Thread by @osofronio

La Parábola del Chairo Arrepentido
Capítulo XIX
Llegaron los tamemes de las profundas regiones surestenses, donde nuestro personaje anda de gira y nos cuentan muchas cosas por demás inverosímiles, pero no hagamos guato y vámonos por secciones.
Parece ser que parte de lo
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que Perejil pretendía, era ir a la tierra de los mayas a inaugurar las obras de construcción de un invento muy reciente que se conocía como la caravana de carretas, un servicio muy útil en las alejadas regiones del mundo, sólo que en la región selvática que nos ocupa, iba
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a tener la particularidad de ser de carácter turístico. Los habitantes de la zona no querían la caravana porque, además de hacerles pedazos sus propiedades, sospechaban que el rey la iba a usar para irlos a incordiar más seguido. No era lo mismo tenerlo de visita una
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vez cada seis o siete años, llenarlo de flores diciendo que era una costumbre autóctona mientras se burlaban de él, ponerle un plato de salbutes y panuchos enfrente para que no hablara mientras tragaba las fritangas, llevarlo a la terminal de del ADO (Acémilas De Ocasión) y
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desmontar el tinglado para no usarlo por los siguientes 6 años.
Pero el morenarca había ordenado que se hiciera una ceremonia de banderazo, aunque en ese entonces no se conocían las banderas. Dicha ceremonia fue encomendada a una maestra del calmecac de párvulos
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que tenía mucho prestigio organizando bailables el Día de Kukulkán y su señora madre.
Le dieron un trapo pintado a mano a cada asistente y todos los agitaron al unísono bajo las instrucciones de la Miss maya, mientras pasaban por un sendero unos habitantes agarrados de las
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manos formando una cadena.
Posteriormente, nos cuentan los tlacuilos que lo acompañaron que todos pasaron a cortar unas hojas de la mata de plátano para cubrirse de un aguacero que humedeció la ceremonia.
Durante el discurso que Perejil les endilgó, y ya con sueño por la
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cantidad de tacos de cochinita que había ingerido, les indicó que era sano y muy tradicional que no comieran queso relleno, ni chocolomo, y mucho menos poc chuk porque era muy decadente, que con unos frijolitos con arroz y tortillas sería suficiente para alimentarse como
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buenos Pejejitlanenses (ellos eran mayas, pero asintieron para que ya se callara).
Los gobernantes de ese pueblo tomaron nota para que si los volvía a vistar le iban a dar moros con cristianos, pero sin “tostones” de plátano para no ser muy sibaritas.
El buen Perejil (es
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un decir) partió de ahí hacia un campo para procesar pastura que había mandado a construir, ahora que la pastura la regalaban cuando comprabas un “veinte” de cilantro, pero que el ínclito rey consideraba que iba a ser la palanca de desarrollo del país.
Al llegar a los campos
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de sembradío, muy parecidos a los arrozales chinos, pero sin virus, se preguntaba la comitiva dónde estaba la pastura, porque no veían más que agua. La secre No Vahle, encargada del proyecto los hizo pasar a un puesto de tamales de chipilín que le había concesionado a su
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compadre. Y procuró que a la trajineras acondicionadas para la inspección no se les metiera el agua. La visita fue todo un éxito, hasta que se dieron cuenta que ya estaban a la mitad del Golfo de México y no habían notado diferencia.
En el infaltable discurso onírico del
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rey, se dedicó a cantar unos sones tropicales de un paisano suyo, el gran Cinco Che, autor de una rola que adoraba el monarca, “Quén Pompó”. Los sones que cantó el rey para apaciguar al dios Tláloc, sólo hicieron que lloviera más.
Mientras tanto en la Nueva Galicia,
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provincia del occidente del reino, se gestaba un descontento descomunal, muy similar al que estaba enfrentando Sir Donaldo de Orange por el racismo en su país, donde blancos y negros se toleraban apenitas y siempre estaban esperando la oportunidad de participarse la
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máuser. Hubo fuego, golpes, gritos, pintarrajeadera de paredes y se sospechaba que la Sra. Yashicol Polansqui, gran encaminadora de almas y devota del rey, había estado cuchileando a la gente.
Los infectados del virus de las cacas locas, y los fallecidos por dicha infección
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eran reseñados día con día por Gran Tell, y todos sospechábamos que traía las hojas en desorden porque las cantidades subían y bajaban sin respetar orden alguno. Al ser cuestionado el brujo, confesó que sospechaba que el personaje conocido como “el Comandante Borolas “ le
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saboteaba todas las tardes sus acordeones.
Habremos de platicar de los mamuts, los cerros, la falta de agua y la modernidad del mercado que se estaba construyendo en la zona de Zumpango, hoy Sta Lucy, y que parecía que iba a ser el más moderno de todo el siglo II A.C., a
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pesar de que ya estaban en el XIV D.C.
También de los cánticos que le dedicaron al rey Un señor conocido como Gañán AlkaSeltzer (o, algo así) y la comediante Fulana La Paleta .
Habiendo abusado de su tiempo, y del mío, dejo esta narración para ir
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a preparar unos frijolitos con tortillas, porque para el arroz ya no alcanzó, con todo y lo nacionalista que dice Don Pere que es.
Compartan, retwiteyen, platíquenlo en sus reunione, hasta que convenzan a un lover de despertar del sueño atolero. El reino se los premiará.
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