Voy con un hilo largo, largo, largo sobre la "Educación en tiempos de Coronavirus" basado en una charla con mi jefa de estudios, que está de baja por enfermedad desde antes de todo esto. Lo que se desprende es una traslación de sus palabras y empieza con esta silla. 
La silla sería una especie de metáfora de nuestro sistema educativo, o mejor dicho: podría ser uno de nuestros alumnos durante todos estos años. Una silla bien hecha.
En esta silla todos hemos puesto nuestro granito de arena. Unos somos una pata, otros el respaldo... nuestro objetivo final es que funcione y sirva para sentarse, pero...
Llega una crisis como esta y descubres (que durante todo este tiempo te has concentrado en el trocito que estaba bajo tu responsabilidad. En mi caso, el respaldo es cómodo y confortable, aunque claro...
Como la mayoría de los profes nos concentramos en nuestra parcela, la que nos corresponde, ahora descubrimos que el respaldo, la pata derecha, no sirven de nada sin las demás.
Es decir, nos concentramos en las partes. Nos hemos preocupado muy poco por el todo, cuya función última (servir para algo...) no tiene mucho sentido así. Formamos respaldos y patas. No existe una visión holística y global del alumnado. Una visión competencial.
Nuestra silla está formada por diversos elementos. El más preocupante para la mayoría se llama currículum. Santo y currículum.
Un currículum que se cuestiona muy poco, que pocos se atreven a discutir y que, por lo tanto, empieza a mostrarse irreal y anclad en el pasado. Inamovible. Decimonónico. "Sigloventiano".
El segundo aspecto son las competencias. Se supone que están ahí, pero claro... Seguimos concentrándonos en nuestro trocito de la silla...
Y una crisis global como esta, capaz de tambalear el sistema, nos demuestra que todo el mundo "sabía en qué consistían", pero nadie les prestaba atención.
Finalmente tenemos un elemento que deviene fundamental: el anclaje a la realidad.
Una realidad que con un currículum inamovible y unas competencias prácticamente desconocidas, se torna cada vez más alejada y difusa del sistema educativo.
Una realidad que preocupa a nuestros alumnos y a la que no podemos dar respuesta desde el aula armándoles de herramientas para hacerle frente.
Ahora, en este preciso momento, mientras tú lees esto, seguro que algún chaval o alguna chavala se pregunta para qué diablos sirven todas las actividades que le estás mandando.
Actividades que quieres que te envíen por correo, que busquen por la red y trabajen en la nube...
Pero resulta que nadie les ha explicado cómo hacer todo esto durante estos años.
Sus padres, sus profesores, los pedagogos y los "expertos". Incluso ellos mismos. Los veíamos trastear con las redes sociales y el móvil... pero resulta que no sabían absolutamente nada. Ni son nativos digitales full time oh yeah mother, ni nada por el estilo.
Están igual de perdidos que los adultos a la hora de afrontar este mundo. Y por cierto...
A estas alturas del hilo nuestro amigo el COVID-19 ya debe andar partiéndose de risa.
Por su culpa, alguien ha levantado la silla del suelo y hemos descubierto un montón de pelusilla que dejábamos allí, de la que nadie quería hablar.
De un lado, resulta que esos alumnos tan cibernéticos que pensábamos tener delante, los que se iban a comer el mundo, están más perdidos que nosotros...
De otro, las familias tampoco estaban preparadas para afrontar una situación como esta. Ni conexión, ni gestión en muchísimos casos.
Además muchos profesores estábamos muy poco formados en las nuevas lides. Educación 2.0, o 34.0. Nos daba igual: ¿qué necesidad había de reciclarse un poco?
Y finalmente la administración, que he dibujado como este unicornio sonriente porque vivía ajena a la realidad, en un mundo donde todo funciona, las plataformas son chupicalabaza... y sólo reacciona cuando los intereses de los anteriores protagonistas cuestionan su gestión.
En definitiva, un cocktail perfecto para hacer frente desde casa, con clases virtuales y contenidos en TV a una pandemia que nos ha puesto contra las cuerdas...
Un cocktail lleno de alcohol que nos vamos a beber al lado de un precipicio. La temible brecha educativa.
Y digo temible porque, aunque ya la conocíamos... resulta que además de económica, social y digital, es también...
Una brecha epistemológica.
Y a estas alturas el COVID-19 se pregunta si hemos tocado ya el fondo.
Pero como docente, pienso que hay al menos seis retos por delante para salir del atolladero... Lo PRIMERO, y más doloroso: aprovechar la oportunidad que supone esta horrible crisis. Una oportunidad de mejora en todos los sentidos.
Significa también una NECESIDAD, pues tal como anda el panorama, yo creo que sería un poco inútil no aprovecharlo para aprender de él, para evaluarlo y conocer tanto las debilidades... como las fortalezas.
Y para todo esto nos toca una inevitable REFLEXIÓN, queridos amigos. Pero ojo: una reflexión, no un grito pelado por las redes sociales. Una reflexión seria y entre todos.
Donde la COORDINACIÓN entre toda la comunidad educativa funcione de una maldita vez. Estamos juntos en el mismo cocktail, digo... barco, ¿no?
Pues todo esto supone ADAPTARSE a la nueva realidad, al siglo XXI, al mundo después de esta porquería de pandemia.
Lo cual significa afrontar una palabra que a los adultos nos da mucha pereza y mucho miedo: El CAMBIO. Somos incapaces de controlarlo, pero podemos ayudar a entenderlo.
Así que, como me ha recordado la buena de María José hoy, que tenía fuerzas para charlar un rato por teléfono...
NOTA: Disculpad los que estéis aquí desde el principio. Se me han cortado las diapos por la mitad. Ahora está completo el hilo. Besitos!
NOTA 2: Disculpad también los "lapsus calami". Esto de twitter con el móvil... soy un viejuno, vaya.
