutas, consiguió modificar la Ley de Enfiteusis. En un debate de la Legislatura llevado a cabo en enero de 1828, el general Juan José Viamonte, gobernador de Buenos Aires, combatió la cláusula de la ley que prohibía a los enfiteutas adquirir nuevas tierras, y esto dejó como consecuencia la concentración de la tierra de 1822 a 1830, 538 propietarios en total obtuvieron 8.656.000 hectáreas, en especial durante los años de gobernación del general Juan Manuel de Rosas.
Mientras el gobierno de Rivadavia sancionaba las leyes de Enfiteusis y de Capitalización, los intentos para conseguir una Constitución Nacional, y también la perdida de apoyo por parte de los hacendados porteños, luego de la nacionalización del ejército de la provincia, las tierras públicas, la aduana y todas las propiedades provinciales, y de otros grupos debido a sus politicas, se seguía desarollando la guerra contra el Imperio del Brasil, que llevó a tener que utilizar los recursos obtenidos por el prestamo de la Baring Brothers para financiar el curso de la guerra.
Ante el estancamiento militar, la guerra civil en el interior y los daños económicos sufridos por consecuencia de la guerra, Rivadavia envió a su canciller, Manuel José García, a gestionar la paz con Brasil; llevaba consigo instrucciones a las que debía atenerse. Contrariando las instrucciones recibidas, García firmó una Convención Preliminar, por el cual reconocía la soberanía del Imperio sobre la Banda Oriental y se comprometía a pagar indemnizaciones de guerra al Brasil.
Al conocerse el "tratado deshonroso" firmado por García, la indignación estalló. El presidente Rivadavia desconoció el convenio, diciendo ante el Congreso: "Un argentino debe perecer mil veces con gloria antes de comprar su existencia con el sacrificio de su dignidad y de su honra". Aunque la Convención preliminar fue rechazada por el Congreso, el presidente Rivadavia sufrió las consecuencias o políticas del pacto por ser considerado responsable de la situación, por lo que renunció como presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata ante el Congreso el 27 de junio de 1827.
Entregó el mando a Vicente López y Planes, presidente provisorio elegido por el Congreso por una ley de emergencia. Pero el Congreso se disolvió y con él cesaron nuevamente las autoridades nacionales y la constitución. La provincia de Buenos Aires recuperó su autonomía, eligiendo gobernador al federal Manuel Dorrego, en comicios en que solamente se presentó la lista federal.
En 1829 Bernardino Rivadavia partió hacia España, acusado por sus rivales de conspirar contra la causa americana en favor de una monarquía en las Provincias Unidas, con un príncipe europeo a la cabeza. Intentó regresar a la Argentina en abril de 1834 para responder a esas acusaciones que le habían hecho años antes, donde Facundo Quiroga, hombre al que Rivadavia especuló con darle la jefatura del ejército nacional en 1826 durante la guerra con el Brasil, se ofreció como garante de la estadía del expresidente en Buenos Aires. Pero el gobernador de Buenos Aires, Juan José Viamonte, no le permitió desembarcar, motivo por el cual se estableció primero en el Uruguay, primero en la ciudad de Mercedes y luego en Colonia.
En el Uruguay, Rivadavia fue pionero de la apicultura introduciendo dos colmenas de origen francés, de las cuales sólo una de ellas logró prosperar y albergar nuevos enjambres que produjeron miel y cera. Tiempo después, fue deportado por el presidente uruguayo Manuel Oribe a la Isla de Ratas, cerca de Montevideo, como preludio de un nuevo exilio con escala en Santa Catalina, Brasil. Partió finalmente a Río de Janeiro donde, en diciembre de 1841, falleció su esposa Juana Josefa Joaquina del Pino, hija del ex virrey Joaquín del Pino, con quien tuvo cuatro hijos: José Joaquín, Constancia, Bernardino y Martín (que sería padre del comodoro Martín Rivadavia, ministro de Marina de Julio Argentino Roca entre 1898 y 1901, y a cuyo honor esta nombrada la ciudad chubutense de Comodoro Rivadavia). Rivadavia volvió definitivamente a España a finales de 1842, falleciendo en la ciudad de Cádiz el 2 de septiembre de 1845.
Sus restos fueron repatriados en 1857, rindiéndole el gobierno honores de Capitán General ante una multitud calculada en 60 000 personas. Durante el acto de repatriación de sus restos, Bartolomé Mitre lo definió como “el más grande hombre civil de la tierra de los argentinos”. En ese año se dispuso darle el nombre de Avenida Rivadavia a la avenida más larga de Buenos Aires.
Sus restos, desde 1932, descansan en un mausoleo levantado en la Plaza Miserere del barrio porteño de Balvanera, construcción que fue obra del escultor argentino Rogelio Yrurtia y que se ubica en el centro de la plaza que tiene como uno de sus laterales a la Avenida Rivadavia.
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