De las esculturas más perturbadoras y bellas del sitio donde estoy ahora mismo.
Pegada a un cuadro monumental que es traición y asesinato.
Este señor lo observa todo desde una pared.
Dispuesto a no dejar que nada pase desapercibido.
Quizá la quiera ver a ella.
Pero no le llega la vista o se le han quedado cortas las ganas.
Estos también miran.
Y fijamente.
Quizá saben que soy pediatra.
Y ella.
Tan protagonista y casi tan anónima.
Madrazo y su musa, dueños de un estilo.
Cerca de una sala rectangular donde la muerte se hace ataúd.
Amor.
Servidumbre.
Locura.
Tres puntos de giro para tres historias.
Donde es ella la que más me atrae.
Sus ojos.
Y el humo que disimula el olor pútrido de lo que ya no está pero queda.
Pero es verano amigos.
Pero es verano.
Y a pocos metros hay dignidad en el que tiene las manos atadas.
Y el cielo es gris.
Y la muchedumbre bajo las armas.
Hermanos.
Amigos.
No nos separamos.
También hay hermandad en evitar que una vida escape a la deriva.
Con las manos sucias.
Llenas de callos que son un viaje de ida para llenar la barriga de otros.
¿Cómo se sale de aquí? ¿Se podrá salir?
En serio.
¿De rodillas?
Porque hay tanta luz ahí fuera que deslumbra, ¿verdad?
Y tan distinto y tan igual todo.
A unos metros de luz, ¿otra luz?
Eugenia Martínez Vallejo.
Seis años.
Vestida.
Desnuda.
Para desnudarnos.
Tanta gente mirando.
Unos cuantos ahí criticados.
Fuimos twitter perverso antes de que esto se hubiera inventado.
Calla, calla, que nos están pintando.
Al otro lado de la pared.
En el extremo opuesto al pintor haciendo su obra están ellos.
Condenados a no ser vistos.
Condenados a ser condenados.
Y delante de unos ascensores una decapitación que hace fiesta.
Y que asusta a los niños despistados.
¿Seguimos?
Rendirse mientras nos miran.
Las llaves de una ciudad para engañarnos.
Matemática pura.
Sin números.
Pero matemática.
Calla, calla.
Que de nuevo nos están pintando.
Y seguimos jugando.
Que difícil es siempre abandonar un sitio así.
Y la suerte que tenemos de que esté “cerca” para poder volver.
Sin fotos.
Solo con nuestros ojos.
Caminar entre pinturas para ser otros.
Tres hombres para cambiar la vida de 3000 niños.
Padre.
Médico.
Amigo.
Esta es un #HiloYTalRevisitado que comienza con frío, un frenazo y un grito...
New York, Invierno de 1960
Hace frío, la gente al respirar crea fantasmas con su aliento.
Pocos pasean y las calles parecen vivir de los coches.
Llama la atención una pareja con un carrito.
Exploradores bajo el abrigo de la felicidad.
Su bebé.
Cruzan la calle.
Sonríen.
El viernes 5 de noviembre de 1976 Geoffrey Platt manipulaba muestras de laboratorio procedentes de individuos africanos.
Estos habían sufrido una mortal enfermedad hemorrágica.
En un descuido se pinchó.
Se quedó quieto.
Sabía que algo terrible le acababa de ocurrir.
Su mente dio un salto en el tiempo.
Él, inmóvil, y todo vibrando alrededor.
Retrocedió apenas 10 años, momento en el que se había iniciado una cuenta atrás inexorable y, por supuesto, absolutamente imperceptible para la mayoría de la población.
En 1967, fallecieron 7 personas producto de una rara enfermedad.
Se aisló el ARN de un virus desconocido. Unos monos procedentes de Uganda fueron el origen del brote.
Los casos ocurrieron mayoritariamente en Marburg, Alemania.
Se describe así la enfermedad de Marburg.
"Es llegar la cena de Nochebuena y me pongo enfermo".
Seguro que reconocéis estas palabras.
Pero lo que quizá no sepáis es que eso tiene una explicación científica descubierta hace no mucho.
¿Queréis epatar esta noche a vuestros cuñados?
Acompañadme.
Seguro que habéis escuchado hablar del "ritmo circadiano".
Nuestro organismo tiene ciclos que una y otra vez se repiten con el transcurso del día.
Nos hacemos de día y de noche por dentro.
Pues algo parecido ocurre con el paso del año.
Se denomina ritmo circadiaño.
Lógico.
No es baladí que existan patrones distintos de expresión proteica o de actividad leucocitaria influenciados por la presencia o ausencia de diversos estímulos.
Recientemente hemos visto que hasta influyen sobre la respuesta a vacunas, por ejemplo.