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Gervasio Sánchez @gervasanchez
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QUINCE AÑOS DE SILENCIO
Mañana se cumple quince años del asesinato de los agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI)Alberto Martínez,Luis Ignacio Zanón,Carlos Baró,Alfonso Vega,José Carlos Rodríguez,José Merino y José Lucas Egea en una emboscada ocurrida en Iraq en 2003.
Inicio este hilo en twitter que va a durar varios días con la intención
de recordar todo lo que ha ocurrido desde aquella trágica fecha. ¿Quién no
recuerda aquellas imágenes de los cuerpos de los militares españoles ya muertos
pisoteados por la turba? Es importante no olvidar.
Sólo un agente, José Manuel Sánchez Riera, consiguió escapar con vida de la emboscada preparada por un grupo fuertemente armado.Cuatro de ellos acababan de llegar a Iraq para relevar a sus compañeros y ni siquiera habían vaciado sus maletas cuando fueron repatriados en ataúdes.
A primera hora de aquel 29 de noviembre de 2003, los ocho agentes secretos viajaron desde Diwaniya y Nayaf a Bagdad con coches sin blindaje y con armas cortas. Tomaron el primer café en la embajada española a las nueve de la mañana, según fuentes solventes me contaron.
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Dedicaron las siguientes horas a visitar a otros compañeros militares españoles en distintas instalaciones de la capital iraquí, entre ellas la sede de la Autoridad Provisional de la Coalición que derrotó a Sadam Husein y en el aeropuerto de la capital.
Los ocho agentes secretos del CNI comieron en la antigua casa del comandante Alberto Martínez, vacía por motivos de seguridad desde el asesinato en la puerta de su casa del también miembro del CNI el sargento primero José Antonio Bernal, ocurrido a mediados de octubre de 2003.
Los ocho agentes regresaban a sus bases del sur de Irak después de la comida cuando fueron interceptados por el grupo armado en Latifiya y siete de ellos asesinados en una emboscada brutal. Sus cadáveres fueron pisoteados por decenas de iraquíes que se acercaron al lugar.
Alberto Martínez,jefe del operativo del CNI, era un militar muy querido y muy conocido pero también muy dado a realizar acciones imprudentes.En mayo de 2003 fue detenido por una patrulla militar estadounidense cuando se desplazaba de noche por las oscuras calles de la capital.
Tres semanas antes de su asesinato decidió viajar por tierra desde Bagdad hasta Ammán al suspenderse el puente aéreo que comunicaba ambas capitales. No quería perder el vuelo a Madrid y no se lo pensó dos veces. Tenía muchas ganas de reencontrarse con su familia.
El viaje de mil kilómetros entre Bagdad y Ammán lo realizó en un coche privado haciendo oídos sordos a sus compañeros en la embajada española en Irak. En la embajada española de Jordania su peligrosa decisión tampoco fue comprendida.
“El más grave error de mi carrera fue no sustituir a nuestros agentes en Bagdad tras la caída del régimen de Sadam Husein”, ha reconocido en privado el diplomático Jorge Dezcallar, máximo responsable del CNI en el periodo en que se produjeron los
asesinatos de sus agentes.
A pesar de que se trata del incidente con el mayor número de militares asesinados. , Dezcallar nunca fue investigado ni sancionado y disfrutó de una carrera meteórica a partir de entonces:consejero internacional de la compañía Repsol y embajador en El Vaticano y Estados Unidos.
El propio Alberto Martínez había pedido el regreso a España después de pasar varios meses en Iraq en la primera mitad de 2003.Sabía que era muy conocido porque había pasado años en Irak durante el régimen dictatorial y estaba en la lista negra de los servicios secretos iraquíes
El militar, por fin, pudo regresar a España en junio de 2003.Pero un par de meses más tarde, en agosto,se le ordenó regresar a Irak para trabajar con la Brigada Plus Ultra desplegada en las ciudades de Nayaf y Diwaniya.Fue una grave decisión del CNI que acabó costándole la vida
El 4 de diciembre de 2003, el juez de la Audiencia Nacional,
Fernando Andreu, abrió una investigación sobre el asesinato de los agentes
secretos que definió como un acto de terrorismo contra ciudadanos españoles
fuera de nuestras fronteras.
El 13 de febrero de 2004, apenas dos meses después, dictó un
sobreseimiento temporal aunque advirtió en su auto que, en caso de aparecer
nuevos datos, podría reabrirse la causa y continuar con las diligencias.
El 22 de marzo de 2004, el traductor Flayeh Al Mayali,fue detenido en Base España de Diwaniya, interrogado por miembros del CNI, acusado de ser “colaborador necesario” en el atentado y trasladado cinco días después a la cárcel de Abu Graib, un penal bajo responsabilidad de USA.
Alejo de la Torre de la Calle, actual subsecretario del ministerio de Defensa, participó en el interrogatorio de Al Mayali y,como capitán auditor y en calidad de asesor jurídico de la Brigada Plus Ultra,firmó la diligencia de comunicación del traslado del prisionero a Abu Graib
Ni el ministerio de Defensa ni el CNI informaron al juez Andreu de esta detención a pesar de la gravedad de las acusaciones. Tras pasar once meses encarcelado en los penales de Abu Graib y Um Qasar, Al Mayali fue liberado sin cargos en febrero de 2005.
En una entrevista publicada el domingo 20 de febrero de 2005 por este periodista en Heraldo de Aragón, La Vanguardia y la Cadena Ser el traductor acusó a sus
interrogadores de darle un trato inhumano y degradante con continuos golpes,
insultos y amenazas de muerte.
El Ministerio de Defensa, encabezado por el entonces ministro José Bono, negó la versión del traductor y aseguró que éste había firmado unos documentos en los que reconocía que había sido bien tratado. “Me obligaron a firmar unos papeles que no pude leer”, fue su respuesta.
@AmnistiaOnline exigió al gobierno que se investigase
los posibles abusos contra Al Mayali y otros prisioneros y Convergencia i Unió
e Izquierda Verde pidieron explicaciones en el Congreso de los Diputados.
A pesar de la gravedad de las acusaciones de Al Mayali , el juez Fernando Andreu tampoco consideró pertinente reabrir el caso a pesar de que el traductor iraquí fue considerado por sus interrogadores del CNI “colaborador necesario” en los asesinatos
Aunque admitió en privado a este periodista que el Ministerio de Defensa podría estar cometiendo un delito por denegar asistencia a la justicia. Su actuación pusilánime permitió que el caso judicial quedase enterrado.
En noviembre de 2004, el CNI aseguró a un diario de ámbito estatal que Al Mayali “manejaba grandes sumas de dinero de origen incierto”, ocultando que el traductor había firmado más de una decena de contratos con el ejército español valorados en
300.000 dólares.
El propio traductor admitió ante este periodista en su casa de Bagdad tres años después que estos contratos le supusieron unos beneficios netos de unos 70.000 dólares, una cantidad muy importante de dinero en un momento en que el país descendía al abismo de la guerra.
El 2 de marzo de 2005 el presidente José Luis Rodriguez Zapatero recibió en Zaragoza un completo dossier sobre el caso Al Mayali, que leyó en su viaje a Madrid, según fuentes de total solvencia. Él ha dicho que nunca supo nada de este caso. Puedo asegurar que miente.
En una carta este periodista le rogaba: “Tome usted las riendas de este asunto y ordene una investigación interna que aclare por qué un iraquí ha pasado once meses de su vida encarcelado sin que ninguna autoridad civil y militar española haya presentado cargos contra él”.
El CNI prometió a Flayeh al Mayali, a través de intermediarios, buscar una solución a su caso. “Se han comprometido a exonerarme de las acusaciones y a indemnizarme”, explicó confiado Al Mayali en diciembre de 2005 en Bagdad a este periodista. Jamás hicieron nada.
Este comportamiento abyecto fue confirmado por fuentes cercanas
al organismo de seguridad en distintas conversaciones telefónicas y personales.
Una fuente fue más explícita: “Quieren cerrarle la boca para siempre”.
Tuve la suerte de conocer a Alberto Martínez y José Antonio Bernal en 2003. Siempre me parecieron dos militares íntegros. Conozco a Flayeh al Mayali desde abril de 2003. Sigue siendo mi traductor y también trabaja con la mayoría de los periodistas que viajan a Irak.
Un hombre honesto al que acusaron sin ninguna prueba. Al que destrozaron la vida. Al que utilizaron como chivo expiatorio de graves errores cometidos por los máximos responsables del CNI. Un hombre honesto al que prohibieron viajar a España.
Con la excusa de que sus labores son secretas, el CNI ha silenciado el asesinato de siete agentes secretos y la detención de un ciudadano iraquí y ha evitado que se realizase una investigación independiente que aclarase los errores cometidos y depurase responsabilidades.
Se ha cumplido quince años de silencio sobre el mayor atentado contra soldados españoles en el exterior.El CNI ha sido “el colaborador necesario” en sepultar el caso. También han participado periodistas,palafreneros,políticos,jueces,fiscales, militares,ministros,parlamentarios.
El caso del traductor Flayeh al Mayali es nuestro pequeño Guantánamo. Jamás nadie le ha pedido excusas por lo que le hicieron: someterlo a un trato inhumano y
degradante en un acuartelamiento español, acusarle sin pruebas, mantenerlo
encerrado durante once meses.
En los próximos días iré aportando las pruebas que demuestran las mentiras del CNI, podremos ver los contratos que firmó con el ejército español y describiré el comportamiento de políticos, jueces, fiscales y periodistas que pudieron ayudar a aclarar este caso vergonzoso.
Hoy se cumple quince años del asesinato de siete miembros del Centro Nacional de Inteligencia (CNI).El atentado realizado por un grupo fuertemente armado provocó una hecatombe en el organismo de inteligencia.Entre los muertos estaba el comandante de caballería Alberto Martínez.
Alberto Martínez había llegado tres años antes a Irak durante la sangrienta dictadura
de Sadam Husein.En agostode 2000 conoció al traductor Flayeh al Mayali con elque mantuvo una gran relación,detenido en marzo de 2004 como “colaborador necesario” en el atentado de hace 15 años.
Durante más de tres años mantuvieron una estrecha relación de trabajo y amistad. El traductor mandaba cada día por fax al militar una reseña de prensa con las noticias más importantes y, además, le daba clases particulares de árabe y le acompañó en actos públicos.
La relación de confianza entre ambos hombres se fue estrechando hasta tal punto
que el militar permitió que el iraquí conociese y se relacionase con su mujer y
su hijo adolescente durante el año que pasaron en Irak en 2001
El veterano miembro del CNI recibió la orden de abandonar Bagdad en febrero de 2003 antes de que empezaran los bombardeos de la coalición encabezada por Estados Unidos un mes más tarde y que puso fin al régimen de décadas del dictador Husein.
En abril de 2003 regresó a Irak. Este periodista lo conoció en aquellos días. Durante
una conversación en la embajada española le hice un par de preguntas y supe por
sus contestaciones que era el responsable del CNI. Me senté a su lado durante la
comida.
Me pareció una persona entrañable. Nos pusimos a hablar de la situación caótica que vivía el país en aquellas primeras semanas desde la invasión estadounidense. Le dije que me parecía que la decisión de enviar soldados españoles a Irak era un gravísimo error.
Él mismo me contó que Aznar estaba tomando decisiones sin tener en cuenta los informes de los servicios secretos. Gracias a él supe cómo se iba a configurar la unidad en la que se iban a integrar los soldados españoles: “Una brigada reforzada en una división multinacional”
“España va a liderar la brigada en la que van a participar soldados centroamericanos de El Salvador, Honduras y de la caribeña República Dominicana”, me dijo ante mi sorpresa. Le pregunté si me daba permiso para contarlo y me respondió con una sonrisa: “Mientras no me nombres”.
A los pocos minutos me levanté de la mesa con la excusa de ir al baño, me dirigí al patio exterior de la embajada, llamé a la cadena Ser y les dije que tenía una gran noticia. Y entré y lo conté en el informativo del mediodía (Hora 14) en directo unos minutos más tarde.
Alberto Martínez recuperó su relación con Flayeh Al Mayali después de la caída de Sadam Husein e intentó por todos los medios que el traductor abandonase su relación laboral con periodistas españoles y trabajase bajo sus órdenes.
Muchas tardes el agente acudía a casa de Flayeh Al Mayali a recabar información o a que le tradujese algún documento. Cuando Martínez recibió la orden de buscar una zona para el despliegue de los soldados españoles en Irak lo primero que hizo fue
consultarlo con su amigo.
El traductor sugirió al militar que la mejor zona posible era el área de Diwaniya de donde era originaria su familia tribal. De hecho la primera opción que se valoró fue la zona de Nasiriya más al sur.
“Al Mayali le convenció con argumentos de peso. Le dijo que su familia, con gran influencia en la zona, siempre podría poner en aviso sobre un ataque a la dotación militar”, me comentó una persona que mantuvo una relación estrecha con ambos.
Cuando Martínez fue obligado a regresar a Irak (un gravísimo error tomado por la dirección del CNI) en agosto de 2003 también visitó a su amigo. En sus conversaciones el traductor siempre le pedía prudencia al militar, especialmente cuando viajaba a la capital iraquí.
“Eres muy conocido, Alberto. Muchos antiguos miembros de la Muhabarat, la policía secreta de Sadam Husein, se han pasado a la insurgencia”, le advirtió en varias ocasiones tras el asesinato en octubre de José Antonio Bernal. Martínez siempre respondía: “Es sólo una hipótesis”.
A mediados de septiembre de 2003, Alberto Martínez consiguió que Al Mayali aprovechase un día de asueto en su trabajo con periodistas españoles para citarse en Nayaf. Desde abril de 2003 Al Mayali habia trabajado para media docena de periodistas del mismo diario español.
El comandante Pérez Ucha, encargado de tarea de reconstrucción, le ofreció al traductor su primera oferta como contratista: la rehabilitación de la escuela Quods en la aldea de Abu Sajer, a 20 kilómetros de Nayaf.
“Presenté un presupuesto de 15.656 dólares de los que me gasté 10.500 dólares en dotar a la escuela de todo lo necesario. Los 5.000 restantes fueron mi beneficio”, me dijo el traductor años después durante una larga entrevista en Bagdad. Mucho más que lo que ganaba como traductor
Ante tan jugoso negocio abandonó un mes después su carrera como traductor de periodistas y se dedicó hasta el día de su detención a trabajar con las tropas españolas.
Los dos últimos contratos por valor de 8.250 dólares los firmó el 16 de marzo de 2004, seis días antes de ser detenido. En este caso el interlocutor español fue el
capitán Diego López, que había sustituido al comandante Pérez Ucha a mediados de diciembre.
Durante todos esos meses Al Mayali organizó y participó en reuniones políticas en Nayaf y Diwaniya. También se le llamó en alguna ocasión para sofocar situaciones de tensión entre los soldados españoles y los grupos chiíes más intransigentes.
Su relación con Alberto Martínez y el ejército español fue tan estrecha que “se ofreció a colaborar en la investigación del asesinato de Bernal”, según un amigo del traductor. El asesinato de Alberto Martínez lo sumió en un gran dolor.
“Se encerró en su habitación y no habló con nadie durante tres días. Sólo lo había
visto así cuando murió nuestro padre”, explicó Ryad al Mayali, hermano del detenido.
Miembros del equipo de investigación se pusieron en contacto con Al Mayali para pedirle ayuda. Aunque no tenía amistades en Latifiya, zona de influencia suní y él era chií, utilizó toda su influencia para conocer quiénes podían estar detrás del sangriento atentado.
Nueve días después, el 7 de diciembre de 2003, remitió un informe con los nombres de tres máximos responsables tribales del atentado, uno natural de Latifiya, Mayid Rashid, y dos de Faluya, Ayid Alwasaid y Jamal Al Nazari.El documento llegó al CNI a través de dos intermediarios
Posteriormente, Al Mayali mandó informes con los nombres de personas implicadas en asaltos, robos o en acciones que podían poner en peligro la seguridad de las fuerzas españolas. “Eran muy completos escritos con gran rigurosidad y lujo de detalles”, me explicó uno de contactos.
Su último informe tuvo que ver con la muerte del comandante de la guardia civil Gonzalo Pérez García,herido enun ataque el 22 de enero de 2004 al sur de Diwaniya y fallecido el 4 de febrero. Al Mayali consiguió el nombre del autor material de los
disparos “con relativa rapidez”
El sábado 10 de abril de 2004, una persona me preguntó en un hotel de Bagdad si conocía a un traductor llamado Flayeh al Mayali. Al confirmarle que sí, me dijo que había sido detenido en Diwaniya el 22 de marzo de 2004 y trasladado a un lugar desconocido.
Durante nueve meses de 2003 Flayeh al Mayali fue el traductor de más de media docena de periodistas que se turnaron en la cobertura de Iraq. Acompañé a tres de ellos durante más de dos meses y lo conocía perfectamente. Era el mejor traductor de español que había en Irak.
Sabía que había establecido una relación muy estrecha con la mayoría de los periodistas por su carácter jovial. Incluso un par de ellos habían pasado algunos días en la casa de su familia en Al Hamsa, a unas decenas de kilómetros de Diwaniya.
Aquella persona me mostró dos documentos importantes e inquietantes: la diligencia de comunicación en la que se acusaba a Flayeh al Mayali de ser “colaborador necesario” en el atentado firmado por Alejo de la Torre(actual subsecretario de estado del Ministerio de Defensa).
El atentado había conmocionado a la sociedad española y también a los que había trabado relación con el comandante Alberto Martínez. También me mostró un certificado de entrega a la policía militar estadounidense en un lugar sin especificar cuatro días después de ser detenido.
Me fui urgentemente a la casa donde vivía, desplegué mi teléfono satélite y llamé a Diwaniya para confirmar los datos de lo ocurrido. Después de hablar con varios soldados se puso el teniente coronel Guillermo Novelles, portavoz de prensa.
Le dije que necesitaba confirmar los datos de la detención. Después de darme largas me pidió que le llamase en dos horas. Pasado ese tiempo y, después de mucho insistir, me leyó tres párrafos que confirmaban los hechos.
Esa misma noche grabé una crónica para el matinal de la SER del domingo 11 de abril de 2004.Durante toda la mañana amplié la información y escribí un artículo para @heraldoes (también publicado en un diario de Madrid)donde recogía todala información que teníade varias fuentes.
La detención de Flayeh Al Mayali provocó una profunda conmoción entre la colonia española de Irak, reducida en el último año a periodistas y diplomáticos. Muchas de estas personas lo conocían desde hace varios años y mantenían con el detenido relaciones estrechas.
“Esos cabrones los han matado”. Eso fue lo que le dijo el día del asesinato de los agentes del CNI a una persona que lo conoce desde hace seis años. “Le llamé desde España y se pasó toda la conversación llorando”, me contó este hombre que nunca creyó las acusaciones del CNI.
Al Mayali, de confesión chií, tenía un hermano desaparecido desde el 30 de noviembre de 1980, detenido a plena luz del día. El detenido realizó estudios en Toledo y comenzó a dar clases en el Departamento de Español de la Universidad de Bagdad en 1996.
En ese primer artículo hablé de los contratos que había firmado con la Brigada Plus Ultra para la reconstrucción de escuelas en Diwaniya. Conté que solía cobrar un 30% antes de comenzar la obra y un 70% al final de contratos que variaban entre quince mil y treinta mil dólares.
Como Al Mayali era una persona muy conocida en la provincia de Al Qadisiya, cuya capital es Diwaniya, y tenía muy buenos contactos, este trabajo de pequeño empresario le estaba dando muy buenos dividendos económicos.
“Es la última persona que podía estar interesada en la muerte del comandante Alberto Martínez, con quien mantenía una excelente relación de camaradería, y que además le beneficiaba económicamente”, me dijo ese mismo día una persona que conocía muy bien la relación entre ambos.
Me había dicho que con varías obras más como las que estaba dirigiendo podría comprase un buen terreno en Bagdad y hacerse una casa grande. Dependía del dinero que ganaba con su trabajo con los españoles”, explicó la misma persona.
Al Mayali confesó a algunos conocidos que nadie en zona chiita podía estar interesado en atentar contra agentes españoles. “Se han equivocado. Seguro que han pensado que eran estadounidenses”, le dijo a una persona el mismo día del atentado.
El mismo lunes 12 de abril viajaron desde Diwaniya hasta Bagdad Ryad al Mayali, hermano del detenido, y Haider al Ryad, sobrino y conductor de Flayeh que también fue retenido e interrogado en la base española. Nos encontramos en un hotel de la capital.
Haider me aseguró que las preguntas de los interrogadores españoles giraron sobre el origen del dinero que manejaba su tío. “Me resultaban curiosas. Tenían que saber que mi tío había firmado una quincena de contratos con el ejército español”, me contó Haider.
El muchacho me dijo que había sido golpeado en el cuartel, pero yo preferí no publicar este dato ya que no conseguí la versión de los militares españoles. Todo esto lo escribí en un artículo titulé “Sin noticias del traductor detenido”.
También hablé con el diario con el que Flayeh había trabajado como traductor durante varios meses de 2003. Le comenté a su subdirector que algo grave estaba pasando. Me dijo algo sorprendente después de muchas largas: “No podemos publicarlo sin la versión militar”.
Le insistí que el tiempo corría en contra de su antiguo traductor, que era importante que “se pusiesen las pilas en Madrid” y buscasen la información oficial. Ante la evidente falta de interés publiqué un texto de dos páginas el domingo 18 de abril de 2004 en @heraldoes
Un día después, el lunes 19 de abril de 2004, se iniciaba el primer gobierno liderado por José Luis Rodríguez Zapatero. El 14 de mayo mandé una carta a Roberto López, recién nombrado jefe de gabinete del ministro José Bono. Al Mayali llevaba un mes y medio detenido.
“Aunque sé que es un problema heredado del gobierno anterior, me gustaría que se interesase por la situación del prisionero y me informase de cuáles son los cargos contra él”, le expliqué. El gobierno de Aznar ni siquiera había destituido a Jorge Dezcallar, director del CNI.
En mi carta le recordé que sería “un hecho muy grave si hubiese sido torturado o víctima de trato inhumano y degradante”. Un funcionario me mandó do semanas después, el 31 de mayo de 2004 a las 13,16 un fax con información supuestamente suministrada por el CNI.
Se reconocía que habían sido identificadas varias personas “que podían haber participado en la organización de la emboscada” y se aseguraba que “tales personas habían sido entregadas a las fuerzas de la coalición internacional para su puesta a disposición judicial”. Nada más.
Entonces yo ya tenía datos que no sólo ponía en duda la versión oficial sino que echaba por tierra la supuesta (¿ficticia?) investigación del CNI en Iraq. Una fuente de
absoluta solvencia me informó que se estaba cometiendo una injusticia con el traductor Flayeh Al Mayali.
No existía ninguna prueba contra él, estaba siendo utilizado como chivo expiatorio
y, además, estaba siendo perjudicando por el manto de silencio político y judicial. Esta persona me confesó estar muy sorprendida del desinterés de la mayoría de los diarios españoles.
Seguí trabajando en Bagdad en días de gran peligro para la integridad física. Entrevisté a la esposa de Flayeh Al Mayali, a su hijo mayor de 15 años, a la persona que estaba con el traductor el día del atentado y que me explicó cómo transcurrió aquel día en la vida del acusado.
El lugar de su detención no fue conocido por su familia hasta 50 días después. En Base España, el acuartelamiento español de Diwaniya nunca quisieron recibir a los familiares a pesar de las reiteradas peticiones ni siquiera por motivos humanitarios.
El prisionero no pudo ver a sus hijos más pequeños (el menor con un año) hasta cuatro meses después y su anciana madre tuvo que trasladarse hasta Abu Graib desde el sur de Diwaniya para visitarlo durante apenas media hora. El régimen de visitas fue vergonzoso.
A mi regreso seguí haciendo gestiones para ayudar a una persona a la que respetaba y que estaba encarcelado en Abu Graib de triste recuerdo. Hablé con varios periodistas de su antiguo periódico, perseguí al ministerio de Defensa,intenté ponerme en contacto con el ministro Bono.
Intenté hablar con la vicepresidenta del Gobierno, mandé mensajes de alarma a diestro y siniestro. Y nadie me hizo ni caso a pesar de que ya en mayo de 2004 advertía en cartas privadas que este hombre podía quedar olvidado tras la salida de los soldados españoles de Irak.
La única ventaja de Al Mayali es que llegó a Abu Graib después del escándalo de las torturas. Las condiciones carcelarias mejoraron bastante. Aunque su condición de chií y su relación con el ejército español como contratista lo mantenía en guardia en un penal repleto de suníes.
El domingo 28 de noviembre, coincidiendo con el primer aniversario del atentado contra los agentes del CNI, un diario estatal publicó en su página 30 de España, una historia recordando aquel espeluznante asesinato. En la última columna había referencias al caso Al Mayali.
El texto daba curso a la versión chabacana y repleta de mentiras del CNI. El organismo de seguridad aseguraba que Al Mayali “manejaba grandes sumas de dinero de origen incierto”, ocultando que el traductor había firmado varios contratos con el ejército español.
Desde el 15 de septiembre de 2003 hasta el 16 de marzo de 2004, apenas una semana antes de su detención, más de una decena de contratos con el ejército español valorados en 300.000 dólares, que le supuso unos beneficios netos de unos
70.000 dólares, según su propia estimación.
De hecho, todavía hoy Al Mayali sostiene que el Ministerio de Defensa aprovechó su detención y su encarcelamiento y la salida de las tropas españolas de Irak en el mes de mayo de 2004 para dejarle a deber unos 30.000 dólares y todavía confía en su recuperación.
El CNI, además, aseguró que Al Mayali se pavoneaba en público de haber participado en el atentado. En quince años he hablado con centenares de militares y civiles españoles (incluidos periodistas) e iraquíes que conocieron al traductor.
Todo el mundo me ha dicho que es mentira.
Insisto Flayeh trabajaba como contratista con los españoles. Le permitió ganar mucho dinero en pocos meses. Él se encargaba de buscar escuelas, hospitales, centros cívicos para rehabilitar, hacía un presupuesto al que sumaba su comisión y luego era aprobado por los militares.
Tengo todos los contratos en mi poder y él me ha explicado contrato por contrato
cuánto ganaba. Se le puede acusar de haberse beneficiado del empleo más rentable de una guerra o posguerra: ser contratista o comisionista. Pero nunca de “manejar dinero de origen incierto”
Da una idea de cómo hizo la supuesta investigación el CNI que basa la acusación en tonterías como estas fácilmente rebatibles. He confirmado por varias fuentes que nunca viajó una comisión del CNI, del Ministerio de Defensa o del gobierno español a investigar este caso.
Nunca fue interrogado en la cárcel sobre el atentado. Una vez que los militares españoles abandonaron Irak en mayo de 2004 se olvidaron de su situación hasta que fue liberado el jueves 17 de febrero de 2005 sin cargos por una comisión iraqui-estadounidense, once meses después.
Flayeh al Mayali me llamó el viernes 18 de febrero de 2005, un día después de ser liberado. Pasó la mayor tiempo llorando pero me hizo un resumen muy extenso de lo que había vivido durante su detención en Base España en Diwaniya y su encarcelamiento en dos penales iraquíes.
Al día siguiente le llamé y le hice una larga entrevista por teléfono. Intenté por todos los medios buscar contradicciones en su relato. Pero fue limpio, claro, contundente. En Diwaniya había sufrido un trato inhumano y degradante y había pasado mucho miedo en las cárceles.
La entrevista se publicó en Heraldo de Aragón, La Vanguardia y la Cadena Ser el
domingo 20 de febrero y provocó un gran impacto.“Los servicios de inteligencia
me acusaron sin pruebas, se basaron en flagrantes mentiras y me dieron un trato
inhumano y degradante”,me dijo Al Mayali.
También me dijo que “el CNI quiso justificar que estaba realizando una investigación en profundidad sobre los atentados y me usaron como chivo expiatorio”. “Quiero decirles a las familias, especialmente a la familia de Alberto Martínez que soy inocente”,me contó.
El martes 22 de febrero de 2005 Amnistia Internacional exigió al gobierno español que se investigase posibles abusos de las tropas españolas al traductor iraquí Flayeh
Al Mayali en Base España en Diwaniya bajo el mando del general de brigada Fulgencio Coll.
El jueves 24 de febrero de 2005 el ministro de Defensa, José Bono fue preguntado por dos periodistas de TVE y Cadena Ser en una rueda de prensa sobre las acusaciones de Flayeh al Mayali. Bono dijo que los malos tratos están prohibidos en el ejército español.
También dijo que Al Mayali había firmado unos documentos por los que reconocía que había sido bien tratado. Un periodista amigo me llamó al acabar la rueda de prensa para contármelo. Cogí el teléfono, llamé al número de Al Mayali a Bagdad y le pregunté sobre esos documentos.
Al Mayali me contestó sin un ápice duda: “Me obligaron a firmar unos papeles que no pude leer”. Una periodista, Carmen del Riego, escribió que la liberación de Al
Mayali había causado indignación entre los compañeros de los agentes asesinados
en Irak.
Me pareció increíble. Me aseguró en la entrevista que nunca durante su cautiverio había sido interrogado por una comisión española. Nadie del CNI o de la judicatura había ido a visitarlo a las cárceles durante los once meses que pasó. El CNI sólo quería un manto de silencio.
José Bono no perdió ni un segundo en negar las acusaciones de malos tratos a pesar de que habían ocurrido durante la etapa anterior durante un gobierno que había sido capaz de entregar cambiados a sus familiares decenas de restos de militares muertos en el accidente del Yak 42.
Por suerte @CarmendelRiego decía en @LaVanguardia que “los investigadores españoles reconocían que el acusado nunca se reconoció culpable y que no se encontró ninguna prueba material contra él”. Pero Al Mayali pasó once meses encarcelado y su familia en la indigencia.
El lunes 21 de febrero de 2005,justo el día después de publicar la entrevista con Al
Mayali,me senté delante del ordenador y pasé más desiete horas escribiendo
una larga carta. Laleí decenas de veces,la pulí,quité algunos adjetivos
incorrectos y pensé si valía la pena enviarla.
Sobre las tres de la tarde decidí enviar la carta de cinco folios a la columna vertebral del diario para el que había trabajado Flayeh al Mayali como traductor. La recibió su director,su director adjunto,el principal subdirector,los redactores jefes de Nacional e Internacional.
También el defensor del lector, miembros de comité de redacción, media docena de periodistas de la sección Internacional y dos periodistas de Nacional. Era una carta que escribí con profundo dolor y en la que manifestaba mi gran decepción. Me estaba cavando mi propia tumba.
Les decía que hasta entonces había evitado relacionar al diario con Al Mayali a pesar de que todos los periodistas que habían visitado Irak sabían que este hombre trabajó como traductor desde antes de la caída Sadam Husein, en abril de 2003, hasta setiembre de ese mismo año.
Es decir, durante al menos ocho meses, media docena de periodistas trabajaron estrechamente con quien, sin duda, es el mejor traductor que hay en Irak. Y les daba, pobre de mí, algunos consejos que obviaron a pesar del terremoto que provocó mi carta en el interior del diario.
En la carta les decía: “¿Qué debería hacer ahora El País si nos atenemos a los graves hechos ocurridos, que incluye la violación por parte del Reino de España de varios artículos de la Convención de Ginebra?” Me comprometí a no publicar nunca la carta de cinco folios.
Recuerdo que me senté a la mesa a comer y le dije a mi mujer lo que había hecho. “No me digas eso, sabes que se acabó tu relación con ese diario. Creo que este tema te va a hacer mucho daño y va a afectar a las relaciones con amigos tuyos”, me dijo muy preocupada. Asentí.
Recibí en los siguientes días algunos mensajes del interior de la redacción. Uno de los periodistas que mejor conocía a Flayeh al Mayali me dijo que se sentí una mierda por no haber hecho nada. Otros me llamaron. Algunos pensaron que "eran cosas de Gervasio".Pero nadie hizo nada.
Los que me conocen saben que soy incansable cuando persigo un objetivo. Después de las mareantes declaraciones de Bono, un ministro al que nunca respetaré por la cobardía mostrada durante aquellos días, decidí ponerme en contacto con el juez Fernando Andreu.
Pedí una audiencia con él a través de su juzgado y el viernes 4 de marzo de 2005 viajé de Zaragoza a Madrid. Esa misma mañana me cité con Esteban Beltrán, director general de Amnistía Internacional (organización a la que pertenezco desde enero de 1983).
Recuerdo que estaba eufórico por la cita con el juez.“Estoy seguro que va a intervenir y es posible que reabra el caso judicial que permita de una vez que todo lo ocurrido con Flayeh al Mayali se aclaré de una vez y que se investigue la muerte de los siete agentes del CNI”,dije
Tuve que esperar al juez durante una media hora. Al entrar me dijo que tenía poco tiempo a pesar de que el retraso se había producido por su impuntualidad.Le mostré todo lo que había publicado sobre Flayeh al Mayali desde abril de 2004,incluida la entrevista tras su liberación.
Le recordé que el 4 de diciembre de 2003 decidió abrir una investigación por el asesinato de siete miembros del Centro Nacional de Inteligencia, ocurrido el 29 de noviembre de 2003, dictó un sobreseimiento provisional apenas dos meses después, el 13 de febrero de 2004.
Le recordé que que lo hacía “sin perjuicio de que,de existir nuevos datos referidos a la identidad de los autores,de la naturaleza yde las circunstancias de los hechos denunciados se puede acordar sobre la competencia de los tribunales españoles yla reapertura de las diligencias”
Le dije que el caso Flayeh al Mayali cumplía con esos requisitos porque el CNI le había acusado de ser “colaborador necesario”.Durante los minutos que me permitió hablarle me encontré con un juez despistado, pendiente del reloj. Un compañero entró para recordarle una comida.
Insisto, yo había viajado desde Zaragoza para llegar puntual a la hora que me había
citado su señoría. Y él parecía no estar en su despacho. De repente me dijo: “Cómo
puedo saber que todo lo que usted me dice es verdad”. Boquiabierto le contesté:
"Soy periodista y está publicado"
“Pero yo no he recibido ninguna notificación oficial del CNI o del Ministerio d Defensa”, me dijo como si de repente se diera cuenta de la importancia de lo que le estaba diciendo. “Pues, por favor, pida usted explicaciones a esas instituciones que no le han informado”, le dije
“Un juez dicta un sobreseimiento temporal bajo unas condiciones. El CNI acusa a un ciudadano iraquí de ser “colaborador necesario” en un atentado y a usted no se le informa. ¿No le parece muy grave?”, le pregunté. “Que se atengan a las consecuencias si ha sido así”,me contestó.
Y se acabó la conversación. Aunque salí con un mal sabor de boca le dije que el lunes le mandaría toda la información que tenía sobre el caso, incluido el comunicado de traslado, de Flayeh al Mayali a un penal bajo supervisión estadounidense tras ser detenido.
El 7 de marzo le mandé certificado-urgente toda la información que tenía junto a una carta junto a mis datos postales y telefónicos. Por supuesto su señoría (un
compañero del juez me dijo años después de que era un juez pusilánime) jamás se preocupó por el caso Al Mayali.
Dos días antes de mi entrevista frustrada con el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu había preparado una carta y un dossier completo con la intención de entregárselo al presidente José Luis Rodríguez Zapatero durante su visita a la ciudad de Zaragoza.
Una persona de mi total confianza consiguió darle el sobre a la persona más cercana al presidente minutos antes de subirse al avión para regresar a Madrid. Le pidió que se lo entregase a Zapatero durante el vuelo y que le convenciese de la importancia de su lectura.
Era el miércoles 2 de marzo de 2005, apenas dos semanas después de que fuera liberado Flayeh al Mayali y se publicase la entrevista que le hice en diferentes medios españoles. Años después, en marzo de 2013, Zapatero le dijo a un periodista que él no sabía nada de ese dosier.
El periodista me llamó y yo le dije con claridad supina que el expresidente Zapatero mentía.“Me ha dicho que quiere llamarte y aclararlo contigo”,me comentó. "Perfecto. Así le podré decir en privado qué persona le entregó el dosier en el avión de Zaragoza a Madrid”,le contesté.
Nunca me llamó. ¿Por qué sé que el presidente leyó el dossier y, por tanto, mintió?
El viernes 4 de marzo de 2005, antes de entrevistarme con el director general de Amnistía Internacional y el juez Fernando Andreu, me pasé por la redacción de un importante medio español.
Le conté al director de informativos lo que había hecho dos días antes en Zaragoza. “Ya lo sé. Me llamó una persona de confianza de Zapatero para decírmelo”, me dijo. Aún estupefacto le pregunté: “¿Sabes si el presidente leyó mi carta y el dossier?”
“Por supuesto que lo hizo. No te quede la menor duda”, me contestó con una seguridad aplastante. No voy a publicar esos nombres.Pero no hubiera tenido inconveniente en decírselos al ex presidente Zapatero.Para evitar que siga diciendo que no conocía el caso de Flayeh al Mayali.
En la carta al presidente le rogaba que “dedicase unos minutos de su valioso tiempo a este tema que puede salpicar la buena imagen de nuestro país”. Le decía que Investigadores del secretariado internacional de Amnistía Internacional en Londres me han solicitado información.
También le decía que algunos abogados se han puesto en contacto conmigo para recabar más datos con el fin de pedir una reapertura del caso en la Audiencia Nacional, que había sido cerrado por el juez Fernando Andreu. Faltaban dos días para que yo hablase con el juez Andreu.
Le decía que un juez de gran prestigio(evidentemente no era Fernando Andreu) me ha informado que este caso podría perseguir a España en los tribunales internacionales ya que nuestro país podría haber violado diferentes artículos de la Convención de Ginebra(su protocolo cuarto).
Le decía que “es cierto que la detención se produjo durante el gobierno del presidente José María Aznar, pero también es evidente que la mayor parte de los casi once meses que el señor Flayeh Al Mayali ha pasado detenido sin cargos ha coincidido con su gobierno”.
Continuaba: “Le ruego que tome usted las riendas de este asunto y que ordene una
investigación que aclare por qué un iraquí ha pasado once meses de su vida encarcelado en una prisión sin que ninguna autoridad civil y militar española haya
presentado cargos contra él”.
Acababa mi carta pidiéndole que si tenía alguna dudad mi identidad hablase con los periodistas @demiguelch , entonces jefe de prensa de su partido o Javier Valenzuela, director general de Política Exterior de la Vicepresidencia del Gobierno. Jamás nadie me llamó en su nombre.
Recupero este lío que no he podido continuar desde el pasado domingo por temas laborales urgentes. El lunes 10 de diciembre lo publicaré completo en un medio digital. No se puede olvidar lo ocurrido hace 15 años por respeto a 7 agentes muertos y un traductor maltratado por el CNI
En diciembre de 2005 regresé a Irak para cubrir unas elecciones parlamentarias importantes. Me reencontré con Flayeh al Mayali al que no veía desde 2003 y al que contraté como mi traductor. Igual que otros compañeros periodistas teníamos la total seguridad de que era inocente.
Si hubiera tenido la más mínima duda de su inocencia jamás hubiera trabajado con una persona que me podría haber traicionado. Ni yo ni los periodistas del @elmundoes @abc_es u otros medios españoles. En una zona de guerra hay que trabajar con personas de confianza.
,
Trabajamos casi tres semanas juntos y le grabé una entrevista de más de seis horas en la que me explicó su detención, su encarcelamiento y su relación con el comandante Alberto Martinez, asesinado en el atentado de noviembre de 2003, con todo lujo de detalles y datos.
Me dio una gran sorpresa: el CNI se había comprometido a través de un intermediario a hacerle una oferta. Me dijo que esperase mis instrucciones hasta después de Navidad. Quedamos en que si había novedades me llamaría urgentemente. Pero tardé en llamarle.
En febrero de 2006 me dijo por teléfono:“Se han comprometido a hacerme una carta de disculpa pública y pagarme una indemnización”,me contó eufórico.Según su propia versión,el ejército español le había dejado a deber decenas de miles de contratos firmados antes de su distinción.
De ilusiones también se vive. De forma cariñosa le dije que el CNI nunca reconocería en una carta pública el desastre que habían organizado con su vergonzoso comportamiento porque el escándalo sería mayúsculo y le aconsejé que presionase a los intermediarios.
Coincidiendo con el segundo aniversario de su detención un alto responsable de un medio de comunicación español me dijo que el director del CNI le había asegurado que Flayeh al Mayali era culpable y que estaban buscando las pruebas y, de paso, le dijo que me lo dijese a mí.
No es un chiste aunque lo parezca. El máximo organismo de inteligencia de mi país buscando las pruebas por el desierto iraquí contra un ciudadano de ese país dos años después de detenerlo sin una sola prueba y mantenerlo once meses encarcelado. El titulo sería:el CNI y el paripé.
En agosto de 2006 fui invitado por el juez Baltasar Garzon a un seminario dirigido por él en Torres (Jaén), la localidad donde nació. El teniente general Félix Sanz Roldán, Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), realizó una conferencia y al final dijo lo siguiente:
“Estoy orgulloso de decirles que jamás un soldado español ha cometido un acto que violase las leyes españoles o los protocolos internacionales en ninguna de las misiones por todo el mundo en las que ha participado el ejercito español desde finales de la década de los ochenta”
En el turno de preguntas levanté la mano y dije en voz alta: “Lo siento general pero lo que usted ha dicho no es cierto”. Recuerdo que toda la fila de delante, en la que se sentaban varios generales y jefes del ejército, giró la cabeza al unísono y me
miró con curiosidad.
Me presenté como ponente del curso (hablaba a continuación), periodista especializado en conflictos bélicos y le expliqué el caso de Flayeh al Mayali. Me sorprendió su respuesta:“Pero el CNI no depende de mí”. Le repliqué: “El general que mandaba el cuartel en Iraq sí dependía"
Durante mi charla posterior profundicé en lo ocurrido en Base España en Diwaniya en marzo de 2004.En la cena posterior el juez Garzón permitió que me sentara al lado del general Sanz Roldán y estuvimos hablando largo y tendido. Me pareció que su interés por el caso era sincero.
El 18 de agosto de 2006, unos días después, le mandé un dossier con todos mis escritos publicados en diferentes medios de comunicación,le envíe copias de mis cartas enviadas al presidente del gobierno,al jefe de gabinete del ministro de
Defensa y al juez de la Audiencia Nacional.
En la carta le expliqué las patrañas utilizadas por el CNI para involucrar a Flayeh
al Mayali como “colaborador necesario” en el ataque contra los agentes secretos, le conté que el traductor iraquí había mantenido una estrecha relación contractual con el ejército español, etc.
Le relaté al general Sanz Roldan que una persona con estrecha relación con el CNI me había asegurado que “la chapuza fue monumental y que buscaron un chivo expiatorio para justificar una investigación muy deficiente” y que nunca volvió a ser
interrogado por una autoridad española
Le conté que llevaba años trabajando en zonas de conflicto y que había tenido una
relación estrecha con el ejército español en las misiones internacionales y que “no tenía ningún interés en perjudicar al ejército, pero considero que lo ocurrido es sumamente grave”
Le dije que “los responsables deben ser sancionados y, por supuesto, se debe aclarar la situación del ciudadano iraquí que sigue viviendo en Bagdad con su mujer y sus
cinco hijos en una situación muy crítica porque su vinculación con el ejército español le podría costar la vida.
Junto a esta carta y el dossier le mandé un ejemplar de mi libro Vidas Minadas dedicado a su nombre. Una semana después recibí un correo electrónico de un asesor suyo en el que se me confirmaba la recepción de mi envío. Ha sido la
única persona que me ha dado acuse de recibo.
En julio de 2007 el director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Alberto Saiz, anunció que se había detenido a un "agente doble" al descubrirse que hacía servicios de espionaje para otro país, un "caso único" en España. La Fiscalía le acusó de un "delito de traición”.
Se trataba de Roberto Flórez García, un suboficial de 42 años que fue detenido a en Tenerife. El agente había sido guardia civil y había trabajado durante 12 años en el CNI. Desde diciembre de 2001 a febrero de 2004 entregó información secreta "a cambio de mucho dinero”.
El CNI le acusó de pasar información de la estructura interna del CNI e identificar a decenas de agentes a un servicio secreto extranjero. El CNI “deslizó la idea de que entre los nombres de agentes españoles que se dieron a conocer estaban los de los asesinados en Irak”.
En la inusual rueda de prensa el director del CNI reconoció la filtración de “los
procedimientos, estructuras y las identidades de decenas de miembros” pero matizó
que “los nombres no fueron filtrados por estar de misión en Irak sino por formar
parte de la estructura en Madrid”.
Pero dos de los agentes secretos asesinados en Irak, el comandante Alberto Martínez,asesinado en la emboscada del 29 de noviembre de 2003,y José Antonio Bernal, asesinado un mes y medio antes,en octubre de 2003, llevaban años trabajando en Irak. Podrían haber sido traicionados.
En julio de 2009, José Luis Rodríguez Zapatero nombró al teniente general Féliz Sanz Roldán nuevo director del CNI con la orden de “una profunda remodelación de los servicios secretos españoles”. Este general podría haberse interesado por el caso del traductor iraquí.
El general Félix Sanz Roldán lleva casi diez años en el CNI y nunca ha realizado el mayor esfuerzo por aclarar un caso vergonzoso que perseguirá a esta institución hasta queno sea capaz de abrir una investigación para aclarar lo que ocurrió aquellos meses de 2003 y 2004 en Irak
El 8 de julio de 2007 publiqué en @heraldoes y el 16 de julio de 2007 en @LaVanguardia las promesas que le había hecho el CNI al traductor Flayeh al Mayali de “exonerarme de las acusaciones e indemnizarme”que me había contado a final de 2005, un año y medio antes en Bagdad.
Había conseguido confirmar que este comportamiento abyecto por parte CNI era cierto por fuentes cercanas al organismo de seguridad en distintas conversaciones
personales y telefónicas.Una de las fuentes no se fue por las ramas y me aseguró: Quieren cerrarle la boca para siempre”.
En estos textos recordaba que “el evidente desinterés del @PPopular y el @PSOE
cuyos gobiernos estaban involucrados en la detención y la larga encarcelación del ciudadano iraquí, había provocado que el caso se hundiese en el olvido”. Hacía tres años y medio de los asesinatos.
En estos textos explicaba que “otros ocho iraquíes, pertenecientes al subversivo ejército del Madhi, vinculado al imán radical Muqtada al Sader, fueron detenidos en Diwaniya en abril de 2004 y sometidos a tratos inhumanos y degradantes”. Y daba los nombres de todos detenidos.
Explicaba también que cuatro meses antes Al Mayali actuó de traductor oficial entre un ministro iraquí y el embajador de España en Irak, Ignacio Rupérez. Me sorprendió saber que el embajador estuviera a la voluntad y a la traducción de un “colaborador necesario” en un atentado.
Y me preguntaba: “Si tuviera que viajar a España como traductor de una delegación iraquí, ¿en qué se basaría el estado español para prohibirle la entrada? ¿En la rocambolesca investigación llevada a cabo por el CNI? ¿O en la no investigación de la Audiencia Nacional?”
Justo un mes más tarde de publicar estos artículos volví a hacer otro intento de involucrar en el caso a una autoridad del Estado.Sólo el teniente general Sanz Roldán,actual director del CNI,había dado acuse de recibo a mis cartas.Nunca recibí respuesta del resto de autoridades.
El 16 de agosto de 2007 envíe un dossier a Javier Zaragoza, fiscal jefe de la Audiencia
Nacional, y una carta en la que le comentaba que “me había sorprendido la pasividad del juez Fernando Andreu, encargado de la investigación de ese
execrable asesinato”.
Le informaba al fiscal Zaragoza que había enviado al juez Andreu un dosier hacía dos años y varios meses con todos los datos que había conseguido recopilar.Le pedía que se interesase por un caso que “cuestiona seriamente la actuación de los interrogadores en una base española”.
Le recordé que algunos casos se habían podido investigar gracias a informaciones periodísticas. No hubo respuesta por parte del fiscal igual que ocurrió con el juez Fernando Andreu,el presidente Zapatero,el teniente general Sanz Roldán.Como siempre se aplicó la ley del silencio
En los siguientes años publiqué varios textos más: “Cinco años de silencio” el 29 de
noviembre de 2008 en Heraldo de Aragón; “Nuestro Guantánamo particular” el 22
de marzo de 2009, cinco años después de que el traductor Flayeh al Mayali fuese
detenido.
Este último texto lo empezaba tal como sigue: “Un hombre entra en un cuartel
militar. Es interrogado, golpeado violentamente en múltiples ocasiones, objeto
de trato inhumano y degradante, obligado a pasar horas de pie de cara a la
pared con una capucha en la cabeza”.
Y sigo: “y a dormir en el suelo como si fuera un perro. El suplicio dura cuatro días (hoy domingo 22 de marzo se cumple cinco años) hasta que es trasladado a un penal de máxima seguridad, donde pasa once meses de su vida. Es liberado porque no existe una sola prueba contra él”.
Y recuerdo en el texto que lo que estoy narrando no pasa en una prisión estadounidense ni en la isla de Guantánamo ni tampoco enun país dictatorial africano ni en un centro para criminales reincidentes sino en un acuartelamiento español en Irak bajo mando de un general españolas
Escribo: “Exactamente en Base España de Diwaniya (Irak) entre el 22 y el 27 de marzo de 2004. La víctima se llama Flayeh al Mayali, un traductor muy conocido entre los militares y periodistas españoles. Es, sin duda, nuestro Guantánamo particular”.
Y “los interrogadores y los maltratadores son miembros del Centro Nacional de
Inteligencia (CNI) cuyo principal objetivo de estos vergonzosos hechos es
buscar un chivo expiatorio que tapone los errores cometidos por este organismo
en el asesinato de siete agentes secretos”.
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