Sistemas perversos.
Hay un principio universal: toda persona es responsable de las consecuencias de sus propios actos. Si lo hizo bien, tendrá a favor el reconocimiento y la confianza de los que lo rodean. Si lo hizo mal, deberá pagar.
Hay un principio universal: toda persona es responsable de las consecuencias de sus propios actos. Si lo hizo bien, tendrá a favor el reconocimiento y la confianza de los que lo rodean. Si lo hizo mal, deberá pagar.
Lo bueno y lo malo forma parte de los acuerdos sociales y de la herencia civilizacional. No matarás es un mandato atávico, pero hay otros asociados a tabus universales. El incesto, por ejemplo. Hay daños obvios, y los hay que son censurados porque afectan el orden social.
Frente al mal supuesto siempre sorprende lo inesperado y sorprendente que resulta el actor del mal. Los criminales, incluso los peores, tienen relaciones sociales en las que son aceptados. Por aquello de que "ojos vemos, corazones no sabemos", siempre podríamos salir defraudados.
La mentira, la infidelidad y la deslealtad son un terceto de una lista incompleta de circunstancias perversas, con pésimos resultados. El que confía, o sea, el que pone su fe en el otro, el que le abre sus puertas, obviamente no se imagina víctima de una terrible traición.
Bruto, el personaje perverso del drama de Julio César. Ricardo III, el otro personaje de Shakespeare. Gertrudis y Claudio, reyes felones de Dinamarca, asesinos del rey Hamlet. El taita, asesino de Asdrúbal y de esa forma, homicida del alma de Doña Bárbara,
La literatura nos presente un dossier casi infinito de hombres y mujeres cuyo primer abismo fue traicionar la confianza de los suyos. "Ojos vemos, pero corazones no sabemos", ya lo dije antes. Y todos estamos expuestos a que nuestros cercanos nos traicionen.
Todos tenemos ese flanco de debilidad que a veces nos impide imaginarnos que cerca de nosotros está Caín empuñando el arma con la que quiere hacernos daño. ¿Lo sabía Abel? ¿Lo presintieron acaso Adán y Eva? ¿Pudo José, el hijo de Jacob, anticiparse a la envidia de sus hermanos?
¿Pregunto entonces si los que fueron defraudados en su confianza son responsables o víctimas? ¿Es responsable la pareja que sufre de infidelidad, el hermano que es víctima de la envidia, la mujer que es violentada por los celos del otro? Obviamente no.
Pues si, amigos, cuando uno extiende la mano nadie espera que se la muerdan. Eso le pasa a las personas, pasa a las organizaciones y pasa a los países. Eso no exime que cualquier relación formal no tenga exigencias, y por eso mismo, ritos y protocolos de entrada.
Decir que la organización, sus directivos, sus definiciones estratégicas, son corresponsables del supuesto delito de algunos de sus miembros, es apelar a una falacia de generalización y exhibir una falta de reflexión y conocimiento que solo pueden integrarse desde la mala fe.
Pero sigamos aclarando. Dentro de las organizaciones hay dos tipos de casos de este tipo. Comencemos por los casos llamados "casos perversos". Son perversas aquellas organizaciones que "evaluadas desde afuera, muestran claras desviaciones hacia el mal..." Pero no solo eso.
Para que sea una organización perversa, esas desviaciones deben ser intencionales, esquemáticas y recurrentes en el contenido de los actos, obradas con total impunidad y sin castigo hacia los promotores y cómplices, y transgresoras de principios morales y éticos de la sociedad.
Como ven, si levantas el dedo contra una organización, tienes que haber discernido sobre la sistematicidad, la impunidad, y las transgresiones. Porque si no están vinculados ese terceto de condiciones provocan responsabilidad, y hay que juzgar severamente a sus dirigentes.
El otro caso es lo que yo llamo "accidentes". Cuando una organización se ve impactada desde adentro por una conducta desviada de alguno de sus miembros, y frente al cual, tiene que reaccionar, para evitar mayor daño y resguardar la reputación institucional.
Porque la gente miente, encubre, traiciona. Pero también, no lo olviden, puede ser víctima de una confusión, una conjura, una venganza, y en ambientes totalitarios, de formas muy sofisticadas de venganzas políticas. ¿Qué se debe hacer cuando ocurre?
Hay que hacer el sumario. Hay que exigir explicaciones. Hay que presumir la inocencia. Hay que juzgar los hechos, hay que acumular pruebas, y hay que separar a ese miembro de la organización hasta que la situación se dirima. Porque lo que aparenta ser tiene que comprobarse.
Mientras las organizaciones sean más grandes, más expuestas están a la perversidad o a los accidentes. La diferencia está en la reacción institucional y la posición de quien está imputado. No es lo mismo el líder de una organización que un gerente regional o local.
Recuerden bien. Si la trama es mala, viene desde arriba, es sistemática, hace daño a la cultura de la institución, y encubre y practica la impunidad. Se los digo porque ante cada caso hay que hacerse las preguntas apropiadas.
Al fin y al cabo, hay tantos bufones disfrazados, que a veces uno debe ocuparse de colocar la reflexión donde es. Sobre todo en un país de tanto contubernio, de tantos acuerdos entre grupos perversos, de tanto dinero sucio queriendo lavar su reputación, y...
De tanto chiquero con luces rojas en la puerta, celebrando anticipadamente la falsa presunción de que todos somos iguales. Malas noticias: No todos somos iguales, no todos mentimos, no todos somos perversos, no todos linchamos. Algunos operamos como debe ser.
¿Y cómo debe ser? Preservando la integridad institucional, demostrando con los hechos y las decisiones que actuamos éticamente, reconociendo el derecho al debido proceso de cualquier señalado, y siendo inflexibles en la administración de nuestros principios.
A los que quieran debatir casos concretos, aquí los espero.
Saludos
Saludos
