Si una de las labores imprescindibles del periodismo es el contraste de información, no entiendo por qué la divulgación científica debe hacer de vocera acrítica de ciertas autoridades sanitarias, cuando no existe consenso científico en una materia.
Tan malo es difundir lo que dice un experto sin contrastar los datos con otros expertos en el tema, como difundir lo que dice una autoridad sanitaria, ignorando los últimos estudios al respecto. Los argumentos de autoridad no tiene el valor que tiene la evidencia científica.
Se sabe desde hace meses que las mascarillas caseras podrían ser útiles para frenar los contagios. Se han realizado estudios que han observado que, bien hechas, pueden tener una eficacia similar a las quirúrgicas.
Autoridades sanitarias como el CDC, numerosos expertos y organizaciones sanitarias asiáticas y europeas han respaldado el uso de mascarillas de tela para la población general desde hace meses.
Cualquiera que conociera el panorama científico de estas mascarillas caseras sabía que era cuestión de tiempo que la OMS las recomendase. No es que fuéramos unos irresponsables o no tuviéramos pudor, simplemente teníamos en cuenta el conjunto de los datos y no solo la OMS.
La OMS que, por cierto, ha sido de las últimas instituciones sanitarias en hacerlo y probablemente ha tardado más de lo necesario por la falta de agilidad de las grandes instituciones.
A mí en el doctorado me enseñaron a cuestionar críticamente la información científica que recibiese, viniese de donde viniese. A revisar los datos por los datos y no si viene de fulanito o menganito. No pienso dejar de hacerlo porque eso sería faltar al contraste de información.
